Imperio.
Después de salir de la consulta con la doctora, nos dirigimos al Centro Comercial, Luciano había insistido sorpresivamente que lo acompañáramos para buscar los muebles de la bebé. Fue acción que me sorprendió, pero imaginó que no tanto como a Ofelia, quien aceptó con un solo movimiento de cabeza, no sabía lo que pasaba por la cabeza de mi hija y de alguna manera me hizo sentir inquieta.
—¿Podrías detenerte un momento Luciano? Estoy cansada.
Ofelia se sentó sin ceremonia en la banqueta de metal, la preocupación volvió a invadir mi corazón, no había razones para que ella se sintiera mal, recién habíamos dejado la consulta y todo parecía ir bien con ella y la bebé.
—¿Te sientes bien? —pregunté rápidamente al ver su rostro pálido.
&mdash
Imperio.Sentí que el corazón se me saldría por la boca al ver a Ofelia sosteniendo su vientre con una mano y con la otra sosteniéndose al barandal para no caer. Su rostro reflejaba miedo y dolor, seguramente era lo mismo que ella podía observar en mi propio rostro.—¡Tristán ve por el auto! —grite rápidamente antes de acercarme a Ofelia.—No lo soporto mamá, duele, duele mucho. ¿Por qué me pasa esto? —preguntó con llanto en sus ojos y miedo en su voz.—Respira cariño, es posible que el parto se te adelantara. Es normal en las madres primerizas —respondí tratando de tranquilizarla aun cuando yo era un manojo de nervios, a la bebé aún le faltaban aproximadamente tres semanas y no sabía que tan riesgoso podía ser que llegara al mundo antes de tiempo. Mi única experiencia ha s
IMPERIO.—Crees que… ¿Ha sido buena idea dejarlos solos?La pregunta de Tristán me hizo salir de mis pensamientos, había guardado silencio todo el trayecto de camino a casa, haciéndome justamente esa misma pregunta. No estaba segura de nada, solo deseaba que ellos pudieran entablar una relación cordial por el bien de la niña o de lo contrario sería ella quien se llevara la peor parte.—Sinceramente no lo sé Tristán, estoy confiando en el destino, es loco y arriesgado, pero es todo lo que tengo ahora —confesé con una ligera sonrisa.—Ven vamos adentro, ha sido un día demasiado movido y la noche no ha sido la mejor.Observé la hora en el tablero del auto y pasaban de las tres de la mañana, no había sido consciente del tiempo hasta ese momento que todo había terminado, al menos la preocupación
Imperio.Dos días después Ofelia fue dada de alta, volvimos a casa en compañía de Luciano quien se hizo cargo de subir a la pequeña Luciana a la habitación y yo me hacía cargo de Ofelia. El cuadro era hermoso, pero no duradero. Luciano estaba enamorado de la niña, enamorado de la idea de ser padre, pero no así de Ofelia y era algo que no debíamos olvidar. Me preocupaba que ella llegara a malinterpretar la preocupación y dedicación de Luciano y terminara lastimada nuevamente.—¿Está despierta? —preguntó Ofelia al ver a Luciano mecerla entre sus brazos. Él la miró y negó.—No, imagino que tiene hambre, está chupándose un dedito —respondió acercándose a Ofelia para dejarle a la pequeña entre sus brazos y pudiera alimentarla.Salí de la habitación
Tristán.La ira corría a través de mis venas como si fuese lava, odiaba a Valerio con todas las fuerzas de mi ser, no comprendía cómo un hombre como él había logrado conquistar el corazón de Imperio en el pasado. Era violento, manipulador, el tipo de hombre que no debería siquiera existir en la faz de la tierra.—¡Voy a matarlo! —espeté sin poder evitarlo al mirar el labio roto de Imperio me llené de enojo, dolor y frustración. Ella estaba herida y yo lamentaba profundamente haber llegado tarde.—No Tristán, él no vale la pena, he hecho la denuncia a la policía, que sean ellos quienes se hagan cargo de él, no quiero que te ensucies las manos —el tono suplicante en su voz y sus manos acariciando mis mejillas lograron hacerme entrar en razón, ella no tenía por qué suplicarme, pe
Imperio.Estiré mi mano para sentir el cuerpo caliente de Tristán pegado a mi cuerpo, era la forma más maravillosa de despertar después de una noche de pasión. El problema era salir de la habitación y darnos cuenta de que lo quisiéramos no las cosas habían cambiado drásticamente en nuestras vidas.Han pasado ya cuatro semanas desde la propuesta irrespetuosa de los padres de Luciano y no puedo poner otro calificativo a lo que ellos habían hecho. Sus intenciones están lejos de ser buenas, despojar a una madre de su hija no podía ser calificado de otra manera que no fuera la más absoluta crueldad. Aún me costaba asimilar el cambio drástico que Luciano había tenido en cuestión de días. No podía cerrar los ojos y no reconocer los ojos de amor que tenía para Luciana. No llegaría a comprender jamás
Tristán.Caminé desde la casa de Imperio hacia el centro de la ciudad, no había mucha distancia y podía recorrerlo sin ningún problema. Sus palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza lastimando y lacerando mi corazón como jamás imaginé que lo haría. Y aun así era muy capaz de comprenderla.Vivir con Valerio no debió ser nada fácil y el peor del caso es que no fueron dos o tres años, fueron dieciocho años de sentirse enjaula, presa y el miedo de alguna manera volvió adueñarse de su corazón.—¡Maldición! —grité mi ira al viento, cerré los ojos para evitar que aquellas caprichosas lágrimas rodaran por mis mejillas. Era un hombre, pero… ¿Quién dice que los hombres no deben llorar? Quién lo dijo seguramente nunca amó de verdad.Y eso
Imperio.El alma me volvió al cuerpo por la tarde de aquel día, cuando lo vi regresar. Sin embargo, él se negó a hablar conmigo, podía ver en sus ojos el dolor que tontamente le había causado. ¿No podía ser más tonta?, me recriminé ¿Cómo había podido compararlo con Valerio? Había sido una reverenda estupidez de mi parte y aun así…—Tristán —le llamé al ver que cogía sus cosas de nuestra habitación. Un nudo se formó en mi garganta y el miedo recorrió cada rincón de mi corazón, mientras me preguntaba ¿A dónde se iría? ¿Me dejaría? No podría soportar perderlo, aunque fuera algo que yo misma provoqué—. Tristán no puedes irte —dije en un susurró.—No voy a irme Imperio, solo quiero darte
Imperio.El silencio de Tristán me asustó, por un momento creí que él saltaría de emoción, pero no fue así. Él estaba sereno tanto que el miedo se instaló en mi corazón, al pensar que ahora que nuestro hijo crecía dentro de mí fuera él quien no lo deseara. Más no dije nada porque no quería equivocarme de nuevo, le daría tiempo y espacio tal como él lo había hecho conmigo para no dañar más nuestra relación, pero…—¿Estás completamente segura? —asentí a su pregunta, tenía miedo de hablar y de no hacerlo también.—Sí, tú… ¿Estás feliz? —pregunté en un hilo de voz.—La pregunta es… ¿Sí tú eres feliz Imperio? —por un momento sentí que el aire sal&