Cuando Francisco llegó a la empresa en la tarde, se encontró a una decena de autos de la policía, una ambulancia y también la entidad encargada de hacer levantamiento de cuerpos.Cuando Adrián lo llamó para contarle lo que había sucedido, no lo podía creer. Así que se dio una ducha rápida y se marchó hacia la empresa. Cuando llegó, el piso de informática estaba repleto de personas: policías, paramédicos, hombres de la fiscalía, hacían preguntas a los empleados.Caminó directo hacia la oficina del joven. Cuando un policía se atravesó en su camino, Francisco únicamente le enseñó la placa.Llegó hasta el lugar, Adrián estaba sentado en la banca de afuera, se había quitado la corbata y se había desabrochado el saco, tenía la cara enterrada entre las manos.Francisco lo ignoró por un momento y entró a la habitación, había varios fotógrafos y varias personas en el lugar, el cuerpo del joven de informática seguía colgando del cuelloA Francisco le tomó apenas un minuto en observar la escena
— Y ahora me dejas. — Fueron unas palabras con las que Hanna le reclamó a Adrián esa tarde — . Después de todo lo que está pasando en la empresa, después de que me dices que están sucediendo cosas ilegales y encuentran a ese joven suicidado en su oficina, no me parece una casualidad este viaje.Estaban en la sala de la casa. Francisco había recibido un vaso de limonada, así que se entretuvo bebiéndolo para no tener que ser él quien explicara nada. Adrián tomó la mano de Hannah y le dio un beso en los nudillos. — Recuerda lo que te dije, están sucediendo cosas extrañas en la empresa. Tenemos la oportunidad de investigar algo, pero debemos irnos. Serán solo un par de noches. Te prometo que todo estará bien.Pero Hannah no parecía convencida. — Entonces yo voy con ustedes — dijo.Pero él definitivamente negó. — No puede ser, es riesgoso. Es mejor que te quedes aquí para que cubras nuestras espaldas. Nadie debe darse cuenta de que vamos a salir de la ciudad, ¿entendido? Papá casi nu
Hannah tuvo el impulso de cerrar con fuerza la puerta. No le importaba si ellos lo veían como un acto de desafío o de mala educación. Estaba sola en esa ala de la casa. Los dos hombres la miraron directamente a la cara. Su suegro miró hacia dentro de la habitación, pero Luciano la miró de los pies a la cabeza con un morbo que hizo que Hannah se sintiera asqueada. El estómago se le revolvió. — ¿Qué quieren? — preguntó con un tono un poco más agresivo del que debería, pero no le importaba.Luciano se recostó en el marco de la puerta. Su suegro dio un paso al frente. — Necesito hablar con Alfonso. — No está. Está en el gimnasio junto con Francisco. — ¿Y quién diablos es Francisco? — preguntó el hombre. — El guardaespaldas que le asignó el juez. — Ah, sí, el rubio alto. ¿A qué hora regresa? — No lo sé. Dijeron que tomarían unas copas después del gimnasio. Así que ni siquiera los voy a esperar despierta. Les recomiendo que hagan lo mismo. Están saliendo casi todas las noches, ¿sab
Hannah se quedó por un largo rato sentada en la cama pensando. La cabeza comenzó a palpitarle con fuerza, como si alguien con un clavo y un martillo se lo enterrara en el centro de la frente. — Eso es imposible — dijo en voz alta — . Claro que eso es imposible, es imposible porque...Se detuvo. No sabía por qué razón era imposible, pero lo era. Ella se había acostado con Alfonso, había hecho el amor con él, lo había besado. Y sí, aunque todo era diferente, era él. Ella estaba segura de eso. ¿Verdad que lo estaba? La duda que Luciano había clavado en su corazón la asaltó. — No puede ser — dijo.Cayó arrodillada en medio de la habitación. Los ojos se le llenaron de lágrimas. — Es imposible, esto es imposible — se dijo, pero entre más lo pensaba, más sentido tenía. El cambio absoluto de Alfonso: su cuerpo, su mente, su personalidad, sus acciones, todo. Era como si fuera otra persona.Hannah simplemente pensó en lo del accidente, pero ahora que tenía ese contexto, ahora que Luciano
La ciudad a la que habían llegado con el policía no tenía un aeropuerto privado ni una pista de aterrizaje privada. Así que tuvieron que aterrizar en el aeropuerto central. Aquello le incomodó sobremanera a Adrián. Podría ser peligroso de esa forma, si Luciano o su padre se ponían a investigar tal vez se darían cuenta de que habían salido de la ciudad.Pagaron un taxi en la entrada del aeropuerto, un taxi cualquiera al azar en la calle. Se subieron en él y Adrián le dio la dirección de la casa. El océano se veía sereno a lo lejos, la brisa cálida llena del olor a mar se colaba por las ventanas del taxi y Adrián respiró profundo.Aquel olor le traía tan buenos recuerdos. Recuerdos de él en la playa, sus amigos de la adolescencia, cuando no sabía nada de la verdad, cuando no sabía que a partir de cierta edad sería el blanco principal de un hombre, del hombre que lo había engendrado, de que no tendría una noche de paz a partir de ahí.Eran buenos tiempos los que había vivido y nunca volv
Adrián observó cómo su hermana se alisó el vestido de flores que traía y salió hacia la cocina. — Cierren la puerta antes de irte — dijo como despedida.Ambos hombres se miraron y entonces el policía se encogió de hombros. — ¿Y ahora qué?Adrián se recostó en el mueble. Se sentía cansado, tan agotado. ¿Tendría fuerzas para todo lo que continuaría ahora? — Mejor descansemos. En un rato hablaré con ella, trataré de convencerla, pero no te prometo nada. Es la mujer más terca que conozco en la vida — se puso de pie, tomó la maleta del policía y lo guio hacia su habitación.Cuando Adrián entró, sintió nostalgia. Era más pequeña de lo que recordaba, y eso que apenas hacía unos cuantos meses ya no vivía en la casa. Dejó la maleta del policía sobre la cama y sacó algo de ropa de su armario. — Quédate aquí. Yo iré a la habitación de huéspedes.La habitación de huéspedes no era más que un cuarto incluso más pequeño, con una cama más dura, pero no le pareció cortés dejar que el policía pa
La cena fue silenciosa, pero a pesar de eso, Adrián disfrutó de estar nuevamente en su casa, de estar al lado de su hermana. Aunque no compartieran la misma sangre, ella era su hermana. Era más hermana de lo que Alfonso jamás sería.Adrián sabía que podría convencerla, solo tenía que darle una buena razón, una muy simple y precisa. Por eso, después de que terminaron la cena, estiró la mano y agarró la de su hermana, Ana María, apretándola con fuerza. Cuando los ojos de la muchacha se posaron en los suyos, Adrián le dijo: — Quiero que sepas que esto lo hago de verdad por los dos. No es un juego ni tampoco simplemente un intento de venganza sin sentido. Es supervivencia. Recuerda cómo mataron a nuestro padre. ¿Quieres verme morir así también, o quieres que yo te vea morir de la misma forma?La muchacha le apartó la mirada, así que Adrián aprovechó ese momento de vulnerabilidad para presionarla. — Ayúdanos a detenerlo, Ana María. Eres la única que conozco que puede ayudarnos. Si no lo
Hannah sabía que el accidente tenía algo que ver, algo dentro de ella se lo decía desde el primer instante en el que había descubierto aquello.Fue el inicio del conocimiento del nuevo Alfonso. Lo único que tenía que hacer era ir más profundo, más allá. Así que después de pasar la noche completa y absolutamente en vela, se levantó tan temprano en la mañana, incluso antes de que saliera el sol, y se sentó frente a su computadora.Entró a la página donde había encontrado la información del accidente de Alfonso en aquella pequeña isla y leyó una y otra vez el artículo.Había sido tan ingenua al creer las palabras del hombre en el artículo. Se veía claramente que Alfonso no había sufrido ningún daño grave. ¿Cómo había sido tan estúpida de no verificar la información? ¿Cómo había sido tan tonta, tan ciega?A pesar de que buscó y buscó, no encontró a quién había atropellado. Tal vez no había sido a nadie importante. Lo más probable es que no hubiese sido a nadie importante, que el accidente