Hannah contuvo el aliento, con fuerza y se recostó en el lavamanos. El desazón que sentía en el pecho le impedía respirar, pero intentó hacerlo. Abrió la boca e inhaló aire en el estómago.Los minutos comenzaban a pasar. La prueba ya estaba lista, pero no se atrevía a mirarla. No se atrevía a poner los ojos en ese pedazo de plástico. — Esto no puede estar pasando — se dijo a sí misma, mirando hacia el espejo — . ¿Cómo pude haber sido tan estúpida? ¿Cómo me está sucediendo esto a mí ahora, Dios?Caminó por el baño, se despeinó el cabello y apretó los puños con fuerza, enterrándose las uñas en las palmas de las manos hasta que ese dolor externo le ayudó a calmar un poco el dolor interno que sentía: el miedo, el vacío.Observó la prueba de embarazo sobre el mesón junto al lavamanos. Tenía ganas de tomarla y lanzarla a la papelera sin mirarla. Pero tenía que hacerlo, tenía que hacerlo. Su periodo era completamente y absolutamente regular. Toda su vida fue un calendario perfecto y tenía
La tarde comenzó a caer y Adrián, dentro de su oficina, se moría de los nervios. No había hecho más que eso en todo el día: agonizar lentamente del miedo.Las cosas que le habían pasado, la pelea con Hannah, la posibilidad de que su padre se diera cuenta de que estaba vivo y se había hecho pasar por su hermano, y todo lo del plan lo tenían al borde de la silla.Literalmente, no trabajó en todo el día; solo se quedó ahí, observando la pantalla del computador. Ya ni siquiera intentaba trabajar. A partir de esa noche, encontrar lo que buscaba sería lo último que haría como Alfonso. Ya no tenía más opción. Estaba seguro de que Hannah no le guardaría el secreto, y aunque lo hiciera, aunque ella no lo delatara, ¿qué más podía hacer? Era lo último que tenía.Caminó de un lado para otro. Lo que el policía le había dicho en la costa lo dejó incluso más asustado. Ahora ya ni siquiera podía confiar en la policía. Fuese cual fuese la información que encontraran, sería complicado lograr que llega
La ciudad estaba sumida en un tremendo embotellamiento esa noche y a Hannah le costó mucho llegar a la empresa. Estaba a dos cuadras cuando tuvo que bajarse del taxi para caminar. Le lanzó un par de billetes al taxista y prácticamente salió corriendo hacia Vital. Recordaba muy bien dónde quedaba la oficina de Alfonso.Cuando llegó, la noche ya había caído. Estaba en la recepción, hablando con la recepcionista para que la anunciara, cuando las puertas del elevador se abrieron y apareció Luciano. El hombre caminó hacia ella con una sonrisa en el rostro, su maleta al hombro, ya dispuesto a irse a casa. — Mira nada más, la queridísima Hannah Valencia. ¿Pensaste en lo que te dije la última vez que hablamos? — le preguntó Luciano. — Sí, lo pensé e hice mi tarea. Resulta que ese hermano sí está muy muerto. Alfonso ha cambiado y vamos a tener que aceptarlo así — mintió Hannah — . Si no te importa, entonces iré a ver a mi esposo.Luciano la sujetó con fuerza por el brazo cuando ella pasó p
Lo que se tenía que hacer no era realmente muy complicado. Por eso Adrián insistió varias veces en que Hannah se quedara en su oficina, a pesar de la insistencia de la mujer.Ella se había ofrecido a ayudarlo a hacer lo que fuera necesario para que él encontrara su venganza, y una vez terminada, resolver lo que fuese que sucediera entre los dos. Pero Adrián insistió también, así que Hannah no tuvo más opción que quedarse en la oficina.Cuando salió, se encontró con Ismael. El joven secretario estaba organizando sus cosas para irse. — ¿Aún sigues aquí? — le preguntó Adrián, y el joven asintió.El policía le había contado lo que había sucedido con los prestamistas y que lo habían golpeado, pero Adrián no le dijo nada más. — Por favor, vete a casa, descansa. Mañana nos vemos, ¿okay? — Entraré a despedirme de Hannah — le contestó él, y se introdujo en la oficina.Adrián caminó por el pasillo y entró al área de las escaleras. Ahí estaba Ana María charlando alegremente con el policía,
Ana María pausó el video justo en ese momento, luego lo retrocedió. Los tres escucharon atentamente cómo el científico decía: — Clonaremos personas y venderemos sus órganos. — ¿Entonces a eso se refieren? — preguntó el policía en voz alta. Era una pregunta retórica — . ¿Clones? Clones — repitió. Luego volteó a mirar a Adrián con los ojos abiertos — . Eso es. La mujer que había en el video de ocho segundos, la que escapaba del barco, era un clon. ¡Era un clon de la actriz!Adrián meneó la cabeza negando. — Eso no puede ser, no tiene sentido. Los clones crecen a la misma velocidad que una persona normal. Si tú dices que ella estuvo en esta oficina, ¿cómo iba a tener su clon tan maduro? — Tal vez lo creó hace muchos años — aseguró el policía. Adrián sintió una sensación estremecedora en el cuerpo. — Entonces lo que hace Vital es eso: crea clones de millonarios para luego asesinarlos y extraer sus órganos para ellos. Igual que aquella película — dijo Ana María, cubriéndose la boca
Hannah se despidió de Adrián. El hombre la miró con una expresión extraña; era como de tristeza. Ella se quedó sentada en el mueble, contemplando la ciudad a través de la ventana. Después de un momento, su amigo Ismael entró. El joven se sentó a su lado y le dio un fuerte abrazo. — Me voy a casa. ¿Nos vamos? — ella negó con la cabeza— Voy a esperar a Adrián.El joven apretó el entrecejo. — ¿Quién es Adrián?Hannah abrió la boca inconscientemente. Había sido una estúpida. — Nadie, nadie, solo Alfonso. Digo, ¿me vas a decir qué te pasó en la cara?De un movimiento rápido, el joven le quitó los lentes y cuando vio el ojo morado y golpeado, casi lanzó un grito. — ¿Quién diablos te hizo esto? — Estoy bien. Solo... ¿Recuerdas a los prestamistas?— ¿Te siguieron molestando?— Más que eso. Francisco me acompañó a casa una noche, la noche antes de su viaje. Los golpeó. Así que al siguiente día vinieron preparados. Pero él ya no estaba conmigo, así que se les quitaron. Querían... No imp
Emiliano se acercó. Hanna estaba alterada, sudorosa, pálida. — ¿De qué estás hablando? — le preguntó tomándola por los hombros.La mujer pasó saliva antes de contestar. — Evaluna me llamó. Dijo que un grupo de policías fue a casa a buscarte. Tienen una orden de captura en tu contra por una denuncia que te hizo Alfonso. Luego, Alfonso llegó a casa... — la mujer, temblando, pronunció el nombre de su esposo. Adrián, contuvo el aliento — dijo que iba con un grupo de hombres armados. La amenazaron, amenazaron a sus hijos para que dijera dónde estabas. Así que tuvo que decirlo. Vienen para acá, salieron hace unos 10 minutos.Adrián se volvió a mirar a Francisco. El policía descargó la caja fuerte que tenía en el hombro, y esta hizo un ruido fuerte cuando cayó al suelo. Luego sacó el celular. Aunque se puso el aparato en el oído, todos los presentes lograron escuchar la conversación que tuvo. — ¿Qué diablos está pasando? — dijo en cuanto contestaron al otro lado — Un grupo de policías
Adrián corrió a pesar de la noche en vela y el cansancio. Tenía tanta energía que corrió sin parar. No encontró ni siquiera un taxi, ni siquiera lo buscó; necesitaba sudar toda la rabia, el estrés y el miedo.A mitad del camino se quitó el saco y lo lanzó al suelo, dejándolo allí abandonado. Así, un rato después, casi una hora, llegó a la mansión Velasco. Entró por la puerta de atrás, tratando de no hacer ruido.No había nadie en el jardín, no había nadie afuera, no había policías, y nadie del grupo que llevaba Alfonso para matarlo. Tal vez fuera una trampa, lo más probable es que la policía estuviera ahí vigilando para atraparlo en el momento en el que llegara. Pero Adrián, dolido, tenía que hacer esto; tenía que hacerlo antes de desaparecer.Subió las escaleras despacio, caminó por los pasillos y llegó hasta la habitación de su padre. Abrió la puerta y, cuando entró, la oscuridad lo invadió. Cerró la puerta con fuerza para despertar al hombre en la cama, luego encendió la luz. Su pa