54| Ana María.

La ciudad a la que habían llegado con el policía no tenía un aeropuerto privado ni una pista de aterrizaje privada. Así que tuvieron que aterrizar en el aeropuerto central. Aquello le incomodó sobremanera a Adrián. Podría ser peligroso de esa forma, si Luciano o su padre se ponían a investigar tal vez se darían cuenta de que habían salido de la ciudad.

Pagaron un taxi en la entrada del aeropuerto, un taxi cualquiera al azar en la calle. Se subieron en él y Adrián le dio la dirección de la casa. El océano se veía sereno a lo lejos, la brisa cálida llena del olor a mar se colaba por las ventanas del taxi y Adrián respiró profundo.

Aquel olor le traía tan buenos recuerdos. Recuerdos de él en la playa, sus amigos de la adolescencia, cuando no sabía nada de la verdad, cuando no sabía que a partir de cierta edad sería el blanco principal de un hombre, del hombre que lo había engendrado, de que no tendría una noche de paz a partir de ahí.

Eran buenos tiempos los que había vivido y nunca volv
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