*Capítulo 6*

La noche fue increíblemente buena, durmió como un tronco nada más tocar las almohadas. La cama era muy confortable, suave y delicada, con esas sábanas de seda color azul rey, era increíble la sensación que producían, era como dormir en una nube, obviamente aquello era el cielo comparado con dormir en una carpa en mitad del desierto.

Se sorprendió al despertar y descubrir que sus sueños estuvieron llenos de unos hermosos ojos oscuros. Suspiró sintiéndose frustrada, El Soberano de Norusakistan, era un hombre bastante extraño, durante la cena, descubrió más de una vez, que esos hermosos y profundos ojos, estaban fijos en ella, como escudriñándola, como queriendo descubrir sus más íntimos secretos.

Tenía una mirada bastante seria, unos ojos profundos, un rostro inescrutable y una personalidad indescifrable. Isabella, supuso que todo eso se debía al hecho que de pronto se encontrara con que había adquirido tanta responsabilidad.

El Príncipe, por el contrario de Su Majestad, era alegre, juguetón, relajado y bromista, además de muy halagador, no perdía oportunidad para elogiar sus ojos, su cabello, su sonrisa, su personalidad o su independencia, decía admirar que ella fuese capaz de ir a Norusakistan sola, con la finalidad de cumplir lo que se había propuesto. Sintió sus palabras muy sinceras, aunque era obvio que al Príncipe Zahir le gustaba coquetear y hacerse de la atención femenina, no era extraño para Isabella, la prensa siempre se había encargado de resaltar ese detalle, frente al mundo, él era un mujeriego en construcción de su propio Harem.

Despertó muy temprano, se duchó y se vistió con pantalones jeans, unos botines rústicos y una camisa manga larga, necesitaba cubrirse bien, pues pensaba pedirle al Jeque que alguien de la casa le acompañara a fotografíar los alrededores del Palacio.

Salía del baño cuando la dulce voz de Naiara la sobresaltó.

-Buen día, señorita Isabella.

-Buen día Naiara, me has dado un susto de muerte- se llevó una mano al pecho- ¿Cómo amaneces?

-Disculpe señorita- le dedicó una tímida sonrisa- Alá nos ha bendecido con un nuevo día, eso es suficiente para amanecer bien.

Aquellas palabras calaron en Isabella, aquella gente era tan agradecida con los pequeños detalles. Quizás, si todos aprendiésemos a agradecer lo poco o lo mucho que tenemos, el mundo fuese distinto, mejor, más cálido, más humano y menos competitivo.

-Comprendo- fue lo único que dijo y lo acompañó con una gran sonrisa.

-Su Excelencia, pidió que se le informara que el desayuno será servido en veinte minutos, a menos que usted decida desayunar sola, o en su habitación.

-Desayunaré con ello, muchas gracias.

Al llegar al desayunador, estaban El Príncipe, Hayffa; la madre, pero no había rastros del Jeque por ningún lado. Isabella, se sorprendió, ¿habría sucedido algo?

-Buenos días- saludó sintiéndose de pronto algo tímido.

-Buen día, Isabella- le respondió El Príncipe.

-Querida. . . - Hayffa se puso en pie- acércate- le hizo señas- que agradable que hayas llegado. ¿Cómo dormiste?

-Como en el cielo- responde Isabella, con sinceridad- en Palacio- tienen camas formidables.- Dice sonriendo mientras llega a la mesa y Zahir, le indica la silla para que tome asiento, luego se sienta junto a ella.

-Pensé que era porque estabas soñando con ángeles- le guiñó un ojo, Isabella sintió que la sangre se agolpó en sus mejillas, si bien era cierto había soñado con un ángel. . . un ángel de ojos oscuros, palabras parcas y apariencia serena.

-Buenos días, me disculpo por la tardanza- la voz del Jeque llenó todo el lugar, Isabella desvió la vista para toparse con aquellos increíbles y hermosos ojos- Señorita Stone- le saludó - Hermano, madre- tomó la mano de su madre y depositó un tierno beso.

Su túnica era dorada con hermosos bordes rojos, los mismos colores que usaban el príncipe y su madre, Isabella inmediatamente supuso que eran sus colores de duelo, usados para indicar el luto, tal como lo hacían los occidentales con el color negro.

Cada vez que lo veía su corazón saltaba inquieto, era una extraña sensación, que nunca antes había experimentado. El Jeque , tomó su asiento en la cabecera de la mesa y de inmediato los jóvenes del servicio se movieron con rapidez para servir la comida, que en vez de desayuno, parecía un banquete.

Al principio desayunaron en silencio, disfrutando de la compañía y el buen sabor de la comida de Norusakistana,  sin duda alguna tenían unos gustos peculiares, su comida era bastante oriental, pero no faltaban los toques occidentales en ella. Era extraño ver como se mezclaban ambas culturas.

-Su Majestad. . . -inició con un timidez, esa que brotaba a raudales solo cuando se dirigía específicamente a él. La desconcertaba aquello, nunca había sido tímida, ni de las chicas que se ruborizan con facilidad, era más bien el tipo de chica aventurera, sin límites, y entregada a la acción.

Él desvió sus oscuros ojos directamente hacía ella, y su corazón se agitó violentamente, como una mariposa atrapada que revoloteaba por obtener nuevamente su libertad.

-Sí, señorita Stone- su voz era profunda, llegó hasta ella logrando que se estremeciera.

-Yo...quisiera poder tomar algunas fotografías el día de hoy...

Zabdiel, atendió a su llamado, perdiéndose en la profundidad de aquello ojos verdes, intensos y hermosos, en ese cabello que caía en sutiles cascadas, era como el sol al atardecer, amarillo y brillante, pero despendiendo luz rojiza. Sus dedos hormiguearon ante la necesidad de acariciarlo así que apretó la mano en un puño.

-No creo que exista ningún inconveniente señorita Stone, solo le pediré que vaya acompañada.

-Así será, Excelencia.

La cena volvió al silencio absoluto, hasta Hayffa, que solía hablar mucho parecía absorta en sus cavilaciones, mientras su mirada iba a los tres comensales que le acompañaban durante el desayuno. Después de unos diez minutos, Haimir llegó hasta el salón y se inclinó en una perfecta reverencia.

-Excelencia, lamento interrumpirle pero, ha sucedido algo que requiere de su atención.- informó con voz seria, Isabella se puso nerviosa, ¿Qué podría estar ocurriendo?

-Acércate Haimir- le pidió El Jeque y el hombre obedeció- ¿Qué tan urgente es?

-Muy urgente, mi señor- le respondió- necesitamos instrucciones suyas. Quizás. . . quiera conversarlo en privado.

-Si es urgente será mejor que me informes en este momento para tomar las medidas necesarias, sin perder tiempo en protocolos y formalismos.

-Son los bárbaros señor. . .

-¿Qué sucede?- preguntó con voz firme, su ceño fruncido, pero con la preocupación reflejada en sus ojos.

-Han entrado a la casa de Raffá- dijo nervioso.

-Por favor- pidió con las mandíbulas apretadas- dime que no... que no han tocado a su familia.

-Lo siento señor- bajó la mirada- se han llevado algunas túnicas, alimentos y...se han llevado a sus tres hijas.

Isabella, dejó escapar un jadeo horrorizado, llevándose una mano a la boca, el Príncipe frunció el ceño. Hayffa, negó con tristeza y El Jeque, se puso en pie golpeando la mesa.

-¿A las tres?- preguntó airado.

-A las tres señor, aseguran sus padres que no pudieron hacer nada, los bandidos entraron y cargaron con lo que quisieron, incluyendo a las tres jóvenes, hay una revuelta entre los vecinos que gimen angustiados por sus propias hijas, necesitamos tomar algunas medidas, la gente comienza a ponerse nerviosa, ya que han hecho esto a plena luz del día.

-Bien, prepara a los hombres, iremos al desierto, denle provisiones a la familia, yo me encargaré de hablar con el pueblo.

-Si señor- Haimir asintió y salió a toda prisa.

-Señorita Stone, lo lamento, quizás guste añadir algo de historia que acompañe sus fotos, Madre. . . el deber me llama. Zahir, tu vienes conmigo.

-Pero Majestad, yo. . .

-Tu vienes conmigo- le dijo en voz firme que no aceptaba negativas. El Príncipe se puso en pie y juntos se retiraron de la sala.

-¡Es horrible!- Isabella, fue la primera en hablar.

-Lo es cariño, sobre todo para esas jovencitas.

-¿Qué tan jóvenes son?- quiso saber.

-No lo sé con exactitud, tendrán unos diecisiete, diecinueve y quizás veintiuno- dijo con voz entristecida.

-¡Son casi niñas!- gimió, conteniendo el sollozo. 

-Así es querida- concedió- pero en Norusakistan, a esa edades ya se comienzan las familias, se casan y adquieren responsabilidades, solo que lo hacen por decisión propia, no de esta manera. Es una tragedia para el pobre Raffá, sus tres hijas en un mismo día, son jóvenes realmente hermosas y premiadas por Alá, con una gracia especial. Solo espero que la encuentren a tiempo.

-¿Qué. . . qué creen que harán con ellas?- preguntó al borde de las lágrimas.

-No tiene muchas opciones cariño; son vendidas entre ello, son escogidas para ser sus mujeres, o son vendidas a casas de placer, esa es la peor de las opciones.

-¡Pobres chicas!- gimió- ¡Es horrible!, ¡cualquiera de las opciones es horrible!- las lágrimas le quemaban los ojos.

-Solo nos queda orar a Alá, y pedir por ellas.

El día pasó en una angustia constante, sin obtener ninguna noticia de las chicas, según había informado Nazir a Hayffa, el pueblo se había tranquilizado al saber que El Jeque en persona había salido al rescate de las jovencitas. Según entendía Isabella, parte de los Norusakistanes, no sabían si confiar en las habilidades de su nuevo líder.

La angustia estaba carcomiendo a Isabella, si bien era cierto que aquellas personas no eran su gente, ese no era su país, no era menos cierto que, no podía quedarse tranquila sabiendo la situación que atravesaban esas chicas.

Después de cenar, Hayffa y ella se fueron a uno de los amplios salones a la espera de información. Isabella, sentía que no podía aguantar un minuto más sin saber nada, angustiada se puso en pie y comenzó a caminar de un lado a otro.

-Será mejor que te calmes querida.

-No sé cómo puede mantener la calma en una situación como esta, estoy al borde del colapso, no aguanto más. Pobres chicas, pobre familia Dios mío- sus ojos se llenaron de lágrimas y Hayffa la miró con simpatía, con millones de pensamientos en su cabeza.

-Mi señora- la voz de Nazir reclamó su atención.- Su Majestad y su Alteza han llegado.

Isabella Stone, sintió el alivio recorrerle completamente. ¡Había regresado!. . . ¡Habían regresado!

Inmediatamente la figura de los dos hombres se hicieron visibles. Se veían en extremo agotados y a punto de desplomarse.

-Hijos míos- Hayffa se puso en pie para recibirlos

-Madre. . . Señorita. . . - La voz del Jeque, la hizo estremecer nuevamente.

-¿Qué ha sucedido?- Ella no pudo contenerse ni un minuto más.

-No ha sido fácil- esta vez fue El Príncipe quién respondió.

-Pero. . . ¿Qué sucedió?- preguntó angustiada a la vez que ambos se dejaban caer en los cómodos sofás.

-Solo pudimos recuperar a una chica, a Marhiahm, es la menor de las tres- anunció El Jeque.

-¿Qué?. . .Pero, ¡¿Por qué?!- lloró sin poder controlarlo, las lágrimas resbalaron de sus ojos y se deslizaron a través de sus mejillas- ¿Por qué una sola?, ¡Son tres!- gimió- ¡Debieron volver con tres!- y sollozando cayó sobre el sofá cubriéndose el rostro con ambas manos, pensando en los horrores que pudieran estar pasando esas dos chicas.

El Jeque, observó con ojos abiertos como aquella mujer lloraba desconsoladamente, ella lloraba por unas chicas a las que no conocía, no eran sus hermanas, ni primas, ni nada suyo, lloraba por una gente que no era la suya y que ni siquiera pertenecían a su cultura. Tal parecía que su dolor era muy sincero.

¿Por qué una sola?, ¡Son tres!

¡Debieron volver con tres!

Eso le había dicho entre gemidos. No le llamó Excelencia, ni Su Majestad. No se dirigió a él con el respeto que todos le daban, a ella solo le preocupaba una cosa; esas tres chicas, solo ellas.

Su madre se acercó y la estrechó entre sus brazos, ella se aferró con fuerza a Hayffa, mientras su cuerpo se convulsionaba. El Jeque, parecía no salir de su asombro. Aquellos hermosos ojos verdes, vidriosos por las lágrimas le miraron.

-¿Por qué no han podido rescatar a todas?- indagó con voz hipeada.

-Muchas veces no se puede - dijo intentando que su voz sonara tranquila- Señorita Stone, esos bárbaros se mueven con rapidez en el desierto, lo conocen mejor que nadie.

-¿Mejor que usted, Excelencia?

-Me pesa reconocer que así es. El desierto es su hogar y todas las personas conocen su hogar a la perfección.

-No todo salió tan mal.- dijo El Príncipe encogiéndose de hombros, pensando en cuantos sentimientos tenía aquella mujer, que lloraba y compadecía a unas Norusakistanas que ni siquiera conocía, ella sería una excelente Soberana.

-¿Podría. . . .podría explicarme, Excelencia?- indagó- sé que no me competen y que son asuntos de su país pero. . . .

-La comprendo- le respondió- La hija mayor; Raffeileah, fue escogida por uno de los superiores del clan para ser su. . . esposa.

-Pero. . . .¿No pudo volver?-parecía confundida- se la llevaron a la fuerza, pudo haber vuelto con usted.

-Le dimos esa opción, pero se negó.

-¿Se negó?- Isabella, abrió los ojos enormes y lo miró con incredulidad- pero. . .

-Aseguró que aquí ya no tenía vida- explicó El Príncipe- y que no podría esperar un futuro, no después de que ese hombre la hizo su mujer.

-¡Santo Dios!- Isabella, parecía horrorizada.

-¿Y la otra chica?- quiso saber.

-Azhohary, Fue vendida- El Príncipe dijo llanamente.

-¿Vendida?- Isabella se puso de pie, mirándolo con horror.

-Así es- intervino El Jeque- la vendieron a un clan vecino.

-¡Esto es inconcebible!- estalló furiosa-¿Cómo que la vendieron?, como si estuviésemos hablando de un mueble, de una túnica, ¡Por Dios Santo, es una mujer!

-Tampoco quiso volver, se encontraba en la misma situación que su hermana, apenas fue comprada, ese hombre la tomó, marcándola como suya. No quiso volver y no había nada que hacer, a pesar de nuestros esfuerzos, intentamos pagar el doble, el triple por recuperarlas pero, ellas se negaron,  era imposible. Afortunadamente pudimos recuperar a la menor, quién había sido negociada a una casa de placer cerca de la frontera, si hubiésemos tardado un poco más, no hubiésemos podido hacer nada por ella, tuvo mejor suerte que sus hermanas, pudo terminar en... en un lugar de esos- terminó El Jeque, apretando los dientes.

-¡Esto es demasiado bruto!, ¡Es salvaje!, ¡Es... una aberración!

-Comprendo su situación señorita Stone, pero así son las cosas en Norusakistan.

-¡Pues, las cosas en Norusakistan, deberían cambiar!- dijo firmemente y con rabia, sin importarle que se dirigía a la familia real, le importaba un bledo faltarles el respeto a ellos y a su cultura, aquello era inhumano, furiosa y sin despedirse de los presentes, salió a toda marcha en dirección a sus aposentos, ya mañana si quería El Jeque; Zabdiel Alim Mubarack Maramara la echara fuera de las tierras de Norusakistan.

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