Los trillizos jugaban en sus celulares videojuegos que ya tenían descargados, todo iba bien hasta que uno de ellos fue a quejarse con su padre. — Papá Alexander no me quiere prestar su celular para jugar, dile que me lo preste solo un ratito. — Pedía el pequeño Alexandro. — Pero... Tú tienes tu propio celular, tienes el mismo juego, ¿Para que quieres el de tu hermano? No lo entiendo. — Por qué Alexander va muchos niveles más avanzado que yo, y están mucho más emocionantes. — Explicaba el niño. — Pasa los niveles por tí mismo Alexandro, no seas flojo. No te voy a prestar mi celular. — Le diré a mamá que eres muy egoísta Alexander. Debes compartir tus cosas con tus hermanos como mami dice, hum. — Alexandrito estaba muy molesto, se cruzó de brazos y infló los cachetes. — Ya va. Alexandro trae tu celular, yo te voy a ayudar a pasar los niveles. — ¿De verdad, papá? — Al niño se le iluminó la mirada. Padre e hijo se concentraron en el juego, el trillizo estaba de lo más content
Griselda dejó de moverse al escuchar la imponente voz del CEO Rossi. ¿Si no le iba a hacer nada por qué la llevaba a su cama? — ¡No voy a quedarme aquí, se siente peligroso! — Bramó la jóven ojiverde. — No soy peligroso, es solo que es más fácil para mí cuidarte si estoy cerca, te pondré en la cama y bajaré a pedir algo para cenar. ¿Peligroso yo? — El hombre dejó escapar el aire mostrando su descontento. — ¡Auchh! — Griss se quejó al poner el pié sobre el colchón. Ismael se preocupó y preguntó apresurándose a revisar la hinchazón. — ¿Te sigue doliendo mucho? Déjame verte. Si, sigue bastante inflamado, ya deja de moverte tanto, solo vas a empeorar. Se buena y quédate quieta, enviaré tu hoja de incapacidad a tu seguro, ah, dame el número de tu jefe para avisarle de tu accidente. — ¿Qué..? — Qué me des el número de tu jefe directo... — Si te escuché no estoy sorda, lo que quiero decir es que... yo puedo llamarlo, no es necesario que tú lo hagas. — Pero quiero hacerlo,
En la bella y helada Rusia, dos coches negros de lujo esperaban ya a los dos CEOS. Sergey subió a sus bodoques asegurándose de que se abrocharan el cinturón de seguridad. Los trillizos se estaban helando aunque iban muy bien abrigados. — Papá, que enciendan la calefacción, este país es demasiado frío. — El pequeño Aleksey se abrazó a si mismo. A pesar de llevar guantes, gorro y bufanda, aún así no lograba calentarse. — Cielos, seguro que aquí viven los pingüinos, voy a morir congelado. Papá, ¿Por qué vives en este lugar que parece congelador? Vamos a pescar una pulmonía, brrrr... — Alexandrito hizo un sonido gracioso. La temperatura en Rusia estaba bajo cero, esto los niños lo estaban resintiendo muchísimo. Apolo que iba en el otro coche con sus hijos, ellos iban abrazados a él en la parte de atrás. — ¿Nos trajiste a qué murieramos de frío aquí, papá? Se me van a congelar las mejillas. — El pequeño Ares temblaba un poco de frío. Era muy gracioso como entre cerraba la mir
Katerina Ivanov, dejó escapar lágrimas de felicidad. Había llegado a pensar que por él carácter de Sergey frío y huraño no tendría nietos, ella deseaba conocer su descendencia y ahora estaban sus nietos en la sala de estar, se sentía como un milagro. — Sergey, ¿Ellos son...? ¡No puedo creer que por fin los hayas encontrado! ¿Cómo fué? ¿Dónde fue...? — ¿Quién es ella, papá? ¿Ella es tu madre? — El curioso Aleksey preguntaba a su padre. — Si, ella es mi madre, por lo tanto es su abuela. Mamá, los encontré, ellos estaban en América, los he traído a qué los conozcas y que te conozcan. — Sergey sabía cuándo deseaba su madre tener algún día a sus nietos en sus brazos al igual que él — ¡Que felicidad tan grande! ¡Vengan aquí pequeños, denle un abrazo a su abuela! — la elegante señora Ivanov abrió sus brazos esperando recibir a los pequeños. Alexander sonrió y fue acercándose poco a poco a la mujer. El niño era muy cálido, él se abrazó a su abuela. A Alexandrito le fascinaba re
El reservado Ismael casi se ahoga con el sorbo de vino. A buena hora esa señorita le estaba preguntando si estaba casado. — No, no estoy casado. — ¿Y... prometida? ¿Tienes prometida? — Griselda había dejado de comer para escuchar la respuesta. — No, tampoco tengo prometida, trabajo y viajo mucho. No he tenido tiempo para el romance. — Entonces... ¿Te estás convirtiendo en un solterón? Al CEO Rossi no le agradó para nada que lo llamaran así. — No soy tan viejo. Además sigo soltero porque no he encontrado a la mujer adecuada, cuando la encuentre me casaré con ella y tendremos hijos. — Ismael. Nunca solía dar explicaciones, era un hombre que se regía por sus propias reglas. Pero sintió la necesidad de aclararle a la bella ojiverde que no tenía compromisos. — Esta copa de vino está exquisita, hmmm... — Griss intentaba cambiar el tema pero no le iba a resultar tan sencillo. — ¿Y que me dices de ti? ¿Tienes esposo, prometido, novio? Eres joven y bella, no creo que estés solt
Ismael sintió el fuerte jalón de la toalla y como se deslizó por su cintura. Había quedado completamente desnudo frente a aquella bella señorita, su rostro estaba ilegible. Solo la miraba sin parpadear. Griselda. Pestañeaba su verde mirada una y otra vez frente al miembro viril del hombre que con su perfecta anatomía la tenía hechizada. Su rostro estaba sonrojado como nunca antes lo había estado jamás. El era el ejemplar masculino más atractivo que había visto en toda su vida. Para la hermosa mujer de cabellos rojizos, esta era la primera vez que veía a un hombre totalmente desnudo. A solas y en una habitación alumbrada a media luz, su cuerpo se estremeció. De pronto tuvo pensamientos inapropiados donde Ismael la tomaba y la ponía en su cama para después besarla apasionadamente. Su cuerpo estaba bastante acalorado, pero culpó al vino. ¿Por qué le pasaban estás cosas? No terminaba de entenderlo. — Señorita Smith, ¿Cuánto tiempo más va a seguir mirando mi pene? Pareciera que jam
Después de hacer piss, Griselda ahora tenía que volver a la cama. Pero el pie tan inflamado no le ayudaba mucho. — ¡Ismael...! ¡¿Ismael estás ahí?! — La jóven Smith gritaba para ser escuchada. — Estoy en la misma habitación que tú. No estoy en otro país, te escucho perfectamente. ¿Ya terminaste de hacer lo tuyo? — ¡Siiii, ya terminé! Me echas una mano por favor! — La ojiverde seguía gritando, estaba ebria y no media el tono de su voz. — Ya le dije que si la escucho. Ahhh... qué mujercita. ¿Ahora que haré contigo?... — El hombre tocó la puerta — ¿Ya puedo pasar? — ¡Siiii... Adelante! Apenas Griselda vió entrar al apuesto CEO que ya estaba vestido. Ella levantó los brazos para que la cargara, lo que sorprendió al hombre. Sabía que lo hacía por qué estaba ebria. Parecía una niña pequeña que buscaba su refugio. Sus lindos ojos verdes contrastaban con lo sonjojado de sus mejillas debido al alcohol en su sistema. A Ismael le gustaba como ella lo miraba. — Ven aquí, espero q
En el restaurante japonés, el saque corría por toda la mesa. Isabella trataba de sonreír, extrañaba a sus hijos, deseaba estar en llamada con ellos más que cualquier otra cosa. Oliver le había presentado algunos chefs participantes de gran renombre, personajes que solo podría saludar en ese momento y dentro de la competencia, ya que marchándose de Francia, se dispersaban a trabajar por todo el mundo, ya fuera en sus restaurantes o para reyes y billonarios. — Chef Rossi. Usted nos ha sorprendido muchísimo en esta primera ronda con su talento, además de hermosa es una gran chef profesional. El chef Michael originario del Reino Unido, elogiaba a la jóven mujer de bellos ojos azul violeta. — Oh, es usted muy amable. Solo hago lo mejor que puedo. — Isabella se sentía muy orgullosa de su desempeño en la primera ronda. — Antes dudaba de los rumores que se corrían sobre su compañero el chef Montgomery. Ahora que he podido ver su desempeño estoy seguro de que será una competencia j