Capítulo 2.

Seis largas, agotadoras y humillantes horas después, la tortura de servir café y rechazar invitaciones de parte de pervertidos turistas con una sonrisa, me habían dejado exhausta; lo único que quería era esconderme debajo de mis cobijas y dormir. Menos mal que mañana era mi día libre.

Subí las escaleras del porche delantero de la casa de mi abuela y abrí directamente la puerta. En nuestro pueblo nadie cerraba con llave porque el nivel de delincuencia era de menos cero.

Justo igual a mi autoestima en estos momentos o mis ganas de vivir.

-¡Ya llegué, abuela! – Dije tirando mi bolso cerca de la puerta y arrojando mis zapatos a alguna parte de la sala de estar.

-¡Estoy en la cocina, pequeña!

Suspiré y caminé hacia allí.

Ella estaba muy feliz lavando los trastes y escuchando la radio. En cuanto me vio, apagó el aparato y me regaló su mejor sonrisa.

-¡Tengo excelentes noticias!

-¿Tienen algo que ver con el anuncio del periódico que está circulando por todo el pueblo? – Pregunté cruzándome de brazos y frunciendo el ceño.

-Claro que si, mira en la mesa.- Dijo con una sonrisa encantada.

Seguramente se estaba dando palmaditas en la espalda mentalmente por su excelente idea.

Miré curiosa y vi la libreta que utilizaba para apuntar recados y recetas. Ahí habían anotados al menos diez números de teléfono y tuve que detenerme de tomar la cosa ofensiva y arrojarla por la ventana.

-Abuela…

-No digas más, estoy segura de que cualquiera de esos caballeros es el ideal para ti. Te he organizado las citas, tu solo tienes que lucir bonita mañana y…

-No, abuela. – Dije firmemente.

Hoy trazaba mi línea. Se acabó, no más sutilezas con mi abuela.

– Te agradezco que pienses en… mi bienestar; pero dudo que saliendo con uno de los chicos del pueblo sea una forma de conseguirlo. Te he dicho por años que estoy bien y estaré bien incluso cuando partas de este mundo.

Hubo unos segundos de tenso silencio en la cocina hasta que mi abuela suspiró.

-Sé que estarás bien, solo no quiero que estés sola.

-No lo estaré, adoptaré gatos, ¿Recuerdas? – Dije sin modificar mi tono. Tenía que entender que estaba hablando malditamente en serio.

-Solo ve a una cita, estoy segura de que…

-No, abuela. – Dije en tono firme. - No quiero salir con nadie del pueblo. Cancela todas las citas, por favor.

-Pero… de acuerdo. – Dijo encogiendo sus hombros en derrota y mirando al piso en cuanto me crucé de brazos.

Oh, no. Odiaba que estuviera triste.

Cinco segundos. Eso fue todo lo que pude soportar verla en ese estado. ¿Qué podía hacer para que mi abuela parara con sus planes para conseguirme novio y que dejara atrás la idea de dejar mi autoestima por el suelo? ¿Qué…?

Entonces se me ocurrió una brillante idea: Inventarme un hombre en mi vida.

-Mira abuela, no quería decirte nada porque aún estamos en la etapa de conocernos, pero…- Dije cuidadosamente y me interrumpí a propósito para crear un ambiente de misterio adecuado.

Lo había visto en una novela y estaba segura de que funcionaría.

Eso la animó bastante y de nuevo me regaló una sonrisa enorme.

-¡¿Quién es?! ¿Lo conozco? ¡Debiste haberme dicho antes! Tengo que llamar a todos estos hombres para cancelar y…. – Dejé de escucharla porque era adorable verla dando brinquitos en el apretado espacio.

-Tranquila, abuela. – Dije sin evitar reír por su entusiasmo. Ojalá se me hubiera ocurrido lo del novio falso antes. – Cancela las citas mientras yo me cambio y regreso para cenar algo.

Mientras subía las escaleras escuché a mi abuela comenzar a cancelar citas porque “apareció un buen candidato”. Negué con la cabeza y entré a mi cuarto para comenzar mi ritual de baño.

Sé que le dije a mi abuela que solo me cambiaría, pero odiaba irme a dormir oliendo a grasa de la parrilla. Tomé la ducha más rápida de la historia y luego regresé fresca como una lechuga con mi abuela.

-¿Ya has cancelado a todos, abuela? – Pregunté yendo directamente al refrigerador para hacerme un sándwich.

-En eso estoy. - Dijo a mi espalda.- Ahora, cuéntamelo todo. ¿Cómo se llama? ¿Dónde se conocieron? ¿Por qué no me habías hablado del hombre?

-Lo conocí en el café. No te había dicho nada porque el hombre no es de por aquí y no sabía qué tan serio era con nuestra relación.- Dije escupiendo mentiras tan rápido como se me ocurrían. – Tiene un buen trabajo y no tiene mucho tiempo libre.

-Me encantaría conocerlo. ¿Por qué no lo traes a almorzar mañana?

Mi sándwich se veía perfecto ya, así que volví al refrigerador por las sobras del Brownie que había hecho hace unos días.

-Como te digo, es un hombre ocupado. - Dije escondiendo una sonrisa. – Lo invitaré pero no sé si…

-¡Tonterías! Nadie está lo suficientemente ocupado como para no comer. Dile que lo esperamos mañana a la una y no aceptaré un no por respuesta. - Dijo caminando hacia la salida ante mi cara aturdida.

-Pero… pero…

-No se hable más. Ya estoy muy vieja como para seguir esperando al hombre; yo te diré si va en serio o no. Tu abuela sabe de estas cosas. - Dijo saliendo de la cocina.

Escuché sus pasos subiendo las escaleras y luego cerrar su puerta.

M****a.

Rápidamente le mandé un mensaje a Megan contándole lo que sucedía. Por supuesto que iba a pedir refuerzos en esta situación.

Su mensaje de respuesta llegó media hora después cuando ya había terminado de morderme las uñas de las manos.

“Busca una agencia de acompañantes en internet y paga por un novio falso. Sé que estas ahorrando para tu pastelería, pero creo que es más importante tu salud mental. Ahora, no me molestes hasta mañana cuando vuelva abrir los ojos. Besos.”

¿Agencia de acompañantes?

Enseguida subí a mi habitación y abrí mi vieja computadora para buscar qué diablos era eso.

Encontré al menos cuarenta sitios diferentes subastando chicos. Era como un mercado de carne para el mejor postor.

Sádico, oscuro y perfecto.

Con una enorme sonrisa, abrí el primer sitio que estaba más cercano a mi ubicación y miré el catálogo de hombres. Había al menos una docena de hombres que se rentaban ridículamente caros y, si iba a estar en esto a largo plazo, al menos debería poder costearlo; así que busqué algo dentro de un presupuesto razonable.

Había uno del que no podía cargar su foto, estúpido internet, pero me gustó su perfil: Hombre tranquilo al que le gustaba la pesca, los paseos por la playa y las películas románticas.

Lo pedí y lo cargué a mi tarjeta escribiéndole un mensaje urgente para que viniera mañana a las doce. Tenía que preparar nuestra historia de amor con él antes de que comiéramos con la abuela.

El timbre del teléfono de la casa comenzó a sonar pero lo ignoré. Me dormí con una sonrisa en los labios pensando que la vida era hermosa.

Lo que no sabía es que mi abuela había contestado esa llamada y organizado otra cita porque, después de todo, el hombre no era del pueblo. Justo como lo había pedido y solo por si acaso el hombre que salía conmigo no le agradaba; era su deber tener un plan b.

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