Meses antes.
Con pasos firmes Fernando García salió el elevador y caminó en dirección al escritorio de la secretaria de la agencia de seguridad para la cual laboraba desde hace dos años.
Tatiana recorrió con la mirada al atractivo y apuesto joven.
—Hola, guapo… el jefe te necesita —murmuró guiñándole el ojo.
Él con la sonrisa fingida respondió:
—Gracias.
Fer caminó hasta la oficina de su superior preguntándose la razón por la que lo había mandado a llamar.
—Señor buenos días, me indicaron que necesita hablar conmigo —pronunció observando a su jefe, quién leía un expediente, y segundos después levantó su mirada hacía Fernando.
—García, toma asiento por favor —indicó con su mano.
—Gracias.
—Te he mandado a llamar porque tengo que asignarte un caso muy importante, he estado revisando los expedientes de todos tus compañeros y el que cumple con los requisitos eres tú —explicó el jefe.
— ¿Y qué caso es ese? —preguntó con curiosidad el joven.
El capitán colocó frente al agente un folder y le pidió que lo leyera.
—Nuestro cliente teme por la seguridad de su hija —informó el oficial Harris—, necesito a mi mejor hombre custodiando a la señorita Katherine Blake —ordenó observando con seriedad al joven—. El padre de la chica estuvo a punto de ser secuestrado semanas atrás.
—Comprendo —manifestó Fernando, leyendo el informe—. Gracias por la oportunidad.
—García, no está por demás recomendarte que no debes mezclar los asuntos oficiales con los personales. Los guardaespaldas no se involucran con las personas a su cargo —advirtió el capitán como si el joven agente no supiera el protocolo a seguir, además no era la primera vez que trabajaba de escolta, y jamás se había involucrado con nadie que haya estado bajo su custodia.
—Si señor pierda cuidado con eso. Yo conozco todo el procedimiento al pie de la letra. ¿Y hacia dónde me dirijo y desde cuándo? —preguntó Fernando.
—En este instante debes ir a la casa de Damián Blake, ahí te está esperando el agente Smith, él trabaja para nuestra agencia, es el jefe de seguridad de la familia, dices que vas de mi parte y te pones a órdenes del señor y sobre todo de la señorita Katherine.
—Si jefe, como usted exprese —respondió Fernando se puso de pie y luego salió de la agencia, con una sola idea en su cabeza, cumplir con la misión encomendada, puesto que el oficial Harris le había indicado que, del éxito de esa tarea, dependía su pase al FBI, sin imaginar que su vida daría un giro inesperado.
*******
En la mansión Blake, llena de imponentes piezas de arte y de lujosos adornos una acalorada discusión entre Katherine, y su padre retumbaba en las paredes de la casa. La joven rebelde como siempre, se negaba una vez más a tener otro guardaespaldas. A todos les hacía la vida imposible y terminaban renunciando.
—Damián te lo tengo que repetir millones de veces, no necesito un escolta, los odio a todos, eso es una falta de respeto a mi privacidad. ¿No lo entiendes? —Bramó en contra de su padre, furiosa.
Blake que no tenía ningún tipo de contemplaciones con ella se le acercó y le lanzó una fuerte bofetada que hizo que la chica cayera sobre la reluciente duela del despacho.
—Si no fuera porque aún falta un año para disponer de la herencia que te dejó la estúpida de tu madre, yo mismo acabaría contigo —expresó observando a su hija con profundo odio.
—Tal como terminaste con la vida de mi mamá —soltó Kate sobando su mejilla, observando llena de rencor a su papá.
Damián golpeó con sus puños y con toda su fuerza el escritorio, decidido a darle un escarmiento se acercó a su hija, pero en ese preciso momento el agente Smith interrumpió la discusión.
—Señor ya está aquí el oficial que enviaron —informó y notó como la chica estaba en el suelo.
—Que pase —indicó Damián.
Katherine se puso de pie y cubrió con su largo cabello marrón el golpe en su rostro.
—Buenos días, soy el agente Fernando García, a sus órdenes —extendió su mano hacia el señor Blake.
Katherine quedó impresionada al ver el físico del agente, él no era como los anteriores, se veía más joven, serio, con una presencia intimidante, de mirada profunda, alto, fuerte, piel trigueña.
«Muy atractivo» dijo en su mente la jovencita.
—Agente García, me parece demasiado joven para ser guardaespaldas — cuestionó Damián.
—Señor Blake, tengo entrenamiento policial desde los dieciocho años y trabajo como guardaespaldas hace dos, puede estar tranquilo, le aseguro que bajo mi resguardo su hija no corre peligro.
Kate lo observaba atenta.
«Tú corres mucho peligro a mi lado» pensó ella mordiéndose el labio inferior.
—Está bien, confiaré en ti —observó con sus gélidos ojos al agente—. Te presento a mi hija Katherine —habló con desdén. Fernando fijó su intensa mirada en la joven que estaba frente a él. Aquellos ojos llenos de melancolía lo cautivaron, y le pareció haberlos visto en otra parte, pero no lograba recordar en dónde—. Agente García, desde hoy en adelante debes vigilar a mi hija todo el tiempo —interrumpió la voz de Blake.
—Mucho gusto señorita —pronunció con su particular seriedad observando a la chica con atención. Notó que intentaba cubrir con su largo y liso cabello cobrizo algo en su blanquecida y delicada piel.
Kate elevó su rostro para observar al joven agente. Aquella profunda y gélida mirada la perturbó. Por educación estrechó la mano de él. Se estremeció al sentir el contacto de la piel de él con la de ella. Nunca le había pasado algo así, de inmediato retiró su mano.
—Voy para la universidad en este momento, supongo que tienes que llevarme —pronunció Kate observándolo a los ojos.
—Es mi trabajo —respondió él. Fernando abrió la puerta de la oficina, para que la muchacha saliera, y notó como no se despidió de su padre—. Con permiso, señor —expresó dirigiéndose a Blake, para luego salir del despacho.
Cuando llegaron al jardín Katherine se dirigió a su nuevo escolta.
—Mira guardaespaldas, te voy a poner las cosas claras desde el principio, a mí nadie me controla la vida, es mejor que renuncies en este instante, caso contrario abstente a las consecuencias.
Él la observó altivo, desafiante.
—Yo no tengo miedo a sus amenazas, usted no me conoce aún.
—Ni tú a mí, después no te digas que no te lo advertí.
—Si quiere guerra, la va a tener, yo no les temo a las niñitas caprichosas y mimadas como usted.
Katherine arrugó la nariz y plantó su mirada en él, lo recorrió de pies a cabeza notando lo atlético que se veía detrás de aquella impecable camisa blanca, y ese traje negro.
—¿Quién te crees que eres para hablarme de esa manera?
—¿Acaso la ofendí? —inquirió él—. Solo manifesté lo que pienso de la gente como usted, que consideran que porque tienen dinero pueden humillar a las personas; pero conmigo se equivoca a Fernando García, no lo intimida nadie.
Katherine abrió sus labios en una gran O, se quedó sin tener que expresar, en su vida un guardaespaldas le había hablado de esa manera.
—Eres un atrevido, insolente y patán, no te han enseñado a tratar a una dama.
—Se equivoca sé lidiar con las mujeres; pese a que usted no se comporta como una dama. Si quiere respeto aprenda a hacerlo con los demás, no exija lo que no puede dar —recomendó con seriedad.
—Insolente —bramó Kate, llena de furia—. Te juro que te vas a arrepentir García —amenazó ella. Con el verde intenso de su mirada observó los oscuros y profundos ojos negros de él.
Fernando sonrió ante la amenaza de la chica con un mohín de burla.
«Te vas a arrepentir de haberme tratado así estúpido» dijo Kate, en su mente.
«Ni piense que le tengo miedo a sus amenazas» mentalizó Fernando.
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Laura tomó de la vieja silla de su pequeña alcoba un sencillo suéter, a pesar de que aquel día era soleado y caluroso la jovencita necesitaba cubrir los moretones que sin causa alguna aparecían en sus brazos.
Miró una marca púrpura en su hombro, y frunció los labios, le habían hecho varios estudios y todos atribuían a la anemia.
Enseguida su cabello castaño lo recogió en una trenza de medio lado y se calzó los flats. Respiró profundo y antes de salir sintió sus piernas flaquear al reflexionar que vería a Ignacio esbozando aquella amplia sonrisa que la hacían derretir, sin embargo, la mirada de la jovencita se cubrió de un vestigio de tristeza. ¿Cómo podía aspirar ella al amor de un hombre como él, cuando era una simple huérfana? Era el cuestionamiento que se hacía a menudo, y más cuando estaba Nico recordándole a cada instante la diferencia abismal que había entre ellos.
—¿Nos vamos? —indagó Nico.
—Sí —respondió ella, y juntos abandonaron el viejo edificio del orfanato en dónde aún residían debido a que apenas habían conseguido empleo, y aún no reunían el suficiente dinero para mudarse. Luego de caminar varias calles llegaron a la estación de tren y subieron en él.
Minutos después Nico se bajó en su terminal para ir a su trabajo en una factoría y Laurita siguió su recorrido hasta acudir al bufete en donde laboraba las mañanas como asistente de Alonzo Grimaldi.
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Laura ingresó al ascensor y cuando llegó al piso veinticinco salió de él, al instante en el que se disponía a entrar al despacho colocó su mano en una de las paredes porque sintió que todo le daba vueltas. Veía borroso y las piernas le temblaban, entonces percibió unos cálidos brazos sostenerla.
—¿Te encuentras bien? —cuestionó aquella varonil voz que despertaba todos sus sentidos.
—Me siento mareada —respondió.
Ignacio solicitó a una de las secretarias que lo auxiliara, con delicadeza ayudó a Laura a concurrir a la oficina y que pudiera tomar asiento en una de las sillas, mientras la otra chica traía un poco de alcohol y preparaba agua con azúcar.
—Se le baja la presión con frecuencia —mencionó Susan.
Ignacio negó con la cabeza y miró con ternura a la chica, se inclinó ante ella.
—¿Te sientes mejor? —indagó sosteniendo su mano.
—Ya se me está pasando —contestó la jovencita.
Alonzo apareció y de inmediato se acercó a ellos.
—Creo que no te alimentas bien —advirtió y miró a su sobrino.
—La voy a llevar a la cafetería —mencionó y al ver que el semblante de la chica recobraba su color la cogió de la mano, la ayudó a ponerse de pie, y abandonaron el despacho, y se metieron en la cabina del elevador.
—No es necesario que te tomes tantas molestias por mí —dijo ella inclinando su mirada hacia el piso.
—Lo hago con gusto, y porque me importas mucho —indicó él.
El corazón de Laura bombeó con fuerza. Se aferró a la baranda del elevador, y sintió que dejó de respirar por segundos cuando él se acercó con lentitud a ella.
La joven no pudo evitar contemplar lo atractivo que era, y como sus rizos oscuros caían sobre su frente, y aquellos ojos azules enmarcados por sus pobladas cejas la miraban con dulzura. La chica sintió sus piernas flaquear cuando avistó esos labios carnosos que desde que era una adolescente añoraba con probarlos.
Ignacio tomó una de las largas hebras de su sedosa y castaña cabellera, percibió aquel aroma floral que desde siempre desprendía de él, y luego se reflejó en esa celestial mirada.
—¿Cuándo vas a aceptar mi propuesta? —cuestionó el jovencito, deslizando la yema de sus dedos por los finos, delicados y rozados labios de ella.
La chica entrecerró los ojos, tomó aire.
—Sabes que no es correcto, tú eres el hijo de la señora Ariadna, y yo… Tan solo soy una huérfana —musitó con la voz trémula.
—Eso no es un impedimento —refutó él, entonces inclinó su rostro y sus labios quedaron muy cerca. Laura permaneció estática y su corazón bombeaba con fuerza descomunal, cerró sus ojos sin poder evitarlo, y cuando pensó que la iba a besar, el elevador se abrió, y de nuevo aquel anhelo se desvaneció.
****Espero hayan disfrutado el encuentro explosivo entre Katherine y Fernando. No olviden comentar.
Fernando resopló y luego de discutir con Katherine la dejó en el jardín para acudir a la oficina del agente Smith y solicitar los equipos. Se colocó el auricular en el oído y de esa forma mantener comunicación con el resto de escoltas. Revisó de manera minuciosa el arma que le fue entregada, enseguida miró en el iPad los mapas con las rutas que la chica frecuentaba.Luego de recibir varias recomendaciones de su superior regresó al jardín. Con el rabillo del ojo miró a Katherine cruzada de brazos caminando impaciente.—Por tu culpa, voy a llegar tarde a clases —gruñó.Fernando no pronunció palabra, transitó en dirección al auto y realizó una inspección, al ver que todo era seguro giró y sus profundos ojos negros se clavaron en los de Kate.
Los chicos de la banda esperaron a Fernando, al ver que no llegaba, se pusieron a ensayar las canciones, los jovencitos empezaron a tocar: «Ángel by Elefante» en eso el joven García lanzó su chaqueta hacia una silla, llegó bastante contrariado. Se sentó a escuchar a sus amigos y relajarse con lo que le apasionaba que era la música. Se acomodó al lado de Laurita y de otras jovencitas que suspiraban cada vez que lo veían aparecer.Los muchachos terminaron la canción y de inmediato empezaron con el interrogatorio.—¿Por qué vienes tan tarde Fernando? —indagó Leo.—Porque estoy de guardaespaldas del ser más odioso e insoportable de todo el planeta tierra —resopló enojado agitando sus brazos.— ¿Por qué? —Preguntaron en coro lo
Los ataques que le propinaba el verdugo de Kate, le dolían mucho. Aquel hombre no tenía piedad, prefería golpearla en el cuerpo para que nadie viera los hematomas e hicieran preguntas; pero las heridas que más le dolían a ella, no eran las físicas, sino las del alma, para esas no existía cura.La joven agradecía que Fernando, se preocupara por ella; sin embargo, tenía cierta resistencia. No sabía a donde la llevaba. No quería que le preguntaran sobre los moretones. Observaba a su guardaespaldas y era innegable la atracción que ella sentía por él: atractivo, misterioso, con una mirada penetrante y cautivadora a la vez.—¿A dónde me llevas García? —interrogó con curiosidad.—A un dispensario médico, pierda cuidado son gente de confianza y no le van a hacer pregun
Días después.Ariadna pasó por Laura al orfanato para llevarla a comprar un vestido, y así pudiera acompañar a Ignacio, a la fiesta de fin de semestre, los días transcurrían a prisa, el tiempo se venía encima, es así que ya no había mucho tiempo.—Vamos Laurita —ordenó la señora Grimaldi.La jovencita nerviosa caminó detrás de Ariadna por los fríos muros que escondían muchos secretos y tantas vivencias de los niños que año tras año crecían en el orfanato.—Señora Ariadna me da pena con usted; pero no puedo aceptar que se tome tantas molestias conmigo —articuló pausada y temerosa la joven, entonces la dama sonrió con dulzura.—No es ningún fastidio
Enseguida Ignacio emprendió marcha y al cabo de una hora llegaron al lujoso salón. Del brazo de él ingresaron al lugar. Las luces de las lámparas aún no bajaban su intensidad por completo, por lo que Laura pudo apreciar cómo estaba decorado el sitio.En una esquina se mostraba la reluciente barra con los licores para esa noche, en medio del salón se hallaba el escenario y frente a este la pista de baile, a su alrededor estaban apostadas las mesas que lucían finos manteles en color dorado.Varios chicos se quedaron impresionados con la belleza de la joven que acompañaba al apuesto Ignacio Grimaldi.Los labios de Johanna Blake dibujaron una gran O arrugó la nariz y recorrió con sus azules ojos de pies a cabeza a la hermosa chica que acompañaba a Ignacio.—¿Esa es la huérfana? —inqui
En el escenario Fernando con sus amigos continuaba con el show, él no se había percatado de la presencia de Katherine hasta que ella con discreción se acercó lo más que pudo al escenario. Fue entonces que el joven agente percibió su presencia. Ladeó la cabeza en señal de molestia, la ignoró o más bien quiso disimular, tomó el micrófono, ante los gritos de las muchachas que suspiraban por él.Fernando causaba ese efecto en las mujeres: con un físico impresionante debido a las duras sesiones de entrenamiento, alto con casi un metro noventa de estatura, moreno de ojos y cabello tan negros como la noche, de mirada profunda y labios sensuales, tenía muchas admiradoras; pero él no tenía tiempo para romances.—¿Algún tema en especial? —preguntó al público.
«¿En dónde está Smith, cuando se lo necesita? Debería sacar de aquí a la señorita Katherine» dijo en su mente Fernando molesto. El instinto de protección, lo hizo acercarse más a la mesa, sobre todo cuando se dio cuenta de que Kate, iba a caer él corrió a ayudarla, la joven cayó en sus brazos.—¡Eres mi héroe García! —pronunció esas palabras con verdadera admiración hacia su escolta, mientras él la sostenía en sus brazos.Era evidente que estaba pasada en tragos. Fernando buscó a Smith, por todo lado; pero su compañero no aparecía.—¿Está bien señorita? —preguntó el agente.—Sí, se siente muy agradable estar en tus brazos García. —Suspiró Kate inh
«A love so beatiful by Michael Bolton» sonaba en el salón, mientras Ignacio se reflejaba en la mirada de Laura y bailaban con lentitud. Las manos del chico sostenían con firmeza la cintura de ella, y era inevitable para la muchacha no sentir el revoloteo de las mariposas en su estómago. Habían bailado casi toda la noche; y a pesar del cansancio que Laura sentía, la dicha que su corazón percibía aminoraba los calambres de sus piernas. — ¿Estás bien, cariño? —preguntó Ignacio al notar en el semblante de su chica el cansancio. Laura negó con la cabeza. —Me gustaría descansar un poco, y tomar aire —solicitó algo fatigada. Ignacio la cogió de la mano y salieron afuera del salón, entonces se recargaron en el balcón y una ráfaga de viento erizó la piel de la chica, tiritó de frío y