CÓMPLICES

—¿Por qué me haces esto Valerio? Es una oportunidad entre miles, podré trabajar y ayudarte con los gastos de la casa, aliviar tu carga —expresé sintiendo un profundo dolor y vergüenza pues Tristán estaba siendo testigo de esta situación.

—Pues lo siento Imperio ¡Pero he dicho que no! Tú tienes responsabilidades que atender en esta casa, Ofelia, Tristán y yo. Sé que no gano lo suficiente para ofrecerte una vida de reina, pero hemos sobrevivido perfectamente todo este tiempo con una posición económica estable, no veo porque tienes que trabajar ¿Cuál es tu empeño?

Mi sonrisa se borró de mis labios y toda la emoción antes sentida desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Había renunciado a mis estudios para dar a luz a mi hija y no me arrepentía. Pero Valerio no había renunciado a nada. Él terminó graduándose de Arquitecto, mientras yo tuve que esperar años para lograr cumplir mi sueño de terminar la universidad. Y ahora que podía seguir mi sueño de diseñar para una de las empresas más grandes, simplemente me decía que no.

—Papá tiene razón, mamá ¿Por qué simplemente no continúas haciendo lo de siempre? Quizá algún trabajo ocasional, nada que pueda requerir de tu tiempo completo.

Sonreí ante las palabras de mi hija. Esperaba que me diera un poco de apoyo, pero al parecer tampoco lo obtendría de ella. Había perdido por completo el apetito, me sentía frustrada y tenía ganas de llorar y gritar, pero sonreí en su lugar. No podía darle un espectáculo lamentable a Tristán quien había permanecido en completo silencio.

¿Qué podía hacer? Porque tenía que ser siempre la que cediera. Desde el principio debí oponerme y no permitir que me convirtieran en esto que soy ahora. Comimos en silencio y después de terminar de cenar Valerio y Ofelia se retiraron. Ninguno de ellos se preocupó por ayudar a limpiar o fregar los platos, caí en cuenta que ellos esperaban que lo hiciera siempre todo.

—¿Estás bien? —La voz de Tristán me hizo caer en cuenta que no estaba sola en la cocina y lo peor de todo es que había presenciado la situación.

—Estoy bien, ve a descansar me ocuparé de limpiar —vi a Tristán negar con un movimiento de cabeza. Quería gritarle que me dejará sola, quería estar sola para llorar mi decepción y frustración.

—De ninguna manera. Has cocinado para nosotros, déjame ayudarte por favor. Además, te lo he dicho estoy acostumbrado —sabía que no podría hacerlo cambiar de parecer.  Sonreí para aliviar la tensión que aún quedaba en el ambiente, mientras él me ayudaba a fregar y secar los platos.

Tristán limpió la mesa, dejó la cocina en completo orden, mientras yo permanecí sentada, tomando una taza de café que amablemente él había preparado para mí.

—Sé que no estás bien, no tienes que fingir conmigo por favor —pido sentándose frente a mí. Sentí ganas de llorar, pero las contuve y sin darme cuenta empecé a hablar.

—Diseñar es mi pasión, lo ha sido desde que era una niña. Tuve que dejar la carrera cuando salí embarazada de Ofelia, estudié solamente dos años antes de eso, conseguí terminar la carrera años después con la ayuda de mi padre. Hace algunos meses conseguí un trabajo como diseñadora de reserva. Mis diseños me han permitido ahorrar algún dinero para cuando Ofelia esté en la universidad y firmar este contrato es un sueño hecho realidad, un sueño al que debo renunciar.

—No tienes por qué renunciar a tus sueños Imperio, nadie tiene derecho a cortarte las alas, debes comprender y entender eso. No es justo que seas tú quien siempre ceda ante los demás —no pude evitar derramar mis lágrimas ante sus palabras, pues eran muy parecidas a las que mi padre me repetía una y otra vez.

Mi cuerpo tembló al sentir su mano limpiar mi mejilla. Desde la muerte de mi madre, pocas veces había recibido consuelo como el que Tristán amablemente me ofrecía.

—¿No lo has escuchado Tristán? Tu tío no dejará que acepte el trabajo, Ofelia no va a ayudarme con la casa. Ha sido mi culpa, he sido yo quien la ha malacostumbrado de esa manera —acepté, porque debía asumir mi culpa, yo no le había obligado nunca a ayudarme con los quehaceres de la casa.

—No tienes que obligarlos, creo que ayudarte es su obligación —insistió. Mientras yo no podía quitarme de encima la sensación de frustración, no solo como profesional, sino también como persona y ya no podía más.

No fui consciente del momento en el que Tristán se levantó de su lugar. Si no hasta que sentí sus brazos alrededor de mis hombros, en muestra de su apoyo. Seguramente no entendía por qué Valerio se comportaba de esa manera y sería muy difícil de explicarlo.

—Hazlo Imperio, que nada frene tus sueños, puedes hacerlo, solo tienes que quererlo. Si te ofrecen una oportunidad como esta, aprovecha y yo te ayudaré, puedes diseñar cuando mi tío no esté en casa, yo me ocuparé de lo demás. Te prometo que voy a ayudarte.

No pude contener la sonrisa que se asomó a mis labios. Tristán estaba dándome el aliento que mi familia no era capaz de darme.

— ¿Realmente no me dejarás? —pregunté en un impulsó. Me negaba a apagar mis sueños, esta vez me sentía un alma rebelde.

—Te prometo que estaré contigo y te ayudaré en todo lo que haga falta. Pero tú a cambio debes prometerme que harás tu mejor esfuerzo y que nada ni nadie se interpondrá entre tus deseos —asentí al escuchar sus palabras. Desafiaría a Valerio por primera vez en veinte años de casados. Tristán tenía razón debía perseguir mis sueños, no lo había hecho en el pasado; pero podía empezar ahora.

—Gracia Tristán, realmente no sabes lo que esto significa para mí —dejé un beso en la mejilla de mi sobrino. Sin saber cuál fue el motivo que me impulsó a hacerlo y no quise meditarlo más de la cuenta. Me levanté y salí de la cocina, pues no podría explicar mi acción si él preguntara.

****

Al día siguiente me levanté más temprano de lo normal, llevándome un pequeño susto al ver la luz de la cocina encendida. Mi primer pensamiento fue creer que Tristán se había olvidado de apagar las lámparas, caminé cuando escuché un ruido venir de la cocina.

—Tristán ¿Qué haces despierto tan temprano? —pregunté sorprendida, al verlo ya de pie en la cocina, con un delantal de cocina ridículamente pequeño.

Y yo creyendo estar madrugando para tener más horas durante el día. Mi intención era ocuparme de la limpieza primero y luego del desayuno para poder salir a la empresa y firmar el contrato. Lo había pensado durante toda la noche.

Casi no había logrado dormir; pero estaba dispuesta a perseguir mis sueños. Esta vez no iba a renunciar como siempre. Yo también tenía derecho a crecer tanto personal como profesionalmente. Ofelia ya no era una niña que necesitaba mis cuidados, las veinticuatro horas.

Ofelia era una joven bien encaminada en la vida y en cuanto a Valerio, él no había tenido que renunciar a nada en la vida. Así, que haría exactamente lo mismo, y si no fuera por el hombre frente a mí, posiblemente habría rechazado el trabajo sometiéndome a la voluntad de mi familia.

—Buenos días, Imperio ¿Te apetece una taza de café? —saludó Tristán muy sonriente. No entendía por qué mi corazón latía como loco dentro de mi pecho. Creí que era la emoción de hacer por primera vez todo lo contrario a las disposiciones de Valerio. Pero no está muy segura.

—Buenos días, Tristán. Te lo agradecería porque he dormido muy poco durante la noche, pensando en tus palabras y estoy decidida iré a firmar ese contrato y a volar por mi cuenta —dije con una firmeza que aún no sentía del todo, pero él me sonrió de nuevo.

—Me alegró escucharte decir eso. Y como puedes ver, estoy cumpliendo con mi parte del trato, voy a ayudarte en todo lo que pueda. De momento tengo listo café, jugo, tostadas y huevos, así que no tienes que preocuparte de nada.

Estaba sorprendida ¿A qué hora había hecho todo esto? Me pregunté. Tristán a pesar de ser un hombre joven y profesional, no tenía ningún reparó en meterse a la cocina y ayudarme. La alegría invadió mi cuerpo, me sentí realmente importante. No me había sentido de esa manera desde hacía mucho tiempo ya.

—Gracias Tristán por todo lo que haces por mí, no creo merecerlo yo… —¿Qué iba a decirle? No podía confesarle que había estado molesta con su presencia el primer día. Nunca me hubiera imaginado él giró que mi vida daría desde su llegada.

—No tienes nada que agradecer, las familias deben ser un equipo, y aunque yo solo sea tu sobrino político, quiero ser parte de tu equipo.

Sentí una satisfacción y calidez extraña en mi corazón, de esas que no se pueden explicar con palabras.

—¿Por qué haces esto Tristán? —pregunté sin poder evitarlo, tenía curiosidad, nadie podía ser tan bueno así porque sí ¿verdad?

—Quizá porque mi madre era muy parecida a mi padre. Mientras ella tuviera éxito todo estaba bien, nunca le importó nadie más y si podía cortarle las alas a otra persona nunca dudaba en hacerlo. Lo viví en mi casa, Imperio y te juro que no volveré a vivir la experiencia dos veces.

Sus palabras me sorprendieron, nunca imaginé que un hombre con él, hubiese vivido algo parecido. Entendía ahora sus motivos de ayudarme y sin saber exactamente qué decir. Decidí poner la mesa.

Medí ahora después, Valerio y Ofelia bajaron a desayunar. Lo hicimos en completo silencio, como si la conversación de anoche no hubiese existido. Tampoco hice mención de nada y al terminar recibí el típico beso de Valerio antes de marcharse al trabajo.

Trate de que la indiferencia no me doliera, espere por Ofelia y Tristán para encaminarlos a su destino. Sin embargo, Tristán me sorprendió al decidir acompañarme a firmar el contrato, esto era mucho más de lo que esperaba. Pero debo confesar que su presencia me reconfortó el alma.

—Relájate, tú puedes hacerlo —susurró Tristán mientras posó sus manos sobre las mías, estaba nerviosa por lo que iba a hacer.

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