Todos se quedaron sorprendidos ante la reacción de Isabella, verla marcharse tan afectada, con los ojos cristalizados por las lágrimas, lloraba por personas a las que ni conocía.
-Bueno. . . - El Príncipe, fue el primero en hablar- eso me ha dejado realmente sorprendido.
-Es una mujer con un corazón noble y hermoso- intervino Hayffa- es capaz de sentir empatía por los demás, es una virtud poco hallada en las mujeres hoy en día. La mayoría suele preocuparse solo por ellas mismas.
-Evidentemente la señorita Isabella, no es así.
-No- concordó su madre- sería una gran soberana- sus oscuros ojos permanecieron fijos en los del Jeque.
-Sin duda alguno- dijo Zahir- había pensado en acercarme más a ella- inmediatamente el Jeque frunció el ceño- pero evidentemente su Excelencia parece interesado- Zabdiel no dijo nada, solo frunció los labios- y coincido con madre, será una soberana magnifica.
El Jeque, se encontraba sobre su amplia cama, mirando a un punto fijo, recordando la suavidad de aquellos labios que se habían entregado sin reserva, él había estado ansioso por beber de ella, se había recriminado aquel impulso durante los primeros segundos, pero al sentir como ella cedía bajo sus labios, sus recriminaciones y autocontrol se habían ido a la nada.Isabella, era realmente hermosa. Sus grandes ojos color Jade, lo estaban amenazando con robarle la cordura, aquella mirada se debatía entre el deseo y la inocencia, entre la picardía y la pureza. Ese hermoso cabello dorado con reflejos rojizos, caían hermosamente sobre sus hombros, su exquisito cuerpo se veía perfecto sin importar lo que llevase puesto. Bien pudiera ser un corriente pantalón lleno de la arena del desierto de Norusakistan, una hermosa túnica jade o aquellos sensuales pantalones. Todo, absolutamente
-¡Majestad!. . . señorita Stone- Esquizbel Mubarack, se puso en pie cuando la pareja llegaba al salón que cumplía funciones de recibidor. Él se veía alto, orgulloso y extrañamente serio, ella se veía increíblemente hermosa, sus ojos tenían ese extraño brillo que no había visto antes.-Señor Mubarack- comenzó Isabella- qué gusto volver a verle.-El placer es todo mío- le aseguró él, con una encantadora sonrisa.-¿Qué te trae a Palacio?- la voz del Jeque, era ronca, profunda y demostraba claramente que no estaba complacido con la presencia de su primo.-He venido a saber de la señorita Stone- le aseguró- fui yo quien le encontró en el desierto, hasta que El Príncipe, decidió traerla acá con usted, Majestad- el tono burlón con el que se refería a él cuando le llamaba Majestad, comenzaba a irritarle y eso era extraño ya que el actual Jeque era conocido por ser lleno de una paciencia envidiable.-Bi
-Lamento haberte despertado, Isabella- no sabía si eran solo ideas suyas, pero su voz ronca la hizo estremecer internamente, hasta las profundidades de sus cimientos, cuando él le hablaba sus sentidos adormecidos despertaban, volvían a la vida con furia, deseos anhelantes de ser saciados.-Yo. . . ehh. . . .Excelencia- dijo al fin, acomodándose su bata de seda y su cabello- Yo. . .-No quería despertarte, solo me gusta verte dormir- declaró sin apartar los ojos de ella, ni por un instante.-¿Le gusta verme dormir?- le preguntó sorprendida, de no haberlo notado antes- ¿lo hace a menudo?-No tanto como quisiera- confiesa apenado- pero lo cierto es que en ocasiones no puedo resistir la tentación y termino por venir a verte. Duermes como un ángel, me da paz apreciarte. Te pido me disculpes, porque sé que violo tu privacidad, pero. . . no puedo resistirme- declaró sintiéndose vulnerable.Isabella sintió que sus oscuros ojos le quemaban. Se
-Isabella, sé la dueña de mi alma, de mi cuerpo y de mi corazón, sé mi soberana, mi amada, mi vida. Cásate conmigo, sé mi reina. Isabella, quién se hallaba recostada junto a él, se sentó de golpe sobre la mullida cama y lo miró con ojos enormes que no ocultaban, ni simulaban para nada la gran sorpresa que le producía la propuesta de aquel hermoso hombre. Y es que hacía muy poco que se conocían.¿Casarse ella con el Jeque?¿Había escuchado bien?-Yo. . .- no sabía ni que decir. Abrió la boca un par de veces y volvió a cerrarla, estaba muy confundida.-Sé que puede sorprenderte mi propuesta Isabella, pero quiero que sepas que no hay nada que desee más que me concedas la dicha de ser tu esposo.-¿La dicha de ser mi esposo, Excelencia?- dijo con el ceño fruncido no podía creerse lo que escuchaba. En todo caso, la dicha sería suya, no de él- ¡Usted es rey de una nación!
¿Zahra?. . . ¿y quién diablos era Zahra? Se preguntaba Isabella, sintiendo como los celos viajaban a través de su torrente sanguíneo, haciendo que su sangre comenzara a calentarse.¿Por qué lo abrazaba así?, guindada a su cuello intentando pegarse a él cada vez más.-¡Qué visita tan inesperada!- la voz del Príncipe, inundó el salón.-Y agradable, supongo- respondió la mujer girándose hacia él con una gran sonrisa.Era una mujer extremadamente hermosa; ojos oscuro, larga cabellera azabache, linda figura, sus rasgos orientales la hacían lucir exótica y muy sensual.-Cuánto tiempo sin verte, Zahra- la voz del Jeque, estaba cargada de asombro.-Hubiese querido venir antes cariño, pero me compliqué.- se disculpó. Luego se giró hacia Isabella- Hola- La saludó- mi nombre como ya habrás escuchado, es Zahra. ¿Estás de visita en Palacio?-Mucho gusto. Mi nombre es
Después de una extraña conversación al haber culminado la cena, todos se retiraron a sus respectivas habitaciones con la finalidad de descansar. Pero era lo menos que podía hacer Isabella, durante la cena Zahra, se había pegado al Jeque, como una chupasangre y aunque ella hubiese intentado evitar que los celos la recorrieran, lo cierto era que no lo había conseguido. Quería golpearla, por atreverse a poner sus resbalosas manos sobre él.Naiara, la había ayudado a colocarse una hermosa bata de seda Lila para dormir, y mientras cepillaba su cabello, le contaba un poco sobre Zahra.-Es una señorita muy bonita, aunque antipática. Suele tratar al servicio con desprecio, aunque frente a su Majestad, se muestra dulce y atenta. No es como usted- le había dicho- usted sería una excelente Reina, señorita Isabella- sus ojos habían brillado al pronunciar aquellas palabras. Si Naiara supiera que al día siguiente se anunciaría el compromiso seguramente se
Hayffa, estaba sentada en el salón principal bebiendo un té de jazmín, con una refrescante sonrisa dibujada en el rostro. Ya podía imaginar el anuncio que El Jeque estaba por dar. Era su hijo y lo conocía perfectamente, y aunque no sucediese lo mismo con Isabella, sabía que algo se traían, esas dulces miradas que compartían, y la forma en que se sonreían no había pasado desapercibidas para ella. Se querían y estaba segura de ello, tan segura que hubiese apostado su vida a que en Palacio, pronto tendrían boda.Y sería una boda estupenda, con todo Norusakistan de fiesta, la música inundando el reino, su hijo feliz y sin duda Isabella, estaría radiante en su vestido de novia.Sí, así sería. Seguramente le darían unos nietos muy hermosos. Sonrió más ampliamente, con el rostro de Zabdiel y los ojos de Isabella. . . no importa a quién se parecieran, lo que no cabía lugar a dudas es que serían unos niños muy amados.-¡Tía. . .
Isabella, abrió los ojos con dificultad, sintiendo que la cabeza le punzaba y un terrible dolor provenía de su mandíbula y se extendía alrededor de toda su cara. Intentó llevarse una mano a la mandíbula, pero no pudo. Descubrió con alarma que estaba atada de pies y manos. El cabalgar del caballo la hizo sobresaltarse pues los recuerdos llegaron a ella de golpes. Había sido secuestrada por Bárbaros y seguramente nunca volvería a ver a Zabdiel, no hubiese nada que la atormentara más que aquello que ocupaba sus pensamientos. Unos hermosos ojos oscuros que cada vez eran más lejanos.-Con qué despertaste- una voz áspera le dijo. Se removió inquieta- si continuas moviéndote así caerás del caballo y juro que no haré nada para detener tu caída. Quizás te rompas el cuello.-¡Eso sería mejor que estar a su merced!- respondió sin girarse a mirarlo.-Cuidado con lo que desea, quizás Alá le dé la dicha de verlo cumplido. pronto lleg