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3. ¿Aceptas o no?

Malcom

Doy un sorbo a mi copa mientras que mis ojos empiezan a moverse por todo el lugar solo para terminar nuevamente en la pequeña figura que está metida en ese seductor vestido negro. Joder, ella no está mostrando demasiada piel, no lleva un vestido revelador o seductor, es un vestido negro sencillo que tiene un cruce sobre sus claviculas y termina anclado a su cuello. Ajustado a su figura y que termina al ras de la rodilla, pero aún así consigue que mis ojos no se despeguen de ella y mi mente se recree inventando escenarios para nada aptos en menores de edad.

No voy a negar que me molesta no poder dejar de seguirla con la mirada como un idiota, tal como estoy haciendo en este momento.

La primera vez que vi a la niña buena yo no estaba en mi mejor momento. La basura la traía hasta el cuello. Había pasado una de las peores noches de mi vida, porque estuve hasta arriba en pastillas y demás porquerías y aparte me había atrevido a enfrentarme a mi hermano con el que llevaba más de un año sin hablar. No, definitivamente no era mi mejor momento, y por alguna razón su felicidad me hizo sentirme molesto. 

Molesto por su desbordante alegría, molesto por su inocencia, por la manera en que reía, molesto por ser el único al que la vida parece pesarle.

Desde entonces en cada lugar en que nos encontrábamos no podía dejar de buscarla, de provocarla para ver más de eso que se arremolina en sus ojos y que se obligaba a ocultar. Y lo hice. Al final pude ver un inicio de esa chispa que crece en su interior. Esa pasión que parece obligarse a esconder. Pero entonces me internaron y todo quedó atrás.

Mis ojos no se demoran en encontrarla. Lleva el cabello castaño oscuro igual de corto que la primera vez que la vi, justo debajo de la barbilla. Toda ella parece una muñeca de colección, desde su baja estatura, su cuerpo delgado pero en el que se notan las curvas. Sus ojos grandes, sus labios gruesos, su piel acaramelada. La mirada la tiene perdida en Margot y Jayden que comparten un momento íntimo, puedo ver como la sonrisa de la pequeña chica se va borrando y esa mirada anhelante aparece.

La veo jugar con el vaso en sus manos hasta que finalmente da media vuelta y camina hacia las puertas que llevan a la salida del salón, sin dudarlo ni una sola vez vacío el contenido de mi copa y voy tras ella.

Juls

El lanzamiento ha sido todo un éxito. Sin embargo, no puedo evitar que una espinita agridulce me golpee y el anhelo se aglomere en mi cuerpo y en mi corazón. 

Siento que mi vida se ha basado en una acumulación de fracasos, empezando por mi antigua relación  fallida, lo que llevó a que la relación con mis padres se tensara hasta ser un desastre.  Además, las cosas en el trabajo no han mejorado demasiado a pesar de los meses y eso me frustra. Nunca pensé que me juzgarían por ser una mujer a la que le gustan los deportes.

Sacudo la cabeza tratando de espantar los pensamientos que me han invadido. Tuve que salir a una de las terrazas del Hotel porque todas las personas, las parejas enamoradas, las risas, la alegría, todo estaba siendo simplemente demasiado y por un momento solo quiero poder borrar la sonrisa. Por un momento me gustaría poder quejarme de la vida. 

Dejo salir un suspiro cansado y fijo mi vista en el cielo que ya se está oscureciendo y algunas estrellas empiezan a verse. Altas, brillantes… inalcanzables.

—Una libra por saber qué estás pensando.

Esa voz… No tengo que girarme para saber a quién pertenece y si no lo supiera, entonces la manera en que mi cuerpo se estremece sería pista suficiente para deducirlo. 

Lentamente giro mi cabeza hasta encontrarme viendo los ojos azules de Malcom. Estoy a punto de decirle que no sea metido, que mis pensamientos no son de su interés y que sus libras no las quiero, pero las palabras se mueren en mi boca al notar la intensidad de su mirada. 

Esas joyas azules me observan con tanto interés que tengo que respirar hondo. Vuelvo mi vista al cielo para no sentirme intimidada, y lo siento acercándose más a mi, hasta que sus brazos se apoyan de la barandilla frente a nosotros. ¿Qué daño puede hacer qué le diga? No hay nadie más aquí que pueda escucharme y estoy segura de que él y yo no vamos a compartir ni encontrarnos después de hoy.

—Pienso…—empiezo, pero las palabras parecen negarse a salir. 

Malcom se acerca aún más. Su brazo roza levemente el mio y siento su mano tomar gentilmente mi barbilla para llevar mi rostro hasta el suyo y hacer que lo vea a los ojos.

—¿Qué piensas, niña buena?—No sé, por qué un nudo se está formando en mi garganta mientras veo, por primera vez, calidez y ternura en los ojos de Malcom.

Sin embargo, no pienso ser la llorona de la noche, así que me trago las lágrimas y me obligo a respirar con normalidad para poder hablar.

—Pienso que estoy un poco cansada de cómo ha ido mi vida. —Digo finalmente y puedo notar como la curiosidad se enciende en sus ojos al escucharme.

—¿Y cómo ha ido?

Su pregunta consigue que una risa sin humor salga de mis labios. Dios ¿Cómo ha ido?

—Como la mierd@.—Mi respuesta hace que sus ojos se abran en sorpresa, lo que hace que una sonrisa cansada se forme en mi rostro—¿Qué? ¿acaso creíste que tu eras el único que tenía problemas?

Malcom me observa sin decirme nada y el silencio se forma entre nosotros, pero por primera vez no es incomodo. Es simplemente silencio. 

El agotamiento, mental y físico de los últimos meses lidiando con mi familia, los cerdos del trabajo y las apariciones de Samuel, me está pasando factura, por lo que decido que tal vez lo mejor es irme a descansar. 

Me separo de la baranda dispuesta a irme, pero antes de que pueda alejarme, la mano de Malcom me toma del brazo impidiendo que me vaya.

—Te ofrezco algo, niña buena. —Mi ceño se frunce al escucharlo y abro la boca lista para rechazarlo, pero dos de sus dedos se ponen en mis labios dejándome paralizada en mi lugar, mientras siento como mis mejillas se sonrojan. Puedo ver la media sonrisa que se forma en sus labios al darse cuenta

—Por esta noche, tú y yo vamos a olvidarnos de nuestra vida de mierd@. Vamos a salir de aquí y vamos a fingir que tenemos la vida que deseamos. Por esta noche vamos a ser felices.

Ser felices. Sus palabras se repiten en mi cabeza, mientras que mis ojos se quedan anclados a los suyos y siento como mi corazón late muy fuerte, porque bueno, las ganas de hacer algo que sé que entra dentro de lo que mis padres consideran prohibido me pone nerviosa, pero por primera vez, no quiero retroceder. 

No quiero ser una niña buena.

—¿Por qué?—pregunto, porque para ser sinceros aunque estoy muy tentada a aceptar, se me hace rara toda la situación. Él parecía odiarme hasta hoy—¿Por qué estás siendo amable?

Veo cómo se encoge de hombros mientras me da una sonrisa matadora, de esas que lo hacen ver como un hombre de catálogo.

—Tal vez se deba a la luna— dice sin dejar de sonreír—Entonces, ¿qué dices? ¿Aceptas o no, niña buena?

Trago saliva al tiempo que mi corazón se acelera y la adrenalina se va formando en mi cuerpo. Voy a hacer esto, merezco saber lo que se siente ser una chica normal, por lo menos una vez en mi vida. Tomo un respiro y doy un pequeño asentimiento de cabeza en dirección a Malcom, que al verlo hace más grande su sonrisa.

—Acepto, así que dime, niño malo, ¿Dónde piensas llevarme?

Veo como Malcom deja salir una carcajada al escucharme y de inmediato los bellos de piel se erizan ante el sonido de su voz: es fuerte, grave y muy varonil. Él debe llevarme al menos unos cinco o seis años, lo que es en gran parte lo que me hace sentirme intimidada ante su presencia. Sin embargo, en este preciso momento todas mis reservas parecen estarse yendo directo a la basura.

Cuando deja de reír toma mi mano entre la suya haciendome sentir diminuta al notar la diferencia de tamaño entre ambas y el calor de mis mejillas vuelve a explotar de inmediato. 

Lo veo mirarme con curiosidad antes de bajar un poco su rostro para dejarlo más cerca del mío.

—Va a ser una sorpresa, así que prepárate.

Sin decir más, ajusta su agarre en mi mano y empieza a caminar guiándonos de regreso al hotel. Atravesamos los grandes pasillos, bajamos un tramo de escaleras y finalmente llegamos al lobby donde podemos ver las grandes puertas de entrada. Malcom me da una mirada de reojo detallandome de arriba a abajo y lo veo fruncir el ceño al hacerlo.

—¿Qué pasa?—pregunto lista para ir a la guerra si se atreve a salir con una de sus salidas.

—Vas a congelarte con ese vestido—me dice, y yo llevo mis ojos a mi vestido negro ajustado al cuerpo y cruzado en el cuello que deja un poco de mi espalda al descubierto. Mi abrigo se quedó arriba en el salón del evento—Tenía en mente que caminaramos, pero creo que vamos a tener que hacer un cambio de planes. Vamos a buscar al valet.

Lo miro confundida, porque estaba segura de que él había venido con Jayden. Dudaba que al venir ambos al mismo lugar lo hubieran hecho en autos distintos.

—¿No viniste en el auto de Jayden?

Él gira su rostro para verme y veo la picardía y la diversión brillando en sus ojos. De inmediato se que esta noche ya está empezando mal.

—No creo que a mi hermano le moleste dejarnos el carro.

Dice justo cuando veo el auto negro y lujoso de Jayden ser dejado frente a nosotros por el chico encargado. 

Malcom toma las llaves y abre la puerta del copiloto para mi.

—Señorita, su noche la espera.

Y porque ya no puedo, o quiero, echarme para atrás, simplemente avanzo hacia él tratando de disimular mi emoción mientras entro en el auto y él cierra la puerta tras de mí. Solo espero no arrepentirme demasiado de esto después.

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