39| La semilla.

Adrián conocía el lugar, no ciertamente de forma exacta, pero todos los teatros tenían algo en común. Así que se deslizó entonces por los pasillos, los corredores y los camerinos. Podía sentir la presencia de Francisco en su espalda, podía sentir cómo le apuntaba con el arma.

Le gritó un par de veces que se detuviera, pero Adrián sabía que no podía hacerlo, sabía que debía continuar. No podía dejarse atrapar por el hombre o ese sería el fin.

Entró en un camerino y cerró la puerta pasándole el pestillo. Estaba relativamente oscuro; un bombillo color naranja iluminaba la habitación y creaba sombras espantosas.

Había flores en un jarrón y el espejo le devolvió la mirada. Se encontró con un Adrián pálido, con el rubio cabello despeinado, pero no tenía tiempo de nada más. Sacó su celular para intentar pedir ayuda, pero ¿a quién le iba a pedir ayuda?

No tenía a nadie más, no tenía nada más. La única persona en su vida era su hermana Ana María, pero ella no podría hacer nada por él. Nadie p
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