61| Imperdonable.

Hannah sintió miedo cuando el hombre caminó hacia la puerta y le puso el seguro. Ella se sentó en el borde de la cama y apretó la almohada. El ataque de rabia había cedido y lo que sentía en el cuerpo era una debilidad tan grande que creyó que podría desmayarse en cualquier momento. Y lo peor, lo peor de todo, es que lo que Adrián le había dicho era verdad.

Extrañamente sentía alivio de que no fuera Alfonso. Sentía un extraño alivio de que el hombre del que se había enamorado no era su esposo, no era el monstruo de Alfonso. Pero, al mismo tiempo, eso le hacía sentir mal porque se había enamorado de una persona que no conocía. Se había enamorado de una mentira, de un fantasma.

Adrián se sentó frente a ella en el mueble. La observó detenidamente y ella le apartó la mirada, incómoda. No era capaz de sostenerlo. A pesar de que lo amara, a pesar de que se hubiese enamorado de él, las mentiras del hombre lo habían condenado. Habían creado un vacío en su interior y Hannah sabía que no podría
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