Malcom
Doy un sorbo a mi copa mientras que mis ojos empiezan a moverse por todo el lugar solo para terminar nuevamente en la pequeña figura que está metida en ese seductor vestido negro. Joder, ella no está mostrando demasiada piel, no lleva un vestido revelador o seductor, es un vestido negro sencillo que tiene un cruce sobre sus claviculas y termina anclado a su cuello. Ajustado a su figura y que termina al ras de la rodilla, pero aún así consigue que mis ojos no se despeguen de ella y mi mente se recree inventando escenarios para nada aptos en menores de edad.
No voy a negar que me molesta no poder dejar de seguirla con la mirada como un idiota, tal como estoy haciendo en este momento.
La primera vez que vi a la niña buena yo no estaba en mi mejor momento. La basura la traía hasta el cuello. Había pasado una de las peores noches de mi vida, porque estuve hasta arriba en pastillas y demás porquerías y aparte me había atrevido a enfrentarme a mi hermano con el que llevaba más de un año sin hablar. No, definitivamente no era mi mejor momento, y por alguna razón su felicidad me hizo sentirme molesto.
Molesto por su desbordante alegría, molesto por su inocencia, por la manera en que reía, molesto por ser el único al que la vida parece pesarle.
Desde entonces en cada lugar en que nos encontrábamos no podía dejar de buscarla, de provocarla para ver más de eso que se arremolina en sus ojos y que se obligaba a ocultar. Y lo hice. Al final pude ver un inicio de esa chispa que crece en su interior. Esa pasión que parece obligarse a esconder. Pero entonces me internaron y todo quedó atrás.
Mis ojos no se demoran en encontrarla. Lleva el cabello castaño oscuro igual de corto que la primera vez que la vi, justo debajo de la barbilla. Toda ella parece una muñeca de colección, desde su baja estatura, su cuerpo delgado pero en el que se notan las curvas. Sus ojos grandes, sus labios gruesos, su piel acaramelada. La mirada la tiene perdida en Margot y Jayden que comparten un momento íntimo, puedo ver como la sonrisa de la pequeña chica se va borrando y esa mirada anhelante aparece.
La veo jugar con el vaso en sus manos hasta que finalmente da media vuelta y camina hacia las puertas que llevan a la salida del salón, sin dudarlo ni una sola vez vacío el contenido de mi copa y voy tras ella.
Juls
El lanzamiento ha sido todo un éxito. Sin embargo, no puedo evitar que una espinita agridulce me golpee y el anhelo se aglomere en mi cuerpo y en mi corazón.
Siento que mi vida se ha basado en una acumulación de fracasos, empezando por mi antigua relación fallida, lo que llevó a que la relación con mis padres se tensara hasta ser un desastre. Además, las cosas en el trabajo no han mejorado demasiado a pesar de los meses y eso me frustra. Nunca pensé que me juzgarían por ser una mujer a la que le gustan los deportes.
Sacudo la cabeza tratando de espantar los pensamientos que me han invadido. Tuve que salir a una de las terrazas del Hotel porque todas las personas, las parejas enamoradas, las risas, la alegría, todo estaba siendo simplemente demasiado y por un momento solo quiero poder borrar la sonrisa. Por un momento me gustaría poder quejarme de la vida.
Dejo salir un suspiro cansado y fijo mi vista en el cielo que ya se está oscureciendo y algunas estrellas empiezan a verse. Altas, brillantes… inalcanzables.
—Una libra por saber qué estás pensando.
Esa voz… No tengo que girarme para saber a quién pertenece y si no lo supiera, entonces la manera en que mi cuerpo se estremece sería pista suficiente para deducirlo.
Lentamente giro mi cabeza hasta encontrarme viendo los ojos azules de Malcom. Estoy a punto de decirle que no sea metido, que mis pensamientos no son de su interés y que sus libras no las quiero, pero las palabras se mueren en mi boca al notar la intensidad de su mirada.
Esas joyas azules me observan con tanto interés que tengo que respirar hondo. Vuelvo mi vista al cielo para no sentirme intimidada, y lo siento acercándose más a mi, hasta que sus brazos se apoyan de la barandilla frente a nosotros. ¿Qué daño puede hacer qué le diga? No hay nadie más aquí que pueda escucharme y estoy segura de que él y yo no vamos a compartir ni encontrarnos después de hoy.
—Pienso…—empiezo, pero las palabras parecen negarse a salir.
Malcom se acerca aún más. Su brazo roza levemente el mio y siento su mano tomar gentilmente mi barbilla para llevar mi rostro hasta el suyo y hacer que lo vea a los ojos.
—¿Qué piensas, niña buena?—No sé, por qué un nudo se está formando en mi garganta mientras veo, por primera vez, calidez y ternura en los ojos de Malcom.
Sin embargo, no pienso ser la llorona de la noche, así que me trago las lágrimas y me obligo a respirar con normalidad para poder hablar.
—Pienso que estoy un poco cansada de cómo ha ido mi vida. —Digo finalmente y puedo notar como la curiosidad se enciende en sus ojos al escucharme.
—¿Y cómo ha ido?
Su pregunta consigue que una risa sin humor salga de mis labios. Dios ¿Cómo ha ido?
—Como la mierd@.—Mi respuesta hace que sus ojos se abran en sorpresa, lo que hace que una sonrisa cansada se forme en mi rostro—¿Qué? ¿acaso creíste que tu eras el único que tenía problemas?
Malcom me observa sin decirme nada y el silencio se forma entre nosotros, pero por primera vez no es incomodo. Es simplemente silencio.
El agotamiento, mental y físico de los últimos meses lidiando con mi familia, los cerdos del trabajo y las apariciones de Samuel, me está pasando factura, por lo que decido que tal vez lo mejor es irme a descansar.
Me separo de la baranda dispuesta a irme, pero antes de que pueda alejarme, la mano de Malcom me toma del brazo impidiendo que me vaya.
—Te ofrezco algo, niña buena. —Mi ceño se frunce al escucharlo y abro la boca lista para rechazarlo, pero dos de sus dedos se ponen en mis labios dejándome paralizada en mi lugar, mientras siento como mis mejillas se sonrojan. Puedo ver la media sonrisa que se forma en sus labios al darse cuenta
—Por esta noche, tú y yo vamos a olvidarnos de nuestra vida de mierd@. Vamos a salir de aquí y vamos a fingir que tenemos la vida que deseamos. Por esta noche vamos a ser felices.
Ser felices. Sus palabras se repiten en mi cabeza, mientras que mis ojos se quedan anclados a los suyos y siento como mi corazón late muy fuerte, porque bueno, las ganas de hacer algo que sé que entra dentro de lo que mis padres consideran prohibido me pone nerviosa, pero por primera vez, no quiero retroceder.
No quiero ser una niña buena.
—¿Por qué?—pregunto, porque para ser sinceros aunque estoy muy tentada a aceptar, se me hace rara toda la situación. Él parecía odiarme hasta hoy—¿Por qué estás siendo amable?
Veo cómo se encoge de hombros mientras me da una sonrisa matadora, de esas que lo hacen ver como un hombre de catálogo.
—Tal vez se deba a la luna— dice sin dejar de sonreír—Entonces, ¿qué dices? ¿Aceptas o no, niña buena?
Trago saliva al tiempo que mi corazón se acelera y la adrenalina se va formando en mi cuerpo. Voy a hacer esto, merezco saber lo que se siente ser una chica normal, por lo menos una vez en mi vida. Tomo un respiro y doy un pequeño asentimiento de cabeza en dirección a Malcom, que al verlo hace más grande su sonrisa.
—Acepto, así que dime, niño malo, ¿Dónde piensas llevarme?
Veo como Malcom deja salir una carcajada al escucharme y de inmediato los bellos de piel se erizan ante el sonido de su voz: es fuerte, grave y muy varonil. Él debe llevarme al menos unos cinco o seis años, lo que es en gran parte lo que me hace sentirme intimidada ante su presencia. Sin embargo, en este preciso momento todas mis reservas parecen estarse yendo directo a la basura.
Cuando deja de reír toma mi mano entre la suya haciendome sentir diminuta al notar la diferencia de tamaño entre ambas y el calor de mis mejillas vuelve a explotar de inmediato.
Lo veo mirarme con curiosidad antes de bajar un poco su rostro para dejarlo más cerca del mío.
—Va a ser una sorpresa, así que prepárate.
Sin decir más, ajusta su agarre en mi mano y empieza a caminar guiándonos de regreso al hotel. Atravesamos los grandes pasillos, bajamos un tramo de escaleras y finalmente llegamos al lobby donde podemos ver las grandes puertas de entrada. Malcom me da una mirada de reojo detallandome de arriba a abajo y lo veo fruncir el ceño al hacerlo.
—¿Qué pasa?—pregunto lista para ir a la guerra si se atreve a salir con una de sus salidas.
—Vas a congelarte con ese vestido—me dice, y yo llevo mis ojos a mi vestido negro ajustado al cuerpo y cruzado en el cuello que deja un poco de mi espalda al descubierto. Mi abrigo se quedó arriba en el salón del evento—Tenía en mente que caminaramos, pero creo que vamos a tener que hacer un cambio de planes. Vamos a buscar al valet.
Lo miro confundida, porque estaba segura de que él había venido con Jayden. Dudaba que al venir ambos al mismo lugar lo hubieran hecho en autos distintos.
—¿No viniste en el auto de Jayden?
Él gira su rostro para verme y veo la picardía y la diversión brillando en sus ojos. De inmediato se que esta noche ya está empezando mal.
—No creo que a mi hermano le moleste dejarnos el carro.
Dice justo cuando veo el auto negro y lujoso de Jayden ser dejado frente a nosotros por el chico encargado.
Malcom toma las llaves y abre la puerta del copiloto para mi.
—Señorita, su noche la espera.
Y porque ya no puedo, o quiero, echarme para atrás, simplemente avanzo hacia él tratando de disimular mi emoción mientras entro en el auto y él cierra la puerta tras de mí. Solo espero no arrepentirme demasiado de esto después.
Malcom No pensé que ella fuera a aceptar. De hecho no pensé en absoluto cuando le propuse hacer esto, pero joder, cuando la vi ahí afuera pareciendo tan tragicamente hermosa mientras parecía querer fundirse con las estrellas, yo simplemente no pude evitarlo. No quise hacerlo. Así que me acerqué y ella me dejó sorprendido con su respuesta, con su honestidad cruda y el dolor que pude percibir en ella. Y aquí estamos, tomando prestado el auto de Jayden, mientras que nos vamos del evento organizado por su mejor amiga. Me encargo de sacar rápidamente el auto de la entrada para evitar que ella pueda echarse para atrás. La miro de reojo y veo como observa el auto con esos ojos grandes de muñeca muy abiertos al tiempo que muerde su labio inferior con nerviosismo. Esa simple acción consigue despertar cosas en mí, pero me obligo a alejar ese tipo de pensamientos de mi mente. —¿A dónde vamos?—la voz baja y curiosa de Juls me hace verla. Está viendo con el ceño fruncido el camino. —Dijiste que
Juls Estoy en una discoteca. Estoy en una discoteca con Malcom. Santo Dios, no se que parte de esta frase es más irreal, si el hecho de que yo me encuentre en un sitio como este, o que Malcom sea mi acompañante. Desde que tengo uso de razón mis padres, mis abuelos y el pastor de mi congregación se han encargado de decirme que estos lugares son los encargados de hacer que mi alma vaya al infierno. Durante toda mi adolescencia me prohibieron, no sólo visitarlos, si no también juntarme con personas que lo hicieran, pues si lo hacían es que ya estaban contaminados. Debo admitir que fui una fiel creyente de todo esto por mucho tiempo, pero al entrar a la universidad, aún en contra de los deseos de mis padres, pues para ellos el que yo quisiera estudiar era una pérdida de tiempo y dinero. Ellos no lo hicieron. De hecho nadie, además de mi, en mi familia lo ha hecho. Somos muy humildes y por eso ellos nunca vieron el estudio como una prioridad, pero yo sí. Yo quería otro tipo de vida. Quer
Juls La mano de Malcom está sosteniendo la mía con firmeza mientras caminamos delante de nuestros puestos. Al estar en una zona privilegiada no tenemos que pelear por espacio como el resto de las personas en la pista de baile, aquí arriba el ambiente parece un poco más íntimo. Siento su mano libre ponerse en mi espalda y poco a poco acercar mi cuerpo hacia el suyo, estoy tensa, no voy a negarlo y sé que él debe de sentirlo pero no es algo que pueda evitar, solo he estado así de cerca de un solo hombre en toda mi vida, por lo que la situación me pone nerviosa. Sin embargo no quiero apartarlo, toda mi vida he estado jugando este partido que llamamos vida desde la banca de espectadora o como mucho de suplente, haciendo lo que se me dice, viviendo como se dice y por esta vez quiero sentirme la titular, quiero llevar el balón por mi misma. Y si al final esto termina siendo un desastroso autogol, entonces al menos lo habré intentado. Así que me acerco, dejo que mi pecho se pegue al suyo y
Malcom Ella es muy diferente a como pensé que era. Aunque hay varias cosas que no han cambiado desde la primera impresión. Por ejemplo, la sensación de sentirme sucio delante de alguien que , a pesar de sus momentos de locura, solo transmite inocencia. Nunca había conocido a una persona ya adulta que siguiera viéndose y siendo inocente, y yo con mi vida de m****a no parezco ser digno de juntarme con alguien así. Sin embargo, al ser la mejor amiga de Margot, quien disfruta y vive su vida al máximo, pensé que Juls sería similar, no esperaba que fuera igual de fiera que la pelirroja, pues se nota en su rostro de niña buena que es mucho más reservada, pero tampoco me esperaba esto. La verdad es que haber escuchado ese “mi religión no me lo permite” me dejó estático. Por Dios, que estamos en el siglo XXI, se supone que las personas llevan su fe sin atenerse a costumbres arcaicas, o al menos eso pensaba. Mis ojos van hacia la niña buena y es inevitable no deleitarme. Toda ella parece una m
MalcomElla vuelve a estremecerse en mis brazos, pero al mismo tiempo sus caderas empiezan a moverse con menos timidez al ritmo de la música, su cuerpo se va aflojando y al minuto siguiente está bailando contra mi. Dejándose llevar, tal cuál como le dije que hiciera y es algo increíble de ver. JODER, sus caderas balanceandose, el roce de su cuerpo contra el mio, toda ella está creando un problema en la parte baja de mi cuerpo.Sin resistirlo más aprieto mi agarre en su cintura y le doy vuelta para quedar frente a frente. Su rostro está sonrojado, sus ojos brillantes y aunque la tomé por sorpresa, rápidamente se recompone y lentamente retoma el ritmo sin apartar la mirada de la mía. Mis manos se mueven de su cintura a su espalda y me pego mas a ella, ambos moviéndonos contra el cuerpo del otro. Sus manos que se movían libremente a sus lados pasan tímidamente a mi pecho y mi mano se aprieta contra la parte baja de su espalda, no queriendo tener ni un mínimo de espacio entre nosotros y e
Juls 21 de diciembre de 2020 Odio mi carrera Bueno, no. Eso es mentira, yo amo mi profesión, pero odio mi trabajo y en especial a mis compañeros y sobre todo a mi jefe. Ellos no hacen sino subestimar mis capacidades al ser mujer. Insinuando que debería mejor estar en un programa de chisme y farándula en lugar de uno deportivo ¿Puede haber algo más machista que eso? — Hey, linda. ¿Qué tal si nos traes un poco más de café?— Ronald, el imbécil número uno en la lista de imbéciles, me habla mientras levanta su mugre pocillo. Escucho las risas del resto de compañeros de cabina y mi sangre se empieza a calentar. Es la segunda vez en lo que va de la mañana que me pide lo mismo y amado Dios, aunque ningún trabajo es deshonra el mío aquí no es el de servir tazas— Lo siento Ronald, pero el programa está por comenzar y quiero repasar mis apuntes. Normalmente habría mordido mi lengua e ido a buscar el tonto café, pero por alguna razón me siento más valiente. Cosa, que debo admitir, ha estado p
Juls22 de diciembre del 2020Estoy leyendo una de mis adoradas revistas deportivas mientras espero a Margi en nuestro restaurante de siempre. Una Coca Cola bien fría, con mucho hielo, se encuentra en mi mano mientras me deleito con las noticias del último partido de tenis del campeonato mundial. Al parecer Nadal es el favorito hasta ahora y no es de extrañarse, el español ha hecho un trabajo impecable, aunque hay varios que veo muy bien parados también. Meto la nariz aún más en la revista mientras trato de absorber toda la información posible, y es justo por eso que no siento cuando Margi llega hasta que ella golpea con fuerza la mesa haciendome soltar un grito y casi tirar al suelo mi amada Coca Cola.—¡Te pillé!—Su grito consigue que más de un comensal se voltee en nuestra dirección. Y aunque yo la estoy viendo con el ceño fruncido, ella tiene una sonrisa enorme en el rostro; por la manera perversa en que me mira divertida, sé que viene alguna locura—Juls, ¿estás viendo una revista
Malcom—Entonces, ¿vendrán para navidad?—Susana, la mujer que me crió y la mamá de Jayden, me pregunta por tercera vez en lo que va de la llamada y ya no sé de qué manera decirle que no estaremos viajando a Cambridge para pasar con ellos noche buena.Cuando tenía siete años mis padres, mis verdaderos padres, murieron en un accidente de tránsito. El tío Robert, hermano de mi padre, fue quien tomó mi custodia y junto a su esposa terminaron de criarme. No voy a decir que fue algo horrible, porque no lo fue, al menos no siempre, era un niño que lo había perdido todo y que tuvo que empezar desde cero en una familia totalmente distinta a la que tenía, pues aunque mi padre también ostentaba el título de duque, eso nunca fue su prioridad, pero en consecuencia de eso me dieron a Jayden. Lo mejor que pude recibir de una situación tan mierda como la que estaba pasando. Sin embargo, no éramos una familia normal. Susana fue convirtiéndose con el tiempo en una mujer fría y distante que solo es