Diana salió de la ducha envuelta en una toalla, pero al mirarse en el espejo la dejó caer. No podía creer que aún tenía un cuerpo perfecto.
Sus pechos estaban firmes, pero ahora más grandes que antes, su cintura aún se veía estrecha, sus piernas estaban ahora más torneadas que antes y su trasero que siempre había sido su mayor atributo después de su rostro podría decirse que ahora estaba envidiable.
Frotó su cuerpo con una bodymilk de melocotones, se puso un cachetero de blonda color azul y su pijama de algodón de badtz-maru.
Estaba desenredando su cabello cuando escuchó un fuerte golpe en la puerta, al mismo tiempo el timbre sonó con insistencia.
—Un momento. Ya voy.
Cuando abrió la puerta su rostro palideció.
—¡Vaya! Hasta que doy contigo —la voz gutural, profunda y deliciosamente sexy de Ian hizo que tragara grueso.
—¿Qué haces aquí?
Él la miró de arriba hacia abajo, detallando minuciosamente su cuerpo.
—No me invitas a pasar —no le preguntó si podía hacerlo. Simplemente empujó la puerta de un tirón y pasó. Miró todo alrededor y pudo notar que aún había cajas por abrir. La casa estaba muy limpia, se veía muy cálido. Pero él la quería en otro lugar. Cerca. Dónde él pudiera echarle un ojo. —Tengo más de dos meses buscándote.
—¿Por qué motivos harías algo así? —cerró la puerta y lo miró—. No tenías por qué hacerlo. Como puedes ver estoy muy bien.
Ian la miró con impaciencia, le molestaba cuando se hacía la desentendida.
—Hace ya varios días que debía de estar en Italia. Así que no me hagas perder más tiempo.
Ella sabía que él no era un hombre con el cual se podía jugar. Pero debía ser en ese momento fuerte, y no hacer caso al hecho de que sus rodillas se volvieron gelatina, sólo porque estaba cerca de él, y el perfume a hombre la envolvía.
—No es mi culpa. Si es eso lo que estás tratando de insinuar. Yo no te pedí que me buscaras.
—Te fuiste de Miami y viniste aquí, a esta ciudad —le espetó.
—Eso fue por una oportunidad laboral.
Ian la miró furioso y entrecerró los ojos.
—¿Oportunidad laboral? ¿Mejor que en la empresa que te contrató recién salida de la universidad?
—Sabes bien que ya no trabajo ahí. A veces los cambios son buenos, Ian —le contestó un tanto nerviosa.
—¿Cuando me ibas a decir? —cambió de golpe de tema y su voz contenía cierto toque de reproche.
Diana colocó las manos en su boca, para contener el grito de terror al darse cuenta que ya él había descubierto el motivo por el cual había dejado todo.
—No sé de qué me estás hablando —se hizo la desentendida.
—No juegues conmigo — se acercó a ella invadiendo su espacio personal
—Nunca lo he hecho —nerviosamente se colocó el cabello húmedo por la ducha detrás de la oreja.
Ian respiró profundamente. Para controlar la ira que tenía en ese momento. Por fin la había encontrado. Tenía que pensar con claridad.
—Te haré la pregunta una sola vez, Diana. —la señaló con el dedo índice. —¿Cuándo pensabas decirme que estás embarazada de mi?
Su rostro palideció más aún y su cuerpo se tambaleó un poco.
—¿Quién te lo ha dicho?
Cruzó sus fuertes brazos sobre el amplio pecho y negó con la cabeza. Alzó una ceja dorada oscura.
—Hablé con Andrew y él me lo comentó —le dio una sonrisa ladeada—. Sé sacar cuentas. Sabías eso. ¿No?
—¿Estás muy seguro de que es tuyo?
Caminó hacía ella y se inclinó un poco hasta quedar nariz con nariz. No quería intimidarla, pero lo haría si era necesario.
—¿Cómo no voy a estarlo? Sé perfectamente que antes de terminar con Andrew tenían más de dos meses que no tenían sexo, y cuando tú y yo nos encontramos habían pasado dos desde que habías roto el compromiso.
Ahora era ella quien estaba furiosa, cruzó sus brazos sobre su pecho. Haciendo que estos se elevaran um poco.
—Tú y yo sabemos muy bien que no hubo otro antes de mí, y después de esa noche tampoco.
—¿Quién demonios te crees?, para estar al tanto de mi vida sexual. Eres tan arrogante.
—Esa no es la respuesta a la pregunta que te hice.
—¿Qué te hace pensar que es tuyo?
—¡NO JUEGUES CONMIGO! —gritó Ian—. Tú y yo sabemos muy bien que no hubo otro antes de mí y después de esa noche tampoco.
DOS MESES ANTES…El club estaba a reventar, la música sonaba alto. Cuerpos moviéndose de un lado a otro bien sincronizados. La tensión sexual se notaba en el ambiente.Ella había ido a ese lugar porque necesitaba darle un cambio a su vida. Andrew Thomas, su amigo durante años y luego su pareja desde hacía uno la había engañado. Se sentía frustrada, pero al mismo tiempo aliviada. Dos sentimientos tan distintos que le cabreaba.Tomó un sorbo de su trago "margarita". Recordando ese episodio de su vida tan bochornoso. Todo había estado mal desde hace algunos meses entre ellos, pero Diana quería arreglar las cosas, por eso cuando salió ese día de la oficina, decidió intentarlo.Le
Tomó su rostro entre sus manos, y se inclinó un poco para cubrir sus labios con los de ella. Al principio mordisqueando, para que le diera acceso a su boca.Ella le permitió entrar y respondió al beso. Sus lenguas entrelazadas mientras sus labios se acariciaban. No pudo aguantar, y colocó las manos alrededor de su cuello mientras él la aprisionó más a su cuerpo. Él rompió el beso y colocó su frente con la de ella.—Pasa la noche conmigo —pidió con voz ronca.Diana solo asintió. En pocos minutos ya estaban en el exageradamente lujoso edificio. Ella no podía pensar. En el sótano del estacionamiento, la había vuelto a besar, y con eso prácticamente había perdido todo tipo de racionam
Presente… —Estás cometiendo un grave error Ian —el tono de voz de Diana era de completa indignación. —Sí, es cierto y es totalmente mío —masculló él. —Entonces, con más razón no puedes obligarme a irme contigo. No estamos en la edad media en donde los hombres obligan a las mujeres a estar con ellos —expresó poniendo cerrando los puños a cada lado. Ian caminaba en la pequeña sala de un lado a otro, como un león enjaulado. Estaba inspeccionando el lugar, sin importarle ser obvio. —A ver si entendí —trataba de calmarse, llevando una mano hasta su frente, para masajear su sien— ¿Piensas que voy a permitir que tengas a mi hijo lejos de mí? ¿En dónde no pueda cuidarlo y protegerlo de cualquier eventualidad? —Yo no te estoy apartando de la vida de nadie, Ian. —para Diana las cosas se estaban saliendo de control. —¿No? —chasqueó los dientes. —No voy a negarte que estoy encantada con la idea de qu
—Ordena para los dos —la miró fingiendo cara de enojo.Por un momento Diana se trasladó a sus tiempos de universidad, siempre que tenían que estudiar para algún examen, le pedía lo mismo. Según él, su cerebro no funcionaba bien, si su estómago no estaba lleno. Pero ella lo obligaba a pedir la comida al final, ya que siempre Ian quería hacer un receso. Que siempre terminaba con ellos casi abrazados encima del sofá, y sin continuar con los estudios.—Está bien —agarró el teléfono colgado en la pared y llamo al servicio de comida.Al cabo de unos treinta minutos. Llegó el repartidor. Ella no podía creer que Ian estaba en su casa como el dueño y señor. Lo que más le molestaba era que se sentía a gusto con él haciéndose cargo de todo. Porque para ser sincera, ese comportamiento n
EL RECIBIMIENTO¿En qué se había metido ahora? Pensó mientras miraba el techo fijamente a la mañana siguiente. La había despertado un mensaje de texto de Ian dándole los buenos días, y diciéndole que saldrían a Miami después de la hora del almuerzo.Estaba muy asustada con el hecho de enfrentar a todos en la oficina. En especial a Andrew que no se había tomado muy bien lo de la ruptura, menos el saber que estaba embarazada y que el padre no era él.La acusó de haberle sido infiel y de abandonarlo. Ante los ojos de los demás, ella era la mala de la historia. Los últimos días que estuvo trabajando en la empresa, no podía dejar de escuchar los susurros y las risitas detrás de ella.Amanda se había encargado de soltar el chisme, por supuesto a su conveniencia del porqué había t
EL VIAJE.Italia...—¿Qué piensas hacer ahora? Esta noticia puede convertirse en un problema grave en este preciso momento.—No lo he pensado bien Alan.—Tenemos que actuar rápido. Debes hacer que Mónica termine de firmar el divorcio. Antes de que todos se enteren que el hijo que está esperando Diana es tuyo.—Realmente no deseo otra cosa más que eso y casarme con ella.Alan se echó a reír.—Al parecer sientes algo más que un revolcón por ella.Ian miró por la gran ventana de la habitación del hotel en Roma. Suspiró y se giró para enfrentar a su amigo.—No voy a negarlo. Siempre he tenido sentimientos hacía ella. Las cosas pasaron de una manera muy extraña, pero ahora estoy dispuesto a luchar por ella.El toque en la puer
EL ANHELO.Diana se despertó con el roce de unos labios sobre los suyos. Era el toque más sutil y más ligero que una pluma, pero cálidos como una brisa de verano. Si eso era un sueño, no quería despertar. Tampoco necesitaba saber quién era el dueño de esos labios carnosos, delineados y masculinos.—Ian… —pronunció el nombre con un débil susurro y luego extendió los brazos para enroscar las manos alrededor de su cuello y así poder acercarlo más a ella. Pudo saborear el toque del whisky en los labios y un pequeño toque de menta en su lengua.Sólo había degustado sus besos una vez, pero jamás lo había olvidado. Ella quería más, frotaba sus pechos ahora más sensibles por el embarazo contra el firme pecho masculino. No sabía que estaba pasando con su cuerpo. É
LA RAZÓN.Él caminó hasta la cama, y se metió en ella sin importar las palabras anteriores. La agarró del brazo y se abrazó a su cuerpo desde atrás.—Ian por favor. Así no podré dormir —se removió un poco y su voz era tímida.—Quiero pensar que son las hormonas del embarazo las que te tienen así —se volteó y colocó sus manos detrás de la cabeza mirando el blanco techo. Suspiró—. Recuerdo que fueron muchas las noches que dormimos juntos. Tú con la cabeza sobre mi pecho en el sofá de tu habitación viendo películas.—Eso era cuando estábamos en la universidad, y por lo general era cuando algún estúpido me pedía una cita para luego dejarme plantada.Ian sonrió, recordando cada uno de esos episodios. Era hora de con