332. LAS PESADILLAS

Ariel la estrecha con fuerza, y eso es lo peor y más difícil de superar. Porque las heridas sanan, las marcas en el cuerpo desaparecen, pero esas pesadillas que él todavía padece permanecen por tiempo indefinido.

—Sé que es terrible, lo viví, y a veces todavía tengo esas pesadillas. Todo estará bien, cariño, ya lo verás —habla sin dejar de abrazarla fuertemente contra su pecho—. Pero está muerto, amor. ¡Jamás te volverá a tocar! ¡Jamás!

—¿Alguna vez terminan? ¿Dejaré de soñar con ese momento de terror? —pregunta Camelia, angustiada.

—No será hoy ni mañana, cariño, pero te aseguro que un día lo olvidarás. Nos llenaremos de vivencias hasta que no haya cabida para las pesadillas —promete Ariel, con la esperanza de que suceda, no solo a ella, sino también a él—. Vamos, linda, deja de temblar y llorar. Estás en mis brazos, dijiste que era el lugar más seguro del mundo para ti.

—¡Y lo es, lo es! Sniff… sniff… Sin embargo, tengo tanto miedo de no superar esto. Me siento tan sucia, tan mancil
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