La ciudad a la que habían llegado con el policía no tenía un aeropuerto privado ni una pista de aterrizaje privada. Así que tuvieron que aterrizar en el aeropuerto central. Aquello le incomodó sobremanera a Adrián. Podría ser peligroso de esa forma, si Luciano o su padre se ponían a investigar tal vez se darían cuenta de que habían salido de la ciudad.Pagaron un taxi en la entrada del aeropuerto, un taxi cualquiera al azar en la calle. Se subieron en él y Adrián le dio la dirección de la casa. El océano se veía sereno a lo lejos, la brisa cálida llena del olor a mar se colaba por las ventanas del taxi y Adrián respiró profundo.Aquel olor le traía tan buenos recuerdos. Recuerdos de él en la playa, sus amigos de la adolescencia, cuando no sabía nada de la verdad, cuando no sabía que a partir de cierta edad sería el blanco principal de un hombre, del hombre que lo había engendrado, de que no tendría una noche de paz a partir de ahí.Eran buenos tiempos los que había vivido y nunca volv
Adrián observó cómo su hermana se alisó el vestido de flores que traía y salió hacia la cocina. — Cierren la puerta antes de irte — dijo como despedida.Ambos hombres se miraron y entonces el policía se encogió de hombros. — ¿Y ahora qué?Adrián se recostó en el mueble. Se sentía cansado, tan agotado. ¿Tendría fuerzas para todo lo que continuaría ahora? — Mejor descansemos. En un rato hablaré con ella, trataré de convencerla, pero no te prometo nada. Es la mujer más terca que conozco en la vida — se puso de pie, tomó la maleta del policía y lo guio hacia su habitación.Cuando Adrián entró, sintió nostalgia. Era más pequeña de lo que recordaba, y eso que apenas hacía unos cuantos meses ya no vivía en la casa. Dejó la maleta del policía sobre la cama y sacó algo de ropa de su armario. — Quédate aquí. Yo iré a la habitación de huéspedes.La habitación de huéspedes no era más que un cuarto incluso más pequeño, con una cama más dura, pero no le pareció cortés dejar que el policía pa
La cena fue silenciosa, pero a pesar de eso, Adrián disfrutó de estar nuevamente en su casa, de estar al lado de su hermana. Aunque no compartieran la misma sangre, ella era su hermana. Era más hermana de lo que Alfonso jamás sería.Adrián sabía que podría convencerla, solo tenía que darle una buena razón, una muy simple y precisa. Por eso, después de que terminaron la cena, estiró la mano y agarró la de su hermana, Ana María, apretándola con fuerza. Cuando los ojos de la muchacha se posaron en los suyos, Adrián le dijo: — Quiero que sepas que esto lo hago de verdad por los dos. No es un juego ni tampoco simplemente un intento de venganza sin sentido. Es supervivencia. Recuerda cómo mataron a nuestro padre. ¿Quieres verme morir así también, o quieres que yo te vea morir de la misma forma?La muchacha le apartó la mirada, así que Adrián aprovechó ese momento de vulnerabilidad para presionarla. — Ayúdanos a detenerlo, Ana María. Eres la única que conozco que puede ayudarnos. Si no lo
Hannah sabía que el accidente tenía algo que ver, algo dentro de ella se lo decía desde el primer instante en el que había descubierto aquello.Fue el inicio del conocimiento del nuevo Alfonso. Lo único que tenía que hacer era ir más profundo, más allá. Así que después de pasar la noche completa y absolutamente en vela, se levantó tan temprano en la mañana, incluso antes de que saliera el sol, y se sentó frente a su computadora.Entró a la página donde había encontrado la información del accidente de Alfonso en aquella pequeña isla y leyó una y otra vez el artículo.Había sido tan ingenua al creer las palabras del hombre en el artículo. Se veía claramente que Alfonso no había sufrido ningún daño grave. ¿Cómo había sido tan estúpida de no verificar la información? ¿Cómo había sido tan tonta, tan ciega?A pesar de que buscó y buscó, no encontró a quién había atropellado. Tal vez no había sido a nadie importante. Lo más probable es que no hubiese sido a nadie importante, que el accidente
Hacía muy poco que Hannah se había enterado de la verdad, ni siquiera había sido capaz de entender completamente lo que estaba sucediendo. Aún había sido incapaz de aceptarlo y ahora ya tenía el verdadero Alfonso frente a ella.Le entró un mareo tan fuerte que tuvo que aferrarse con fuerza al escritorio de la recepcionista. La mujer se puso de pie y la ayudó, la tomó por el brazo y la llevó hasta una mesita de centro, luego la sentó en el mueble. El aire acondicionado la tenía un poco más mareada, solo quería salir, quería salir de ahí y no escuchar a nadie, no hablar con nadie, enfrentar nada, quería morirse. — ¿Qué estás haciendo aquí? — le preguntó a Alfonso. Estaba de pie a su lado, tenía las manos metidas en los bolsillos. — Pues en cuanto noté que mi esposa salía de la ciudad, no me quedé con las ganas de saber hacia dónde iba. Me pareció curioso que Adrián saliera de viaje y luego lo hicieras tú. — Escuchar de nuevo el nombre de Adrián le trajo otra puñalada al corazón. —
— No me parece que sea una buena idea — dijo Adrián. Estaban sentados en la playa. Aquello a Adrián le parecía un tanto absurdo — . Es como si hubiéramos estado de vacaciones, pero planeando un golpe de estado para derrocar a miembros corruptos de una organización que produce órganos en el mercado negro.Francisco estaba sobre la arena, haciendo unas flexiones de pecho, seguramente para impresionar a un grupo de chicos que lo observaba desde el otro lado. Su hermana Ana María se estaba deleitando con el cuerpo del policía. Adrián tomó un puñado de arena y se lo tiró a su hermana. — Te estoy diciendo que no me parece una buena idea. ¿Cómo haremos para que te encierres tanto tiempo dentro de la oficina de Luciano?Ella se encogió de hombros. — No lo sé. Alguna forma se les ocurrirá. Antes deberían agradecer que les voy a ayudar en esto. — Sabes que tienes que hacerlo porque me quieres mucho.Fue ella la que tomó un puñado de arena y se lo lanzó a la cara. Adrián respiró profundo mie
Adrián supo en ese instante que todo se había derrumbado como un edificio en un terremoto. Todo se le vino encima. Ni siquiera sabía que era tan importante para él aquello hasta ese momento, hasta que vio el rostro de Hannah frente a él.La mujer había llorado tanto que tenía los ojos hinchados, sus labios apretados en una fina línea y sus cejas levantadas. Sus ojos abiertos esperaban una explicación, esperaban que le dijera algo, pero él no podía hacerlo. Se le había cortado la respiración, la garganta se le había cerrado como si un fuerte puño se hubiese apretado a su alrededor. Incluso le costó respirar. Dio un paso atrás y recostó la espalda en la puerta. — ¿Entonces no dirás nada, Adrián?Escuchar su nombre real en la voz de la mujer le produjo una sensación estremecedora en el cuerpo. Poco a poco comenzó a deslizarse hasta que terminó sentado en el suelo, con la espalda recostada en la puerta. Puso los codos en las rodillas levantadas y clavó su mirada en un punto fijo en la al
Hannah sintió miedo cuando el hombre caminó hacia la puerta y le puso el seguro. Ella se sentó en el borde de la cama y apretó la almohada. El ataque de rabia había cedido y lo que sentía en el cuerpo era una debilidad tan grande que creyó que podría desmayarse en cualquier momento. Y lo peor, lo peor de todo, es que lo que Adrián le había dicho era verdad.Extrañamente sentía alivio de que no fuera Alfonso. Sentía un extraño alivio de que el hombre del que se había enamorado no era su esposo, no era el monstruo de Alfonso. Pero, al mismo tiempo, eso le hacía sentir mal porque se había enamorado de una persona que no conocía. Se había enamorado de una mentira, de un fantasma.Adrián se sentó frente a ella en el mueble. La observó detenidamente y ella le apartó la mirada, incómoda. No era capaz de sostenerlo. A pesar de que lo amara, a pesar de que se hubiese enamorado de él, las mentiras del hombre lo habían condenado. Habían creado un vacío en su interior y Hannah sabía que no podría