293. NECESITO A MI MADRE

La sola mención de Ariel hace que su cuerpo se estremezca violentamente. La vergüenza la consume como ácido al pensar en su esposo, en sus manos tocándola, en su mirada sobre ella. Ya no se siente digna de su amor, de sus caricias. Se siente sucia, manchada, rota.  

—¡No quiero que le digas nada a mi esposo, vamos, papá, por favor! —ruega de nuevo.  

 El terror se refleja en cada fibra de su ser. La desolación se refleja en su rostro pálido como la muerte, mientras su mirada se mueve aterrorizada alrededor. La idea de que alguien más se entere de su violación la paraliza, la ahoga. Imagina las miradas de lástima, los susurros a sus espaldas, el estigma que la perseguirá para siempre. No podría soportarlo.  

 —Llévame con mamá, necesito a mamá —súplica, aferrándose a la única persona que siente que podría entenderla sin juzgarla—. Mi hermano, no le digas a nadie dónde estoy, promételo, ni siquiera a Ariel.  

 El cuerpo de camelia
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