El jeque la miró directamente a los ojos.
-Bienvenida a Norusakistan Señorita Stone, que Alá bendiga su estadía en nuestro país. Es un gusto para nosotros recibirle en el Palacio.
-El gusto es mío su Majestad. Agradezco mucho las atenciones de su Alteza, el Príncipe. La verdad es que llevo todo el día interna en el desierto, y me he perdido- confesó sin apartar sus verdes ojos de aquella mirada.
-Tomemos asiento- indicó y los tres se sentaron sobre las cómodas sillas- es muy fácil perderse en el desierto, Señorita Stone.
-Lo he comprobado Majestad. Lo cierto es que había confiado en mis habilidades, pero como ve, nada ha resultado como esperaba- declaró intentando ocultar su frustración.
-¿Cuál es su propósito en Norusakistan?- el Jeque la miró entrecerrando los ojos.
-Soy fotógrafa- explicó- desde hace algunos meses he estado preparando mi viaje acá. Su país, aunque pequeño, está dotado de una belleza singular, es por ello que me he propuesto resaltar dicha belleza a través de la fotografía.
-Eso suena muy bien- intervino el Príncipe.
-Si- reconoció el Jeque- aunque ha sido muy imprudente de su parte, señorita Stone. El país no se encuentra en su mejor momento.
-Lo sé, Excelencia. Lamento la pérdida de su padre.
-Gracias- respondió frío.
-Sin embargo - siguió ella- es un viaje que ya tenía preparado y que no estaba dispuesta a aplazar, de hecho, me hubiese gustado llegar al sepelio del antiguo Jeque y por supuesto a su juramento, pero he tenido contratiempos en el vuelo.
-Comprendo- la miró fijamente como si la evaluara- debió traer un acompañante al menos.
-Suelo trabajar sola- se encogió de hombros.
-Norusakistan no es un lugar cualquiera- la voz sedosa de Zahir se hizo presente.
-Con esos ojos- dijo en Jeque- y ese rubio cabello con intensos toques rojizos, no hace usted más que llamar la atención, es como una gran pancarta iluminada en medio de la noche, este es un país, como todos en el que la delincuencia está presente.
-Y hay barbaros en el desierto que suelen robar mujeres- le informó el Príncipe.
-¿Mujeres?- Isabella lo miraba como si le hubiese salido un tercer ojo- Eso es totalmente incivilizado- dijo indignada.
-Lo es señorita, pero son las costumbres aquí- el Jeque parecía un poco divertido.
-Nunca había escuchado hablar de esa costumbre- estaba asombrada ante el hecho de que ellos hablarán tan tranquilamente del tema, cómo si fuese algo completamente trivial.
-Lo imagino- respondió el Príncipe con una amplia sonrisa.
-Los bárbaros llevan una vida rebelde y de insubordinados, es difícil para ellos encontrar. . . compañeras, es por ello que suelen secuestrar nuestras mujeres, o a cualquiera que consigan en el desierto realizando algún viaje. Si la secuestran y sus familiares no las encuentran a tiempo no hay mucho que hacer, algunas terminan siendo vendidas a casas de placer masculino- Isabella abrió los ojos enormes- otras son vendidas entre ellos, y algunas son escogidas para quedarse con alguno de sus hombres, el caso es que suelen deshonrarlas antes de ser encontradas, y cuando eso sucede. . . no hay mucho que hacer, ningún hombre acepta casarse con ellas en esas circunstancias, por lo que prefieren quedarse con sus raptores, algunas hasta se enamoran, sufren el síndrome de Estocolmo.
-¡Qué barbaridad!- Isabella respiraba nerviosa pensando en lo que pudo haberle ocurrido- que costumbres tan. . . tan. . . primitivas. Perdone usted su Majestad, pero la verdad me desconcierta todo esto.
-Cualquiera que no viva en Norusakistan suele escandalizarse- respondió el Príncipe, con una pequeña risa.
-Lo cierto es que. . usted- continuó el Jeque- podría resultar una mercancía bastante atractiva a sus ojos.
-¡No soy ninguna mercancía!- alzó la voz indignada mientras lo fulminaba con una dura mirada, le importaba muy poco que fuese el Soberano de aquel país.
-No se altere señorita- respondió sin inmutarse ante su furia- ellos suelen verles así, como simple mercancía. A lo que me refiero es que usted es. . . bastante atractiva y sobretodo diferente a nuestras mujeres. Su cabello, sus ojos, su delicada piel es una recompensa para cualquier bárbaro, el hecho es que de haber sido raptada usted, nadie sabría que se encuentra en esa situación puesto que anda sola, lo cual sin duda alguna la llevaría a alguna de las opciones que le he explicado con anterioridad- el Jeque observó que la mujer se ruborizaba y no supo si era de ira contenida o de simple vergüenza- cuando suceden estos raptos, tardamos mucho en dar con nuestras mujeres, ya que los bárbaros son nómadas, conocen muy bien el desierto y se mueven con rapidez.
-Afortunadamente estoy bien- dijo Isabella incapaz de ocultar su turbación.
-Si- dijo Zahir- pero sólo porque llegué a tiempo. De hecho se topó usted con el peor de los bárbaros.
El Jeque entrecerró los ojos. Isabella Stone, hubiese terminado muy mal si su primo se la hubiese llevado.
-El señor Mubarack, se comportó muy bien, es todo un caballero- le defendió.
-No compartió con él lo suficiente como para asegurar que es un caballero- la mirada del Jeque se había endurecido y su mandíbula se había tensado- no saque conclusiones precipitadas.
-Suelo crearme mis propias opiniones de las personas, Excelencia, no soy de las que se dejan llevar.
-Así parece- parecía enfadado y ella no lograba entender por qué.
-Prometo que pronto localizaré un lugar donde pueda hospedarme, no quisiera abusar de su hospitalidad, Majestad.
-No lo hará señorita Stone, puede quedarse en el Palacio el tiempo que usted necesite o considere pertinente, no hay ninguna prisa por que se marche. De hecho, me sentiría más cómodo sabiendo que está usted bajo el cuidado de la Casa Real, no quisiera que se encontrará usted en alguna dificultad.
-No creo que. . .
-Además- la interrumpió- como Soberano de Norusakistan, me siento responsable del bienestar y seguridad de nuestros visitantes, así que puede alojarse en Palacio sin ningún problema. Se le asignará una doncella para que le ayude en todo lo que usted necesite. Le esperaremos para cenar señorita Stone, mi madre estará encantada de conocerla. Ahora, si me disculpan debo atender algunos asuntos. Zahir, procura que la señorita Stone esté cómoda y atendida. Pídele a Naiara que sea su doncella.
-Como usted diga, Excelencia- asintió.
-Con su permiso, señorita- se levantó, y con pasos firmes salió de la habitación.
Isabella se quedó pensando en lo hermoso que era aquel hombre, con su majestuoso traje oriental bordado en oro, y su imponente presencia, la dejó pensando en sus bellos ojos, en su firme nariz y su tentadora boca.
El Jeque llegó a sus aposentos con el ceño fruncido. Se sentía turbado por la presencia de aquella extranjera en sus tierras, era realmente hermosa, no poseía la belleza oriental de las mujeres de su país, ni de los países hermanos, pero lo cierto era que su belleza era maravillosa, su piel se veía tersa y suave, sus labios sonrosados, esa hermosa melena dorada con destellos rojizos, sin duda alguna era muy hermosa, no sabía si era buena idea tenerla bajo el techo real, pero sin duda alguna no la dejaría a merced de cualquiera. Norusakistan no era precisamente el lugar más seguro del mundo en aquel momento.
Un llamado a la puerta lo sobresalto.
-Adelante.
-Excelencia.
-Dime Haimir- le dijo con voz firme.
-Su madre desea verle- le informó.
-Hazla pasar- le respondió tranquilamente.
Su madre entró a la habitación con mirada triste, envuelta en una hermosa túnica roja con bordes dorados, colores que indicaban en Norusakistan que estaba de luto por la pérdida de algún familiar cercano.
-Hijo mío- le dijo llegando hasta él, envolviéndolo en un abrazo.
-Madre. . . ¿has logrado descansar?
-Solo un poco- le dijo con voz susurrante- me es muy difícil dormir en esa habitación sin tu padre.
-Comprendo que es difícil, pero debemos superarlo- la besó en la frente.
-Lo sé querido hijo. Vine a solicitar tu consentimiento.
-¿Para?- frunció el ceño.
-Deseo cambiar mis aposentos. No puedo estar más allí, no sin tu padre.
-Por mí no hay problema madre, puedes hacer o que creas conveniente.
-Gracias hijo mío. Además pronto escogerás esposa, y sabes que esa será la habitación matrimonial- Zabdiel, se tensó al escuchar aquello. Sabía que debía casarse, tenía seis meses para encontrar esposa y aquello le preocupaba realmente, ya que no deseaba renunciar a su libertad, pero debía hacerlo, por el bien de su país.
-Lo sé madre. Que todo se haga como tú lo dispongas.
-Gracias. Haré que la decoren nuevamente, quedará maravillosa para tu noche de bodas.
Noche de Bodas, algo que debía celebrar a más tardar en seis meses o no tendría como retener el trono, debería ceder el poder a su hermano, o a su primo.
-De acuerdo- su madre se alejó con paso elegante y decidido. Cuando estaba frente a la puerta la llamó.
-Madre.
-Dime, hijo mío- le dedicó una tímida sonrisa.
-Tendremos una invitada en el Palacio durante un tiempo. Nos acompañará a cenar.
-¿Invitada?- sus ojos brillaron expectantes- ¿la conozco?, ¿es hermosa?
-Invitada madre, eso he dicho. No la conoces, es una fotógrafa extrajera que desea plasmar la belleza de nuestro país en sus fotos. Y si, es muy hermosa.
-Que felicidad hijo mío, ¿cuándo la has traído?
-No he sido yo, ha sido Zahir- le respondió con ceño fruncido.
-Entonces es una de sus. . .amigas- parecía decepcionada.
-No- respondió firme- no es una de sus muchas amiguitas, madre. Y espero que él sepa comportarse con ella.
-Ohhh- dijo su madre riendo y caminando hasta él- ¿Son celos?, ¿te ha gustado?
-Madre. . . - la miró sin expresión alguna- te pido que me dejes descansar.
Ella se alejó riendo, confirmando sus sospechas. Aquella misteriosa joven, había llamado la atención de Jeque de Norusakistan.
Después de que el Jeque se retirara, el Príncipe había hecho llamar a una mujer de nombre Naiara, era joven, hermosa, de ojos y cabello oscuro, con una piel hermosamente bronceada.-¿Desea prepararse para la cena señorita?- le preguntó y ella asintió.-Sí. Muchas gracias.-Sígame, la llevaré a sus aposentos- aquella palabra sonaba tan extraña para Isabella. Hablar de una recámara en plural era bastante extraño. Pero al llegar a la habitación lo comprendió, era realmente enorme, tanto que podían haber sido cuatro habitaciones, o quizás cinco, el hecho de que le dijeran "sus aposentos" era perfecto. Sobre la inmensa cama encontró su mochila, la que contenía las pequeñas cosas que trasladaba en ese viaje, la mayoría de ellas, barras de cereal integral, cantimplora
La noche fue increíblemente buena, durmió como un tronco nada más tocar las almohadas. La cama era muy confortable, suave y delicada, con esas sábanas de seda color azul rey, era increíble la sensación que producían, era como dormir en una nube, obviamente aquello era el cielo comparado con dormir en una carpa en mitad del desierto.Se sorprendió al despertar y descubrir que sus sueños estuvieron llenos de unos hermosos ojos oscuros. Suspirósintiéndose frustrada, El Soberano de Norusakistan, era un hombre bastante extraño, durante la cena, descubrió más de una vez, que esos hermosos y profundos ojos, estaban fijos en ella, como escudriñándola, como queriendo descubrir sus más íntimos secretos.Tenía una mirada bastante seria, unos ojos profundos, un rostro inescrutable y una personalidad indescifrable.
Todos se quedaron sorprendidos ante la reacción de Isabella, verla marcharse tan afectada, con los ojos cristalizados por las lágrimas, lloraba por personas a las que ni conocía.-Bueno. . . - El Príncipe, fue el primero en hablar- eso me ha dejado realmente sorprendido.-Es una mujer con un corazón noble y hermoso- intervino Hayffa- es capaz de sentir empatía por los demás, es una virtud poco hallada en las mujeres hoy en día. La mayoría suele preocuparse solo por ellas mismas.-Evidentemente la señorita Isabella, no es así.-No- concordó su madre- sería una gran soberana- sus oscuros ojos permanecieron fijos en los del Jeque.-Sin duda alguno- dijo Zahir- había pensado en acercarme más a ella- inmediatamente el Jeque frunció el ceño- pero evidentemente su Excelencia parece interesado- Zabdiel no dijo nada, solo frunció los labios- y coincido con madre, será una soberana magnifica.
El Jeque, se encontraba sobre su amplia cama, mirando a un punto fijo, recordando la suavidad de aquellos labios que se habían entregado sin reserva, él había estado ansioso por beber de ella, se había recriminado aquel impulso durante los primeros segundos, pero al sentir como ella cedía bajo sus labios, sus recriminaciones y autocontrol se habían ido a la nada.Isabella, era realmente hermosa. Sus grandes ojos color Jade, lo estaban amenazando con robarle la cordura, aquella mirada se debatía entre el deseo y la inocencia, entre la picardía y la pureza. Ese hermoso cabello dorado con reflejos rojizos, caían hermosamente sobre sus hombros, su exquisito cuerpo se veía perfecto sin importar lo que llevase puesto. Bien pudiera ser un corriente pantalón lleno de la arena del desierto de Norusakistan, una hermosa túnica jade o aquellos sensuales pantalones. Todo, absolutamente
-¡Majestad!. . . señorita Stone- Esquizbel Mubarack, se puso en pie cuando la pareja llegaba al salón que cumplía funciones de recibidor. Él se veía alto, orgulloso y extrañamente serio, ella se veía increíblemente hermosa, sus ojos tenían ese extraño brillo que no había visto antes.-Señor Mubarack- comenzó Isabella- qué gusto volver a verle.-El placer es todo mío- le aseguró él, con una encantadora sonrisa.-¿Qué te trae a Palacio?- la voz del Jeque, era ronca, profunda y demostraba claramente que no estaba complacido con la presencia de su primo.-He venido a saber de la señorita Stone- le aseguró- fui yo quien le encontró en el desierto, hasta que El Príncipe, decidió traerla acá con usted, Majestad- el tono burlón con el que se refería a él cuando le llamaba Majestad, comenzaba a irritarle y eso era extraño ya que el actual Jeque era conocido por ser lleno de una paciencia envidiable.-Bi
-Lamento haberte despertado, Isabella- no sabía si eran solo ideas suyas, pero su voz ronca la hizo estremecer internamente, hasta las profundidades de sus cimientos, cuando él le hablaba sus sentidos adormecidos despertaban, volvían a la vida con furia, deseos anhelantes de ser saciados.-Yo. . . ehh. . . .Excelencia- dijo al fin, acomodándose su bata de seda y su cabello- Yo. . .-No quería despertarte, solo me gusta verte dormir- declaró sin apartar los ojos de ella, ni por un instante.-¿Le gusta verme dormir?- le preguntó sorprendida, de no haberlo notado antes- ¿lo hace a menudo?-No tanto como quisiera- confiesa apenado- pero lo cierto es que en ocasiones no puedo resistir la tentación y termino por venir a verte. Duermes como un ángel, me da paz apreciarte. Te pido me disculpes, porque sé que violo tu privacidad, pero. . . no puedo resistirme- declaró sintiéndose vulnerable.Isabella sintió que sus oscuros ojos le quemaban. Se
-Isabella, sé la dueña de mi alma, de mi cuerpo y de mi corazón, sé mi soberana, mi amada, mi vida. Cásate conmigo, sé mi reina. Isabella, quién se hallaba recostada junto a él, se sentó de golpe sobre la mullida cama y lo miró con ojos enormes que no ocultaban, ni simulaban para nada la gran sorpresa que le producía la propuesta de aquel hermoso hombre. Y es que hacía muy poco que se conocían.¿Casarse ella con el Jeque?¿Había escuchado bien?-Yo. . .- no sabía ni que decir. Abrió la boca un par de veces y volvió a cerrarla, estaba muy confundida.-Sé que puede sorprenderte mi propuesta Isabella, pero quiero que sepas que no hay nada que desee más que me concedas la dicha de ser tu esposo.-¿La dicha de ser mi esposo, Excelencia?- dijo con el ceño fruncido no podía creerse lo que escuchaba. En todo caso, la dicha sería suya, no de él- ¡Usted es rey de una nación!
¿Zahra?. . . ¿y quién diablos era Zahra? Se preguntaba Isabella, sintiendo como los celos viajaban a través de su torrente sanguíneo, haciendo que su sangre comenzara a calentarse.¿Por qué lo abrazaba así?, guindada a su cuello intentando pegarse a él cada vez más.-¡Qué visita tan inesperada!- la voz del Príncipe, inundó el salón.-Y agradable, supongo- respondió la mujer girándose hacia él con una gran sonrisa.Era una mujer extremadamente hermosa; ojos oscuro, larga cabellera azabache, linda figura, sus rasgos orientales la hacían lucir exótica y muy sensual.-Cuánto tiempo sin verte, Zahra- la voz del Jeque, estaba cargada de asombro.-Hubiese querido venir antes cariño, pero me compliqué.- se disculpó. Luego se giró hacia Isabella- Hola- La saludó- mi nombre como ya habrás escuchado, es Zahra. ¿Estás de visita en Palacio?-Mucho gusto. Mi nombre es