*Capítulo 1*

-¡¿Te has vuelto loca Bella?!- le gritó su amiga preocupada, sus nervios crispados al notar que su amiga estaba decidida a llevar a cabo aquel disparatado viaje. No la dejaría ir a ese lugar de locos y bárbaros.

-Por supuesto que está loca - agregó Matt- no puedes estar hablando en serio- no era una pregunta, era una clara acusación de lo que para él era, una total locura. 

-¡Claro que es cierto!- dijo enfadada- ¡iré a Norusakistan!- la firmeza de su voz dejaba entrever claramente que nada, ni nadie la haría cambiar de opinión.

-¿Es que no ves noticias Isabella Stone?, ¿estás demente?- Suseth estaba realmente enfadada, cómo muy pocas veces había llegado a estar- Acaba de morir el Jeque, el país está desconcertado ante el nuevo sucesor, no confían en él, son una partida de Bárbaros.

-Para ser un país tan pequeño te mantienes bien informada- le dijo irónica a su amiga, mientras colocaba sus manos en sus caderas y la miraba de forma acusadora- Norusakistan, es un país pequeño pero, muy hermoso, tiene hermosas costumbre y una enriquecida cultura, quiero reflejar eso en mis fotos y para eso debo ir allá. Solo serán un par de meses, volveré pronto- trató de tranquilizarlos, aunque sabía que no lo lograría. Era cierto; el país estaba en completa convulsión, las espectativas de los Norusakistanes frente a su nuevo Soberano.

-¡Un par de meses!- gritó Matt- debe ser un chiste Isabella, ¿cómo pretendes ir allá, entrar en su territorio, fotografiarlos y volver como si nada?

-Me las arreglaré- se encogió de hombros- siempre he Sido muy audaz, tengo poder de convencimiento y... Soy inteligente.

-Es un país que está convulsionado políticamente, ¿Tienes idea de lo que eso significa?

-No me asusta, he fotografiado lugares en los que nadie se atrevería a meterse, soy una mujer de lucha y grandes batalla, no abandonaré solo porque su Jeque ha muerto, llevo meses planeando esto.

Y no mentía, hacía alrededor de diez semanas que había comenzado a planear su viaje a aquel país. Durante la trayectoria de su profesión había visitado lugares sorprendentes y muy hermosos. Desde la húmeda selva, la fría Siberia, como el Sahara, ¿Por qué debía temer ante Norusakistan?.

No desistiría de su viaje solo porque el Jeque había muerto, aunque muchos pensaban que era sumamente arriesgado acercarse a aquel país, ella consideraba una gran oportunidad de comprender su cultura, de fotografiar sus extenso desierto y si tenía suerte quizás lograr fotografiar a la familia real. Según lo poco que sabía El Jeque había muerto de un infarto, lo que había traído como consecuencia que su hijo mayor subiera al trono. La esposa del jeque; Hayffa, según mostraban las fotografías era una mujer sumamente hermosa y profundos ojos oscuros y un rostro muy dulce. El hijo mayor, el ahora jeque; Zabdiel Alim Mubarack Maramara, hasta el nombre era pomposo y presumido, además de complicado de pronunciar, parecía ser un hombre frío, siempre aparecía en los retratos serió y con el ceño fruncido, jamás le había visto sonreír. A diferencia de su pequeño hermano; El príncipe , Zahir Amir Mubarack Maramara, quién tenía una vida de escándalos y muchas mujeres, el presumido quería formar su harem. Pero no podía negarse que los hermanos eran sumamente atractivos, pero muy diferentes. Zabdiel; tenía una cabellera oscura, unos oscuros y profundos ojos como los de su madre. Zahir, por el contrario, tenía unos bonitos ojos grises, que en ocasiones parecían muy fríos para un hombre catalogado tan "ardiente".

-No debes ir- gimió Suseth- serás una extraña en medio de todos ellos, una extranjera, no sabemos si te trataran bien.

-Y nunca lo sabré si no voy- declaró decidida, mirándola fijamente a los ojos y una postura claramente a la defensiva. Adoraba a sus amigos, pero esto es algo que estaba planeado y decidido. Nadie la haría cambiar de parecer- sino me arriesgo no conseguiré esas fotos Su, comprendo que estés preocupada al igual que Matt y Betty, se los agradezco, pero debo hacerlo.

-Llamarás la atención, tu piel es demasiado clara, te mirarán como el bicho raro- le argumentó Matt.

Quizás tuviese razón, su abundante cabellera dorada llegaba un poco más allá de los hombros con reflejos que parecían ser rojizos, tenía un cabello muy llamativo, sus hermosos ojos verdes eran dulces y cálidos, su piel era sumamente clara sin duda alguna llamaría la atención y eso no era nada agradable, no sabía si sería bueno tener tanta atención en un país donde las mujeres eran simples objetos, pero debía intentarlo.

-Iré- respondió zanjando el tema y sus amigos suspiraron resignados. 

Norusakistan estaba desconcertado, el jeque había muerto a causa de un infarto fulminante y ahora el primogénito debía asumir las responsabilidades del trono, algo para lo que se había preparado toda su vida, pero al ahora volverse una realidad lo abrumaba. Su padre había muerto, él era el nuevo Jeque. 

Zabdiel Alim Mubarack Maramara, se encontraba en sus aposentos pensando en todo lo que estaba ocurriendo en su país, su padre había muerto y ahora debía asumir el trono y gobernar. Su dulce madre estaba destrozada, había amado con locura a su esposo y ahora no hacía más que sufrir por la pérdida de su gran amor. Su hermano; Zahir, estaba fuera del país en aquel momento y esperaban su retorno de un momento a otro. Sintió como toda la responsabilidad recaía en sus hombros y sin poder evitarlo se sintió veinte años mayor, ahora debía ser él quién dirigiera al pueblo, quién tomara todas las decisiones, quién se hiciera cargo de la familia, quería llorar la muerte del hombre que tanto respeto y amor le habían brindado, pero era imposible, las lágrimas no acudían por más que las llamara. 

-Señor- le llamó uno de los jóvenes que estaban al servicio de la casa Real. 

-¿Si?- no se acostumbraba a que le llamasen señor, ni ningunos de los términos derivados de su posición. 

-Lamento interrumpirle Alteza, el príncipe ha llegado, se encuentra con su madre en estos momentos.

-Gracias- le dijo, pero el hombre se mantuvo allí firme viéndole- puedes retirarte.

-Sí, Alteza- giró sobre sus talones y se marchó. 

Zabdiel, se quedó allí suspirando por algunos minutos, debía ser fuerte, no podía derrumbarse, aunque el dolor terrible que sentía, se hubiese instalado en su pecho y se negase a dimitir. Debía ser un apoyo para su hermano, un consuelo para su madre, debía ser seguridad para el pueblo, necesitaba que vieran en el la seguridad y firmeza de un Soberano.  

Salió de sus habitaciones y se dirigió a las de su progenitora, en la puerta estaba la doncella de su madre. 

-Alteza- le saludó inclinando el rostro. Odiaba profundamente que le llamaran así, y todo empeoraría al ser llamado "Majestad", "Su Excelencia", no quería ser llamado así porque sentía que estaba usurpando el lugar que le correspondía a su padre, siempre había sabido que llegaría el día en que se convirtiera en Jeque, pero imaginó que su padre aún estaría vivo, que le daría consejos y le ayudaría en todo. A diferencia de en muchos otros países hermanos, en Norusakistan el Jeque podía retirarse si así lo decidía y dejar el trono en manos del heredero mientras él se dedicaba a una vida más tranquila, pero desgraciadamente no habían tenido tanta suerte. 

Entró a aquella amplia habitación y encontró a su madre aferrada con fuerza al cuerpo de su hermano.

-Zahir. . . - le dijo, y su hermano levantó sus ojos grises hacia él, estaban cargados de tristeza y muchas lágrimas. 

-Zabdiel, lamento tanto no haber estado cuando padre. . . - su madre gimió y él la abrazó de nuevo.

-La ceremonia está programada para dentro de cuatro horas, no olviden prepararse.

La ceremonia real era un acto solemne, un ritual donde todos vestían de rojo y dorado, elevaban oraciones por el cuerpo del difunto, en esta ocasión el palacio real abriría sus puertas para recibir al pueblo de Norusakistan que haría acto de presencia para elevar oración a Alá, por el descanso del antiguo Jeque. 

Luego de eso, dos días más tarde llevarían a cabo la ceremonia en donde el pueblo reconocería la nueva autoridad de Norusakistan, su nuevo jeque; Zabdiel Alim Mubarack Maramara. Mientras eso sucedía Zabdiel no podía más que, rogar a Alá por sabiduría, fortaleza y mucha justicia para poder guiar al pueblo que dependería de él. 

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