Capítulo 4

Los ataques que le propinaba el verdugo de Kate, le dolían mucho. Aquel hombre no tenía piedad, prefería golpearla en el cuerpo para que nadie viera los hematomas e hicieran preguntas; pero las heridas que más le dolían a ella, no eran las físicas, sino las del alma, para esas no existía cura.

La joven agradecía que Fernando, se preocupara por ella; sin embargo, tenía cierta resistencia. No sabía a donde la llevaba. No quería que le preguntaran sobre los moretones. Observaba a su guardaespaldas y era innegable la atracción que ella sentía por él:  atractivo, misterioso, con una mirada penetrante y cautivadora a la vez.

—¿A dónde me llevas García? —interrogó con curiosidad. 

—A un dispensario médico, pierda cuidado son gente de confianza y no le van a hacer preguntas, no se preocupe. 

Ella, no entendía por qué razón confiaba en él, como nunca lo había hecho con ninguna persona.

Instantes más tarde Katherine a lo lejos pudo divisar las cúpulas de una iglesia, a medida que el auto avanzaba veía con mejor claridad la pequeña capilla de estilo neo clásico y junto a ella, un enorme patio con muchas aulas, a su parecer era una escuela.

—Señorita ¿puede caminar o la cargo de nuevo?

Kate, en su interior deseaba volver a estar en los brazos de él, sentir su cercanía, saber que había alguien que la protegía; sin embargo, ella era consciente que si el agente la cuidaba era porque era parte de su trabajo, por eso lo más inteligente era mantener distancia.

—Yo puedo sola —contestó Katherine.

Fernando la ayudó a bajar del auto, él era tan contradictorio, en ocasiones era un patán y en otras un caballero. 

Kate mantenía su mano a un costado del lado derecho de su cuerpo, subía las escaleras de piedra que daban a la puerta de la iglesia con algo de dificultad.

—Si no puede caminar, déjeme ayudarle —insistió Fernando.

—Estoy bien García, no te preocupes.

La joven haciendo un esfuerzo sobrehumano, alcanzó a subir todos los escalones.  Fernando la guio hasta la puerta de la parroquia, ingresaron por un callejón y se encontraron con un sacerdote a quién el agente sonrió. 

—Padre Fausto, buenos días —saludó el joven. 

—Fernando, hola… ¿Qué haces aquí a esta hora?

—Padre, quiero presentarle a la señorita Katherine, trabajo para ella, tuvo un accidente y venimos al dispensario.

 El sacerdote con una mirada muy dulce, examinó a la joven.

—Mucho gusto señorita... este tipo de accidentes son muy comunes por aquí, debe tener cuidado —recomendó el religioso, dando a entender que no solo ella era víctima de violencia—. Sigan al consultorio de Ana Cristina, está sin pacientes.

Gracias, padre, es un placer conocerlo. —Sonrió Kate.

El sacerdote correspondió el gesto con una sonrisa muy dulce, haciendo que la chica sintiera de inmediato que podía confiar en él.

El religioso se despidió de los muchachos entre tanto Fernando guiaba a Kate a través de los pasillos de la parroquia para llegar hasta el dispensario, una vez ahí, el agente tocó la puerta.

—¡Adelante! —exclamó la especialista.

—Doctora Ana Cristina, buenos días —saludó García a la hermosa doctora, quién con un efusivo abrazo lo recibió.

—Fernando, que milagro tenerte por aquí —expresó la mujer, mientras soltaba al joven. 

Kate pudo percibir el cariño que las personas de aquel lugar sentían por su guardaespaldas.

—Doctora le traigo una paciente tuvo un accidente y tiene varios golpes le duele mucho —explicó García.

—Comprendo —dijo la doctora revisando el hematoma del rostro de Kate—. Por favor, espera afuera Fernando —ordenó. 

Katherine lo miró llena de miedo e incertidumbre. 

—Tranquila se queda en buenas manos —aconsejó él, la observó con ternura por primera vez, y abandonó el consultorio. 

La doctora se aproximó a la joven, y sonrió con dulzura. 

—Mi nombre es Ana Cristina, solo voy a examinarte. ¿Cómo te llamas?

—Soy Kate, perdón Katherine.

—Lindo nombre —mencionó—, por favor ven a la camilla —solicitó la doctora. 

La joven obedeció con algo de dificultad se recostó. Ana Cristina le levantó la camiseta y notó aquel gran hematoma a un costado de su vientre. 

Kate se quejó al momento que la doctora tocó el golpe. 

—¡Me duele mucho! —balbuceó sollozando.

—Deberías denunciar a quien te hizo esto, a cualquier persona la puedes engañar, pero a mí no, estos son golpes proporcionados por alguien.

Ana Cristina observó a Kate, tratando de convencerla.

—Doctora... García, me indico que aquí nadie me iba a hacer preguntas, yo no puedo denunciar a esa persona —manifestó Kate desesperada, mordía sus labios intentando contener las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos. 

—Tranquila, no te preocupes no daré parte a las autoridades, sin embargo, deberías cuidarte, muchas mujeres mueren a causa de este tipo de agresiones —explicó la mujer.

Kate sabía muy bien eso. Ella vio a su agresor hacer algo terrible. Solo recordar aquel evento hizo que los ojos de Kate se llenarán de lágrimas. El dolor y la soledad que sentía le provocaba un ardor muy grande en su pecho. La joven no pudo contener su tristeza. La doctora la abrazó.  Kate se deshizo en llanto.

 Ana dejó que la muchacha se desahogara, una vez que Katherine se calmó le envío analgésicos y una pomada para los golpes, no había fracturas, solo contusiones, lo que sí, le recomendó reposo.

—Gracias, doctora. ¿Cuánto es de la consulta?

—No es nada, aquí atendemos gratis a las personas que lo necesitan. —Sonrió. 

—Gracias —reiteró Kate al momento que se despidió de Ana Cristina.

La joven salió del consultorio, y miró a su guardaespaldas, se quedó estática contemplándolo. El agente se había quitado el saco de su impecable traje negro, jugaba futbol con unos niños pequeños, entonces Fer notó la mirada de ella, y se aproximó a la chica.

—Vámonos García —interrumpió Kate.

—¿Cómo se siente señorita? —preguntó Fernando preocupado por ella, en todo este tiempo él era la primera persona que se había interesado en su problema.

—Me ayudaría mucho tomar estos analgésicos que me regaló la doctora... ¿Crees que me puedas conseguir agua?

Fernando observó a Kate, con mucha ternura, él estaba en contra de todo tipo de violencia, claro que él a veces era un patán y reconocía eso, pero era incapaz de golpear a una mujer. 

—Venga por aquí. —Fernando la condujo a través del patio, en dónde una hermosa fuente, con dos ángeles tallados en piedra llamaron la atención de Kate. —¿Señorita? —escuchó la joven la voz varonil de su agente, sacándola de su letargo. Siguieron caminando hasta llegar a un gran comedor comunitario, lleno de mesas rectangulares y muchas sillas—.  Tome asiento- indicó Fernando, sacando una para que la joven pudiera sentarse, entonces el agente se dirigió a la cocina. 

—Por favor necesito un vaso con agua para la señorita —solicitó Fernando.

—¡Claro! —contestó una de las señoras que trabajaba en el lugar, enseguida sacó de la nevera un garrafón, sirvió el vaso, y Fernando se lo llevó a Katherine. 

—Tenga.

Kate se tomó los analgésicos. En eso una señora ya entrada en años caminando lento con la ayuda de un bastón apareció.

—¡Nando, mijito! —exclamó acercándose a él. Fernando de inmediato se aproximó a la señora. 

—Madrina María, buenos días. 

El joven se inclinó para saludar con un beso en la frente a la mujer.

—Mijito, me tienes abandonada, ¿por qué no has venido a visitarme? —cuestionó María al joven.

—Madrina estoy trabajando con la señorita Blake —indicó Fernando—. Soy su guardaespaldas. 

La señora se acercó a la chica, la observó con su mirada dulce y su sonrisa tierna. 

«Que personas tan amables» dijo Kate en su mente, divisando con ternura a la señora María.

—Mucho gusto señorita, es muy afortunada de tener como guardaespaldas a mi muchacho, él es muy bueno en su trabajo.

Kate suspiró bajito, y luego se dirigió a la mujer. 

—Mucho gusto, señora, sí, Fernando, es muy bueno en su trabajo. —Contempló al agente y sus miradas se cruzaron, ella le sonrió y él, se dio cuenta de que había incumplido su código y se estaba involucrado en un asunto privado, entonces volvió a mostrar su semblante lleno de seriedad. 

—Nando, estoy preparando las quesadillas que tanto te gustan ya mismo están listas, quédense a comer con nosotros —propuso María.

—Madrina no creo que a la señorita Blake le agrade almorzar aquí —advirtió el agente, entonces Kate, fijó sus verdes ojos en él.

—Claro que acepto su invitación señora —expresó—, además de que huele delicioso, mi madre también las preparaba —comentó con aflicción. 

Con dificultad Kate se puso de pie y se aproximó a una larga mesa, se sentó en una de las sillas, y observó como el lugar se fue llenando de: niños, ancianos y personas de escasos recursos. 

La señorita contemplaba como la gente se colocaban en tres filas para recibir sus alimentos. Fernando la sacó de sus cavilaciones al colocar el humeante plato de quesadillas frente a ella.

—Disculpe a mi madrina señorita, sé que este no es un sitio para usted, lo lamento —pronunció apenado.

—¿Qué hacen en este lugar? —preguntó Kate.

—Es un centro comunitario, aquí estudiamos las personas que no poseemos recursos para ir a otro tipo de escuelas. En la mayoría de casos porque nuestros padres son ilegales —explicó tomando asiento frente a ella—. Tenemos el comedor comunitario que es este punto, se brinda a las personas desayuno, almuerzo y merienda, contamos también el dispensario médico, hay servicio de asesoría legal y psicológica para todos los que necesiten ayuda.

—Es una labor tan bonita la que hacen en esta parte —comentó Kate observando a su alrededor. —¿García cómo se mantiene este centro? —preguntó la joven, y le dio un mordisco a su quesadilla. 

—De aportes de la gente de buen corazón señorita —respondió él mientras se levantaba para ayudar a unos ancianos con sus platos.

—¿Cualquier persona puede colaborar aquí? —preguntó de nuevo Kate con toda la intención de apoyar en este centro.

—Sí señorita, cualquier persona que tenga un buen corazón, lo puede hacer sea con dinero, víveres, ropa, servicios profesionales.

Kate terminó de comer en medio de tanta gente pobre, jamás en su vida imaginó estar en un lugar así; sin embargo, encontraría la manera de ayudar. La chica se despidió de las señoras del centro muy agradecidas con ellas por la acogida que le dieron. 

 Katherine y Fernando salieron del edificio y subieron al auto, mientras conducía, el silencio reinaba entre los dos, hasta que él se aclaró la garganta y habló.

—Señorita le quería pedir un favor —pronunció serio. 

La chica elevó ambas cejas y luego lo miró por el retrovisor. 

—Dime, García ¿Qué deseas?

—Señorita en unos días es la fiesta de fin de ciclo de uno de mis mejores amigos, necesito salir temprano porque lo estamos ayudando con un asunto personal.

 Kate se quedó pensativa, por un momento Fernando pensó que iba a negarle el permiso, pero ella estaba dispuesta a concederle la petición, después de todo lo que había hecho él ese día se encontraba muy agradecida. 

—Claro García, tienes permiso... por cierto gracias por ayudarme hoy. —Sonrió Katherine, y suspiró. 

Él correspondió el gesto con una sonrisa, que esta vez no fue fingida como era costumbre en el joven agente, con Kate, fue sincera. Sin embargo, aquel gesto provocó en la chica una sensación que jamás había sentido con ningún hombre, y aunque esa conmoción fue algo bonito, ella sintió temor. Kate no confiaba en nadie del género masculino. 

—No tiene nada que agradecer —afirmó el agente. En ese momento llegaron a la mansión Blake. Fernando estacionó el auto, hizo una inspección de rigor, y abrió la puerta de Kate—. Qué descanse... hasta mañana, por cierto, no me llame temprano si no va a salir a correr —advirtió él ladeando los labios.

Kate sintió su cuerpo estremecerse ante la sonrisa que le brindó el agente. «¡García, no sonrías de esa forma!» exclamó la señorita Blake en su mente.

—A las ocho está bien García debo estar en reposo, si quieres tomarte estos días libre no tengo problema.

Kate también le sonrió devolviendo el gesto amable que él tuvo con ella. No obstante, esa mirada de tristeza que ella profesaba y esa sonrisa, también causaron estragos en el agente. No entendía ni comprendía por qué le pasaba eso con ella. Le asustaba porque él era un profesional y se estaba involucrando en la vida personal de Katherine, eso no era correcto.

—No se preocupe señorita, estaré a las ocho aquí por si algo se le ofrece —respondió él de manera cortés y varonil.

—Hasta mañana García —se despidió Kate. 

«¿Qué me está pasando con este hombre?, ¿Por qué me siento tan segura a su lado?, se supone que todos son iguales, ¿por qué Fernando García va a ser diferente?» se cuestionó Kate en su pensamiento.

—Buenas noches, señorita —pronunció él observándola con esos profundos y hermosos pozos negros. 

El corazón de Kate fue cobrando fuerza. 

«¿Será que a él le pasa lo mismo?» se preguntó la joven.

****

Queridos lectores. Muy triste lo que sucede con Katherine, esperemos se decida a hablar, o Fernando la ayude aunque eso es algo delicado porque no debe involucrarse demasiado con ella. Por otro lado esperemos que Laura acuda a un especialista, sus sintomas indican un padecimiento grave. 

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