—Pensé que me dejarías plantado en el altar, cuando Karla dijo que tenías algo urgente que decirme —decía Ian besando el cuello de Diana mientras la embestía de manera descontrolada.
—No te deje plantado. Simplemente te necesitaba y no podía esperar más —a pesar de que habían pasado la noche haciendo el amor. No podía dejar de desearlo.
—De verdad no entiendo Diana como pude dejar que me convencieras de esto. Arruinaras el vestido.
—No pienses en el vestido. Tu eres el culpable de arruinarlo. No me dejaste dormir en toda la noche con tu sesión de sexo.
No podía creerlo después de cuatro años se iban a casar por fin. Se habían retrasado porque su recuperación fue lenta y ellos querían estar seguros de que iba todo bien en el embarazo. Luego nació Victoria. Sin embargo. Las cosas se fueron r
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos, a pesar de ser un borrador. Tampoco puedes hacer adaptaciones de esta historia.Todos los derechos reservados bajo el código de registro: 1902149948993©.Está demás decir, que todos los personajes y los lugares en donde se desarrolla esta historia no existen, son completamente ficticios. Cualquier parecido a la realidad, o persona viva o muerta ;es pura coincidencia. También recordarles que cada uno de estos capítulos ha sido escaneado por un programa anti-plagio, de alta calidad y excele
Diana salió de la ducha envuelta en una toalla, pero al mirarse en el espejo la dejó caer. No podía creerque aún tenía un cuerpo perfecto. Sus pechos estaban firmes, pero ahora más grandes que antes, su cintura aún se veía estrecha, sus piernas estaban ahora más torneadas que antes y su trasero que siempre había sido su mayor atributo después de su rostro podría decirse que ahora estaba envidiable. Frotó su cuerpo con una bodymilk de melocotones, se puso un cachetero de blonda color azul y su pijama de algodón de badtz-maru. Estaba desenredando su cabello cuando escuchó un fuerte golpe en la puerta, al mismo tiempo el timbre sonó con insistencia. —Un momento. Ya voy. Cuando abrió la puerta su rostro palideció
DOS MESES ANTES…El club estaba a reventar, la música sonaba alto. Cuerpos moviéndose de un lado a otro bien sincronizados. La tensión sexual se notaba en el ambiente.Ella había ido a ese lugar porque necesitaba darle un cambio a su vida. Andrew Thomas, su amigo durante años y luego su pareja desde hacía uno la había engañado. Se sentía frustrada, pero al mismo tiempo aliviada. Dos sentimientos tan distintos que le cabreaba.Tomó un sorbo de su trago "margarita". Recordando ese episodio de su vida tan bochornoso. Todo había estado mal desde hace algunos meses entre ellos, pero Diana quería arreglar las cosas, por eso cuando salió ese día de la oficina, decidió intentarlo.Le
Tomó su rostro entre sus manos, y se inclinó un poco para cubrir sus labios con los de ella. Al principio mordisqueando, para que le diera acceso a su boca.Ella le permitió entrar y respondió al beso. Sus lenguas entrelazadas mientras sus labios se acariciaban. No pudo aguantar, y colocó las manos alrededor de su cuello mientras él la aprisionó más a su cuerpo. Él rompió el beso y colocó su frente con la de ella.—Pasa la noche conmigo —pidió con voz ronca.Diana solo asintió. En pocos minutos ya estaban en el exageradamente lujoso edificio. Ella no podía pensar. En el sótano del estacionamiento, la había vuelto a besar, y con eso prácticamente había perdido todo tipo de racionam
Presente… —Estás cometiendo un grave error Ian —el tono de voz de Diana era de completa indignación. —Sí, es cierto y es totalmente mío —masculló él. —Entonces, con más razón no puedes obligarme a irme contigo. No estamos en la edad media en donde los hombres obligan a las mujeres a estar con ellos —expresó poniendo cerrando los puños a cada lado. Ian caminaba en la pequeña sala de un lado a otro, como un león enjaulado. Estaba inspeccionando el lugar, sin importarle ser obvio. —A ver si entendí —trataba de calmarse, llevando una mano hasta su frente, para masajear su sien— ¿Piensas que voy a permitir que tengas a mi hijo lejos de mí? ¿En dónde no pueda cuidarlo y protegerlo de cualquier eventualidad? —Yo no te estoy apartando de la vida de nadie, Ian. —para Diana las cosas se estaban saliendo de control. —¿No? —chasqueó los dientes. —No voy a negarte que estoy encantada con la idea de qu
—Ordena para los dos —la miró fingiendo cara de enojo.Por un momento Diana se trasladó a sus tiempos de universidad, siempre que tenían que estudiar para algún examen, le pedía lo mismo. Según él, su cerebro no funcionaba bien, si su estómago no estaba lleno. Pero ella lo obligaba a pedir la comida al final, ya que siempre Ian quería hacer un receso. Que siempre terminaba con ellos casi abrazados encima del sofá, y sin continuar con los estudios.—Está bien —agarró el teléfono colgado en la pared y llamo al servicio de comida.Al cabo de unos treinta minutos. Llegó el repartidor. Ella no podía creer que Ian estaba en su casa como el dueño y señor. Lo que más le molestaba era que se sentía a gusto con él haciéndose cargo de todo. Porque para ser sincera, ese comportamiento n
EL RECIBIMIENTO¿En qué se había metido ahora? Pensó mientras miraba el techo fijamente a la mañana siguiente. La había despertado un mensaje de texto de Ian dándole los buenos días, y diciéndole que saldrían a Miami después de la hora del almuerzo.Estaba muy asustada con el hecho de enfrentar a todos en la oficina. En especial a Andrew que no se había tomado muy bien lo de la ruptura, menos el saber que estaba embarazada y que el padre no era él.La acusó de haberle sido infiel y de abandonarlo. Ante los ojos de los demás, ella era la mala de la historia. Los últimos días que estuvo trabajando en la empresa, no podía dejar de escuchar los susurros y las risitas detrás de ella.Amanda se había encargado de soltar el chisme, por supuesto a su conveniencia del porqué había t
EL VIAJE.Italia...—¿Qué piensas hacer ahora? Esta noticia puede convertirse en un problema grave en este preciso momento.—No lo he pensado bien Alan.—Tenemos que actuar rápido. Debes hacer que Mónica termine de firmar el divorcio. Antes de que todos se enteren que el hijo que está esperando Diana es tuyo.—Realmente no deseo otra cosa más que eso y casarme con ella.Alan se echó a reír.—Al parecer sientes algo más que un revolcón por ella.Ian miró por la gran ventana de la habitación del hotel en Roma. Suspiró y se giró para enfrentar a su amigo.—No voy a negarlo. Siempre he tenido sentimientos hacía ella. Las cosas pasaron de una manera muy extraña, pero ahora estoy dispuesto a luchar por ella.El toque en la puer