La familia Rhys en pleno fue a visitar al senador Hidalgo en su finca. Todo era un alboroto; Clavel miraba a Félix de soslayo, pensando que nadie sabía que estaban juntos. Ariel y Camelia reían entre ellos al ver cómo disimulaban delante de sus padres, hasta que Camelia la siguió a la habitación.
—¿Cuándo se lo vas a decir a papá? —preguntó sin darle tiempo a que lo negara. —¿Qué cosa? —Clavel giró, toda ruborizada. —Vamos, mi hermana, no me vas a esconder cosas a mí. Quiero que tengamos esa confianza entre nosotras. Sé que estás con el doctor Félix, ¿o solo fue ayer? —Camelia quería saber qué sucedía. Clavel se giró para mirarla intrigada. Estaba convencida de que nadie los había visto ni sospechado de la salida del doctor de su habitaci&oacAriel sonrió al ver con la seriedad con la que le hablaba su amigo. Se conocían desde niños y podía decir cuándo hablaba con el corazón. —De acuerdo, me basta con eso —aceptó Ariel—. Y una última cosa: olvídate de que existen otras mujeres en el mundo, así que antes de que ella revise tu teléfono, borra tu lista de emergencias. —¡Cierto, cierto! Gracias, mi amigo. —Y saca el teléfono y borra todo lo que tenía de otras mujeres, hasta que se da por vencido y lo apaga. Vio que seguían entrando unos cuantos mensajes de diferentes mujeres—. Mejor elimino este teléfono; me quedaré con el número del trabajo que tú conoces. —Muy inteligente de tu parte —estuvo de acuerdo Ariel—. Y cuéntale a Clavel toda tu vida. Toda, Félix, así nada la tomará p
La señora Lirio mira a su hija menor, preguntándose si era verdad lo que contaba Gerardo. Camelia se pone colorada, diciendo que era una ropa muy cómoda. Además, nadie se metía con ella por vestir de esa manera. Su mamá todavía insiste en saber si iba así, como la describió Gerardo, a todas partes. A ella no se le escapa la tristeza en los ojos de su madre. —No me mires así, mamá. Lo hacía porque quería, no porque no tuviera ropa. Me vestía bien cuando se necesitaba —y, como si quisiera demostrarlo, continúa—. Por ejemplo, hice un montón de entrevistas para conseguir un trabajo decente, muy bien vestida. De nada me sirvió; no gustaba por ser trigueña y no ser una muñeca plástica como les gustan a todos los hombres. Hice la entrevista para ayudante de almacén vestida así como dijo mi hermano y me acepta
Camilo Hidalgo se emocionó y la estrechó entre sus brazos muy fuerte. Clavel nunca lo trató con mimos, y ahora su pequeñita, porque así es como la ve, lo hace, y eso lo llena de felicidad. Camelia le corresponde y lo llena de besos, al igual que él a ella. —Dale, papá, hazlo porque yo te lo pido, ¿sí? Nunca te he pedido nada; me debes muuuuuchos deseos, ja, ja, ja… —ríe entre nerviosa y feliz. —Está bien… —acepta Camilo acariciando el rostro de su pequeña hija—. Lo permitiré porque me lo pediste así, cariño. Clavel, puedes estar con ese doctor, pero eso no quiere decir que no lo estaré vigilando de cerca, ¿de acuerdo? —¡Papá! ¿Por qué la complaces en todo así de fácil y a mí no? —pregunta Clavel, haciéndose la celosa. &nb
La mujer se quedó en silencio mirando al hombre delante de ella. Lo conocía demasiado bien. Pero debía advertirlo; no quería que lo atraparan y volver a quedarse sola, sin la única familia que tenía. —Mailén te va a acabar con el plan; déjala que cumpla su condena. Ya te dije que te acompañaré donde quiera que vayas. Necesitarás de mi ayuda y mi dinero, aunque no quiero quedarme sin nada, te lo advierto —le aconseja ella con seriedad. La mira deslizando la capucha de su cabeza; es Leandro. Suspira, sosteniendo la mirada de su hermana. Una abogada de renombre que se dedica a trabajar para los delincuentes. Ella sabe que no desistirá en su empeño por hacer a Camelia su esposa; siempre ha sido así. Suspira mientras mueve la cabeza; algo le dice que esta obsesión no va a ir a ningún lugar. —Deja de protestar; ahora lo que t
Gisela colgó muy preocupada. No quiere importunar a Camelia, pero tampoco puede darle la espalda a su nieta, y mucho menos a su bisnieto en camino. El pobre bebé no tiene la culpa de nada; quizás será mejor hablar con el doctor Félix para que la ingrese, así tendrá quien la cuide. No quiere hacer nada a espaldas de Camelia, por lo que se pone a buscarla por toda la casa hasta que la encuentra conversando con Sofía y le pide que la acompañe. —¿Qué es, abuela? —enseguida la sigue intrigada. —Me acaba de llamar Marilyn pidiéndome que la deje vivir con nosotras —le cuenta de inmediato. —¿Te pidió eso? —Camelia la miró con preocupación—. Lo siento, abuela, pero aquí no se va a quedar. —¡No, no, hija, claro que no! —dijo de inmediato la señora Gisela—.
El señor Rhys, al escuchar de qué se trataba todo, está de acuerdo en que la dejen estar en el apartamento de ellos. Desde allí mismo llamaron a la cárcel y dijeron que sí. Pero antes de que la trajeran, debían ir a buscar las cosas del trabajo que guardaban allá. —¿De acuerdo, abuela? —pidió Camelia y agregó—. No quiero que Marilyn toque nada mío, y tú, pon a salvo todos esos papeles que dejaste allá. Es más, ¿quieres que mande a una empresa de mudanza que nos traiga todo? —No exageres, hija —la detuvo la señora Gisela—. Yo lo que tengo es una maleta; todavía no me han traído todas las cosas de la casa del pueblo. Creo que con Israel y Ernesto es más que suficiente. Llama a Nadia y dile que iremos para que nos ayuden ella y Nelda. —Ellos fueron al pueblo, ¿no t
Trata de gritar la abuela, pero Leandro le tapa la boca. Camelia mira su bolso, que dejó tirado en el sillón de la entrada, donde tiene su arma, pero no puede ir a cogerlo. Ahora Leandro le apunta a ella también. —Si los llamas, las mato a las dos —y obliga a la anciana a acercarse a Camelia, que no sabe qué hacer. —¡No, no, no, Leandro! Por el amor de Dios, no le hagas nada a mi abuela. Yo haré lo que quieras, pero no la toques —le pide aterrada, viendo cómo casi asfixia a la anciana, que abre los ojos negando con la cabeza—. Por favor, déjala respirar; se está ahogando. Leandro quita la mano de la boca de la anciana, que de inmediato comienza a dar gritos llamando a los guardias: —¡Chicos, ayuda…! ¡Camelia, corre! Sin embargo, Leandro la golpea en la cabeza, haciendo que caiga desmayada al piso,
Todo le parece una cruel pesadilla de la que seguro en algún momento va a despertar. Todas esas locas personas que se han unido para separarla de Ariel y hacer de su vida un infierno, ¿cómo es que se unieron y les salen las cosas tan bien? Otra vez había desobedecido las reglas de su esposo y los Rhys, piensa arrepentida. ¿Cómo va a salir de esta situación y salvar a su abuela al mismo tiempo? Toma aire, tratando de que su voz salga calmada, decidida a salvar a su pobre abuela sin importar nada más. Ella escapará después, se dice. Le cuenta con calma a Leandro que Marlon es el hijo del mayor de los Rhys, que el doctor había engañado a Mailen. Ella asiente sin soltar las manos del hombre, más bien se las aprieta, tratando de que la mire. —Leandro, yo nunca te voy a amar. Si nos dejas ir ahora, no diré nada y te podrás ir a Brasil y hacer tu vida