Fue imposible detener a Hanna. Apenas un minuto después de que Adrián hubiese salido, la mujer casi los golpeó para que la dejaran salir también. Estaban los tres sentados en la banca larga de la bodega, esperando. — Deberías irte a casa — le dijo Francisco a Ismael — . A mí me está buscando la policía. No deberían vernos juntos.Pero el muchacho se encogió de hombros. — Ahora que Alfonso... bueno, Adrián, ya no es el presidente de Vital, yo estoy automáticamente despedido. En cuanto Alfonso retome su puesto, no solo me despedirá, tal vez hasta me mate. Nunca nos la hemos llevado bien. Así que no tengo nada. Mi casa está vacía, mi vida está vacía. Mi familia está al otro lado del país. No tengo nada ni a nadie.Ana María estiró la mano de repente y tomó con fuerza la mano del muchacho. — Claro que tienes a alguien, Ismael, nos tienes a Hanna y a mí. Ahora nos tienes también a nosotros. No te preocupes, no te dejaremos solo. Aunque estén buscando a Francisco, en la costa estaremos
El sol brillaba con fuerza sobre el cielo azul. El océano acariciaba la playa con toques suaves. La brisa cálida golpeó la pequeña cabaña y revolvió el cabello de Hannah. Estaba sentada en las escaleras con los pies metidos en la arena. Se respiraba tanta paz en aquel lugar que se sintió sobrecogida. No parecía que su mundo se hubiese caído a su alrededor.Sacó su celular y continuó el video. Era el noticiero donde se había destapado todo el escándalo. En él, acusaban a Adrián Torrealba de haber robado la identidad de su hermano gemelo, Alfonso Velasco, a quien buscaba la policía. Por eso la buscaban a ella, por cómplice.A Francisco se le había retirado la medalla de honor con la que se retiró del ejército. Hannah no había hablado con él, pero imaginó lo triste que debería estar. Lo acusaron de traidor a la patria.Adrián salió de la casa, caminó por las tablas de madera y se sentó a su lado, muy cerca, pero Hannah lo empujó por el hombro, apagando el celular. — No me malinterpretes
Un año después.La vida no había sido precisamente fácil. Había sido un año duro para Hannah. Nunca había tenido que estar acostumbrada a limitaciones. Su familia, antes de casarse con Alfonso, la proveía de un estatus económico mediano. Luego, con Alfonso, aunque no tuviera dinero en sus manos, vivía en una casa lujosa rodeada de empleados.Le costó un poco acostumbrarse a la nueva vida que había comenzado con Adrián. Pero algo que pudo asegurar completamente de ese año, a pesar de ser prófugos, de esconderse y de carecer de comodidades, es que nunca antes había vivido como en ese momento: se sentía completa, viva, toda una ama de casa feliz.Estuvieron en la playa unos cuantos meses, pero tuvieron que mudarse de ahí cuando, inevitablemente, la policía casi los encuentra. De ahí en adelante no tuvieron más que viajes interminables: estar una semana en una casa, luego una en otra. Pero, tal como Francisco lo había predicho, la marea había bajado; cada vez eran un poco más libres, cada
76| Adrián se sentía ansioso y asustado. Respiró profundo observando el atardecer, que pintaba el cielo con trazos de rojizos y violetas. Estaban todos en la playa.A lo lejos se podía ver el helicóptero que Francisco había logrado contratar discretamente para que los llevara hacia Lemuria. Pero Adrián sentía una extraña sensación en el pecho. Se volvió hacia Hannah y su hijo y los abrazó con fuerza. Le dio un profundo beso en los labios y luego besó la pequeña cabecita del bebé. — Todo va a estar bien, ¿verdad? — preguntó Hannah.Él asintió. — Claro que sí, ya verás que todo va a estar bien. Tomaremos todas las evidencias que necesitemos y luego regresaremos. Después de eso, veremos si a un par de jueces con los que Francisco ha estado hablando aceptarán nuestras evidencias y, después de esto, volveremos a tener una vida normal. Una vez hundamos a Luciano y a...Adrián ya ni siquiera quería llamarlo por su nombre. Antes le decía padre, el hombre que lo había engendrado. Ahora, a
Adrián se ajustó la cámara, colgándosela del cuello. Luego sostuvo la tablet frente a él. — ¿Hacia dónde están los clones, Lemuria? — le ordenó. — Por supuesto que sí, señor Adrián. Siga las luces rojas que le indicaré a continuación.Una línea de luces LED rojas se encendieron en una de las puertas, y los tres hombres caminaron hacia ella. Adrián sintió que le comenzaban a sudar las manos mientras la abría. Cuando la abrió, dentro del lugar se encontraron de repente con una especie de robot humanoide. Era de la altura de un niño de 10 años; sus brazos y piernas eran más largas de lo normal. Los tres se detuvieron en seco. — Sígame por aquí — les indicó Lemuria a través de un parlante en el robot.Tenía una cabeza redondeada como un balón, pero no tenía ojos; tal vez no los necesitaba. El robot comenzó a caminar firmemente hacia el frente, y los tres hombres se miraron. — Tiene sentido. Si el barco necesita hacer algo físico, Lemuria no puede hacerlo. Imagino que han de ser como
Francisco había sacado un pequeño pañuelo que tenía en su mochila y presionó con fuerza la herida en la ceja de Adrián. La mujer había cerrado las puertas del agujero en el que habían caído y ahora los tres estaban atrapados, iluminados únicamente por las luces de las linternas. — No es muy profundo — le dijo el policía después de un rato — Solo requerirá un par de puntadas, pero tengo esto que podría ayudar.Le pegó unos pedacitos de cinta juntando la piel para cerrar la herida. Luego le limpió la sangre del rostro, le lavó los restos que habían entrado en su ojo y se sentó en una esquina. — ¿Qué fue lo que pasó? — se preguntó en voz alta Francisco — ¿Crees que esté ahí, escuchándonos? — Ha estado todo este tiempo aquí sola — comentó Adrián — . Cuando escapó, por alguna razón no llegaron a tiempo. Robamos primero a Lemuria antes de que ellos lograran venir a contenerla o hacerle algo. Deben estar desesperados.Ismael estaba sentado en la esquina, revisando las fotografías en las c
Adrián dio dos pasos atrás para poder contemplar a la mujer. Tenía la ropa oscura y ajada, parecía que la había usado durante todo ese año. El cabello oscuro, suelto, ondeaba por el viento que entraba por alguna puerta. — ¿Nos dejarás salir de aquí? Te prometo que no te haremos daño.La mujer se abrazó a sí misma y dio dos pasos atrás. — Salgan, pero si hacen algo, los golpearé con esta llave.Francisco se puso de pie, dio un increíble salto hacia la pared, apoyando su pie en ella, y luego se agarró del borde, saliendo de un salto al exterior.Estiró la mano y agarró a Ismael en el aire, cuando el joven saltó, lo sacó de un solo tirón. Luego, entre los dos, sacaron a Adrián.Afuera, le pareció que la luz era bastante cegadora y les tomó un par de segundos acostumbrarse a ella. La mujer les apuntaba con la llave. Adrián se quitó el bolso que tenía y la cámara, los dejó en el suelo y luego se sentó en él.A pesar de estar al nivel del mar, el lugar estaba tan frío que casi castañeteab
Adrián contempló la posibilidad de lo que le decía Ismael, pero luego negó con vehemencia. — No podemos hacer eso. Si despertamos a las trece mil personas que hay aquí, sería un caos. ¿Te imaginas? Tendríamos que llegar a tierra lo antes posible, y eso es imposible. Recuerda que necesitamos los códigos de confirmación y los datos biométricos para poder hacer que el barco toque tierra.El joven le sacó otra fotografía a Dahiana, y la mujer pareció un poco incómoda. — Lo siento, pero tenemos que recopilar toda la evidencia. Sí, Adrián, tienes razón — comentó el joven — . Si los despertamos a todos y no tenemos cómo regresar el barco a tierra, morirían de hambre. — Pero entonces no tienen que ser todos — comentó Francisco, levantando la cabeza y observando los cientos y cientos de cabinas con clones — . Tal vez lo que tenemos que hacer es simple, tal vez solo tenemos que despertar a los más importantes. Hay trece mil aquí, e imagino que cuando Lemuria se refiere a clones que aún no es