BESO ACCIDENTAL.

TRISTÁN.

—¿Has tenido algún problema en casa de tu tío? —la pregunta de Luciano me sacó de mis recuerdos, no podía aún asimilar lo ocurrido en la madrugada. Me giré para verlo, sin comprender el motivo de su interrogativa.

—No, ¿Por qué lo preguntas? —él se encogió de hombros antes de responder:

—Pareciera como si hoy escapabas de casa, tu llamada me sorprendió, sé que te dije que debíamos presentar el proyecto a primera hora de la mañana; pero no era necesario salir una hora antes de lo normal.

Luciano era un hombre sumamente inteligente y quizá estaba haciéndose ideas erróneas por lo que procedí a hablarle.

—No es que esté escapando de casa, mis tíos no atraviesan un buen momento y no me siento libre para comentarte las razones; pero debo admitir que también me preocupa la manera en la que Ofelia te miraba. No quiero que ella se haga ideas equivocadas contigo, te conozco perfectamente bien y no quiero verla sufrir por ti —él se mostró indignado al escuchar mis palabras.

—Respeto a la familia Tristán y no tengo ningún interés en Ofelia, aunque, soy un hombre hecho y derecho y ella es muy guapa, no tengo tiempo para corretear chiquillas y menos sin son familia de mis amigos.

Sabía perfectamente a lo que se refería y no insistí con el tema. Podía confiar plenamente en él, era un hombre de palabra, lo había demostrado en todos los años que llevamos de amistad.

—Gracias, Ofelia puede resultar intensa, pero no es una mala persona —dije aun sabiendo que no la conocía lo suficiente como para meter las manos al fuego por ella; pero siendo hija de Imperio tenía esa esperanza.

Ahí estaba de nuevo pensando en ella. Estaba comportándome cómo un verdadero cobarde, había abandonado la casa dejando una simple nota que sabía vería apenas entrara a la cocina. No me consideraba capaz de verla a los ojos y no sentir deseo por ella. Imperio era una mujer hermosa y prohibida para mí.

—¿De nuevo perdido, Tristán? —maldije al escuchar la voz de Luciano. Hoy definitivamente no era mi día y no sabía hasta cuándo volvería a sentirme yo mismo.

—¿Qué me decías? — pregunté fingiendo no entender su pregunta anterior. No quería revelar el tormento que atenazaba mi corazón y mi cuerpo, temía estar cayendo en un abismo profundo.

—Te preguntaba si seguía en pie la visita al Garibaldi —suspiré no era dado para ir a lugares saturados de gente y ruido, pero sentía la necesidad de beber algo fuerte que aplacara el deseo pecaminoso que me embargaba con tan solo recordar la manera en la que ella, se daba placer.

 —Necesito unos tragos —confirmé, él sonrió y palmeó mi espalda. Estaba seguro de que él continuaba sospechando de mi comportamiento, no era normal para mí estar distraído y menos en el trabajo.

—Bien, también necesito esos tragos. Mi padre está a punto de volverme loco, entre el trabajo y la necedad de verme casado y con hijos. Es una locura que no quiero cometer, no después de lo ocurrido.

—Olvida el pasado Luciano, no todas las mujeres son iguales y te aseguro que un día no muy lejano tu media naranja llegará y serás feliz —él negó ante mis palabras. Sabía que la experiencia con Amparo en el pasado le había dejado marcas que podían ser para toda la vida.

—Es imposible olvidar lo sucedido con esa mujer, Tristán, pero haré lo que pueda para mantenerme soltero y sin compromiso —aseguró. Después de unos minutos iniciamos la reunión con los inversionistas y vendedores. Haríamos la distribución de lotes y la clasificación de precios.

Después de un rápido almuerzo y de una tarde ajetreada finalmente llegamos al Garibaldi, un bar recién inaugurado según las palabras de Luciano, yo empezaba a conocer la ciudad, pues, aunque llevaba semanas aquí, está era mi primera salida a un antro.

*****

IMPERIO.

Después de leer la nota de Tristán, me fue imposible concentrarme durante el día. Había hecho ya varios bocetos; pero todos terminaron en el bote de la b****a. No podía apartar de mi cabeza la imagen de Tristán parado en la puerta con sus ojos sobre mi desnudez.

Y sus ojos, no sabía exactamente lo que había en ellos y lo que estaba pensando conmigo ahora mismo. Lo que debía ser un momento dulce para mí se convirtió en un momento bochornoso y me llenaba de pena y vergüenza.

Deje de pensar al escuchar el auto estacionarse fuera. Valerio y Ofelia habían llegado temprano como cada viernes. Suspiré pues había perdido un día entero de trabajo al no poder concentrarme. Y el fin de semana no podía ser tomado en cuenta para avanzar, pues Valerio trabajaría medio día y el domingo estaríamos todos en casa.

—¡Imperio!

Valerio me sacó del estado pensativo en el cual me encontraba. No podía recordar siquiera de lo que había estado hablando.

—¿Sucede algo? —pregunté al sentir su brazo sobre mi mano.

—Te decía que la empresa matriz ha organizado una capacitación para todos los jefes de área, viajaremos a la ciudad capital.

—Eso es maravilloso papá —escuché a Ofelia. Sentí celos al ver como ella apoyaba a Valerio en todo, era como si para ella, yo no fuera importante.

—Lo es hija, el único inconveniente es que estaré un mes fuera de casa. Es el tiempo que durará la capacitación, se otorgarán diplomas y reconocimientos, es opcional. Así que no estoy obligado a asistir, pero es una oportunidad que no pienso perderme y los gastos corren por parte de la empresa ¿No es genial?

Sonreí al escucharle hablar tanto, por supuesto que era una oportunidad maravillosa para él y sobre todo para crecer como profesional en su trabajo y sin poder contenerme más exclamé:

—¡Ves lo importante que es tomar las oportunidades que se nos presentan! —no pude evitar que el enojo se filtrara en mi voz; pero me molestaba la actitud de Valerio. Las oportunidades eran perfectas, buenas e imperdibles si todas estaban destinadas a él. Mis sueños y oportunidades carecían de importancia para él.

—¿Sigues molesta porque no te apoyé en el proyecto? Debes entender cómo me hace sentir tu necedad de buscar un trabajo. Deja que me ocupe de la casa y de los gastos de mi familia, para eso me case contigo.

Apreté los dientes, tratando de controlar mi enojo, había sido un día bastante duro y frustrante y no quería discutir en la mesa y con mi hija presente.

—Me dices cuándo te irás para tener lista tu ropa y poder hacer tu equipaje sin prisa —espeté molesta, me puse de pie para salir del comedor y encerrarme en mí estudió. Jamás le diría que había firmado el contrato. Era un secreto entre Tristán y yo, nada más.

Estuve sentada por un largo tiempo con el lápiz en la mano sin poder encontrar inspiración. Estaba enojada conmigo misma, todo era mi culpa, nunca le exigí nada a Valerio desde que fuimos novios. Valerio simplemente decidió todo sin tener en cuenta mi opinión o mis sentimientos. Y dieciocho años después no podía hacer nada para cambiarlo. Arrugué el papel entre mis dedos.

Amaba a mi hija y no podía renegar de ella; pero si Valerio no me hubiese embarazado a los tres meses de relación. Habría podido graduarme sin interrupción y hacer una carrera profesional; pero eso también había sido mi culpa por aceptar tener relaciones con él sin protección, estaba atrapada en un matrimonio que día a día moría por la vida rutinaria que teníamos.

Volví a intentar concentrarme en los bocetos, pero me fue imposible. Observé el reloj sobre el escritorio, marcaba la una de la mañana y Tristán no había regresado. El sentimiento de culpa me embargó de nuevo, no podía dejar de pensar que se había roto algo entre nosotros.

El alma me regreso al cuerpo al escuchar un auto estacionarse, abrí la cortina para ver de quien se trataba y era él. Estaba llegando, caminé de prisa hacia la puerta para evitar que presionará el timbre o despertaría a Valerio, hice una nota mental para entregarle un juego de llaves, para que pudiera entrar sin ningún problema.

Abrí la puerta sin demora, sin saber que él estaba recargado sobre la puerta y su cuerpo se desplomó sobre el mío; pero eso era lo de menos, sus labios estaban rozando los míos. Sabía que esto era accidental. Pero no pude evitar estremecerme al sentir su cálido aliento en mis labios, permanecimos de esa manera hasta que fui capaz de salir de mi estupor. Aparté mis labios de los suyos; pero no me alejé de él.

 —¿Por qué me haces esto Tristán? —pregunté sin obtener respuesta ¿Se había quedado dormido? ¿Tan mal le había sabido el beso? Negué ante mis pensamientos. No era un beso, fue un simple accidente y nada más, ni siquiera podía pensar en él como hombre, era el sobrino de mi marido.

Deje mis pensamientos de lado y le ayude a subir a su habitación. Tenía olor a alcohol y eso me hizo sentir mal de nuevo, temía ser la causante de la situación y lo que más me sorprendió fue su silencio, él no dijo o hizo nada. Mientras le ayudaba a acostarlo en la cama.

—No tienes que hacer esto Imperito, vete a dormir —habló mientras le ayudaba a quitarle los zapatos, dude por un momento si debía o no quitarle la ropa, sería incómodo para él dormir con su ropa de trabajo; pero no me atreví a llegar más lejos. Dejé la sábana sobre su cuerpo y salí hacia mi habitación, con una sensación extraña dentro de pecho.

***

TRISTÁN.

Baje a la cocina, era tarde, había intentado despertar antes; pero incluso apague la alarma, sentía los ojos pesados y odiaba sentirme tan casando.

—Buenos días, Tristán-

Desperté del todo al escuchar la voz de Imperio saludarme al entrar a la cocina su rostro era serio, no estaba la hermosa sonrisa con la que solía recibirme siempre. Me pregunté ¿Qué había hecho mal? Los recuerdos me asaltaron e imaginé que a ella le sucedió lo mismo al notar que se sonrojaba.

—Buenos días, Imperio —murmuré

—Siéntate, te serviré el desayuno.

Imperio fue por los platos, cubiertos y un vaso. Su mirada me evito a toda costa, mientras yo no dejaba de admirarla, mi perspectiva de ella había cambiado y era un error. Debía volver a los inicios y verla únicamente como la esposa de mi tío.

—Tristán yo… sobre lo que viste el otro día.

La vi debatirse, su rostro se había tornado rojo carmesí y pese a todos mis buenos deseos, no puede evitar sentir el deseo de acariciarla, de demostrar la pasión prohibida que despertaba en mí.

—No sé de lo que hablas Imperio. Yo no he visto nada —dije con una sonrisa. Mentía y ella lo sabía; pero hablar del tema no ayudaría mucho, podía notar la incomodidad en su rostro y su cuerpo tenso.

—Gracias Tristán.

Ella sonrió y me toco el brazo en un gesto inocente. Un gesto que me provoco un escalofrío por todo el cuerpo y que me hizo pensar que estaba ya perdido por ella.

Imperio asintió y yo no fui capaz de decir una sola palabra más, temía que al hacerlo quedará en evidencia el interés que estaba creciendo en mi día con día. Lo mejor sería olvidar lo que había visto y hacer de cuenta que lo había soñado, pero ¿Podría hacerlo? ¿Podría arrancarme su imagen de la cabeza? Estaba por comprobarlo.

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