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Capítulo 2. Perfecto

Por dos años he vivido una historia de fantasía. 

No podía creer que algo que solamente pasaba en novelas y cuentos, podría ocurrirme a mí. 

¿Mencioné antes que alguien me dijo que para obtener un poco de felicidad, solo necesitas dormir un poco y reír por un largo tiempo?

Lo primero ya lo hice, el sueño eterno que terminó  mi vida pasada, ahora me faltaba reír por un largo tiempo. De hecho, eso lo logré justo en el momento que desperté en el cuerpo de otra persona. Una joven mujer de dieciocho años. 

Estatus: Muerte por envenenamiento.

¿Cómo es posible? 

No lo sé, es demasiado increíble para entenderlo. Traté de preguntar al cielo, por varios días, hasta que mi cabeza no pudo soportar el dolor de las memorias de la joven a quien había ocupado tan repentinamente. No hubo respuesta, sobra decir. 

Solo me quedaba por hacer una cosa en esta situación, reír por un largo tiempo aunque pareciera safada de la cabeza. 

“Señorita Edén,” la dama de compañía me sacudió de la cama con delicadeza. “Es hora de despertar.”

Siempre a la misma hora, todos los días, Lina me despertaba con la misma rutina del día preparada. Baño, desayuno, té. Todos los días, me ayudaba a bañarme dentro del agua tibia de la impresionante tina, donde juraba podían acomodarse al menos diez personas. Después me masajeaba y me vestía como una bella princesa. 

El desayuno ya estaba preparado y caliente en la mesa y solo me esperaba para disfrutarlo con calma. Saborear la delicada textura de los platillos preparados por los más finos chefs, se había convertido en mi deleite favorito. Algo que nunca había apreciado en mi vida anterior.

No puedo negar que mi vida pasada también había sido afortunada en temas de dinero, pero nunca al punto de llenar de joyas incluso el baño y la ducha. 

Lujo parecía una palabra con un significado muy amplio para esta familia.

“Yo puedo bañarme sola, Lina,” siempre era el mismo dilema con esta chica. No podía dejarme hacer nada sola por temor a que me sintiera cansada, o mareada, o simplemente porque temía perder su trabajo. 

“Señorita, por favor déjeme atenderla,” ella sonreía y seguía sin hacerme caso. Las primeras veces fue extraño, no me acostumbraba, pero Lina se ganó mi respeto y cariño. O tal vez, era que tenía tanto talento en el arte de masajear mi cabeza y cabello. Qué podía hacer, solo dejarla continuar, y disfrutar mientras podía. 

Después de todo, Edén, la joven con el mismo nombre que yo, era delicada y frágil, pero, hermosa. 

Lo primero que noté de ella, fue el largo y fino cabello negro, suave como lana que caía como cascada en la blanca y translúcida piel de mi espalda y hombros. Parecía nunca haber estado frente al sol. 

Toda ella exclamaba belleza y elegancia. Tan diferente a mi yo pasada. 

Mientras las manos de Edén eran suaves, sin ningún rasguño ni marca de trabajo, mis manos en el pasado estaban marchitas. No importaba porque me gustaba vivir sola en mi departamento, mientras  limpiaba, ordenaba, cocinaba e iba a trabajar todos los días. 

La piel de mi cara, aunque cuidada, tenía cicatrices, y a veces, ojeras adornaban mis ojos. Todo un reflejo de mi trabajo de cada día. Tal vez, porque no quería depender de mi padre, tal vez, porque secretamente repudiaba su naturaleza corrupta y despreciaba haber nacido de él. 

No importaba, esa vida ya no importaba. 

Ahora soy Edén, ya no más la trabajadora mujer que una vez fui, ya no más la mujer engañada y cegada por un amor que nunca fue mío. 

Ahora yo era Edén, que todos los días, quién se encargaba de cuidarla era Lina, quién se encargaba en hacerla bella era Lina, y quién se encargaba de proveerle todo, eran sus padres. 

Todavía recuerdo el momento en que llegué a este cuerpo, el primer pensamiento que cruzó mi cabeza fue que esta joven tenía la suerte de ser consentida y muy querida por sus padres. Y así lo era. 

Recuerdo no poder evitar sentir tantos celos y tristeza. Esos dos señores que no sabían que su amada hija ya no estaba en este mundo y solo les había quedado esto, el alma de una mujer que había mandado al infierno a su familia en su vida pasada. 

“¿Señorita?”

Lina me ayudó a vestir. Otra vez parecía princesa. La delicadeza del vestido y los adornos eran de esperarse en esta mansión donde vivía el Duque de Reid, mi padre. 

No me malentiendas, aunque el país al que había llegado tenía la misma tecnología que en el que vivía antes, autos, electricidad, hasta celulares y computadoras, el sistema jerárquico era arcaico, tal vez una forma de sistema feudal. Reyes, Reinas, Duques, Duquesas, la nobleza y los ministros. Y por otra parte los plebeyos, los que trabajaban arduamente para ganarse la vida y superarse día a día. 

Tal vez, hubiera sido mejor si hubiera entrado en el cuerpo de alguien más ordinario. Bueno, ya no puedo hacer nada.

Mi padre, el padre de Edén, era un noble de alto nivel, él era el  Duque Peter Reid, mi madre, la bellísima Duquesa Amanda Reid. Nobles y elegantes pero inesperadamente amables y cariñosos. El tipo de padres que no esperé tener. 

“¿Es de su agrado el desayuno, señorita?”

“¿Mm?” miré los platillos y aspiré el suave aroma del té, “Perfecto, Lina.”

Todas las mañanas, un desayuno delicioso me esperaba en mi recámara, y al final, un té aromático. 

“Perfecto,” si, al menos esta vida la viviría en paz. 

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