Introducción.

Katherine se hallaba sentada en la fría banqueta al exterior de su mansión, gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, sostenía una de sus manos en su vientre, aferrándose al pequeño ser que ahora llevaba en su interior. 

Su mente se hallaba nublada por los enmarañados recuerdos de horas atrás en donde los dos hombres que debían amarla y protegerla, la habían destruido.

De Damián, su padre, no se sorprendía en lo absoluto, él jamás mostró un ápice de cariño a ella. Pero lo que terminó por hacer añicos su corazón fue la actitud de Fernando, el hombre al cual le había entregado su corazón.

Su guardaespaldas no solo se había convertido en el hombre que la resguardaba de los peligros de mundo exterior, sino también la había ayudado a pegar las piezas rotas que el desamor y los maltratos de su padre le causaron. Sin embargo, Fernando García se convirtió en su verdugo. La juzgó, humilló, y se marchó como un energúmeno, odiándola. 

—Todos los hombres son iguales —susurró bajito—. Espero seas niña —comentó acariciando su abdomen aún plano. Inclinó su rostro y mordió sus labios, necesitaba hallar las fuerzas necesarias para continuar adelante, debía hacerlo, ahora había un pequeño ser que dependía de ella, y estaba dispuesta a darle todo el amor y el cariño que le fue negado. No obstante: ¿Cómo iba a hacerlo? Si minutos antes su padre la había echado sin contemplaciones de la casa, no sin antes obligarla a firmar un documento en el cual renunciaba a toda la herencia que su madre le dejó, a cambio de no arruinar la carrera de Fernando. Y entonces sintió sobre su piel varias gotas de lluvia—. Lo que me faltaba —comentó y metió las manos en los bolsillos de su chaqueta, no tenía un solo centavo, sus labios temblaron, miró la enorme mansión y no resintió el hecho de ya no vivir ahí, al contrario, era libre, pero le angustiaba el futuro de su bebé. 

El agente Smith jefe de seguridad observaba a la jovencita desde su lugar, su inexpresiva mirada se cargó de ternura al verla tan indefensa y desvalida, entonces se acercó a ella. 

—Señorita Katherine —pronunció con su aguda y gruesa voz—. Tenga —extendió hacia la joven un fajo de billetes—. No es mucho dinero, sin embargo, le puede servir para mantenerse unos días —comentó. 

La mirada de Kate se nubló por la cantidad de lágrimas que abarrotaron sus globos oculares, su cuerpo se estremeció. 

—Gracias —susurró. 

—Aléjese de este sitio —recomendó el agente—, y si necesita mi ayuda, no dude en llamarme. —Entregó a Kate su tarjeta con sus datos. 

—Así lo haré —respondió—, pero no tengo familia, ni un lugar a donde ir. 

Los fríos y oscuros ojos negros del agente se nublaron, presionó sus puños con fuerza. 

—Recuerdo que usted frecuenta mucho la parroquia San José, quizás ahí puedan darle refugio. 

Mientras el agua de lluvia mojaba la blanca piel de Katherine pensó que haber coincidido con Fernando no había sido del todo malo.

Gracias a él ahora tenía amigos que la apreciaban, y lo más importante y alegraba el triste y solitario corazón de Kate era su hijo. Entonces miró al agente Smith, y al notar que los ojos de aquel hombre de aspecto frío y maduro mostraban un atisbo de ternura, percibió una especie de conexión con él. Sin embargo, no era de la misma forma que con el agente García. Con el hombre que estaba frente a ella percibió un sentimiento fraternal, entonces la chica sacudió su cabeza, y abrazó el musculoso y fuerte cuerpo del escolta. 

—Te debo la vida —expresó. 

Smith se quedó estático, la demostración de cariño de Katherine lo enterneció hasta los huesos, a su mente se vino la imagen de una mujer a la que quiso mucho, y que murió de manera inesperada, respiró profundo, y alejó a Kate de su cuerpo. 

—Váyase y no vuelva —repitió. 

****

Fernando García golpeaba con toda la furia que emanaba de su ser la bolsa de boxeo del gimnasio de la agencia de seguridad, gruesas gotas de sudor bajaban por su rostro, su mente se nublaba al rememorar aquellos dolorosos recuerdos suscitados en esa mañana.

Desde siempre supo que enamorarse de Katherine no era buena idea, y que amarla podría haber sido su condena. Por ella incumplió su código de ética, y su anhelo de formar parte del FBI podía haberse ido a la inmundicia por creer en su falso amor. 

«¡Qué idiota fui!» repetía en su atormentada mente una y otra vez mientras la imagen del exnovio de Katherine semidesnudo en la cama de ella azotaba su memoria. Ese maldito acontecimiento le revivió todos los recuerdos de niño, cuando su madre los abandonó por irse con su amante. 

Pegó su sudorosa frente a la bolsa, cerró sus ojos y presionó sus puños con impotencia, respiró agitado.

Desde el día que descubrió a su madre con su amante, se prometió no confiar en ninguna mujer. ¿Cómo podía hacerlo? Se cuestionaba en muchas ocasiones, si la persona que le dio la vida lo destruyó. Y ahora a sus veintidós años se había enamorado de la chica a la que debía custodiar, y según Fernando para Kate todo fue un juego. 

—¡Maldita Katherine! —Gruñó agitado, percibiendo como su alma se hacía añicos por dentro—. Eres igual de miserable que tu padre —expresó con la voz enronquecida de dolor. 

En ese instante uno de sus compañeros tocó su hombro. El joven García se sobresaltó, y giró. 

—Te dejaron esto —mencionó. 

Fernando tomó aquel sobre, lo miró con atención, y luego que su compañero se marchó, lo abrió y leyó minucioso. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, el sueño de toda su vida estaba por hacerse realidad, no obstante, su felicidad se veía empañada por la traición de ella. Sin dudar un solo segundo decidió que ese era su camino, y que era un aviso para alejarse de Katherine y arrancarla de su mente, y de su corazón, a pesar de que él desconocía que estaban unidos no solo por el amor, sino por el fruto de aquel sentimiento. 

*****

Ignacio Grimaldi permanecía abrazado a sus rodillas, sentado en la fría baldosa de aquel hospital. Enfermeras, médicos, pacientes deambulaban por su alrededor y a él nada más le interesaba saber sobre la salud de Laurita. 

Lágrimas llenas de dolor mojaban el rostro del joven, minutos antes había tenido que firmar un nefasto documento, jamás pensó que tendría que interrumpir la vida de su hijo, por salvar a la mujer que amaba. Se preguntaba si el sacrificio valía la pena, o la existencia de Laura ya estaba condenada desde que nació. 

—Hijo —percibió en la apacible voz de su madre—, por favor te pido que me escuches —solicitó. 

Ignacio negó con su cabeza. 

—Nos ocultaste la gravedad de Laurita —reclamó lleno de dolor—. Sí hubiera sabido de su enfermedad, esto no estaría pasando. 

—Ignacio no puedes incriminar a tu madre —rebatió Nick—, ella lo hizo creyendo que era lo mejor, y nadie tiene la culpa de su irresponsabilidad —mencionó—. Enferma o no, debieron cuidarse, apenas poseen diecinueve años. 

Nacho se puso de pie no dijo más salió corriendo a través de los pasillos, sentía que se ahogaba en ese lugar y justo cuando estaba por abandonar la clínica, apareció Nicolai atestado de furia increpó al joven. 

—Si Laura se muere, será tu culpa —sentenció lleno de rencor—, te prefirió a ti, y la condenaste —espetó observando a Ignacio con la mirada sombría y las pupilas dilatadas tomando de la camiseta al joven. 

El joven Grimaldi se soltó del agarre, y abandonó la clínica. Las palabras de Nico se clavaron como puñales en el corazón de Ignacio, pensó por un instante que él tenía razón, y que si Laura no habría estado embarazada su enfermedad no se habría disparado y ahora no estaría al borde de la muerte, esperando por un donador que era imposible de encontrar, porque a ella la habían abandonado siendo una niña en el orfanato. 

*****

 Queridos lectores espero hayan disfrutado de esta introducción y me acompañen a lo largo de la historia. Dejen sus comentarios en las reseñas que es más fácil para mi responder. Gracias.

Por otro lado: ¿Qué sucedió entre Kate y Fernando y que les deparará el futuro?

¿Tendrá Laura una oportunidad de sobrevivir? ¿Qué relación tendrá el agente Smith con Kate?

Si lo quieren descubrir continúen leyendo esta historia.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo