CELEBRANDO.

IMPERIO.

—Buenos días —escuché la voz de Tristán a mis espaldas, sentí que el cuerpo me temblaba como gelatina. Me giré para verlo con una hermosa sonrisa en los labios y mi corazón latió enloquecido.

—Buenos días, Tristán ¿Luciano? —pregunté, no me había acercado a él, por temor a la presencia de su amigo.

—Se marchó al amanecer. Gracias por dejarnos tu estudio, hemos avanzado lo suficiente y terminaremos en la oficina el lunes a primera hora.

Asentí, me alegré por él. Se merecía que su vida personal y profesional estuviese lleno de éxitos, era un hombre maravilloso; pero tenía la impresión de que algo deseaba decir.

—¿Secretos entre nosotros? Pregunté, girándome hacia la est

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