TRISTÁN.
—¿Qué me estás diciendo, Luciano? —Enmudecí al escuchar las palabras de Luciano, había varias semanas que lo sentía un tanto distante, como si entre nosotros hubiese sucedido algo y yo fuera el único que no se enteró, pero esto que acaba de decirme me dejó en completo silencio. Comprendía su molestia; pero yo no era responsable de nada.
—Lo que acabas de escuchar, la noche que saliste a cenar con Imperio. Ofelia me llamó pidiendo ayuda porque un tipo quería entrar a la casa. Cuando llegué no había nadie, pero vi que la puerta estaba forzada, así que me quedé a hacerle compañía, charlamos y me ofreció un refresco, el cual acepté porque nunca me imaginé que iba a drogarme ¡Me drogó! Esa chiquilla es el demonio.
Me puse de pie e i
IMPERIO.Al día siguiente, Tristán curó la herida que el golpe de Valerio me había causado. Pero ni siquiera podía sentir el dolor, mi corazón estaba totalmente destrozado y no podía pensar en nada más que en el embarazo de Ofelia.—Trata de relajarte, por favor Imperio. Lo que Valerio ha hecho ha sido terrible, ni siquiera puedo atreverme a llamarlo con familiaridad. Cada una de sus acciones es peor que la otra, no hay explicación para su comportamiento.Agradecía profundamente el tener a Tristán a mi lado en estos momentos de dificultad. Para él desde luego que las cosas no eran simples y fáciles. Valerio era su tío de sangre y yo, bueno no quería catalogar nuestra relación con alguna etiqueta ahora. Lo único importante era su presencia pues sin él seguramente estaría ahogá
TRISTÁN.Me dirigí al trabajo después de despedirme de Imperio. Deseaba que pronto esta tormenta pasara. Mientras yo no sabía en qué punto me colocaba todo aquello. Entendería si Luciano prescindiera de mis servicios y hasta decidiera terminar nuestra amistad. ¿Qué era lo que mi tío tenía en la cabeza?, no podía comprender por mucho que lo intentaba. Valerio era mucho peor de lo que mi madre había sido. Al menos tuve la tranquilidad de que nunca trató de manipularme de esa manera o quizá se debió a su poco interés en mí. No lo sabía y a estas alturas sería difícil saberlo.Me dirigí a la oficina, no sabía con lo que podía encontrarme. Llamé con dos toques a la puerta antes de escuchar la voz de Luciano al otro lado de la puerta. Entré cuando él me lo indicó.
IMPERIO.Suspiré cansada, observé la hora en el reloj sobre mi escritorio, eran poco más de las dos de la mañana. El tiempo había corrido con prisa. Me estiré sobre la silla, la espalda me dolía por el tiempo que llevaba sentada. Otro estudio de diseño se había interesado en mis servicios y antes que pudiera darme cuenta estaba firmando por tres colecciones de lencería para diferente público; era la razón por la cual me encontraba trabajando hasta la madrugada.No podía quejarme de mi nueva vida, tenía trabajo y no era poco. Mi divorcio estaba progresando mejor de lo que podía esperar, debido a los antecedentes de violencia y daño psicológico, Valerio estaba obligado a firmar el divorcio por las buenas o por las malas. De momento el abogado que llevaba mi caso, había logrado conseguir una orden de alejamiento y Valerio no pod&ia
IMPERIO.Dos horas después salimos de la clínica, sentía una profunda tristeza por la situación de Ofelia, siendo mi hija siempre desee lo mejor del mundo para ella, sin embargo sus acciones la llevaron por un camino totalmente distinto. Pero… ¿Qué podía hacer? Más que brindarle mi apoyo incondicional y mi amor de madre. Pero sin darle ya ningún privilegio de lo que antes gozó, ella debía aprender que la vida no era fácil y que todo conllevaba esfuerzo y sacrificio.—Te dejaré en casa, tengo que reunirme con mi abogado —dije mientras ponía el auto en marcha.—Gracias mamá por estar a mi lado, no lo merezco, pero aun así, tu sigues aquí —dijo con ojos brillantes.—Estaré para ti siempre cariño, pero el resto del camino es tuyo —dije con una sonrisa, dándole la
—¡No puedes hacerme esto mamá! ¡Soy tu hija! —gritó Ofelia, pero esta vez no iba a ceder.—Exactamente Ofelia, eres mi hija por lo tanto no vas a chantajearme con tus tonterías. Si quieres irte las puertas de mi casa están abiertas, te lo he dicho ya —dije sin inmutarme.Ofelia se levantó con enojo del sofá donde se había sentado y salió a su habitación, yo sabía que de ahí ella no se movería.—¿De verdad crees que no se irá?En la voz de Tristán había duda, sabía que su principal miedo era que Ofelia volviera a distanciarse de mí por su culpa.—¿Lo crees tú? —pregunté —. Conozco a mi hija Tristán, no irá a ningún lado, por el simple hecho que se lo estoy permitiendo. En todo caso cariño, ella tiene que comprender que
TRISTÁN.Mi vida cambió desde que llegué a casa de Imperio, hasta entonces no había conocido el calor de un hogar, no había conocido una mujer como ella, capaz de hacerme sentir calor con una simple mirada. ¡Estaba enamorado! Y tenía la completa seguridad de que era correspondido por ella.—Entonces… ¿Lo harás? —la voz de Luciano me sacó de mis pensamientos, había olvidado que estábamos almorzando juntos ese día.—Lo haré, nunca en mi vida he estado más seguro de algo, Luciano. Voy a pedirle a Imperio que sea mi esposa —dije muy seguro de mí.—Te deseo suerte amigo, pero creo que deberías darle un poco más de tiempo, ella está saliendo de un matrimonio de varios años, no crees que… ¿Pueda negarse?Las palabras de Luciano me hicieron pensar que q
Imperio.Después de salir de la consulta con la doctora, nos dirigimos al Centro Comercial, Luciano había insistido sorpresivamente que lo acompañáramos para buscar los muebles de la bebé. Fue acción que me sorprendió, pero imaginó que no tanto como a Ofelia, quien aceptó con un solo movimiento de cabeza, no sabía lo que pasaba por la cabeza de mi hija y de alguna manera me hizo sentir inquieta.—¿Podrías detenerte un momento Luciano? Estoy cansada.Ofelia se sentó sin ceremonia en la banqueta de metal, la preocupación volvió a invadir mi corazón, no había razones para que ella se sintiera mal, recién habíamos dejado la consulta y todo parecía ir bien con ella y la bebé.—¿Te sientes bien? —pregunté rápidamente al ver su rostro pálido.&mdash
Imperio.Sentí que el corazón se me saldría por la boca al ver a Ofelia sosteniendo su vientre con una mano y con la otra sosteniéndose al barandal para no caer. Su rostro reflejaba miedo y dolor, seguramente era lo mismo que ella podía observar en mi propio rostro.—¡Tristán ve por el auto! —grite rápidamente antes de acercarme a Ofelia.—No lo soporto mamá, duele, duele mucho. ¿Por qué me pasa esto? —preguntó con llanto en sus ojos y miedo en su voz.—Respira cariño, es posible que el parto se te adelantara. Es normal en las madres primerizas —respondí tratando de tranquilizarla aun cuando yo era un manojo de nervios, a la bebé aún le faltaban aproximadamente tres semanas y no sabía que tan riesgoso podía ser que llegara al mundo antes de tiempo. Mi única experiencia ha s