Francisco se interpuso entre los hombres e Ismael. El joven notó cómo el cuello del hombre se hizo ancho cuando apretó los músculos de la espalda. El primero de los hombres, el que tenía el bate en la mano, corrió hacia el policía. Lanzó un batazo a su cabeza, pero Francisco lo esquivó con habilidad. El bate golpeó el suelo y se rompió en varios fragmentos de astillas.El policía aprovechó el descuido del hombre para darle una fuerte patada en el costado que lo tiró hacia un lado, gritando de dolor.Los demás se abalanzaron hacia él con rabia. Algunos tenían botellas, otros tenían cuchillos, pero el policía esquivaba con habilidad.A uno de los atacantes le rompió la nariz, se escuchó cómo probablemente rompió el hueso de una mano y pateó varias caras.Se hizo una pelea encarnizada; todos trataban de herir al policía. El hombre del bate utilizó el fragmento astillado que tenía para apuñalarlo, pero Francisco se lo quitó y con el mismo le rompió la nariz.El hombre retrocedió hacia atr
Adrián llegó a casa gracias a alguien del esquema de seguridad de Vital. Le pareció curioso que Francisco se hubiese marchado con Ismael. No había notado ninguna interacción importante entre los dos prácticamente desde el primer momento. Así que cuando llegó a casa, se encontró con su sobrino. El niño estaba esperando con el balón al policía. — ¿Dónde está Francisco? — preguntó el niño.Adrián le despeinó el cabello con ternura. — Recuerda que no debes esforzarte, la cirugía aún sigue reciente.El niño se encogió de hombros. Todas las tardes jugaba con el policía. Básicamente el hombre le tiraba la pelota y él la devolvía, tratando de que el niño hiciera el menor esfuerzo posible, pero debía moverse. Eso había dicho Francisco: si no se movía, la recuperación sería más lenta. — Si quieres, puedes jugar conmigo.La sonrisa del niño se iluminó. — ¿Harías eso por mí? — Claro que sí.Adrián pasó el resto de la tarde hasta que cayó la noche en el patio con el niño. Aún no podía correr
Adrián se despertó en la mañana con la sorpresa de que el policía no amaneció en la mansión. Esa noche hizo el amor otra vez con Hannah; de hecho, pasaron toda la noche en ello, tres veces, parecía que no fueron suficientes, pero Hannah lo obligó a dormir. Era pasada la medianoche cuando Adrián recostó la cabeza en la almohada y notó que el policía no había llegado, pero le sorprendió que en la mañana tampoco estuviera.El mismo policía que lo había acompañado la noche anterior lo llevó a las instalaciones de la empresa. Cuando llegó al piso donde está su oficina, le sorprendió encontrar a Ismael en su escritorio trabajando, pero no al policía. — ¿Dónde dejaste a Francisco? — le preguntó con un tono burlón.Pero el secretario ni siquiera levantó la cabeza del escritorio. — Te estoy hablando, enano — lo riñó Adrián.Pero él se encogió de hombros. — No tengo idea. Me llevó a mi casa y luego se regresó. — Eso está raro. No llegó a la mansión. ¿Podrías hacer el favor de llamarlo y p
Cuando Francisco llegó a la empresa en la tarde, se encontró a una decena de autos de la policía, una ambulancia y también la entidad encargada de hacer levantamiento de cuerpos.Cuando Adrián lo llamó para contarle lo que había sucedido, no lo podía creer. Así que se dio una ducha rápida y se marchó hacia la empresa. Cuando llegó, el piso de informática estaba repleto de personas: policías, paramédicos, hombres de la fiscalía, hacían preguntas a los empleados.Caminó directo hacia la oficina del joven. Cuando un policía se atravesó en su camino, Francisco únicamente le enseñó la placa.Llegó hasta el lugar, Adrián estaba sentado en la banca de afuera, se había quitado la corbata y se había desabrochado el saco, tenía la cara enterrada entre las manos.Francisco lo ignoró por un momento y entró a la habitación, había varios fotógrafos y varias personas en el lugar, el cuerpo del joven de informática seguía colgando del cuelloA Francisco le tomó apenas un minuto en observar la escena
— Y ahora me dejas. — Fueron unas palabras con las que Hanna le reclamó a Adrián esa tarde — . Después de todo lo que está pasando en la empresa, después de que me dices que están sucediendo cosas ilegales y encuentran a ese joven suicidado en su oficina, no me parece una casualidad este viaje.Estaban en la sala de la casa. Francisco había recibido un vaso de limonada, así que se entretuvo bebiéndolo para no tener que ser él quien explicara nada. Adrián tomó la mano de Hannah y le dio un beso en los nudillos. — Recuerda lo que te dije, están sucediendo cosas extrañas en la empresa. Tenemos la oportunidad de investigar algo, pero debemos irnos. Serán solo un par de noches. Te prometo que todo estará bien.Pero Hannah no parecía convencida. — Entonces yo voy con ustedes — dijo.Pero él definitivamente negó. — No puede ser, es riesgoso. Es mejor que te quedes aquí para que cubras nuestras espaldas. Nadie debe darse cuenta de que vamos a salir de la ciudad, ¿entendido? Papá casi nu
Hannah tuvo el impulso de cerrar con fuerza la puerta. No le importaba si ellos lo veían como un acto de desafío o de mala educación. Estaba sola en esa ala de la casa. Los dos hombres la miraron directamente a la cara. Su suegro miró hacia dentro de la habitación, pero Luciano la miró de los pies a la cabeza con un morbo que hizo que Hannah se sintiera asqueada. El estómago se le revolvió. — ¿Qué quieren? — preguntó con un tono un poco más agresivo del que debería, pero no le importaba.Luciano se recostó en el marco de la puerta. Su suegro dio un paso al frente. — Necesito hablar con Alfonso. — No está. Está en el gimnasio junto con Francisco. — ¿Y quién diablos es Francisco? — preguntó el hombre. — El guardaespaldas que le asignó el juez. — Ah, sí, el rubio alto. ¿A qué hora regresa? — No lo sé. Dijeron que tomarían unas copas después del gimnasio. Así que ni siquiera los voy a esperar despierta. Les recomiendo que hagan lo mismo. Están saliendo casi todas las noches, ¿sab
Hannah se quedó por un largo rato sentada en la cama pensando. La cabeza comenzó a palpitarle con fuerza, como si alguien con un clavo y un martillo se lo enterrara en el centro de la frente. — Eso es imposible — dijo en voz alta — . Claro que eso es imposible, es imposible porque...Se detuvo. No sabía por qué razón era imposible, pero lo era. Ella se había acostado con Alfonso, había hecho el amor con él, lo había besado. Y sí, aunque todo era diferente, era él. Ella estaba segura de eso. ¿Verdad que lo estaba? La duda que Luciano había clavado en su corazón la asaltó. — No puede ser — dijo.Cayó arrodillada en medio de la habitación. Los ojos se le llenaron de lágrimas. — Es imposible, esto es imposible — se dijo, pero entre más lo pensaba, más sentido tenía. El cambio absoluto de Alfonso: su cuerpo, su mente, su personalidad, sus acciones, todo. Era como si fuera otra persona.Hannah simplemente pensó en lo del accidente, pero ahora que tenía ese contexto, ahora que Luciano
La ciudad a la que habían llegado con el policía no tenía un aeropuerto privado ni una pista de aterrizaje privada. Así que tuvieron que aterrizar en el aeropuerto central. Aquello le incomodó sobremanera a Adrián. Podría ser peligroso de esa forma, si Luciano o su padre se ponían a investigar tal vez se darían cuenta de que habían salido de la ciudad.Pagaron un taxi en la entrada del aeropuerto, un taxi cualquiera al azar en la calle. Se subieron en él y Adrián le dio la dirección de la casa. El océano se veía sereno a lo lejos, la brisa cálida llena del olor a mar se colaba por las ventanas del taxi y Adrián respiró profundo.Aquel olor le traía tan buenos recuerdos. Recuerdos de él en la playa, sus amigos de la adolescencia, cuando no sabía nada de la verdad, cuando no sabía que a partir de cierta edad sería el blanco principal de un hombre, del hombre que lo había engendrado, de que no tendría una noche de paz a partir de ahí.Eran buenos tiempos los que había vivido y nunca volv