34| El amor.

Hannah presintió el beso que se aproximaba y ella misma recortó la distancia que los separaba hasta que los labios de su esposo se juntaron con los suyos.

No sabía cuánto estaba necesitando los besos del hombre hasta que succionó con fuerza el labio inferior de él, hasta que sintió el sabor de su saliva, hasta que con su lengua acarició la suya.

Se besaron con profundidad, pero fue un beso diferente al beso que se dieron en el baño; esa vez era un beso más profundo, más íntimo. Los labios del hombre eran tan suaves, su tacto era tan firme, la aspereza de la barba en su lengua y en sus labios le pareció estremecedora.

Se besaron larga y profundamente. Hannah no pudo imaginar cuánto tiempo pasaron así, besándose, sintiéndose, las manos del hombre explorando su torso, su espalda, el peso de su cuerpo presionando el suyo en la cama.

Cuando Alfonso se apartó, sus ojos centelleaban. Hannah sabía lo que significaba esa mirada, no sabía cómo ni por qué, pero sabía qué significaba, así que asi
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