EL SECUESTRO
Sentada en el recibidor de su oficina verificando unos planos, días después, todavía Diana se preguntaba de dónde había sacado el valor para enfrentarse a todos y decir de una vez la verdad. Con el escándalo que había hecho Mónica todo el mundo lo sabía. Cuando salió esa mañana de la oficina todo el personal de la empresa la miraba y hablaba de ella cuando daba la espalda. Sin embargo; Karla se encargaba de defenderla delante de todos.
Ojalá y tuviese el temple de Ian, quien le seguía diciendo que no hiciera caso. Que no importaba lo que pensaran los demás. Ellos eran los únicos que necesitaban saber qué había pasado realmente, y al igual que él, también estaba un poco cansada de ocultar a todos sus sentimientos hacía él. De ninguno de los sabía absolutamente nada. Mó
LA TRAGEDIA—¿Dime en dónde está? —exigió Ian a Andrew entrando a su apartamento.—¡Suéltame, maldito bastardo! —dijo zafándose de su agarre.—Si no me dices en dónde tienen a Diana, y a mi hijo iré a la policía. Tienen en su cargo de conciencia la muerte de Mark.Andrew abrió los ojos.—¿Mark está muerto? —preguntó sorprendido.—¡Vamos Andrew! Ahora me dirás que no lo sabías. Cuando estoy seguro que has sido tú quien planificó todo esto.—No —negó firmemente la cabeza —. Yo no he hecho nada.Cuando Ian miró a su alrededor pudo ver que Andrew a lo mejor no había podido planificar nada. Habían botellas de whisky tirados por todo el suelo de la sala y lo menos que le sorpr
RESISTEEl olor estéril se metía por sus fosas nasales. Tenía el cuerpo un poco entumecido. Los sonidos de un equipo de monitores podían escucharse cada cierto tiempo.—¿Ella está bien?Diana conocía esa voz. La voz que muchas veces cuando en sus días más oscuros quiso que la confortara. Quería decirles que estaba bien. Que solo se sentía cansada. Que el cuerpo solo le pedía descanso, pero no tenía fuerzas para nada.—Eso espero —suspiró Ian—. Han pasado muchos días desde la operación y aún no despierta.—Debieron llamarme antes. Me he enterado por las noticias.—No es como si estuvieses preocupada por ella.—¿Qué insinúas? ¿Qué no quiero a mi hija?—Creo que no es el momento ni el lugar para ese ti
—Pensé que me dejarías plantado en el altar, cuando Karla dijo que tenías algo urgente que decirme —decía Ian besando el cuello de Diana mientras la embestía de manera descontrolada.—No te deje plantado. Simplemente te necesitaba y no podía esperar más —a pesar de que habían pasado la noche haciendo el amor. No podía dejar de desearlo.—De verdad no entiendo Diana como pude dejar que me convencieras de esto. Arruinaras el vestido.—No pienses en el vestido. Tu eres el culpable de arruinarlo. No me dejaste dormir en toda la noche con tu sesión de sexo.No podía creerlo después de cuatro años se iban a casar por fin. Se habían retrasado porque su recuperación fue lenta y ellos querían estar seguros de que iba todo bien en el embarazo. Luego nació Victoria. Sin embargo. Las cosas se fueron r
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos, a pesar de ser un borrador. Tampoco puedes hacer adaptaciones de esta historia.Todos los derechos reservados bajo el código de registro: 1902149948993©.Está demás decir, que todos los personajes y los lugares en donde se desarrolla esta historia no existen, son completamente ficticios. Cualquier parecido a la realidad, o persona viva o muerta ;es pura coincidencia. También recordarles que cada uno de estos capítulos ha sido escaneado por un programa anti-plagio, de alta calidad y excele
Diana salió de la ducha envuelta en una toalla, pero al mirarse en el espejo la dejó caer. No podía creerque aún tenía un cuerpo perfecto. Sus pechos estaban firmes, pero ahora más grandes que antes, su cintura aún se veía estrecha, sus piernas estaban ahora más torneadas que antes y su trasero que siempre había sido su mayor atributo después de su rostro podría decirse que ahora estaba envidiable. Frotó su cuerpo con una bodymilk de melocotones, se puso un cachetero de blonda color azul y su pijama de algodón de badtz-maru. Estaba desenredando su cabello cuando escuchó un fuerte golpe en la puerta, al mismo tiempo el timbre sonó con insistencia. —Un momento. Ya voy. Cuando abrió la puerta su rostro palideció
DOS MESES ANTES…El club estaba a reventar, la música sonaba alto. Cuerpos moviéndose de un lado a otro bien sincronizados. La tensión sexual se notaba en el ambiente.Ella había ido a ese lugar porque necesitaba darle un cambio a su vida. Andrew Thomas, su amigo durante años y luego su pareja desde hacía uno la había engañado. Se sentía frustrada, pero al mismo tiempo aliviada. Dos sentimientos tan distintos que le cabreaba.Tomó un sorbo de su trago "margarita". Recordando ese episodio de su vida tan bochornoso. Todo había estado mal desde hace algunos meses entre ellos, pero Diana quería arreglar las cosas, por eso cuando salió ese día de la oficina, decidió intentarlo.Le
Tomó su rostro entre sus manos, y se inclinó un poco para cubrir sus labios con los de ella. Al principio mordisqueando, para que le diera acceso a su boca.Ella le permitió entrar y respondió al beso. Sus lenguas entrelazadas mientras sus labios se acariciaban. No pudo aguantar, y colocó las manos alrededor de su cuello mientras él la aprisionó más a su cuerpo. Él rompió el beso y colocó su frente con la de ella.—Pasa la noche conmigo —pidió con voz ronca.Diana solo asintió. En pocos minutos ya estaban en el exageradamente lujoso edificio. Ella no podía pensar. En el sótano del estacionamiento, la había vuelto a besar, y con eso prácticamente había perdido todo tipo de racionam
Presente… —Estás cometiendo un grave error Ian —el tono de voz de Diana era de completa indignación. —Sí, es cierto y es totalmente mío —masculló él. —Entonces, con más razón no puedes obligarme a irme contigo. No estamos en la edad media en donde los hombres obligan a las mujeres a estar con ellos —expresó poniendo cerrando los puños a cada lado. Ian caminaba en la pequeña sala de un lado a otro, como un león enjaulado. Estaba inspeccionando el lugar, sin importarle ser obvio. —A ver si entendí —trataba de calmarse, llevando una mano hasta su frente, para masajear su sien— ¿Piensas que voy a permitir que tengas a mi hijo lejos de mí? ¿En dónde no pueda cuidarlo y protegerlo de cualquier eventualidad? —Yo no te estoy apartando de la vida de nadie, Ian. —para Diana las cosas se estaban saliendo de control. —¿No? —chasqueó los dientes. —No voy a negarte que estoy encantada con la idea de qu