Tristán.
La ira corría a través de mis venas como si fuese lava, odiaba a Valerio con todas las fuerzas de mi ser, no comprendía cómo un hombre como él había logrado conquistar el corazón de Imperio en el pasado. Era violento, manipulador, el tipo de hombre que no debería siquiera existir en la faz de la tierra.
—¡Voy a matarlo! —espeté sin poder evitarlo al mirar el labio roto de Imperio me llené de enojo, dolor y frustración. Ella estaba herida y yo lamentaba profundamente haber llegado tarde.
—No Tristán, él no vale la pena, he hecho la denuncia a la policía, que sean ellos quienes se hagan cargo de él, no quiero que te ensucies las manos —el tono suplicante en su voz y sus manos acariciando mis mejillas lograron hacerme entrar en razón, ella no tenía por qué suplicarme, pe
Imperio.Estiré mi mano para sentir el cuerpo caliente de Tristán pegado a mi cuerpo, era la forma más maravillosa de despertar después de una noche de pasión. El problema era salir de la habitación y darnos cuenta de que lo quisiéramos no las cosas habían cambiado drásticamente en nuestras vidas.Han pasado ya cuatro semanas desde la propuesta irrespetuosa de los padres de Luciano y no puedo poner otro calificativo a lo que ellos habían hecho. Sus intenciones están lejos de ser buenas, despojar a una madre de su hija no podía ser calificado de otra manera que no fuera la más absoluta crueldad. Aún me costaba asimilar el cambio drástico que Luciano había tenido en cuestión de días. No podía cerrar los ojos y no reconocer los ojos de amor que tenía para Luciana. No llegaría a comprender jamás
Tristán.Caminé desde la casa de Imperio hacia el centro de la ciudad, no había mucha distancia y podía recorrerlo sin ningún problema. Sus palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza lastimando y lacerando mi corazón como jamás imaginé que lo haría. Y aun así era muy capaz de comprenderla.Vivir con Valerio no debió ser nada fácil y el peor del caso es que no fueron dos o tres años, fueron dieciocho años de sentirse enjaula, presa y el miedo de alguna manera volvió adueñarse de su corazón.—¡Maldición! —grité mi ira al viento, cerré los ojos para evitar que aquellas caprichosas lágrimas rodaran por mis mejillas. Era un hombre, pero… ¿Quién dice que los hombres no deben llorar? Quién lo dijo seguramente nunca amó de verdad.Y eso
Imperio.El alma me volvió al cuerpo por la tarde de aquel día, cuando lo vi regresar. Sin embargo, él se negó a hablar conmigo, podía ver en sus ojos el dolor que tontamente le había causado. ¿No podía ser más tonta?, me recriminé ¿Cómo había podido compararlo con Valerio? Había sido una reverenda estupidez de mi parte y aun así…—Tristán —le llamé al ver que cogía sus cosas de nuestra habitación. Un nudo se formó en mi garganta y el miedo recorrió cada rincón de mi corazón, mientras me preguntaba ¿A dónde se iría? ¿Me dejaría? No podría soportar perderlo, aunque fuera algo que yo misma provoqué—. Tristán no puedes irte —dije en un susurró.—No voy a irme Imperio, solo quiero darte
Imperio.El silencio de Tristán me asustó, por un momento creí que él saltaría de emoción, pero no fue así. Él estaba sereno tanto que el miedo se instaló en mi corazón, al pensar que ahora que nuestro hijo crecía dentro de mí fuera él quien no lo deseara. Más no dije nada porque no quería equivocarme de nuevo, le daría tiempo y espacio tal como él lo había hecho conmigo para no dañar más nuestra relación, pero…—¿Estás completamente segura? —asentí a su pregunta, tenía miedo de hablar y de no hacerlo también.—Sí, tú… ¿Estás feliz? —pregunté en un hilo de voz.—La pregunta es… ¿Sí tú eres feliz Imperio? —por un momento sentí que el aire sal&
Imperio.Gimo bajo y ronco al sentir las manos de Tristán sobre mis pies, mientras estoy recibiendo el mejor masaje de mi vida, con siete meses de embarazo y mis pies se había hinchado debido a que estuve parada la mayor parte del día en la tienda, gracias al cielo teníamos un maravilloso movimiento y conseguimos algunos pequeños contratos con tiendas de la región para la distribución de mis prendas, eran pequeños, más para mí era todo lo que necesitaba para empezar a extenderme a lo largo de la ciudad. Sé que con un poco de paciencia y perseverancia un día no muy lejano podríamos convertirnos en una de los más grandes estudios de diseño y quizá exportar fuera de nuestro país. Claro, eso era un proyecto por el cual lucharía todos los días. Pero ahora mismo solo deseaba concentrarme en aquellas manos que eran el paraíso para
—Ofelia cariño, lleva tus cosas a la habitación, el abuelo viene a cenar esta noche, no quiero que vea la casa en desorden. Te das un baño y bajas a ayudarme. Tu padre también llegará temprano hoy —grité desde la cocina a mi hija de dieciocho años, mientras me ocupaba de que la cena estuviera lista. Había preparado el plato favorito de mi padre y el plato favorito para Valerio, mi marido.Quería complacerlos como siempre. Después de asegurarme que todo estuviera en orden en la cocina. Me dirigí al comedor para poner la mesa y que todo estuviera listo para servir apenas llegaran.—Ya no soy una bebé para que sigas diciéndome lo que tengo que hacer mamá. ¡He crecido! —escuché a mi hija gritar desde la sala.Dejé pasar por el momento la rabieta de mi hija. Ofelia era así, se en
—Buenos días, Imperio —Tristán me saludó al entrar a la cocina, vestía unos jeans ajustados y una playera tipo polo en color negro ajustada a sus músculos, vestido así parecía un hombre mucho más joven de lo que era.Era aún muy temprano por lo que me vi ligeramente sorprendida. En esta casa nadie madruga a excepción de mí; pues me hacía cargo de cocinar y de tener la ropa de Valerio lista para que fuera al trabajo. Una rutina desde hace muchos años.—Buenos días, Tristán ¿Dormiste bien? —pregunté, era consciente de que la noche anterior, me había comportado fría, hasta el punto quizá de hacerlo sentir incómodo; pero le había prometido a Valerio intentarlo y eso era justamente lo que iba a hacer.—Si gracias, eres muy amable al permit
—¿Por qué me haces esto Valerio? Es una oportunidad entre miles, podré trabajar y ayudarte con los gastos de la casa, aliviar tu carga —expresé sintiendo un profundo dolor y vergüenza pues Tristán estaba siendo testigo de esta situación.—Pues lo siento Imperio ¡Pero he dicho que no! Tú tienes responsabilidades que atender en esta casa, Ofelia, Tristán y yo. Sé que no gano lo suficiente para ofrecerte una vida de reina, pero hemos sobrevivido perfectamente todo este tiempo con una posición económica estable, no veo porque tienes que trabajar ¿Cuál es tu empeño?Mi sonrisa se borró de mis labios y toda la emoción antes sentida desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Había renunciado a mis estudios para dar a luz a mi hija y no me arrepentía. Pero Valerio no había renunciado