Holis mis preciosos fanseses n n/ prácticamente solo me falta el epílogo y cerraré el libro xD pero ya saben que yo vivo para el fanservice, así que si se quedaron con la duda de cualquier cosa, lo puedo poner en el cap de mañana <3 son los mejores fanseses del mundo mundial... y ahora corro a escribir los caps de Venganza de la luna desesperada jajaja
Me encontraba relajándome en el baño de Corbin después de una muy larga semana de trabajo.Él y su madre eran bastante ambiciosos y no perdían la oportunidad de conseguir nuevos clientes, así que no había tenido un descanso. Incluso había trabajado algunas horas extras que me fueron pagadas en efectivo... y con un montón de orgasmos al final de mi día, pero eso último lo consideraba un bono.También trabajaba horas extras enseñándole modales al grandulón. ¿Pueden creer que era más probable que dijera "lo siento" a un "gracias"? A mí me gustaban los hombres con modales, así que se lo hice saber y al siguiente día ya era un alumno que me prestaba atención. El día después me consiguió unas gafas de montura a las que vi con una ceja arqueada.Él se encogió de hombros.-Me pone jugar a la maestra y el buen alumno.Se lo permití solo porque me había convencido de ponérmelas usando su lengua por muchas horas. Merecía un premio, ¿No?Escuché el ruido de la puerta y abrí un ojo.-¿Quién osa m
Regresé al cuarto en donde había puesto mi ropa, me vestí y fuí hacia el sitio que parecía ser la enorme recepción de la manada. Estaba... saturado de osos. -Ahí está. - Gruñó con fuerza Corbin y los osos me dieron espacio para avanzar. Caminé tímidamente ante la mirada de todos los osos hacia Corbin que se encontraba encima de un escritorio. Me tendió una mano y yo subí junto a él. -Ésta hembra es mi elección de pareja. - Gruñó a todos. - Si alguien tiene alguna queja, puede hablar ahora. Hubo silencio en el lugar. Solo duró unos segundos hasta que un macho levantó la mano. -Tengo una pregunta para ella. Miré a Corbin, él se encogió de hombros. -¿Si? -¿Sabes hornear? -No. Una ola de coros decepcionados sonó por todo el lugar. Incluso vi a algunos cachorros comenzar a llorar. -¿Qué hay de la pastelera? - Preguntó una voz al fondo. -¡Si!, ¿Qué hay con ella? -Gritó otra voz. -¡Ya les dije que esta emparejada y que de todas formas no me interesaba! ¡Joder c
Un oso. (Día de la unión del Alfa) Stella había llegado unos minutos antes al lugar y me puso a custodiar el pastel para que, y cito, "dure más de cinco minutos en las golosas manos de tu manada". Era un honor y un privilegio ya que sabía que Stella pagaba los favores con cualquier delicia horneada que pidiéramos. Había sido así desde que la conocí y decidí seguirla para protegerla de cualquier peligro. Esas manos nunca deberían de ser lastimadas por nada del mundo; era una lástima que fuera humana, así que ponía extra cuidado en mi trabajo. Mi Alfa estaba bien con ello, por lo que todo estaba bien aunque viviera actualmente en la manada de los lobos. Creo, sin temor a equivocarme, que nunca habíamos tenido tanta apertura con otras manadas como ahora. Estaba seguro de que todo era una increíble cadena que comenzaba con la humana pastelera. ¿Quién hubiera pensado hace cincuenta años de que lobos, osos y were gatos entrarían y saldrían de otros territorios a voluntad? Incluso
Diez años después. Manada de Linden. -¡No corran! Oh, m****a. -¿Qué sucede, cariño? -¿Qué crees que sucede? Los chicos en mi vientre protestan porque los chicos fuera de mi vientre corren como salvajes. - Murmuré. Duncan se rió. -Son lobos, Stella. ¿Por qué tendrían que estar quietos mientras los adultos hablan sobre cosas aburridas? -Secundo a Duncan. - Dijo Megan. - Mira a los míos, creo que están enterrando a su padre en el patio. -¿Otra vez? - Pregunté curiosa. -Creo que más bien ha sido el Alfa Corbin quien hizo el agujero y luego convenció al resto de los cachorros de jugar a esconder al gato. - Dijo Lilian frotando su abultado vientre igual al mío. -¿A ese gato se refería? - Preguntó Ema mirando hacia la ventana. - Pensé que hablaba sobre jugar con nuestro cachorro mayor. En ese momento entró la abuela junto a su pareja y dejaron la comida sobre la mesa. -¿No es agradable comer una vez a la semana con la familia? - Dijo radiante y luego miró hacia todos lados. - ¿Dó
Jeremiah.-Por supuesto que estoy hablando en serio.Era la primera vez en meses que me permitía tomar más de un pequeño trago.La situación con las manadas aledañas había sido tensa en el mejor de los casos y hostil en el peor. No podía darme el lujo de relajarme cómodamente sobre mi trasero mientras los osos, las panteras, los tigres y los pumas estaban atentos a cualquier debilidad para poder venir y tomar las tierras de mi manada.¿Por qué estaban tan ansiosos por mi tierra? Porque teníamos ríos cristalinos, cuevas profundas, tierra rica para el cultivo, maderas preciosas… en fin. Teníamos entre nuestras patas un verdadero paraíso y eso lo sabían todos los weres a la redonda.-Solo toma a una compañera y resuelve el asunto. – Dijo mi Beta Oscar haciendo un gesto divertido con su mano. - No es tan difícil.-Ya te lo dije, no tomaré a cualquiera. Quiero encontrar a mi pareja. – Dije al Oscar de la izquierda que no dejaba de moverse… o quizá solo fuera mi mala visión después de veint
Stella. Mi abuela estaba loca. La amaba… pero eso no le quitaba lo loca. Con un suspiro interno, hice una bola arrugada con el pedazo de periódico que mi amiga Megan me había dado más temprano cuando recién salía de su turno en el Were café. Ella había estado cubriendo el turno de la chica nueva porque se había enfermado; le venía bien el dinero extra, así que la pobre había estado más de doce horas de pie. No se tomó el tiempo necesario para alertarme sobre el contenido del periódico, solo me lo entregó y luego voló por la puerta delantera. No la culpaba, debía estar agotada. Es solo que me hubiera gustado estar más preparada para la vergüenza y humillación. Ahora entendía por qué muchos de los clientes locales me miraban como un bicho raro. Tiré a la basura el ofensivo trozo de papel que no tenía la culpa de mis desgracias y tomé la cafetera para rellenar las tazas vacías de los clientes. Vivíamos en un pequeño y pintoresco pueblito alejado de las grandes ciudades de Canadá;
Seis largas, agotadoras y humillantes horas después, la tortura de servir café y rechazar invitaciones de parte de pervertidos turistas con una sonrisa, me habían dejado exhausta; lo único que quería era esconderme debajo de mis cobijas y dormir. Menos mal que mañana era mi día libre.Subí las escaleras del porche delantero de la casa de mi abuela y abrí directamente la puerta. En nuestro pueblo nadie cerraba con llave porque el nivel de delincuencia era de menos cero.Justo igual a mi autoestima en estos momentos o mis ganas de vivir.-¡Ya llegué, abuela! – Dije tirando mi bolso cerca de la puerta y arrojando mis zapatos a alguna parte de la sala de estar.-¡Estoy en la cocina, pequeña!Suspiré y caminé hacia allí.Ella estaba muy feliz lavando los trastes y escuchando la radio. En cuanto me vio, apagó el aparato y me regaló su mejor sonrisa.-¡Tengo excelentes noticias!-¿Tienen algo que ver con el anuncio del periódico que está circulando por todo el pueblo? – Pregunté cruzándome d
A la mañana siguiente me levanté con muy buen humor; incluso canté un poco en el baño mientras me arreglaba para conocer a mi cita pagada. Me puse el vestido más bonito que tenía y una chaqueta ligera. -Voy a dar un paseo por el pueblo con mi novio, abuela. – Dije entrando a la cocina y dándole un suave beso en la mejilla. Evité por poco reírme ante la palabra “novio”. - Estaremos a tiempo para el almuerzo. -Asegúrate de que así sea. – Dijo espantándome con la cuchara de madera con la que estaba cocinando. -Lo esperaré en el porche, te veo en un rato. Salí y me senté en la vieja mecedora para esperar al chico. Ni siquiera había revisado su nombre de la emoción cuando anoche lo contraté.Sabia que la abuela estaría ocupada y que no espiaría ni nada por el estilo la llegada de nuestro invitado. Cuando cocinaba, se concentraba al máximo y eso me hacía reír. Ni siquiera notaba el teléfono sonando. Diez minutos después se estacionó un auto elegante y negro justo frente a mí. Yo sonr