Stella.
Seis largas, agotadoras y humillantes horas después, la tortura de servir café y rechazar invitaciones de parte de pervertidos turistas con una sonrisa, me habían dejado exhausta; lo único que quería era esconderme debajo de mis cobijas y dormir. Menos mal que mañana era mi día libre.Subí las escaleras del porche delantero de la casa de mi abuela y abrí directamente la puerta. En nuestro pueblo nadie cerraba con llave porque el nivel de delincuencia era de menos cero.Justo igual a mi autoestima en estos momentos o mis ganas de vivir.-¡Ya llegué, abuela! – Dije tirando mi bolso cerca de la puerta y arrojando mis zapatos a alguna parte de la sala de estar.-¡Estoy en la cocina, pequeña!Suspiré y caminé hacia allí.Ella estaba muy feliz lavando los trastes y escuchando la radio. En cuanto me vio, apagó el aparato y me regaló su mejor sonrisa.-¡Tengo excelentes noticias!-¿Tienen algo que ver con el anuncio del periódico que está circulando por todo el pueblo? – Pregunté cruzándome d
A la mañana siguiente me levanté con muy buen humor; incluso canté un poco en el baño mientras me arreglaba para conocer a mi cita pagada. Me puse el vestido más bonito que tenía y una chaqueta ligera. -Voy a dar un paseo por el pueblo con mi novio, abuela. – Dije entrando a la cocina y dándole un suave beso en la mejilla. Evité por poco reírme ante la palabra “novio”. - Estaremos a tiempo para el almuerzo. -Asegúrate de que así sea. – Dijo espantándome con la cuchara de madera con la que estaba cocinando. -Lo esperaré en el porche, te veo en un rato. Salí y me senté en la vieja mecedora para esperar al chico. Ni siquiera había revisado su nombre de la emoción cuando anoche lo contraté.Sabia que la abuela estaría ocupada y que no espiaría ni nada por el estilo la llegada de nuestro invitado. Cuando cocinaba, se concentraba al máximo y eso me hacía reír. Ni siquiera notaba el teléfono sonando. Diez minutos después se estacionó un auto elegante y negro justo frente a mí. Yo sonr
Desperté de golpe con un grito atorado en la garganta.Miré a todos lados y me di cuenta de que me encontraba sentada en la vieja mecedora delante de mi casa. ¿Había soñado todo esto? ¿En qué momento me quedé dormida?Me tranquilicé sabiendo que nada del ataque de los animales del zoológico habían pasado realmente. No estaría respirando si todo eso hubiera sido real. Una lástima, señor delicioso imaginario besaba de maravilla.Miré la hora en mi celular y me di cuenta de que ya eran pasadas las dos de la tarde. Fruncí el ceño y miré hacia la calle desierta.-Joder, ahí van cincuenta dólares. - Murmuré levantándome.¿Qué le diría a la abuela?Abrí la puerta de la casa y me metí con un suspiro derrotado; el aire olía a comida recien hecha y me encogí un poco por dentro.Mi abuela se encontraba sentada en la mesa de la cocina mirando el periódico y me miró con una sonrisa cuando entré.-¿Ya ha llegado?-Uh... la verdad es que...Miró mis ojos con una mirada esperanzada y no tuve el coraz
Por la noche entré a mi vieja computadora para revisar el sitio por donde había comprado los servicios (no sexuales, tristemente. ) de mi novio ficticio. No veía una bandeja de entrada ni un sitio para dejar mensajes, así que supuse que su forma de comunicación fue enviar a un repartidor hasta la dirección que le mandé para darme esa nota. Bien, dijo que estaría aquí en otra ocasión así que le creería. Había sido un lindo detalle, después de todo; fácilmente gastó unos treinta dólares en él así que... si, aceptaría su disculpa. Cerré la computadora y me fui a dormir pensando en que no sabía cómo contactar al tipo sin volver a pagar otros cincuenta dólares. A la mañana siguiente bajé corriendo las escaleras ya que soñé de nuevo con mi fantasioso novio y sus carnosos labios. Caray, si seguía así necesitaría terapia. -Buenos día cariño, ya llegas tarde. - Dijo mi abuela sacando una cacerola del refrigerador. Mi enorme ramo de flores adornaba nuestra pequeña mesa de la cocina. -Lo s
Jeremiah.-Las flores han sido entregadas. - Dijo mi Beta entrando en mi oficina. - Mi compañera las entregó personalmente al hombre del correo local, espero que lo aprecies.Yo dejé la m****a de papeleo en el que me encontraba metido y sonreí. Sabía que poner un jardín lleno de flores detrás de la Casa de la Manada era una excelente idea a pesar de los ceños fruncidos que había recibido hacía treinta años.Era lo primero que hacía al despertar: Regar las flores. Todo con la esperanza de que a mi compañera le gustara la vista de ellas al abrir nuestra ventana.Darle solo un pedazo de lo que era suyo no lo consideraba suficiente, pero tendría que bastar por ahora. No podía creerlo. Después de casi cincuenta largos y solitarios años por fin había encontrado a mi compañera.Por supuesto, había barajeado la posibilidad de que fuera humana y era por eso que comencé con un fructífero negocio de maderas preciosas y venta de ganado de alta calidad con los humanos.No me molestaba que no fuera
Llegué exhausta a casa de la abuela al terminar mi turno. Un montón de personas había ido al Were café para admirar mi ramo o para preguntarme con quién diablos estaba saliendo.Ni siquiera yo lo sabía, así que solo sonreí y les dije que tenía un novio viviendo fuera del pueblo.No me creyeron. Fue así como una hora después supe que se habían extendido las apuestas sobre mi supuesto novio.Megan, siempre una visionaria, se encargó de sacar la vieja pizarra que poníamos en el café para las apuestas de tonterías locales. El último había sido hace un mes cuando todo el pueblo había venido para apostar por si la gata de la señora White había sido embarazada por el gato de su vecino, el señor Black. Años de enemistad, no solo por sus apellidos, habían hecho del nacimiento de esa camada un evento en el que las palomitas y el alcohol circularon y dejaron muy buenas ganancias y propinas.Incluso los gatitos salieron en primera plana del periódico local.El pueblo necesitaba emoción y, al par
Dormí feliz como un bebé y me di un baño mientras cantaba en la bañera.Me había levantado más temprano porque quería decorar mis muestras de pastel antes de ir al trabajo. La abuela no había regresado a casa cuando me fui a dormir, pero eso no me preocupaba. De vez en cuando le gustaba quedarse a dormir en casa de sus amigas de la iglesia después de horas de repasar los chismes más recientes del pueblo. Y ya que mi novio y sus flores eran algo digno de mencionar... si, no creía que regresara a casa hasta la tarde de hoy.Bajé las escaleras envuelta en una nube de felicidad. Al menos hasta que llegué a la cocina.Corrí hasta el teléfono en medio del pánico total. Los segundos que se tardaron en responder fueron eternos.-Departamento de policía del condado, el sheriff al habla. - Dijo la voz varonil al otro lado.No solo era el sheriff, también era algo así como nuestro alcalde. Nadie quería el puesto y alguien tenía que tenerlo.-¡Señor George! Soy Stella. - Dije comenzando a hiperv
Jeremiah.Si seguía dentro de esta oficina iba a romper algo. O quizá solo se rompería mi cordura.Me cansé de esperar que mi dulce y nueva abuelita política me llamará de regreso. Tampoco nadie contestó el teléfono cuando por fin la cosa dejaba de sonar "ocupado".A la mierda el papeleo. Yo necesitaba oír la dulce voz de mi pareja. O al menos pedirle su número personal para que no estuviera en mi oficina golpeando mi cabeza contra el escritorio.-Deja de hacer eso. - Dijo Oscar, mi Beta, entrando en la oficina. - Ya se han reunido todos los lobos con excepción de los que están de guardia. Te esperan en la sala de conferencias.-Bien. Vamos.Me levanté y puse una sonrisa siniestra en mi cara. Mis lobos no intentarían una rebelión con mis nuevas noticias. Y todos aquellos que pensaban en abandonar el barco se lo pensarían dos veces porque yo tendría un heredero para el domingo, estaba seguro.La Sala de conferencias estaba ubicada debajo de la Casa de la Manada. Construida por mis ance