Norusakistan estaba de duelo, en la cara de los Norusakistanes se podía apreciar la pena y el gran sufrimiento que abatía sus almas por la pérdida del Soberano del país. Las puertas del Palacio Real estaban abiertas y el pueblo tenía acceso a los salones dónde estaba el cuerpo del Jeque, todos asistían por turnos a presentar sus respetos y expresar su pena, algunas mujeres dejaban escapar sus lágrimas de manera silenciosa, luego aquellos que ya habían entrado se congregaban a las puertas del Palacio.
Zabdiel Alim Mubarack Maramara, estaba muy cerca del ataúd, su madre no paraba de llorar, mientras que Zahir le ofrecía el refugio de sus brazos, él se encontraba regio y firme mientras que las personas pasaban frente al féretro de su padre.
-Alteza- uno de los criados le llamaba, se giró hasta posar sus ojos en él.
-¿Está todo listo?
-Cómo usted ordenó- le aseguró el hombre- su pueblo está atendido, todos los que están en la entrada del Palacio han comido y bebido, mi Señor.
-Bien, muchas gracias- el criado lo miró con ojos enormes, no era normal que un Jeque agradeciera porque se cumplieran sus órdenes. Lo cierto es que técnicamente no era el Jeque, o no lo sería hasta dentro de dos días, cuándo tomara juramento frente a su pueblo, pero desde el mismo instante en que murió su padre había sabido que la responsabilidad del reino estaba sobre él.
-Alteza, el Príncipe le manda a informar que se llevará a su madre a sus aposentos.
-Me parece bien Haimir, pídele a las doncellas que no le dejen sola, El Príncipe debe acompañarme.
-Como usted ordene, Alteza. Con su permiso.
Las horas siguieron transcurriendo, así como transcurrían los Nurusakistanes que llegaban con sus vestimentas rojas y doradas, muchos de ellos traían flores como muestra del respeto para el antiguo soberano.
Como las costumbre indicaban a las seis en punto, pidió a todos que guardaran silencio para dirigir a ellos algunas palabras.
-En nombre de la familia real, quiero agradecerles su presencia. Agradezco sus muestras de amor y respeto para con mi padre, ahora les pido que podamos guardar un minuto de silencio para elevar una oración a Alá y pedir por el eterno descanso del Soberano de Norusakistan.
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Dos días habían transcurrido desde el funeral de su padre, ahora estaba en sus aposentos con su gran túnica blanca bordada con delicados hilos de oro. Había llegado el momento de su juramento, de elevar las manos delante de su pueblo y asumir oficialmente su cargo como Jeque, las preocupaciones ya se hacían presente, las leyes de Norusakistan establecían que si a la hora de un descendiente asumir el trono, resultaba ser soltero, debía adquirir esposa en los próximos seis meses para así afianzar su trono, y luego de eso tenía otros seis meses para anunciar la espera de un futuro Soberano.
Debía conseguir esposa, y en menos de un año tener al menos la semilla Mubarack Maramara, en el vientre de la misma, con suerte sería un varón y eso perpetuaría el legado, si no cumplía esas normas, su hermano tenía la opción de cumplirlas en un lapso de seis meses, pero no confiaba en ello, Zahir había demostrado ampliamente que no estaba dispuesto a asumir las responsabilidades del trono, no deseaba casarse y con los dos posibles herederos en esta situación el trono se veía amenazado por su primo, quién podía optar a ser Jeque por ser el pariente más cercano, y era obvio que él estaría dispuesto a casarse con cualquiera, para nadie era un secreto que ambicionaba desesperadamente ser el Soberano de Norusakistan.
Afortunadamente tenía un lapso de seis meses para casarse, no lo deseaba y Alá, sabía que así era, pero por cumplir con su deber estaría dispuesto a cualquier cosa, aunque eso significara contraer matrimonio sin desearlo. Hacía tres días su padre había muerto y ya habían rumores de supuestos rebeldes que apoyaban a su primo y que le desconocían como Soberano. Debía solucionar la situación pronto, no dejaría a Norusakistan en manos del despiadado de su primo.
-Alteza- la voz de Haimir lo sobresaltó- todo está dispuesto como lo ha pedido. Es hora, mi Señor.
Él se limitó a asentir, salió de sus habitaciones, encaminándose al encuentro de su destino.
Llegó al balcón y observó al pueblo que esperaba.
-Gracias damos a Alá, porque él nos ha permitido estar aquí hoy, bajo sus designios- elevó ambas manos al cielo- Pueblo de Norusakistan, hoy juro desempeñar mis labores con honor, juro que desde hoy en adelante Norusakistan es mi prioridad, juro dar mi vida por mi pueblo, juro pronto otorgarles una reina y un heredero, juro perpetuar mi sangre y mi legado, juro lealtad y fidelidad a mis costumbres y mis leyes, juro ser tan buen Soberano como lo fue mi padre. Lo juro- Dijo juntando ambas manos e inclinando su rostro. Los Norusakistanes presentes inclinaron sus rostros y guardaron silencio, luego cuándo Zabdiel Alim Mubarack Maramara, elevó el rostro, su pueblo le hizo una reverencia, muestra de que aceptaban su juramento.
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Se encontraba en la amplia sala sumergido en sus pensamientos cuándo Haimir llegó.
-Alteza, disculpe olvidaba que ahora es usted Su Excelencia, su primo, el señor Esquizbel Mubarack - Zabdiel frunció el ceño y apretó los dientes, luego se giró para encontrarse con el desagradable rostro de su primo.
-Excelencia- le dijo con voz burlona mientras inclinaba su rostro.
-Esquizbel- le respondió- ¿deseas tomar algo?
-No, estoy bien- sonrió de medio lado- Muchas gracias por sus atenciones, señor.
-Puedes retirarte Haimir - dijo ignorando la ironía en la voz de su primo. El hombre giró sobre sus talones y se marchó- ¿ y bien?, ¿A qué debo el honor de tu visita?
-¿No lo presumes, querido primo?- respondió sentándose sobre una silla que contenía muchos cojines. Tomó una y la abrazó.
-Debo suponer que viniste a presentar tus respetos por la muerte de tu tío.
-No se equivoque Excelencia. ¿Para qué lamentarnos?, el antiguo Jeque está mejor que nosotros, se encuentra en compañía de Alá- Zabdiel, apretó los dientes hasta que sintió que toda la cara le dolía, además sus dedos se habían cerrado y formado dos puños. Su primo constantemente ponía a prueba su paciencia y su mansedumbre. En ocasiones creía que pronto lograría hacerlo estallar en un ataque de furia.
-¿Qué quieres Esquizbel?- su voz era estrangulada.
-Recordarte que ha comenzado la cuenta regresiva para ti- sonrió burlonamente, dejando claro que disfrutaba en sobremanera restregarle aquello en la cara.
-Tus posibilidades de acceder al trono son muy pocas- le recordó con satisfacción.
-Pocas, pero existen. Creo que el príncipe Zahir no ha dado muestra de escoger esposa, aunque se rumora que sí pretende tener su propio Harém de concubinas.
-No me provoques Esquizbel, no soy agradable cuando lo hacen- amenazó manteniendo la calma, su rostro rígido, firmé y pétreo.
-¿Me echará, Excelencia?- preguntó elevando ambas cejas- eso daría pie a muchos rumores y demostraría lo mal anfitrión que es su Majestad.
-No pondrás tus mezquinas manos sobre las riquezas de Norusakistan- le aseguró.
-Eso está por verse- rió sarcástico- ocúpate en buscar esposa primito, que comience la cuenta regresiva.
Zabdiel lo vió marcharse en medio de fuertes risotadas, seguramente estaba esperando con ansias poder acariciar las riquezas Norusakistanas, pero no, no lo permitiría. Esquizbel Mubarack, jamás estaría en el trono de Norusakistan.
Isabella caminaba bajo el ardiente sol del desierto, estaba un poco frustrada, su vuelo se había retrasado, había sido sumamente difícil conseguir llegar hasta dónde se encontraba, ni siquiera había podido llegar al funeral de Maiklhe Mubarack; el antiguo jeque, lo cual le enfadaba en gran manera ya que tenía planes de fotos sobre aquel sepelio, es que su frustración era tanta al saber que no había llegado para fotografiar a Zabdiel Alim Mubarack Maramara haciendo sus votos sagrados y aceptando su responsabilidades como nuevo Jeque, tal como lo exigía las costumbres del pueblo de Norusakistan.Su viaje comenzaba siendo un completo desastre, desde el primer momento en que piso el país, muchas personas comenzaron a asegurarle que todo era un error, que debería tomar un vuelo de regreso a su propio país y olvidarse de sus deseos de estar en Norusakistan, pero no, era demasiado testaruda como para dejarse intimidar por comentarios absurdos. Haría que s
El jeque la miró directamente a los ojos.-Bienvenida a Norusakistan Señorita Stone, que Alá bendiga su estadía en nuestro país. Es un gusto para nosotros recibirle en el Palacio.-El gusto es mío su Majestad. Agradezco mucho las atenciones de su Alteza, el Príncipe. La verdad es que llevo todo el día interna en el desierto, y me he perdido- confesó sin apartar sus verdes ojos de aquella mirada.-Tomemos asiento- indicó y los tres se sentaron sobre las cómodas sillas- es muy fácil perderse en el desierto, Señorita Stone.-Lo he comprobado Majestad. Lo cierto es que había confiado en mis habilidades, pero como ve, nada ha resultado como esperaba- declaró intentando ocultar su frustración.-¿Cuál es su propósito en Norusakistan?- el Jeque la miró entrecerrando los ojos.-Soy fotógrafa- explicó- desde hace algunos meses he estado preparando mi viaje acá. Su país, aunque pequeño, está dotado de una belleza singular, es por ello que me he p
Después de que el Jeque se retirara, el Príncipe había hecho llamar a una mujer de nombre Naiara, era joven, hermosa, de ojos y cabello oscuro, con una piel hermosamente bronceada.-¿Desea prepararse para la cena señorita?- le preguntó y ella asintió.-Sí. Muchas gracias.-Sígame, la llevaré a sus aposentos- aquella palabra sonaba tan extraña para Isabella. Hablar de una recámara en plural era bastante extraño. Pero al llegar a la habitación lo comprendió, era realmente enorme, tanto que podían haber sido cuatro habitaciones, o quizás cinco, el hecho de que le dijeran "sus aposentos" era perfecto. Sobre la inmensa cama encontró su mochila, la que contenía las pequeñas cosas que trasladaba en ese viaje, la mayoría de ellas, barras de cereal integral, cantimplora
La noche fue increíblemente buena, durmió como un tronco nada más tocar las almohadas. La cama era muy confortable, suave y delicada, con esas sábanas de seda color azul rey, era increíble la sensación que producían, era como dormir en una nube, obviamente aquello era el cielo comparado con dormir en una carpa en mitad del desierto.Se sorprendió al despertar y descubrir que sus sueños estuvieron llenos de unos hermosos ojos oscuros. Suspirósintiéndose frustrada, El Soberano de Norusakistan, era un hombre bastante extraño, durante la cena, descubrió más de una vez, que esos hermosos y profundos ojos, estaban fijos en ella, como escudriñándola, como queriendo descubrir sus más íntimos secretos.Tenía una mirada bastante seria, unos ojos profundos, un rostro inescrutable y una personalidad indescifrable.
Todos se quedaron sorprendidos ante la reacción de Isabella, verla marcharse tan afectada, con los ojos cristalizados por las lágrimas, lloraba por personas a las que ni conocía.-Bueno. . . - El Príncipe, fue el primero en hablar- eso me ha dejado realmente sorprendido.-Es una mujer con un corazón noble y hermoso- intervino Hayffa- es capaz de sentir empatía por los demás, es una virtud poco hallada en las mujeres hoy en día. La mayoría suele preocuparse solo por ellas mismas.-Evidentemente la señorita Isabella, no es así.-No- concordó su madre- sería una gran soberana- sus oscuros ojos permanecieron fijos en los del Jeque.-Sin duda alguno- dijo Zahir- había pensado en acercarme más a ella- inmediatamente el Jeque frunció el ceño- pero evidentemente su Excelencia parece interesado- Zabdiel no dijo nada, solo frunció los labios- y coincido con madre, será una soberana magnifica.
El Jeque, se encontraba sobre su amplia cama, mirando a un punto fijo, recordando la suavidad de aquellos labios que se habían entregado sin reserva, él había estado ansioso por beber de ella, se había recriminado aquel impulso durante los primeros segundos, pero al sentir como ella cedía bajo sus labios, sus recriminaciones y autocontrol se habían ido a la nada.Isabella, era realmente hermosa. Sus grandes ojos color Jade, lo estaban amenazando con robarle la cordura, aquella mirada se debatía entre el deseo y la inocencia, entre la picardía y la pureza. Ese hermoso cabello dorado con reflejos rojizos, caían hermosamente sobre sus hombros, su exquisito cuerpo se veía perfecto sin importar lo que llevase puesto. Bien pudiera ser un corriente pantalón lleno de la arena del desierto de Norusakistan, una hermosa túnica jade o aquellos sensuales pantalones. Todo, absolutamente
-¡Majestad!. . . señorita Stone- Esquizbel Mubarack, se puso en pie cuando la pareja llegaba al salón que cumplía funciones de recibidor. Él se veía alto, orgulloso y extrañamente serio, ella se veía increíblemente hermosa, sus ojos tenían ese extraño brillo que no había visto antes.-Señor Mubarack- comenzó Isabella- qué gusto volver a verle.-El placer es todo mío- le aseguró él, con una encantadora sonrisa.-¿Qué te trae a Palacio?- la voz del Jeque, era ronca, profunda y demostraba claramente que no estaba complacido con la presencia de su primo.-He venido a saber de la señorita Stone- le aseguró- fui yo quien le encontró en el desierto, hasta que El Príncipe, decidió traerla acá con usted, Majestad- el tono burlón con el que se refería a él cuando le llamaba Majestad, comenzaba a irritarle y eso era extraño ya que el actual Jeque era conocido por ser lleno de una paciencia envidiable.-Bi
-Lamento haberte despertado, Isabella- no sabía si eran solo ideas suyas, pero su voz ronca la hizo estremecer internamente, hasta las profundidades de sus cimientos, cuando él le hablaba sus sentidos adormecidos despertaban, volvían a la vida con furia, deseos anhelantes de ser saciados.-Yo. . . ehh. . . .Excelencia- dijo al fin, acomodándose su bata de seda y su cabello- Yo. . .-No quería despertarte, solo me gusta verte dormir- declaró sin apartar los ojos de ella, ni por un instante.-¿Le gusta verme dormir?- le preguntó sorprendida, de no haberlo notado antes- ¿lo hace a menudo?-No tanto como quisiera- confiesa apenado- pero lo cierto es que en ocasiones no puedo resistir la tentación y termino por venir a verte. Duermes como un ángel, me da paz apreciarte. Te pido me disculpes, porque sé que violo tu privacidad, pero. . . no puedo resistirme- declaró sintiéndose vulnerable.Isabella sintió que sus oscuros ojos le quemaban. Se