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Capítulo 3. Sorpresa

Mi vida se movía alrededor de dos cosas, estudiar y estudiar más. Todos los días, libros, notas, la computadora, y después… libros y más notas. 

No podía salir de la mansión, el padre de la joven Edén había prohibido que saliera a ningún lado hasta que fuera seguro. 

Al parecer, Edén regresó de una fiesta hace algunos días, todo parecía bien,  pero su estado se volvió crítico en la noche. El médico diagnosticó envenenamiento. 

Alguien estaba tratando de deshacerse de la joven de bellos ojos azules y cabello negro. Y lo logró. 

Sin embargo, la mujer que ahora estaba ocupando este cuerpo era alguien que ya vivió toda una vida y la desperdició en un amor inútil. Ahora tal vez pueda enmendar mi camino. No más amor, no más desperdiciar mi vida en ilusiones que no me dejarían nada. 

“¿Señorita?”

“Oh, Lina,” volteé a ver a Lina que ya estaba preparando el siguiente libro para mí. 

Mi loco y tierno padre, más bien, el padre de la joven, había contratado a tantos tutores en lenguas, historia, matemáticas, contabilidad, etiqueta y todo lo necesario para hacerme una dama refinada y elegante para la sociedad. 

Yo estaba cansada, “Ya no más.”

Me tumbé en el escritorio con la mejilla pegada en el libro de cálculo. Ya no podía resolver una ecuación más, ya no podía aprender un teorema más. Eso ya lo había vivido en el pasado y ya no podía hacerlo más. 

“Señorita, los exámenes para la universidad vienen pronto, se espera que usted atienda la mejor de todas, por favor, no decepcione a sus padres.”

Las palabras de Lina siempre me golpeaban en el corazón y en la culpa. Esta chica me miraba con ojos llorosos, pero me alentaba todos los días a mejorar. A veces, no entendía de dónde venía tanta lealtad, así que decidí pensar que ella tendría un bono extra y un aumento de  salario si yo mostraba mejora, tanto en mis estudios como en cualquier otra cosa. 

Era mejor para mí pensar así que en falsas ilusiones de una amistad engañadora. ¿Desde cuándo un subordinado que solo ve por mi felicidad a cambio de dinero puede ser comparado con un amigo? Nunca. 

“Está bien,” suspiré y continué con el siguiente libro. Después de todo, no quería decepcionar a los dos señores que ahora cubrían cada aspecto de mi comodidad en esta mansión. 

Los días continuaron, yo encerrada en esta hermosa jaula de oro. Atendida todos los días como princesa, sin ninguna otra responsabilidad más que ser feliz en placeres mundanos. Vivan los placeres mundanos. 

“Edén,” estaba sentada en la mesa, un vestido hermoso adornaba mi figura y un suave maquillaje mi cara, “¿Cómo te fue en los exámenes?” mi madre preguntó.

Ella junto a mi padre, mi hermano Jason y mi tía Ofelia con su hija Vanesa estaban sentados alrededor de la mesa. Todos me veían con cara de curiosidad. 

Los exámenes para la Universidad Imperio habían terminado hace un día. Sin embargo, yo no tenía ganas de andar por la mansión pregonando que habían sido tan fáciles que por poco me quedaba dormida. 

“Bien,” no dije nada más, aunque… tal vez debí haber dicho algo. 

No es que no sintiera que me había ido mal, pero nunca había tenido sentido para mí hablar con mis padres en la vida pasada. Ellos no se molestaban en preguntar. Nunca se interesaron. 

“Edén,” mi madre suspiró y me acarició la mejilla, “no importa, querida, nos tienes a nosotros siempre. Podremos arreglar algo, ¿verdad, cariño?”

No entendía el suspiro de decepción de mi madre. ¿Qué es lo que está imaginando?

“Yo…” quería enmendar la situación pero…

“Prima,” Vanesa y su voz llena de actuada gentileza empezó a decir con una extraña expresión de decepción y lástima, “no importa que no puedas atender este año a la universidad Imperio, no te preocupes, tendrás más tiempo para prepararte y tal vez, yo te pueda dar algunos tips después de entrar.”

“Si, esa es buena idea, después de todo, Vanesa siempre ha tenido los mejores puntajes en la escuela, y existe una posibilidad de que ella diga el discurso inaugural de la escuela.”

Mi tía, Ofelia Torres, era la hermana menor de mi mamá y a pesar de estar casada y tener su propia casa, su presencia en la mansión casi a diario, era algo usual. 

Mi madre y padre solían estar fuera viajando por varios días y mi hermano era quien atendía los deberes de Primer Ministro. Yo las ignoraba encerrada en el piso de la mansión destinado solamente a mí. Los guardaespaldas no permitían que nadie entrara, ni siquiera estas dos mujeres. Aunque muchas veces escuché sus gritos y ofensas a mis guardias amenazandolos con despedirlos si no las dejaban pasar. ¡Qué descaro!

No fue hasta que insinué una palabra a mi querido padre de tener dolores de cabeza con la presencia de ellas arruinando mi descanso, que ellas se asustaron y dejaron de molestar a mis empleados. 

En realidad, no me importaba su estadía en la casa, pero cada vez que nos reuníamos a comer, Vanesa no dejaba de complacer a mi padre como si ella fuera su hija. Le servía de comer, le contaba de su día a detalle y de sus pequeños logros. 

No importa, no era algo que a mí me interesara. Sin embargo, algo me hacía sentir dolor de cabeza con solo escucharlas. 

“Edén,” la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos, “¿Qué dices de la escuela en el Reino de Roin? Es tan buena como la de nuestro reino, podemos ir para allá el siguiente año.”

Su comentario asustó a todos en la mesa. Incluso a mí. 

Dejar el reino significaba dejar su posición de Primer Ministro y concedérselo a mi hermano. Todo ese poder, ¿todo eso lo dejaría por mí?

“Pero…” Vanesa empezó a decir con una extraña palidez en la cara. Ella y su tía dependían de que esta mansión siguiera aquí. Si mis padres y yo nos fuéramos a otro reino, Jason no las dejaría ni siquiera dar un pie en la propiedad. Él simplemente no ocultaba su odio hacia ellas. 

“Edén,” Jason continuó, me miró con tanta calidez que me sonroje un poco. Mi hermano mayor era un muchacho muy atractivo y siempre me cuidaba y procuraba como mis padres. Era un sentimiento tan ajeno a mí, ese tipo de afecto nunca lo tuve en mi vida pasada, no sabía cómo responder. “No te preocupes por nada, yo haré lo mejor en la posición de mi padre.”

Él me miró con ternura y con ojos de determinación, pero yo sabía que oculto en su mirada, había un sentimiento de tristeza. 

“Edén,” mi mamá me tomó de la mano, “no tienes porqué preocuparte, todo estará bien.”

No puedo más, los ojos de estos tres son tan brillantes y llenos de afecto que opacan a las arpías en frente de mí mandándome señales de odio. A pesar de que quiera decir que sí, que deberíamos irnos, no podía decepcionarlos. Después de todo, trabajé muy duro las semanas pasadas. 

“Papá, mamá, Jason,” los miré después de un pequeño suspiro, “no tenemos que hacer esto, al menos esperemos hasta los resultados del examen mañana, tal vez… tal vez se lleven una bonita sorpresa.”

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