Ismael ha permanecido al lado de su esposa Sofía todo el tiempo. Solo se separa de ella para llevar a la ginecóloga al yate, el cual Ariel mantiene muy cerca de la costa. Han decidido esperar a que la doctora les dé el alta a Camelia antes de emprender el recorrido por el mundo. Se levanta al escuchar su teléfono sonar y, al ver que es Marlon, lo atiende de inmediato.
—¿Dime, hermano? Por favor, dime que me vas a mandar a hacer algo. Estar de ama de casa no es lo mío —bromea en cuanto atiende la llamada.—Más que eso, mi hermano. Ha llegado la hora de que tú y yo tomemos las riendas para eliminar todo aquello que nos hace infelices. ¿Estás conmigo en esto? —pregunta Marlon con voz muy seria.—¡Siempre! —contesta de inmediato—. Dime a quién tengo que sacar de nuestro camino y lo haré. Más ahora que va a nacer mi hijo.—EsEl matrimonio de Ariel y Camelia sigue en el enorme yate de lujo de la familia. Ella es visitada una vez a la semana por la ginecóloga Hilda. Los primeros días fueron los peores; ella gritaba todo el tiempo y no podía dormir. Las curas que debían realizarle eran una tortura para ella. Con el tiempo, sin embargo, fue calmándose poco a poco y, conversando con su esposo, ambos decidieron mantener sesiones diarias con su psicólogo por videollamadas.Para su asombro, a la semana, Camelia comenzó a dejar de gritar por las noches. Dormía abrazada a Ariel, aterrorizada al recordar las horribles cosas que le hicieron cuando Mailén lo atrapó. Sobre todo, ese día en que su esposo se había roto delante de ella. No podía olvidar el terror que experimentó, como si le estuviese sucediendo a ella.—Cuando desperté, no estaba en Las Vegas, sino en un sótano oscuro a l
Ariel observa a su esposa mientras ella sale del agua. Es un momento que también le preocupa, pero no lo dice porque no quiere aumentar la ansiedad de Camelia.—No debes preocuparte por eso. Los dos hemos avanzado mucho en nuestra confianza. Iremos despacio, como la primera vez, ¿te acuerdas? —intenta aligerar la situación. Con expresión pensativa, continúa—. Aunque ahora que lo pienso, creo que iba demasiado despacio. Cierta persona me obligó a ir más deprisa, ja, ja, ja...—¡No seas malo! Estaba drogada —protesta Camelia, divertida al recordar aquella primera vez—. Y tú tenías miedo, no lo niegues. Solo me dabas besos, ¡tuve que ayudarte! Ja, ja, ja… ¡Te morías de miedo! Ja, ja, ja...—No lo voy a negar, tenía miedo —acepta Ariel al ver cómo ella sigue la conversación con el mismo tono de broma—. Er
El ruido de las cosas al caer las hace saltar asustadas. Ariel las dejó caer al escuchar lo último. Las recoge nervioso, las deja en la mesa y se acerca. Le toma la mano a Camelia, que ha comenzado a temblar y a llorar.—No te pongas así, cariño, no va a pasar eso —pero casi no puede hablar, aterrado ante esa posibilidad—. ¿Puede ver si sus sospechas son verdad, doctora?—No se adelanten, relájate, Camelia —la doctora, al percatarse del gran miedo que tienen ambos, trata de tranquilizarlos—. Puede que la falta de periodo sea por un trastorno y por todo lo que te ha estado pasando.—¡No puedo estar embarazada de ese monstruo, doctora! ¡No lo soportaría! —vocifera Camelia, ahora aterrorizada ante el hecho—. ¡La vida no puede odiarme tanto!Se hace un silencio, solo interrumpido por los sollozos de Camelia. Ariel ahora la abraza por completo
La doctora tranquiliza a Ariel, diciéndole que nada de eso les va a afectar, pero Camelia debe someterse de inmediato a un chequeo general en el hospital. Además, deberán mantener un seguimiento constante durante y después del embarazo. No saben si ella ha adquirido el VIH.—Aunque te hicimos profilaxis, Camelia, debes ahora, más que nunca, mantenerte alerta —observa la mirada de miedo en sus rostros, sonríe y pregunta—. ¿Quieren volver a escuchar el latido? ¿Camelia?—¿Es de Ariel? ¿Está segura de que mi bebé es de Ariel? —insiste Camelia, sintiendo todavía un enorme miedo albergado en su pecho.—¡Sí, sí, cariño! ¡Seguro lo hicimos aquel día en el jardín! Ja, ja, ja… —ríe nerviosamente Ariel, tratando de desviar la atención del susto que tiene Camelia—. ¿O
Ambos conversan mientras avanzan, siguiendo a los niños que corren al encuentro de Marcia, quien saluda a Ismael con una mano mientras escucha a sus hijos gritar al ver cómo el avión vuelve a despegar.—¿Recuerdas al tipo que salvé junto a los otros, por el que me dieron la medalla al valor y luego desapareció del campamento? Se llamaba Osvaldo —le recuerda con tristeza.—Sí, lo recuerdo ahora. ¿Qué pasó con él? ¿Estaba en Brasil? —pregunta con interés.—¡Exacto, papá! ¡Debí haber dejado que lo mataran! —exclama Ismael, visiblemente molesto.Su padre, al escucharlo, se detiene para mirarlo a los ojos. Su hijo, de inmediato, le cuenta que Osvaldo era uno de los hombres que dirigían la red de tráfico humano y ahora comprende lo que le gritaba la mujer que no entendía su idioma cuando lleg&oacut
Ismael, al escuchar aquello, se emociona y de inmediato coloca las manos en el vientre de su esposa, quien sigue contando que la mamá y el bebé no pudieron dormir bien durante el mes en que él estuvo ausente.—Vamos, amor, nos quedaremos a descansar contigo y promete que no te separarás de nosotros nunca más —le dice, besándola con amor.—Lo prometo, amor, lo prometo, bebé —responde Ismael, no puede ser más feliz. Mira a su padre y le señala a su madre. Él asiente y los observa alejarse felices.Luego, se concentra en la mirada preocupada de su esposa, Aurora, que observa a su marido junto a Marcia y los nietos. Avanza hacia ellos, los niños la abrazan, pero se sueltan de inmediato al ver a su padre, Marlon, acercándose.—¡Niños, no corran así! —les llama la atención Marcia, que corre detrás de ellos.
Todos se miran entre sí sin saber cómo reaccionar; es algo que ha tomado a todos por sorpresa. Aunque escucharon lo último, el miedo y la duda los carcomen.—¡Felicidades, Ari! Y dale un abrazo a Camelia de nuestra parte —reacciona Marlon.—¿Mano, estabas ahí? ¿Por qué no me respondiste? —pregunta Ariel, inmerso en su felicidad. Pero escucha la voz de su madre.—Muchas felicidades, hijo, felicidades. Es una bendición el bebé. Haré una comida de bienvenida y, antes de que digas algo, será solo para la familia —explica emocionada Aurora—. Felicidades a Cami también, dile que todo estará bien; la cuidaremos.—Invita a sus padres y hermanos también, mamá —les pide Ariel, lleno de emoción.Hacía mucho tiempo que todos no escuchaban ese tono de voz en Ariel. Sonríen felices d
Es tanta su felicidad que, a pesar de la distancia que los aleja, su voz refleja la inmensa alegría que siente en ese momento. Ríe feliz al escuchar la emoción de sus padres y su hermano, sobre todo con la insistencia de su padre en que lleve su nombre, sea del sexo que sea; quiere que lo herede. —Ya veremos, papá —luego les pregunta—. ¿Creen que mañana puedan esperarnos en casa de los padres de Ariel? —¿Vienen, hija? —pregunta Lirio, pues logró poner el teléfono en altavoz antes de que se lo arrebatara su esposo—. ¿Al fin van a regresar a tierra? Camelia afirma que sí, que prefiere pasar su embarazo en tierra. Para alegría de todos, les dice que irá a pasar un buen tiempo con ellos en la finca, ya que quiere estar a su lado. Lirio se emociona al escucharla, deseosa de que, al fin, llegue el día de tenerla con ellos