Ismael, al escuchar aquello, se emociona y de inmediato coloca las manos en el vientre de su esposa, quien sigue contando que la mamá y el bebé no pudieron dormir bien durante el mes en que él estuvo ausente.
—Vamos, amor, nos quedaremos a descansar contigo y promete que no te separarás de nosotros nunca más —le dice, besándola con amor.—Lo prometo, amor, lo prometo, bebé —responde Ismael, no puede ser más feliz. Mira a su padre y le señala a su madre. Él asiente y los observa alejarse felices.Luego, se concentra en la mirada preocupada de su esposa, Aurora, que observa a su marido junto a Marcia y los nietos. Avanza hacia ellos, los niños la abrazan, pero se sueltan de inmediato al ver a su padre, Marlon, acercándose.—¡Niños, no corran así! —les llama la atención Marcia, que corre detrás de ellos.Todos se miran entre sí sin saber cómo reaccionar; es algo que ha tomado a todos por sorpresa. Aunque escucharon lo último, el miedo y la duda los carcomen.—¡Felicidades, Ari! Y dale un abrazo a Camelia de nuestra parte —reacciona Marlon.—¿Mano, estabas ahí? ¿Por qué no me respondiste? —pregunta Ariel, inmerso en su felicidad. Pero escucha la voz de su madre.—Muchas felicidades, hijo, felicidades. Es una bendición el bebé. Haré una comida de bienvenida y, antes de que digas algo, será solo para la familia —explica emocionada Aurora—. Felicidades a Cami también, dile que todo estará bien; la cuidaremos.—Invita a sus padres y hermanos también, mamá —les pide Ariel, lleno de emoción.Hacía mucho tiempo que todos no escuchaban ese tono de voz en Ariel. Sonríen felices d
Es tanta su felicidad que, a pesar de la distancia que los aleja, su voz refleja la inmensa alegría que siente en ese momento. Ríe feliz al escuchar la emoción de sus padres y su hermano, sobre todo con la insistencia de su padre en que lleve su nombre, sea del sexo que sea; quiere que lo herede. —Ya veremos, papá —luego les pregunta—. ¿Creen que mañana puedan esperarnos en casa de los padres de Ariel? —¿Vienen, hija? —pregunta Lirio, pues logró poner el teléfono en altavoz antes de que se lo arrebatara su esposo—. ¿Al fin van a regresar a tierra? Camelia afirma que sí, que prefiere pasar su embarazo en tierra. Para alegría de todos, les dice que irá a pasar un buen tiempo con ellos en la finca, ya que quiere estar a su lado. Lirio se emociona al escucharla, deseosa de que, al fin, llegue el día de tenerla con ellos
El inmenso yate de los Rhys entra en el puerto ante la admiración de todos. La familia al completo ha ido a darles la bienvenida. Observan cómo Camelia desciende, sujeta por Ariel y rodeada de guardias de seguridad que apenas permiten verla.—¿No crees que eres un exagerado, Camilo? —pregunta la señora Lirio, reconociendo a muchos hombres de su esposo en el cuidado de su hija—. Casi no la dejan respirar.—Mamá, mejor así, se va a acostumbrar como yo —dice Clavel, sonriendo al ver a su hermana. Luego los deja y se adelanta al encuentro de Camelia, quien, al verla, intenta correr hacia ella, pero el grito angustiado de su esposo la detiene.—¡No corras, Cami, recuerda al bebé! —se detiene, llevando una mano a su vientre plano, y espera a que su hermana, que es alcanzada por su hermano Gerardo, llegue.Los tres se abrazan emocionados ante las protestas de Ariel, qu
El caos se apoderó de la terraza. Sofía, entre contracciones cada vez más intensas, alternaba su mirada entre su esposo inconsciente a sus pies y los rostros preocupados de la familia. El señor Rhys se irguió con la autoridad que lo caracterizaba y, cual general en medio de la batalla, comenzó a impartir órdenes con voz firme y clara:—Félix, atiende a Sofía —lo llamó, aunque él ya había corrido hacia ella—. Marlon, despierta a tu hermano. Marcia, lleva a los niños con Camelia y su abuela al interior de la casa —hizo una pausa y miró a su esposa—. Aurora, manda a calentar agua, no creo que Sofía llegue al hospital. Ariel y Oliver, carguen a Sofía hasta la habitación de la planta baja. Camilo, tú encárgate de que venga la ambulancia, por si acaso.Mientras Marl
La felicidad parecía florecer en la familia Rhys. Camelia estaba teniendo un embarazo extraordinario. Ya sabían que sería una niña, a la que habían decidido nombrar Alhelí, siguiendo la tradición de su madre Lirio de ponerle nombres de flores.—Alhelí, me gusta —dijo Camelia, contemplando la habitación de su pequeña, contigua a la suya en la casa de los Rhys.—A mí también —contestó Ariel a su lado—. Tu mamá me contó que el nombre Alhelí significa “la que le da sentido a la vida”. Y creo que, en verdad, nuestra pequeña ha llegado para darnos una razón para luchar y ser felices.—Le prometí a papá que si tenemos un niño lo nombraremos como él —comentó Camelia con una gran sonrisa mientras acariciaba su vientre—. Después de todo, los hijos de tu
Oliver lo observó un momento y luego comenzó a buscar en su maletín hasta dar con unos registros amarillentos. Se puso de pie para acercarse más al escritorio del señor Rhys, mientras la luz del atardecer se filtraba por los ventanales, iluminando las páginas envejecidas. —No sabría decirle con certeza. Estos registros del doctor llegaron a mis manos porque mi esposa los había arrancado de su libreta personal. Finalmente lograron descifrar sus extrañas anotaciones en clave —explicaba mientras le entregaba las hojas junto a otras anotaciones—. Como puede ver, menciona la fecha en que Mailen le entregó las muestras de esperma de Ariel, que le extrajo con ayuda de un médico. Hay indicios de que intentaron crear algunos embriones, pero no especifica si tuvieron éxito. El señor Rhys tomó los documentos con manos temblorosas, sus ojos recorriendo cada
Camelia está muy preocupada por su matrimonio. A pesar de que habían retomado las relaciones íntimas, todo le resultaba muy extraño. Para colmo, había vuelto a salir embarazada y Ariel la había dejado de tocar otra vez durante todo el embarazo. Su pequeño, al que nombró Camilo, ya tenía dos años y él seguía sin cambiar. La cuidaba tanto que ahora era ella la que no deseaba tener intimidad con su esposo.Ese día había ido a visitar a su mejor amiga, tratando de escapar de sus preocupaciones como mamá a tiempo completo.—Lía, ¿en qué piensas?— le preguntó Nadia al verla mirar por la ventana de su casa y suspirar a cada rato con nostalgia.—En n
Camelia negó estar todavía en ese punto. Ariel y ella se amaban con locura, pero no podía evitar que el asunto comenzara a preocuparla; temía que desembocara en eso o que su esposo buscara otra mujer para complacer sus deseos.—Sé lo que te digo, Lía, eso es un serio problema que tienen que enfrentar —dijo Nadia con seriedad—. ¿Siguen con las terapias?—Sí, una vez al mes vamos los dos —se detuvo, ruborizada—. Yo no he dicho nada en las sesiones; me da pena.—¡Lía, vas por mal camino! —la regañó su amiga—. Eso tenemos que solucionarlo ya. Contéstame, ¿crees que aguantarías que él te hiciera lo de antes? Me refiero a que te introdujera salvajemente. ¿No te vendrá a la mente el asalto de Leandro?Camelia la miró en silencio. No había olvidado ese hecho, porque cada vez que ha