Tomó su rostro entre sus manos, y se inclinó un poco para cubrir sus labios con los de ella. Al principio mordisqueando, para que le diera acceso a su boca.
Ella le permitió entrar y respondió al beso. Sus lenguas entrelazadas mientras sus labios se acariciaban. No pudo aguantar, y colocó las manos alrededor de su cuello mientras él la aprisionó más a su cuerpo. Él rompió el beso y colocó su frente con la de ella.
—Pasa la noche conmigo —pidió con voz ronca.
Diana solo asintió. En pocos minutos ya estaban en el exageradamente lujoso edificio. Ella no podía pensar. En el sótano del estacionamiento, la había vuelto a besar, y con eso prácticamente había perdido todo tipo de racionamiento.
Apenas él abrió la puerta, la instó a que entrara, sin darle tiempo a nada la tomó de la mano y con su cuerpo presionado al de ella, la cerró. Para dejarla arrinconada totalmente a la madera, y tenerla a su merced.
—¿Sabes cuántas veces quise tenerte así? —la voz de Ian cada vez era más gutural.
—No.
—Muchas. Pero ahora estás aquí. —Acarició su cuello con la punta de su nariz.
Él se alejó un poco para llevarla de la mano hasta su habitación. Cuando Ian encendió la luz. Ella parpadeó dos veces, para que sus ojos se acostumbraran a la claridad.
Las paredes estaban pintadas de blanco, con la decoración en gris que le daba un toque moderno. La gran cama en el medio con sábanas negras, dos mesas de noches a los lados en acero y vidrio que le daban el toque masculino.
Ella solo pudo dar un paso y ver nada más eso. Porque en ese momento, la tomó desde atrás por la cintura e hizo que pegara la espalda en su pecho. Se relajó en ese momento y comenzó a dejarse llevar.
—Voy a disfrutar de tu cuerpo. —Le aseguró mientras le apartaba el cabello hacía un lado y comenzaba a besar su cuello.
La soltó por un momento y sintió cómo él se despojó de su ropa sin dejar de besarla, y de mordisquear su cuello. Ella se sentía flotando en una nube. La pasión que estaba surgiendo en ella, era desconocida.
Brincó cuando la piel caliente del pecho de Ian, se pegó una vez más a su espalda, y sintió su erección en su trasero.
—Estás muy callada —la hizo girar para mirarla—. Dime que “NO” y te llevaré en este momento a tu casa.
Diana quedó fascinada al ver el deseo que veía en los ojos de Ian por ella.
—Sí —fue lo único que dijo.
En ese instante fue ella quien se puso de puntillas para besar sus labios. Él la tomó de las caderas para pegarla más a su cuerpo. Diana enredó las manos en su cabello, soltando la pequeña coleta que llevaba. Mientras sus lenguas bailaban en una erótica danza. Caminó con ella hasta la cama. Rompió de nuevo el beso.
—Espera —la hizo girar de nuevo. —Déjame sacarte de este vestido antes de que lo rompa.
Le bajó el zipper del vestido, y sintió como él aguantaba la respiración, al descubrir la tanga de encaje que ella llevaba puesta que hacía juego con su sujetador.
Él bajó lentamente por su cuerpo, mientras hacía que el vestido bajara al mismo tiempo. Amasó los globos de su trasero, y no pudo aguantar cuando los tuvo en frente de él, para darle un pequeño mordisco a cada uno después de lamerlos. Diana solo pudo gemir.
Él fue subiendo poco a poco besando su espalda. Hasta que se incorporó completamente y la giró para que lo mirara a los ojos de nuevo.
—Voy hacerte gritar de placer, Diana. Espero que estés preparada para ese hecho.
Sin darle oportunidad la colocó de espaldas encima del colchón. Cubrió su cuerpo con el de ella, mientras la besaba y se apoyaba sobre sus brazos. Gimió cuando Diana comenzó a frotarse contra su cuerpo.
—Tu olor me vuelve loco —habló seriamente, mientras volvía a acariciar el cuello con su nariz.
Diana no podía pensar en ese momento. Ráfagas de placer recorrían todo su cuerpo haciéndola estremecer. Despacio él comenzó a descender hasta sus pechos redondeados. Tomó cada una de sus manos.
—Mira. Son del tamaño justo para mi mano —La voz de Ethan era cada vez más ronca.
Ella arqueó su cuerpo un poco más hacia él, necesitaba más. Cuando Ian amasó sus montículos por encima de la tela del sujetador, y apretó los pezones que estaban duros como pequeñas piedras, de su boca salió un gemido roto.
—¡Oh, si! —exclamó Diana.
—Mmm... veo que te gusta —su voz fue pura seducción, mientras sacó cada uno de sus hermosos pechos del sujetador, y cuando los pudo ver fuera los apretó de nuevo. —Son las mejores tetas que he visto en mucho tiempo.
Se inclinó hacía ella, para meterlas a la boca y acariciar con su lengua las pequeñas protuberancias que lo tentaban. Cada vez que él succionaba el henchido pezón, le enviaba una descarga eléctrica justo a su vientre que hizo que su sexo se empapara de necesidad por él.
—Ian... —salió de sus labios su nombre.
—Dime... ¿Quieres más?
—Si, por favor. Dame más —suplicó.
—Por supuesto que te daré más.
Él fue descendiendo poco a poco, pero no pudo evitar morder en medio de sus pechos. Sintió como Diana en ese momento con los pies apoyados en el colchón se arqueó más hacía él y le jalo el cabello para mantenerlo en el sitio.
—No. Ian más...
—Te daré más pero primero tengo que probarte.
Acarició su vientre con la lengua y con la mano hasta que estuvo exactamente donde él quería. Con los hombros en medio de sus muslos. Aspiró el olor de su sexo, por encima de la tanga y no pudo evitar mordisquear su montículo. Diana se retorció y trató de cerrar las piernas, pero le fue imposible porque él estaba en medio de ellas.
—Ian, por favor —una súplica con voz rota.
Él gruñó.
—¿Qué? —preguntó mientras se escuchó de pronto, el sonido de la tela de encaje desgarrarse—. Si no me dices no puedo saber qué es lo que necesitas.
Diana no sabía qué responder. Jamás había sentido tanta lujuria. No sabía que la intimidad con Ian iba a ser tan arrolladora como en ese momento lo era.
—A ti... lo único que necesito en este momento, es a ti.
Miró a los ojos de Ian, que parecía el mismo dios del sexo reclamando sacrificio en ese instante, y no pudo evitar que su sexo se inundara de jugos, cuando vio como él cerró los ojos disfrutando de su olor de su necesidad.
—Creo que si no te pruebo. Me volveré loco.
Le abrió más los muslos. Ella vio como sus ojos brillaban más por la lujuria contenida, quedó fascinado al ver su sexo sedoso y brillante al estar desprovisto de vello. No aguantó las ganas y con su dedo índice acarició la abertura de su intimidad. Dio una sonrisa de satisfacción cuando la sintió estremecerse.
—Este es el coño más mojado que he sentido en toda mi vida. Me encanta que esté desnudo así para mí.
Y fue entonces cuando Diana dio un grito de placer al sentir su lengua húmeda y caliente, él se bebió sus jugos a lengüetazos que hacían eco en la habitación.
—Juro por Dios, que jamás había probado algo tan dulce como tú.
Diana se arqueaba de placer cuando sintió como lamía su clítoris. Anteriormente había tenido sexo oral, pero nada podía compararse con lo que estaba sintiendo en ese momento. La lujuria corría a través de sus venas, y daba latigazos en su vientre. Entre más él bebía de ella, más ella derramaba sus jugos
—Ian... más. Necesito más, no pares.
—Sí, cariño. Claro que hay más.
Sintió como introducía un dedo dentro de ella y seguía chupando su clítoris.
—¡Noo! —se quejó ella—. No es suficiente.
—Tienes razón, no es para nada suficiente.
Tomó un segundo dedo y lo introdujo, y con el dedo pulgar jugó con su clítoris. Le gustaba la forma en que ella respondía ante él. Sabía que estaba a punto de correrse. Eso lo encendió más, y comenzó a mordisquear la pequeña protuberancia.
—Ian… no pudo más, siento que me voy a correr.
—Hazlo —ordenó con voz firme.
El mundo se fraccionó en puntos multicolores para ella, mientras que Ian sentía como sus músculos vaginales, no quería dejar ir a sus dedos.
Él sacó los dedos de su sexo totalmente empapados los pasó por su gruesa erección.
—¡Oh sí, Diana! Voy a enterrarme dentro de ti. Tan profundo que nos volveremos uno, eso no lo dudes.
Estiró el brazo hasta la mesita de noche, y sacó de la gaveta un preservativo para ponérselo. Apretó los dientes, estaba tan duro que la fricción de ponerse el látex era doloroso. La jaló hasta su cuerpo y le abrió más las piernas. Poco a poco fue introduciéndose en su cuerpo.
—Joder, estás tan apretada —negó con la cabeza y con voz tensa—. Estoy seguro que no podré ir como quiero.
—No. Si puedes —susurró ella—. Solo dime, ¿cómo me necesitas?
Esas palabras fueron un detonante para él. Porque en ese momento se introdujo hasta la empuñadura en ella. La miró a los ojos, y notó cómo ella abría de golpe sus ojos. Espero unos segundos que le parecieron una eternidad, para que el cuerpo de ella se acostumbrara a él, y fue entonces cuando comenzó a penetrarla en serio.
Los gemidos de placer de Diana lo volvían más loco. Siempre se había sentido atraído por ella, pero ahora estaba hipnotizado. Aún no entendía como había esperado tanto para hacerla suya.
—Dios Ian. Me siento tan bien, contigo en mi interior —arqueaba más su cuerpo hacía él.
Cada embestida enviaba una caricia a su útero. Placer. Lujuria. Ella no sabría darle algún nombre a ese momento, lo único que sabía era que jamás lo había experimentado.
—Mírame, Diana. Siente como te tomo —manifestaba mientras se volvía a introducir en ella cada vez más fuerte.
—No puedo soportarlo Ian, por favor, haz que me corra.
Él podía sentir lo mismo. Sus testículos estaban pesados listos para derramar su semilla. Jamás había odiado el látex como en ese momento. Su miembro se puso más duro, como una barra de acero. Había llegado el momento.
—¡Córrete Diana! —ordenó de nuevo, metiendo uno de los hermoso picos de sus pechos a la boca.
Y con esas palabras, un segundo orgasmo le atravesó como un rayo. Estaba ronca de tantos gritos de pasión. Todo se desvaneció a su alrededor, cuando sintió a Ian correrse dentro de ella con un gruñido, que sumado a sus gritos hicieron eco en la habitación.
Todavía sus corazones estaban latiendo rápidamente, sentían como aún la sangre corría furiosa en sus venas. Ella lo abrazó fuertemente, y escondió el rostro en su pecho. Mientras él la besaba encima de su cabeza.
—¡Estuvo genial! —afirmó mirándola a los ojos mientras salía lentamente de su cuerpo.
—Más que eso —ella le sonrió.
—Voy a deshacerme de esto —señaló al preservativo.
Caminó desnudo con paso firme, desnudo en toda su gloria hacia el cuarto de baño. Y cuando iba a quitarse el jodido material lo miró, y entonces lo supo. El preservativo estaba roto.
Presente… —Estás cometiendo un grave error Ian —el tono de voz de Diana era de completa indignación. —Sí, es cierto y es totalmente mío —masculló él. —Entonces, con más razón no puedes obligarme a irme contigo. No estamos en la edad media en donde los hombres obligan a las mujeres a estar con ellos —expresó poniendo cerrando los puños a cada lado. Ian caminaba en la pequeña sala de un lado a otro, como un león enjaulado. Estaba inspeccionando el lugar, sin importarle ser obvio. —A ver si entendí —trataba de calmarse, llevando una mano hasta su frente, para masajear su sien— ¿Piensas que voy a permitir que tengas a mi hijo lejos de mí? ¿En dónde no pueda cuidarlo y protegerlo de cualquier eventualidad? —Yo no te estoy apartando de la vida de nadie, Ian. —para Diana las cosas se estaban saliendo de control. —¿No? —chasqueó los dientes. —No voy a negarte que estoy encantada con la idea de qu
—Ordena para los dos —la miró fingiendo cara de enojo.Por un momento Diana se trasladó a sus tiempos de universidad, siempre que tenían que estudiar para algún examen, le pedía lo mismo. Según él, su cerebro no funcionaba bien, si su estómago no estaba lleno. Pero ella lo obligaba a pedir la comida al final, ya que siempre Ian quería hacer un receso. Que siempre terminaba con ellos casi abrazados encima del sofá, y sin continuar con los estudios.—Está bien —agarró el teléfono colgado en la pared y llamo al servicio de comida.Al cabo de unos treinta minutos. Llegó el repartidor. Ella no podía creer que Ian estaba en su casa como el dueño y señor. Lo que más le molestaba era que se sentía a gusto con él haciéndose cargo de todo. Porque para ser sincera, ese comportamiento n
EL RECIBIMIENTO¿En qué se había metido ahora? Pensó mientras miraba el techo fijamente a la mañana siguiente. La había despertado un mensaje de texto de Ian dándole los buenos días, y diciéndole que saldrían a Miami después de la hora del almuerzo.Estaba muy asustada con el hecho de enfrentar a todos en la oficina. En especial a Andrew que no se había tomado muy bien lo de la ruptura, menos el saber que estaba embarazada y que el padre no era él.La acusó de haberle sido infiel y de abandonarlo. Ante los ojos de los demás, ella era la mala de la historia. Los últimos días que estuvo trabajando en la empresa, no podía dejar de escuchar los susurros y las risitas detrás de ella.Amanda se había encargado de soltar el chisme, por supuesto a su conveniencia del porqué había t
EL VIAJE.Italia...—¿Qué piensas hacer ahora? Esta noticia puede convertirse en un problema grave en este preciso momento.—No lo he pensado bien Alan.—Tenemos que actuar rápido. Debes hacer que Mónica termine de firmar el divorcio. Antes de que todos se enteren que el hijo que está esperando Diana es tuyo.—Realmente no deseo otra cosa más que eso y casarme con ella.Alan se echó a reír.—Al parecer sientes algo más que un revolcón por ella.Ian miró por la gran ventana de la habitación del hotel en Roma. Suspiró y se giró para enfrentar a su amigo.—No voy a negarlo. Siempre he tenido sentimientos hacía ella. Las cosas pasaron de una manera muy extraña, pero ahora estoy dispuesto a luchar por ella.El toque en la puer
EL ANHELO.Diana se despertó con el roce de unos labios sobre los suyos. Era el toque más sutil y más ligero que una pluma, pero cálidos como una brisa de verano. Si eso era un sueño, no quería despertar. Tampoco necesitaba saber quién era el dueño de esos labios carnosos, delineados y masculinos.—Ian… —pronunció el nombre con un débil susurro y luego extendió los brazos para enroscar las manos alrededor de su cuello y así poder acercarlo más a ella. Pudo saborear el toque del whisky en los labios y un pequeño toque de menta en su lengua.Sólo había degustado sus besos una vez, pero jamás lo había olvidado. Ella quería más, frotaba sus pechos ahora más sensibles por el embarazo contra el firme pecho masculino. No sabía que estaba pasando con su cuerpo. É
LA RAZÓN.Él caminó hasta la cama, y se metió en ella sin importar las palabras anteriores. La agarró del brazo y se abrazó a su cuerpo desde atrás.—Ian por favor. Así no podré dormir —se removió un poco y su voz era tímida.—Quiero pensar que son las hormonas del embarazo las que te tienen así —se volteó y colocó sus manos detrás de la cabeza mirando el blanco techo. Suspiró—. Recuerdo que fueron muchas las noches que dormimos juntos. Tú con la cabeza sobre mi pecho en el sofá de tu habitación viendo películas.—Eso era cuando estábamos en la universidad, y por lo general era cuando algún estúpido me pedía una cita para luego dejarme plantada.Ian sonrió, recordando cada uno de esos episodios. Era hora de con
LA DISCUSIÓN.Todo el personal de la oficina observó detenidamente cuando llegó con Diana a la empresa. Murmullos, y bajos comentarios se escuchaban a sus espaldas. Ian decidió hacer la reunión en ese mismo momento, para que los empleados dejaran de hacerlo. Le molestaba ver el rostro de ella preocupada.La reunión solo duró cuarenta y dos minutos, lo indispensable para dejar claro que Diana seguía siendo la coordinadora del proyecto. Lo que hizo que se escuchara en la sala una fuerte cantidad de susurros apenas audibles con comentarios malintencionados, todo el personal quedó en silencio cuando dio la última información que ella estaba bajo su protección.Ian apenas se había sentado en su escritorio, cuando la puerta se abrió de un solo golpe.—¿En qué coño estabas pensando?Sin levantar la mirada al reci&ea
LA FURIA.Ella no sabía cómo actuar. La oficina estaba siendo destrozada por ellos. Así que no se le ocurrió otra cosa que meterse entre ambos hombres para tratar de dejar que siguieran peleando. Diana no lo vio venir, tampoco Ian tuvo tiempo de hacer algo. Cuando Andrew le estampó un puño en el rostro de ella que la desmayó.—¡Diana! —gritó Ian— ¡Maldita sea! —miró a Andrew—. Ahora sí que la jodiste. ¡Cabrón!.Se volvió hasta el hombre y le propinó una golpiza que lo dejó inconsciente. Se acercó a Diana que aún estaba desmayada. Fue entonces cuando observó que Daren estaba en la puerta.—¿Qué ha sucedido aquí? —preguntó un poco alarmado cuando vio a Diana y Andrew desmayados en el suelo.—El cabrón de