TRISTÁN.
Me dirigí al trabajo después de despedirme de Imperio. Deseaba que pronto esta tormenta pasara. Mientras yo no sabía en qué punto me colocaba todo aquello. Entendería si Luciano prescindiera de mis servicios y hasta decidiera terminar nuestra amistad. ¿Qué era lo que mi tío tenía en la cabeza?, no podía comprender por mucho que lo intentaba. Valerio era mucho peor de lo que mi madre había sido. Al menos tuve la tranquilidad de que nunca trató de manipularme de esa manera o quizá se debió a su poco interés en mí. No lo sabía y a estas alturas sería difícil saberlo.
Me dirigí a la oficina, no sabía con lo que podía encontrarme. Llamé con dos toques a la puerta antes de escuchar la voz de Luciano al otro lado de la puerta. Entré cuando él me lo indicó.
IMPERIO.Suspiré cansada, observé la hora en el reloj sobre mi escritorio, eran poco más de las dos de la mañana. El tiempo había corrido con prisa. Me estiré sobre la silla, la espalda me dolía por el tiempo que llevaba sentada. Otro estudio de diseño se había interesado en mis servicios y antes que pudiera darme cuenta estaba firmando por tres colecciones de lencería para diferente público; era la razón por la cual me encontraba trabajando hasta la madrugada.No podía quejarme de mi nueva vida, tenía trabajo y no era poco. Mi divorcio estaba progresando mejor de lo que podía esperar, debido a los antecedentes de violencia y daño psicológico, Valerio estaba obligado a firmar el divorcio por las buenas o por las malas. De momento el abogado que llevaba mi caso, había logrado conseguir una orden de alejamiento y Valerio no pod&ia
IMPERIO.Dos horas después salimos de la clínica, sentía una profunda tristeza por la situación de Ofelia, siendo mi hija siempre desee lo mejor del mundo para ella, sin embargo sus acciones la llevaron por un camino totalmente distinto. Pero… ¿Qué podía hacer? Más que brindarle mi apoyo incondicional y mi amor de madre. Pero sin darle ya ningún privilegio de lo que antes gozó, ella debía aprender que la vida no era fácil y que todo conllevaba esfuerzo y sacrificio.—Te dejaré en casa, tengo que reunirme con mi abogado —dije mientras ponía el auto en marcha.—Gracias mamá por estar a mi lado, no lo merezco, pero aun así, tu sigues aquí —dijo con ojos brillantes.—Estaré para ti siempre cariño, pero el resto del camino es tuyo —dije con una sonrisa, dándole la
—¡No puedes hacerme esto mamá! ¡Soy tu hija! —gritó Ofelia, pero esta vez no iba a ceder.—Exactamente Ofelia, eres mi hija por lo tanto no vas a chantajearme con tus tonterías. Si quieres irte las puertas de mi casa están abiertas, te lo he dicho ya —dije sin inmutarme.Ofelia se levantó con enojo del sofá donde se había sentado y salió a su habitación, yo sabía que de ahí ella no se movería.—¿De verdad crees que no se irá?En la voz de Tristán había duda, sabía que su principal miedo era que Ofelia volviera a distanciarse de mí por su culpa.—¿Lo crees tú? —pregunté —. Conozco a mi hija Tristán, no irá a ningún lado, por el simple hecho que se lo estoy permitiendo. En todo caso cariño, ella tiene que comprender que
TRISTÁN.Mi vida cambió desde que llegué a casa de Imperio, hasta entonces no había conocido el calor de un hogar, no había conocido una mujer como ella, capaz de hacerme sentir calor con una simple mirada. ¡Estaba enamorado! Y tenía la completa seguridad de que era correspondido por ella.—Entonces… ¿Lo harás? —la voz de Luciano me sacó de mis pensamientos, había olvidado que estábamos almorzando juntos ese día.—Lo haré, nunca en mi vida he estado más seguro de algo, Luciano. Voy a pedirle a Imperio que sea mi esposa —dije muy seguro de mí.—Te deseo suerte amigo, pero creo que deberías darle un poco más de tiempo, ella está saliendo de un matrimonio de varios años, no crees que… ¿Pueda negarse?Las palabras de Luciano me hicieron pensar que q
Imperio.Después de salir de la consulta con la doctora, nos dirigimos al Centro Comercial, Luciano había insistido sorpresivamente que lo acompañáramos para buscar los muebles de la bebé. Fue acción que me sorprendió, pero imaginó que no tanto como a Ofelia, quien aceptó con un solo movimiento de cabeza, no sabía lo que pasaba por la cabeza de mi hija y de alguna manera me hizo sentir inquieta.—¿Podrías detenerte un momento Luciano? Estoy cansada.Ofelia se sentó sin ceremonia en la banqueta de metal, la preocupación volvió a invadir mi corazón, no había razones para que ella se sintiera mal, recién habíamos dejado la consulta y todo parecía ir bien con ella y la bebé.—¿Te sientes bien? —pregunté rápidamente al ver su rostro pálido.&mdash
Imperio.Sentí que el corazón se me saldría por la boca al ver a Ofelia sosteniendo su vientre con una mano y con la otra sosteniéndose al barandal para no caer. Su rostro reflejaba miedo y dolor, seguramente era lo mismo que ella podía observar en mi propio rostro.—¡Tristán ve por el auto! —grite rápidamente antes de acercarme a Ofelia.—No lo soporto mamá, duele, duele mucho. ¿Por qué me pasa esto? —preguntó con llanto en sus ojos y miedo en su voz.—Respira cariño, es posible que el parto se te adelantara. Es normal en las madres primerizas —respondí tratando de tranquilizarla aun cuando yo era un manojo de nervios, a la bebé aún le faltaban aproximadamente tres semanas y no sabía que tan riesgoso podía ser que llegara al mundo antes de tiempo. Mi única experiencia ha s
IMPERIO.—Crees que… ¿Ha sido buena idea dejarlos solos?La pregunta de Tristán me hizo salir de mis pensamientos, había guardado silencio todo el trayecto de camino a casa, haciéndome justamente esa misma pregunta. No estaba segura de nada, solo deseaba que ellos pudieran entablar una relación cordial por el bien de la niña o de lo contrario sería ella quien se llevara la peor parte.—Sinceramente no lo sé Tristán, estoy confiando en el destino, es loco y arriesgado, pero es todo lo que tengo ahora —confesé con una ligera sonrisa.—Ven vamos adentro, ha sido un día demasiado movido y la noche no ha sido la mejor.Observé la hora en el tablero del auto y pasaban de las tres de la mañana, no había sido consciente del tiempo hasta ese momento que todo había terminado, al menos la preocupación
Imperio.Dos días después Ofelia fue dada de alta, volvimos a casa en compañía de Luciano quien se hizo cargo de subir a la pequeña Luciana a la habitación y yo me hacía cargo de Ofelia. El cuadro era hermoso, pero no duradero. Luciano estaba enamorado de la niña, enamorado de la idea de ser padre, pero no así de Ofelia y era algo que no debíamos olvidar. Me preocupaba que ella llegara a malinterpretar la preocupación y dedicación de Luciano y terminara lastimada nuevamente.—¿Está despierta? —preguntó Ofelia al ver a Luciano mecerla entre sus brazos. Él la miró y negó.—No, imagino que tiene hambre, está chupándose un dedito —respondió acercándose a Ofelia para dejarle a la pequeña entre sus brazos y pudiera alimentarla.Salí de la habitación