Ariel la estrecha con fuerza, y eso es lo peor y más difícil de superar. Porque las heridas sanan, las marcas en el cuerpo desaparecen, pero esas pesadillas que él todavía padece permanecen por tiempo indefinido.—Sé que es terrible, lo viví, y a veces todavía tengo esas pesadillas. Todo estará bien, cariño, ya lo verás —habla sin dejar de abrazarla fuertemente contra su pecho—. Pero está muerto, amor. ¡Jamás te volverá a tocar! ¡Jamás!—¿Alguna vez terminan? ¿Dejaré de soñar con ese momento de terror? —pregunta Camelia, angustiada.—No será hoy ni mañana, cariño, pero te aseguro que un día lo olvidarás. Nos llenaremos de vivencias hasta que no haya cabida para las pesadillas —promete Ariel, con la esperanza de que suceda, no solo a ella, sino también a él—. Vamos, linda, deja de temblar y llorar. Estás en mis brazos, dijiste que era el lugar más seguro del mundo para ti.—¡Y lo es, lo es! Sniff… sniff… Sin embargo, tengo tanto miedo de no superar esto. Me siento tan sucia, tan mancil
Camelia salta asustada ante el beso y retrocede con los ojos bien abiertos. Sin embargo, Ariel finge no darse cuenta y sigue hablando como si nada, tratando de ofrecerle esa normalidad que tanto ansía. Ella lo observa quedarse desnudo frente a ella y, por instinto, se abraza como si intentara escapar, pero Ariel se inclina y le roba un beso cuando ella cierra los ojos, aterrorizada.—Deja eso, Ariel —le pide Camelia, alejándose de nuevo con voz temblorosa; sin embargo, él no la suelta y la mantiene sujeta de las manos, tirando de ella con cariño hasta que poco a poco cede y lo deja atraerla. La vuelve a besar, y esta vez Camelia no se aleja, aunque le dice—. Mejor llama para que vengan a arreglar la habitación. Ayúdame, quiero ir a bañarme. Llena la bañera y échale mucho jabón oloroso, necesito quitar esa terrible peste que no se va de mi nariz.—No puedes, cariño, la docto
Camelia se deja hacer, aunque se estremece cada vez que él la toca, recordando las terribles y asquerosas manos de Leandro. Sin embargo, se aguanta todo lo que puede; no se le ha escapado que Ariel hace un gran esfuerzo por mantenerse tranquilo, animándola, y no dice nada. Se lo agradece en el alma. Cuando termina de poner crema en cada marca de su cuerpo, ocultándolas a la vista de ambos, se abraza a él, tal como está, desnuda. Ariel también la abraza con fuerza, luchando contra las ganas de llorar al ver aquellas horrendas mordeduras. La estrecha muy fuerte, pensando en las palabras que le dijo su hermano mayor: lo único importante es que Camelia está viva.—¡Ahora sí que te huelo, amor, ahora sí! —exclama emocionada Camelia.—¿Se te quitó el otro? —pregunta Ariel, sorprendido.—Creo que sí —duda un poco, y al tomar
Ismael ha permanecido al lado de su esposa Sofía todo el tiempo. Solo se separa de ella para llevar a la ginecóloga al yate, el cual Ariel mantiene muy cerca de la costa. Han decidido esperar a que la doctora les dé el alta a Camelia antes de emprender el recorrido por el mundo. Se levanta al escuchar su teléfono sonar y, al ver que es Marlon, lo atiende de inmediato.—¿Dime, hermano? Por favor, dime que me vas a mandar a hacer algo. Estar de ama de casa no es lo mío —bromea en cuanto atiende la llamada.—Más que eso, mi hermano. Ha llegado la hora de que tú y yo tomemos las riendas para eliminar todo aquello que nos hace infelices. ¿Estás conmigo en esto? —pregunta Marlon con voz muy seria.—¡Siempre! —contesta de inmediato—. Dime a quién tengo que sacar de nuestro camino y lo haré. Más ahora que va a nacer mi hijo.—Es
El matrimonio de Ariel y Camelia sigue en el enorme yate de lujo de la familia. Ella es visitada una vez a la semana por la ginecóloga Hilda. Los primeros días fueron los peores; ella gritaba todo el tiempo y no podía dormir. Las curas que debían realizarle eran una tortura para ella. Con el tiempo, sin embargo, fue calmándose poco a poco y, conversando con su esposo, ambos decidieron mantener sesiones diarias con su psicólogo por videollamadas.Para su asombro, a la semana, Camelia comenzó a dejar de gritar por las noches. Dormía abrazada a Ariel, aterrorizada al recordar las horribles cosas que le hicieron cuando Mailén lo atrapó. Sobre todo, ese día en que su esposo se había roto delante de ella. No podía olvidar el terror que experimentó, como si le estuviese sucediendo a ella.—Cuando desperté, no estaba en Las Vegas, sino en un sótano oscuro a l
Ariel observa a su esposa mientras ella sale del agua. Es un momento que también le preocupa, pero no lo dice porque no quiere aumentar la ansiedad de Camelia.—No debes preocuparte por eso. Los dos hemos avanzado mucho en nuestra confianza. Iremos despacio, como la primera vez, ¿te acuerdas? —intenta aligerar la situación. Con expresión pensativa, continúa—. Aunque ahora que lo pienso, creo que iba demasiado despacio. Cierta persona me obligó a ir más deprisa, ja, ja, ja...—¡No seas malo! Estaba drogada —protesta Camelia, divertida al recordar aquella primera vez—. Y tú tenías miedo, no lo niegues. Solo me dabas besos, ¡tuve que ayudarte! Ja, ja, ja… ¡Te morías de miedo! Ja, ja, ja...—No lo voy a negar, tenía miedo —acepta Ariel al ver cómo ella sigue la conversación con el mismo tono de broma—. Er
El ruido de las cosas al caer las hace saltar asustadas. Ariel las dejó caer al escuchar lo último. Las recoge nervioso, las deja en la mesa y se acerca. Le toma la mano a Camelia, que ha comenzado a temblar y a llorar.—No te pongas así, cariño, no va a pasar eso —pero casi no puede hablar, aterrado ante esa posibilidad—. ¿Puede ver si sus sospechas son verdad, doctora?—No se adelanten, relájate, Camelia —la doctora, al percatarse del gran miedo que tienen ambos, trata de tranquilizarlos—. Puede que la falta de periodo sea por un trastorno y por todo lo que te ha estado pasando.—¡No puedo estar embarazada de ese monstruo, doctora! ¡No lo soportaría! —vocifera Camelia, ahora aterrorizada ante el hecho—. ¡La vida no puede odiarme tanto!Se hace un silencio, solo interrumpido por los sollozos de Camelia. Ariel ahora la abraza por completo
La doctora tranquiliza a Ariel, diciéndole que nada de eso les va a afectar, pero Camelia debe someterse de inmediato a un chequeo general en el hospital. Además, deberán mantener un seguimiento constante durante y después del embarazo. No saben si ella ha adquirido el VIH.—Aunque te hicimos profilaxis, Camelia, debes ahora, más que nunca, mantenerte alerta —observa la mirada de miedo en sus rostros, sonríe y pregunta—. ¿Quieren volver a escuchar el latido? ¿Camelia?—¿Es de Ariel? ¿Está segura de que mi bebé es de Ariel? —insiste Camelia, sintiendo todavía un enorme miedo albergado en su pecho.—¡Sí, sí, cariño! ¡Seguro lo hicimos aquel día en el jardín! Ja, ja, ja… —ríe nerviosamente Ariel, tratando de desviar la atención del susto que tiene Camelia—. ¿O