Hannah se despidió de Adrián. El hombre la miró con una expresión extraña; era como de tristeza. Ella se quedó sentada en el mueble, contemplando la ciudad a través de la ventana. Después de un momento, su amigo Ismael entró. El joven se sentó a su lado y le dio un fuerte abrazo. — Me voy a casa. ¿Nos vamos? — ella negó con la cabeza— Voy a esperar a Adrián.El joven apretó el entrecejo. — ¿Quién es Adrián?Hannah abrió la boca inconscientemente. Había sido una estúpida. — Nadie, nadie, solo Alfonso. Digo, ¿me vas a decir qué te pasó en la cara?De un movimiento rápido, el joven le quitó los lentes y cuando vio el ojo morado y golpeado, casi lanzó un grito. — ¿Quién diablos te hizo esto? — Estoy bien. Solo... ¿Recuerdas a los prestamistas?— ¿Te siguieron molestando?— Más que eso. Francisco me acompañó a casa una noche, la noche antes de su viaje. Los golpeó. Así que al siguiente día vinieron preparados. Pero él ya no estaba conmigo, así que se les quitaron. Querían... No imp
Emiliano se acercó. Hanna estaba alterada, sudorosa, pálida. — ¿De qué estás hablando? — le preguntó tomándola por los hombros.La mujer pasó saliva antes de contestar. — Evaluna me llamó. Dijo que un grupo de policías fue a casa a buscarte. Tienen una orden de captura en tu contra por una denuncia que te hizo Alfonso. Luego, Alfonso llegó a casa... — la mujer, temblando, pronunció el nombre de su esposo. Adrián, contuvo el aliento — dijo que iba con un grupo de hombres armados. La amenazaron, amenazaron a sus hijos para que dijera dónde estabas. Así que tuvo que decirlo. Vienen para acá, salieron hace unos 10 minutos.Adrián se volvió a mirar a Francisco. El policía descargó la caja fuerte que tenía en el hombro, y esta hizo un ruido fuerte cuando cayó al suelo. Luego sacó el celular. Aunque se puso el aparato en el oído, todos los presentes lograron escuchar la conversación que tuvo. — ¿Qué diablos está pasando? — dijo en cuanto contestaron al otro lado — Un grupo de policías
Adrián corrió a pesar de la noche en vela y el cansancio. Tenía tanta energía que corrió sin parar. No encontró ni siquiera un taxi, ni siquiera lo buscó; necesitaba sudar toda la rabia, el estrés y el miedo.A mitad del camino se quitó el saco y lo lanzó al suelo, dejándolo allí abandonado. Así, un rato después, casi una hora, llegó a la mansión Velasco. Entró por la puerta de atrás, tratando de no hacer ruido.No había nadie en el jardín, no había nadie afuera, no había policías, y nadie del grupo que llevaba Alfonso para matarlo. Tal vez fuera una trampa, lo más probable es que la policía estuviera ahí vigilando para atraparlo en el momento en el que llegara. Pero Adrián, dolido, tenía que hacer esto; tenía que hacerlo antes de desaparecer.Subió las escaleras despacio, caminó por los pasillos y llegó hasta la habitación de su padre. Abrió la puerta y, cuando entró, la oscuridad lo invadió. Cerró la puerta con fuerza para despertar al hombre en la cama, luego encendió la luz. Su pa
Adrián se sentía mareado, como drogado. La noticia que le dio el Ernesto en la casa lo había dejado trastornado, confundido. Hannah, frente a él, dio un paso al frente, lo tomó por la muñeca y luego lo sacó arrastrando de la calle hacia una esquina. — Te seguí — dijo ella, exhausta y cansada — . No puedo creer que seas tan idiota de abandonarme. — Yo no te estoy abandonando, Hannah. Te estoy protegiendo de mí, de lo que significo, de lo que represento.Pero Hannah negó con la cabeza. — No me importa. Ya no me importa. Estoy cansada de pensar siempre en lo correcto, de obedecer, de no seguir a mi corazón. Sé que me mentiste, sé que prácticamente eres un desconocido para mí, pero lo poco que pude ver de ti fue suficiente para enamorarme, y voy a entregarme por completo. Yo aquí no tengo nada — le dijo, empujándolo — . ¿Cómo crees que me tratará Alfonso cuando regrese? Si me voy, mi padre se asegurará de que nunca consiga un trabajo. Tampoco podría regresar con ellos. Mi amigo está
Fue imposible detener a Hanna. Apenas un minuto después de que Adrián hubiese salido, la mujer casi los golpeó para que la dejaran salir también. Estaban los tres sentados en la banca larga de la bodega, esperando. — Deberías irte a casa — le dijo Francisco a Ismael — . A mí me está buscando la policía. No deberían vernos juntos.Pero el muchacho se encogió de hombros. — Ahora que Alfonso... bueno, Adrián, ya no es el presidente de Vital, yo estoy automáticamente despedido. En cuanto Alfonso retome su puesto, no solo me despedirá, tal vez hasta me mate. Nunca nos la hemos llevado bien. Así que no tengo nada. Mi casa está vacía, mi vida está vacía. Mi familia está al otro lado del país. No tengo nada ni a nadie.Ana María estiró la mano de repente y tomó con fuerza la mano del muchacho. — Claro que tienes a alguien, Ismael, nos tienes a Hanna y a mí. Ahora nos tienes también a nosotros. No te preocupes, no te dejaremos solo. Aunque estén buscando a Francisco, en la costa estaremos
El sol brillaba con fuerza sobre el cielo azul. El océano acariciaba la playa con toques suaves. La brisa cálida golpeó la pequeña cabaña y revolvió el cabello de Hannah. Estaba sentada en las escaleras con los pies metidos en la arena. Se respiraba tanta paz en aquel lugar que se sintió sobrecogida. No parecía que su mundo se hubiese caído a su alrededor.Sacó su celular y continuó el video. Era el noticiero donde se había destapado todo el escándalo. En él, acusaban a Adrián Torrealba de haber robado la identidad de su hermano gemelo, Alfonso Velasco, a quien buscaba la policía. Por eso la buscaban a ella, por cómplice.A Francisco se le había retirado la medalla de honor con la que se retiró del ejército. Hannah no había hablado con él, pero imaginó lo triste que debería estar. Lo acusaron de traidor a la patria.Adrián salió de la casa, caminó por las tablas de madera y se sentó a su lado, muy cerca, pero Hannah lo empujó por el hombro, apagando el celular. — No me malinterpretes
Un año después.La vida no había sido precisamente fácil. Había sido un año duro para Hannah. Nunca había tenido que estar acostumbrada a limitaciones. Su familia, antes de casarse con Alfonso, la proveía de un estatus económico mediano. Luego, con Alfonso, aunque no tuviera dinero en sus manos, vivía en una casa lujosa rodeada de empleados.Le costó un poco acostumbrarse a la nueva vida que había comenzado con Adrián. Pero algo que pudo asegurar completamente de ese año, a pesar de ser prófugos, de esconderse y de carecer de comodidades, es que nunca antes había vivido como en ese momento: se sentía completa, viva, toda una ama de casa feliz.Estuvieron en la playa unos cuantos meses, pero tuvieron que mudarse de ahí cuando, inevitablemente, la policía casi los encuentra. De ahí en adelante no tuvieron más que viajes interminables: estar una semana en una casa, luego una en otra. Pero, tal como Francisco lo había predicho, la marea había bajado; cada vez eran un poco más libres, cada
76| Adrián se sentía ansioso y asustado. Respiró profundo observando el atardecer, que pintaba el cielo con trazos de rojizos y violetas. Estaban todos en la playa.A lo lejos se podía ver el helicóptero que Francisco había logrado contratar discretamente para que los llevara hacia Lemuria. Pero Adrián sentía una extraña sensación en el pecho. Se volvió hacia Hannah y su hijo y los abrazó con fuerza. Le dio un profundo beso en los labios y luego besó la pequeña cabecita del bebé. — Todo va a estar bien, ¿verdad? — preguntó Hannah.Él asintió. — Claro que sí, ya verás que todo va a estar bien. Tomaremos todas las evidencias que necesitemos y luego regresaremos. Después de eso, veremos si a un par de jueces con los que Francisco ha estado hablando aceptarán nuestras evidencias y, después de esto, volveremos a tener una vida normal. Una vez hundamos a Luciano y a...Adrián ya ni siquiera quería llamarlo por su nombre. Antes le decía padre, el hombre que lo había engendrado. Ahora, a