316.  SALVÉMONOS JUNTOS

La última frase quedó suspendida en el aire, pesada como plomo, mientras el sonido de las olas golpeando el casco del yate parecía amplificar el silencio que siguió. Por un instante, un destello de sorpresa atravesó los ojos vacíos de Camelia, pero fue tan fugaz como una estrella fugaz en la noche oscura.

Ariel vio cómo el cuerpo de su esposa se inclinaba ligeramente hacia adelante, preparándose para el salto. No lo pensó dos veces. Con la adrenalina corriendo por sus venas, se lanzó hacia adelante con toda la fuerza que pudo reunir. Sus músculos se tensaron al máximo mientras saltaba, extendiendo sus brazos como garras desesperadas.

Sus dedos se cerraron alrededor de la cintura de Camelia justo cuando ella comenzaba a caer. El impulso los arrojó a ambos hacia atrás, sobre la cubierta del yate. Cayeron con fuerza, Ariel recibiendo el impacto principal contra la dura superficie
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