—Ordena para los dos —la miró fingiendo cara de enojo.
Por un momento Diana se trasladó a sus tiempos de universidad, siempre que tenían que estudiar para algún examen, le pedía lo mismo. Según él, su cerebro no funcionaba bien, si su estómago no estaba lleno. Pero ella lo obligaba a pedir la comida al final, ya que siempre Ian quería hacer un receso. Que siempre terminaba con ellos casi abrazados encima del sofá, y sin continuar con los estudios.
—Está bien —agarró el teléfono colgado en la pared y llamo al servicio de comida.
Al cabo de unos treinta minutos. Llegó el repartidor. Ella no podía creer que Ian estaba en su casa como el dueño y señor. Lo que más le molestaba era que se sentía a gusto con él haciéndose cargo de todo. Porque para ser sincera, ese comportamiento no era extraño, siempre fue así. Al menos, con ella.
Por un momento se quedaron en silencio mirándose el uno al otro. ¡Dios! ¿Qué pasaba con ella?, se regañó. No era momento para tener esa calentura por ese hombre, aunque siempre le había gustado. Pero creía que en ese momento era más fuerte. Sería algo hormonal, esa era la única explicación que se daba. Y para qué engañarse, quería volver a sentirlo, como aquella mágica noche. El recuerdo de sus besos y caricias la habían perseguido desde entonces.
Terminaron de comer y él estaba recogiendo un poco. Al parecer, Ian no había perdido la costumbre, por lo que Diana recordaba de él. Detestaba el desorden, hasta a veces rallaba en lo obsesivo.
—Es hora de que me vaya, Diana. Mañana, luego de ordenar algunas cosas que tengo pendientes, vendré por ti para irnos a Miami.
Ella caminó hasta él, confiada. Ahora se sentía más pequeña, más femenina. Pudo darse cuenta que apenas le llegaba al pecho sin tacones puestos. Y que esa diferencia de tamaño le gustaba más de la cuenta.
—¿Puedes esperar la respuesta a tu regreso? —volvió a insistir, tal vez siempre lo hacía cuando el tomaba una decisión que a ella no le gustaba mucho.
—¡No! Joder. ¿Es tan difícil para ti darme una jodida respuesta en este momento? Detesto cuando te pones testaruda, cuando sabes que al final se hará como sugiero. —inquirió ofuscado.
Ya se estaba molestando y ella lo conocía, sabía de su carácter. Lo último que quería era tener una confrontación con él.
—Para mí es muy complicado tomar una decisión como esa, así en cuestión de minutos como quieres. Nunca das tregua, y en tu cabeza no existe el gris. Todo es blanco o negro. —Diana estaba haciendo su último intento en hacer que él cediera.
Él se apoyó en la encimera, y cruzó los brazos en el pecho.
—No veo cuál sería el problema —de pronto su rostro se puso serio—. ¿Existe otro hombre en tu vida? ¿Estás saliendo con alguien más?
—¡Claro que no! —exclamó por aquellas preguntas tan absurdas—. ¿Cómo se te ocurre pensar algo como eso? Ese no es mi problema, el problema para mi es, que nadie sabe que estoy embarazada de ti, Ian —le explicó creyendo que tenía un punto—. ¿Cómo pretendes que vuelva a Miami y a la empresa con tal situación?
—Eso es muy fácil de resolver. Lo sabes bien, y entiendo completamente tus dudas. Pero creo que es en la empresa en dónde vas a estar más segura, y yo podré sentirme un poco más calmado.
—¿Qué haré con mi madre? ¿Cómo le explico que tú eres el padre del hijo que estoy esperando?
—¡Vamos! Qué excusa tan pobre me estás dando, Diana —le dijo molesto—. ¿Cuántos años tienes ahora? —preguntó—. ¿Por qué tienes que darle explicaciones a una persona que siempre te ha criticado?
Quedó sorprendida.
—¿Cómo sabes eso? —susurró.
—¿Crees que nunca me di cuenta de que cada vez que ella te llamaba lo pasabas mal? ¿Crees que nunca vi en tus ojos la tristeza por causa de alguno de sus reproches o críticas?
Ella jamás pensó que él se fijara en esos detalles. Y jamás le había comentado acerca de eso.
—¿Qué haré cuando me pregunten por el padre de mi hijo? —automáticamente se llevó las manos al vientre.
—Diles la verdad… Que soy el padre —respondió como si no pasara nada.
—Todavía no puedo hacer eso —negó con la cabeza.
La miró con cara de pocos amigos, cuando captó el significado de lo que había dicho.
—No. Definitivamente no, Diana –alzó un poco la voz—. Si crees que voy a ocultar que voy a tener un hijo contigo. Es que realmente has perdido la razón —en ese momento estaba molesto.
—Algún día ellos se enterarán, Ian. Además, tampoco tengo donde vivir.
—En el tiempo que tenemos conociéndonos, jamás me habías dado tantas excusas sin sentido como estas. Sabes que vivirás conmigo.
—¿Contigo? —ella trató de calmarse, esa era otra sorpresa que no se esperaba de él—. ¿Cómo explicaremos eso a los demás?
—No hay nada que explicar —levantó una mano indicando con eso que la discusión estaba terminada, y que las cosas se harían como él había dispuesto.
—Todo esto es muy difícil y vergonzoso para mí —Diana dijo en voz muy bajita.
Él la tomó de la mano y luego la encerró con sus brazos.
—Dime una cosa, y quiero que sea la verdad —pidió—. ¿Tan desagradable fue la noche que pasamos juntos?
Ella lo miró a los ojos y se perdió en su mirada.
—No, no lo fue —contestó de manera rápida.
—¿Hice algo mal? —él continuó indagando.
—No. Para nada —Diana no entendía a dónde Ian quería llegar.
—¿Te arrepientes de lo que pasó esa noche entre nosotros? —fue la pregunta que él hizo.
A ella se le cortó la respiración, cuando sintió el roce de los labios de Ian con los suyos.
—¡Nunca! —afirmó sin tener que pensar mucho la respuesta—. Si pudiese retroceder el tiempo, sería de la misma forma, Ian. No cambiaría absolutamente nada —cerró los ojos para saborear por unos segundos el momento vivido.
—Pareciera que le tienes más miedo a esto que ocurre entre nosotros que a otra cosa, Diana.
—No vas a aceptar un no por respuesta. ¿Verdad?
—Eso es cierto —besó la punta de la nariz.
—De acuerdo. Iré a Miami. —Se soltó de sus brazos antes de que cometiera la locura de besarlo.
—Entonces pasaré por ti mañana. No apagues el teléfono celular.
—Pero si no tienes mi número. ¿Cómo vas a llamarme?
—¿Crees que no? —preguntó con una sonrisa sexy—. Siempre consigo que quiero y eso te incluye, ahora.
—No puedes jugar de esta manera conmigo. No es justo —se quejó
—No lo hago.
En ese momento él la terminó de soltar y se encaminó a la puerta. Totalmente satisfecho. Diana le acompañó y se despidió de él, haciéndose la fuerte. En el fondo no quería que se fuera.
—Ya es muy tarde. Quiero que duermas lo suficiente —puso la mano en el vientre, y Diana sintió como sus piernas temblaban.
Había algo en Ian que la hacía ceder a todo lo que quisiera. Esa había sido una de las razones por las cuales, ella se había alejado al principio de él para nada, porque igual cayó en sus redes. Desde que estudiaban juntos en la universidad, siempre había sido de esa forma
Ian terminó de despedirse. Se subió al vehículo que había alquilado, y se dirigió al hotel en dónde se encontraba hospedado. Se sentía ahora un poco más tranquilo. Esa vez él pudo comprobar, que Diana también sentía algo más que atracción, igual que hacían años. Estaba encantado de que el sentimiento fuese mutuo.
La noche que ella había pasado en sus brazos, para él fue inolvidable. Siempre había tenido sentimientos hacía ella, pero en aquel entonces su vida era un poco complicada, y además existía Mónica. Ella nunca iba a permitir que la dejara. Incluso ahora cuando ya su divorcio solo faltaba que ella estampara su firma. Le había costado muchos miles de dólares. Pero no le había importado con tal de ser libre.
Por ahora estaba de acuerdo en que Diana mantuviese oculto la identidad del padre de su hijo. Hasta que Mónica terminara de firmar la separación, y él estuviese libre. Debía ir a Italia para cerrar el negocio de los materiales de construcción. Una empresa que ahora él era accionista de un cuarenta y dos por ciento y terminar de cerrar el acuerdo de divorcio con ella.
Se había refugiado en el éxito de su empresa después del fracaso de su matrimonio. Años después se encontró que Diana estaba trabajando para él. Esa noticia fue muy agradable, pero había sido empañada con el hecho de Andrew se casaría con ella. Si él no se hubiese quedado en Brasil por ocho meses, la historia sería otra.
Ella ya fuese su mujer. La idea de que llevara un hijo de él en el vientre lo ponía de una vez cachondo. Aún no sabía cómo mantener las manos quietas a su alrededor, y no lanzarse sobre ella como un lobo hambriento. La necesitaba en su vida, en su casa, en su cama y así iba a ser.
EL RECIBIMIENTO¿En qué se había metido ahora? Pensó mientras miraba el techo fijamente a la mañana siguiente. La había despertado un mensaje de texto de Ian dándole los buenos días, y diciéndole que saldrían a Miami después de la hora del almuerzo.Estaba muy asustada con el hecho de enfrentar a todos en la oficina. En especial a Andrew que no se había tomado muy bien lo de la ruptura, menos el saber que estaba embarazada y que el padre no era él.La acusó de haberle sido infiel y de abandonarlo. Ante los ojos de los demás, ella era la mala de la historia. Los últimos días que estuvo trabajando en la empresa, no podía dejar de escuchar los susurros y las risitas detrás de ella.Amanda se había encargado de soltar el chisme, por supuesto a su conveniencia del porqué había t
EL VIAJE.Italia...—¿Qué piensas hacer ahora? Esta noticia puede convertirse en un problema grave en este preciso momento.—No lo he pensado bien Alan.—Tenemos que actuar rápido. Debes hacer que Mónica termine de firmar el divorcio. Antes de que todos se enteren que el hijo que está esperando Diana es tuyo.—Realmente no deseo otra cosa más que eso y casarme con ella.Alan se echó a reír.—Al parecer sientes algo más que un revolcón por ella.Ian miró por la gran ventana de la habitación del hotel en Roma. Suspiró y se giró para enfrentar a su amigo.—No voy a negarlo. Siempre he tenido sentimientos hacía ella. Las cosas pasaron de una manera muy extraña, pero ahora estoy dispuesto a luchar por ella.El toque en la puer
EL ANHELO.Diana se despertó con el roce de unos labios sobre los suyos. Era el toque más sutil y más ligero que una pluma, pero cálidos como una brisa de verano. Si eso era un sueño, no quería despertar. Tampoco necesitaba saber quién era el dueño de esos labios carnosos, delineados y masculinos.—Ian… —pronunció el nombre con un débil susurro y luego extendió los brazos para enroscar las manos alrededor de su cuello y así poder acercarlo más a ella. Pudo saborear el toque del whisky en los labios y un pequeño toque de menta en su lengua.Sólo había degustado sus besos una vez, pero jamás lo había olvidado. Ella quería más, frotaba sus pechos ahora más sensibles por el embarazo contra el firme pecho masculino. No sabía que estaba pasando con su cuerpo. É
LA RAZÓN.Él caminó hasta la cama, y se metió en ella sin importar las palabras anteriores. La agarró del brazo y se abrazó a su cuerpo desde atrás.—Ian por favor. Así no podré dormir —se removió un poco y su voz era tímida.—Quiero pensar que son las hormonas del embarazo las que te tienen así —se volteó y colocó sus manos detrás de la cabeza mirando el blanco techo. Suspiró—. Recuerdo que fueron muchas las noches que dormimos juntos. Tú con la cabeza sobre mi pecho en el sofá de tu habitación viendo películas.—Eso era cuando estábamos en la universidad, y por lo general era cuando algún estúpido me pedía una cita para luego dejarme plantada.Ian sonrió, recordando cada uno de esos episodios. Era hora de con
LA DISCUSIÓN.Todo el personal de la oficina observó detenidamente cuando llegó con Diana a la empresa. Murmullos, y bajos comentarios se escuchaban a sus espaldas. Ian decidió hacer la reunión en ese mismo momento, para que los empleados dejaran de hacerlo. Le molestaba ver el rostro de ella preocupada.La reunión solo duró cuarenta y dos minutos, lo indispensable para dejar claro que Diana seguía siendo la coordinadora del proyecto. Lo que hizo que se escuchara en la sala una fuerte cantidad de susurros apenas audibles con comentarios malintencionados, todo el personal quedó en silencio cuando dio la última información que ella estaba bajo su protección.Ian apenas se había sentado en su escritorio, cuando la puerta se abrió de un solo golpe.—¿En qué coño estabas pensando?Sin levantar la mirada al reci&ea
LA FURIA.Ella no sabía cómo actuar. La oficina estaba siendo destrozada por ellos. Así que no se le ocurrió otra cosa que meterse entre ambos hombres para tratar de dejar que siguieran peleando. Diana no lo vio venir, tampoco Ian tuvo tiempo de hacer algo. Cuando Andrew le estampó un puño en el rostro de ella que la desmayó.—¡Diana! —gritó Ian— ¡Maldita sea! —miró a Andrew—. Ahora sí que la jodiste. ¡Cabrón!.Se volvió hasta el hombre y le propinó una golpiza que lo dejó inconsciente. Se acercó a Diana que aún estaba desmayada. Fue entonces cuando observó que Daren estaba en la puerta.—¿Qué ha sucedido aquí? —preguntó un poco alarmado cuando vio a Diana y Andrew desmayados en el suelo.—El cabrón de
LA AMENZA. Diana iba en el automóvil con Mark. —No se preocupe, señora. Ian saldrá bien de todo esto —el guardaespaldas de Ian estaba tratando de confortarla. Ella suspiró, lo menos que quería que él tuviese un lío legal por su culpa. Colocó las manos en su vientre. —Gracias, Mark —dijo—. Volvamos a la empresa. El chófer negó con la cabeza. —Lamentablemente no puede ir allá, señorita. Ian me dio orden específica de llevarla directamente al ático. Diana no estaba de acuerdo con lo que había dicho. Iba a contestarle cuando sonó su teléfono celular en su bolso, frunció el ceño al contestar. —¿Estás bien? —Esa voz la conocía muy bien. —¿Cómo conseguiste mi número telefónico? —Diana al salir de Miami, lo primero que hizo fue cambiarlo. —Eso no importa, querida. —¿Qué demonios quieres Andrew? —Lo único que quiero saber es si estás bien. —Con un golpe en e
LA VISITA.A veces las personas tenían reacciones extrañas. Se dijo Ian. Después de que Andrew le había hecho una denuncia por los cargos de agresión física estaba en la sala de su casa. ¿Cómo tenía el descaro de presentarse como si no hubiese pasado nada entre ellos? ¿Cómo si no le hubiera denunciado por agresión en la policía?Cuando Mark le avisó de su llegada tenía ganas de partirle la cara, pero la presencia de Diana hacía que se frenara. Tal vez lo mejor sería que se enterara de una vez de su relación con ella, que supiera que él, era el padre de su hijo, pero estaba muy seguro que no contaría con la aprobación de Diana.—¿Qué haces aquí? —preguntó inmediatamente cuando lo vio.—Necesito que me digas en dónde está D