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2. ¡Te estaba coqueteando!

Juls

Mi huida no resultó tan fructífera como esperaba y culpo totalmente a Sam de ello, pues cuando intenté salir de detrás de la mesa ella simplemente se puso enfrente de mí, mientras me miraba con sus ojos grandes y pestañosos muy, pero muy abiertos.

—Oh Dios, ¡¡te está mirando, Juls!! Ese delicioso hombre te está mirando. —Sobra decir que Samantha gritó como si no hubiera mañana, por lo que no tengo duda de que el arrogante de Malcom la escuchó.

Y como soy una masoquista de primera giro mi rostro para comprobar que mis pensamientos son ciertos y así es. Ya está a solo un par de pasos de distancia de mi y la sonrisa se ha ensanchado en sus labios, pasando de la arrogancia a la diversión pura. Cuando volvemos a coincidir las miradas mis ganas de huir solamente incrementan. 

Sinceramente no puedo culpar a Samantha, Malcom Fairchild es ese tipo de hombres que con solo un vistazo logra captar tu atención y eso es mucho, muchísimo para que incluso yo lo diga. Él es un tío bueno y lo sabe; su sola presencia pone a temblar tus piernas, mientras te da esa mirada ceñuda y todo en su porte denota poder. 

En otras palabras, es todo aquello que me han prohibido a lo largo de mi vida: seductor, arrogante, millonario, con pinta de mujeriego y si a eso le sumamos los tatuajes, entonces podemos decir que es todo un chico malo. Totalmente lo opuesto a Samuel… pero no quiero pensar en él.

Antes de darme cuenta lo tengo enfrente de mi. Toma uno de los ejemplares de la mesa, le da un breve vistazo y se lo mete debajo del brazo.

—Bueno, pero si la niña buena hoy parece toda una niña grande.

¡Ah, es que lo odio! parece tener un poder especial para hacer que mi humor cambie en menos de un segundo. No entiendo por qué he sido denominada “la niña buena” desde el primer día y tampoco sé qué es lo que  me molesta de ese mote. 

No debería hacerme enojar, pues sé que soy una chica buena en general, pero hay algo en la manera en que él lo dice, como si fuera una burla, que consigue sacarme de mis casillas y esa es la razón por la que dejé salir mi diarrea verbal hace ya tantos meses, pero para mi suerte él no parece recordarlo.

Puedo sentir la chispa de rabia encendiéndose en mi interior, pero no pienso darle el gusto de verme enojada, llevo mis ojos a los suyos, lista para disparar mi propio veneno, pero mi mirada me traiciona cuando decide quedarse fija en los rasgos del hombre enfrente mio. Los meses que duró interno parecen haberle servido solo para ponerlo más atractivo. 

Dios perdoname, pero tu dijiste que mentir era pecado y yo no puedo hacerte enojar negando lo obvio: Malcom es jodidamente sexy. Sin embargo, es sólo ahí cuando caigo en cuenta de lo realmente importante de esta situación: él lo ha conseguido. Esta afuera, limpio.

Una sonrisa se va formando en mi rostro. Una muy grande, de esas que Margi dice que dan un poco de miedo.

—Es bueno verte, Malcom. —Digo, dejando de lado mi miedo, rabia y demás tonterías. No quiero ser demasiado invasiva y que él piense que Margi se ha ido de boca suelta, por lo que me voy por terreno seguro.

Esos ojos azules y brillantes me observan con fijeza, mientras que su ceño se frunce y veo como sus expresiones se endurecen, pero al instante vuelven a relajarse y la sonrisa, la arrogante que me hace querer golpearlo, se estira en sus labios.

—Vaya, vaya, ¿la niña buena ha estado pensando en mí?

Bueno, hasta aquí llegó mi momento de educación. Él siempre va a ser un idiota. Pongo mis ojos en blanco y decido ignorar su comentario.

—Son 20 libras por el libro. — Tiendo hacia él los separadores y accesorios de obsequio que vienen con el libro, todo sin dejar de sonreír.

Veo como Malcom aprieta un poco sus labios conteniendo la risa y eso solo me cabrea más. Las ganas de partirle algo en la cabeza son casi tan grandes como la de verlo con poca ropa, pero como mi religión no me permite hacer ninguna de las dos, me obligo a respirar y solo elevar una ceja en su dirección. 

Al final extiende el dinero y me recibe el resto de cosas. Solo cuando creo que va a dar media vuelta e irse es que vuelvo a respirar con tranquilidad, pero todo se va a la conchinchina cuando gira su rostro hacia mi.

—Creo que esta no es la manera de saludar a tu viejo amigo que hace meses no ves, niña buena. —La manera tan confiada en que lo dice y su pose indignada casi hace que me lo crea.

Mi  cara debe ser todo un poema en estos momentos ¿Amigos? desde cuando somos algo como eso.

—No sabía que éramos amigos, Malcom— Digo tratando de mantener la compostura y viendo cómo las mujeres de la fila lo miran con ojos de corazón en la cara. Eso por alguna razón me molesta.

—Auch—Dice, llevando una mano a su pecho— Has herido mis sentimientos, ¿qué tal un beso para compensarlo, niña buena?— Mi boca bien podría caer al suelo. Este hombre es, es .... ¡UN IDIOTA! Cómo se le ocurre que voy a besarlo— En la mejilla, a forma de saludo— Aclara él y yo cierro mi boca de inmediato. Ya estaba lista para pelear.

Siento mis mejillas encendidas y mi corazón latiendo muy fuerte. Él lo hizo a propósito. Estoy totalmente segura de eso. Estoy a punto de declinar de darle cualquier tipo de beso, cuando la pequeña revoltosa a mi lado se me adelanta.

—Ella puede hacer eso, ¿verdad, Juls?— Mi cabeza gira como un trompo hacia la traidora a mi lado. Ella me sonríe con suficiencia mientras que mira con ojos soñadores al principito de la pacotilla.

Cuando vuelvo a girar mi rostro hacia él, encuentro su cara muy cerca de la mía y me quedo paralizada viendo como sus labios se acercan a mi rostro. Entonces todo pasa frente a mis ojos como si fuera en cámara lenta. Sus labios carnosos y suaves se posan muy cerca de la comisura de mis labios y dejan una leve presión que no sé si puede llamarse beso, antes de separarse.

—Eso está mucho mejor, niña buena. Yo también me alegro de verte. Sería un tonto si no lo hiciera.

Y sin más vuelve a mirar hacia a adelante y se va dejándome totalmente confundida, mientras que soy zarandeada por una Samantha hormonalmente inestable. Pero no le presto atención, porque mi mente se ha quedado estancada con las palabras del castaño ¿Qué significa eso?  

—¡Te estaba coqueteando, July! Oh por Dios, ese delicioso hombre acaba de venir hasta aquí a coquetearte. 

Como puedo consigo librarme del ataque de Sam sobre mi brazo y llevo mis ojos hacia ella que parece extasiada con toda la situación. Debo admitir que las últimas palabras del principito consiguieron que algo se moviera en mi panza, pero luego recuerdo lo capullo que suele ser y me inclino por creer que se trata de indigestión.

—Él solo es un imbécil millonario que se divierte burlándose de mí, Sam. No estaba coqueteando realmente.

O al menos eso es lo que creo. Porque, ¿Qué razón tendría para hacerlo? claramente estoy lejos de ser el tipo de mujer con la que un hombre como él se involucraría y eso sin contar que él es todo aquello que yo tengo prohibido en esta vida.

—Esas son tonterías—Me dice Samantha, poniendo los ojos en blanco—Él estaba coqueteando, te miraba como si quisiera devorarte, amiga. ¡Tu tienes que atacar!

Algo en las palabras de Sam me hace estremecer. No estoy segura si fue la idea de Malcom queriendo devorarme o de mi atacando, pero lo que si sé es que esto no está bien. No debo, ni puedo, empezar a crear escenarios en mi mente que nunca van a ocurrir, porque lo cierto es que así yo quisiera “atacar” como dice Sam, las cosas no resultarian, porque yo no soy igual a Margi, mi familia no es la suya y tener a alguien como Malcom en mi vida solo podría traerme problemas.

—Trata de no leer tantas novelas románticas, Sam. Ya se te están metiendo ideas locas en la cabeza— Veo a la chica lista para refutar, por lo que decido adelantarme—Voy a preguntarle a la organizadora si todo está listo para la firma. Nos vemos luego.

Y así, como una cobarde, decido retirarme del campo de juego para regresar a la banca de donde parece que nunca voy a salir. En verdad me gustaría tener la camiseta de titular al menos por una vez… Y creo que no me importaría jugar el partido con cierto principito de ojos azules.

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