Capítulo 3.

A la mañana siguiente me levanté con muy buen humor; incluso canté un poco en el baño mientras me arreglaba para conocer a mi cita pagada.

Me puse el vestido más bonito que tenía y una chaqueta ligera.

-Voy a dar un paseo por el pueblo con mi novio, abuela. – Dije entrando a la cocina y dándole un suave beso en la mejilla. Evité por poco reírme ante la palabra “novio”. - Estaremos a tiempo para el almuerzo.

-Asegúrate de que así sea. – Dijo espantándome con la cuchara de madera con la que estaba cocinando.

-Lo esperaré en el porche, te veo en un rato.

Salí y me senté en la vieja mecedora para esperar al chico. Ni siquiera había revisado su nombre de la emoción cuando anoche lo contraté.

Sabia que la abuela estaría ocupada y que no espiaría ni nada por el estilo la llegada de nuestro invitado. Cuando cocinaba, se concentraba al máximo y eso me hacía reír. Ni siquiera notaba el teléfono sonando.

Diez minutos después se estacionó un auto elegante y negro justo frente a mí. Yo sonreí y me levanté para recibir al hombre, pero me paralicé cuando todo su cuerpo salió del vehículo.

Dulce bebé Jesús, era enorme. Como… muy enorme.

Con barba perfectamente delineada, grandes músculos en brazos y piernas. Casi se me caen las bragas cuando disparó una sonrisa llena de hoyuelos en mi dirección.

Tendría unos treinta años y se estaba acercando a paso seguro hacia mí. Justo cuando estábamos a dos metros de distancia, el viento comenzó a soplar y él se detuvo abruptamente olfateando algo.

Entonces se movió a velocidad de un rayo y estaba en mi cara. Casi me caigo de la impresión, pero él me sostuvo de la cintura.

-Compañera. – Gruñó en mi cara.

Mis mejillas se pusieron rojas y me enderecé rápidamente. Por supuesto que me gruñiría al soportar gran parte de mi peso.

-Si, esa sería yo. – Dije intentando no morir de vergüenza por mi casi caída. – Has llegado justo a tiempo, quisiera caminar contigo y que repasemos nuestra historia de…

Entonces me interrumpió con sus labios en los míos.

Decir que estaba impactada sería decir poco. Debido a mi nula experiencia en besos, contesté tímidamente y pude escuchar un leve gruñido de su parte. Suponía que lo estaba haciendo bien entonces.

Medio segundo después me encontraba apoyada en la pared a lado de la puerta y mis manos sostenían firmemente su cabello. Quien nos viera pensaría que éramos un par de adolescentes.

Sus labios abrían los míos insistentemente y su lengua... ¡Oh, señor, su lengua! Hacía cosas deliciosas en la mía. Por instinto, mientras él me estrechaba aún más hacia su pecho, comencé a subir una de mis piernas en dirección a su cadera. Él adivinó mis intenciones y sus manos bajaron hasta mi trasero para estrujarlo y luego me levantó como si no pesara nada. Enredé mis piernas alrededor de su cintura rozando sin mucha delicadeza su muy obvia erección.

Puede ser que me haya restregado como una gata en celo y gemido como si este fuera el viaje más salvaje de mi vida. Lo era.

Nos separamos por aire mientras mi cerebro se reiniciaba. Me bajó lentamente por su cuerpo y comenzó a olisquear mi cuello; esperaba que le gustara mi perfume.

Entonces recordé que este chico era un profesional y mi emoción bajó un poco, pero solo un poco.

-Wow, esos han sido los mejores cincuenta dólares gastados de mi vida. – Murmuré jadeante.

-¿Qué? – Dijo mirándome confundido.

Yo le sonreí dulcemente.

-Eres muy guapo, espero que estes disponible muy seguido. – Dije antes de tomar su mano y arrastrarlo lejos de la casa. – Como decía, tenemos que planear nuestra historia de amor para que mi abuela no sospeche nada.

-¿Qué? – Volvió a repetir.

Yo hice un gesto con mi otra mano.

-Te contaré en el camino. ¿Ya has desayunado?

-No.

-Bien, necesito que tengas hambre porque mi abuela ha estado cocinando para un ejército. – Dije mientras nos alejábamos de la casa.

-Uh, de acuerdo. – Dijo el hombre. Pobre, debía estar muy confundido. - ¿Cómo te llamas, compañera?

-Stella. Lo siento, supongo que no te di muchos detalles ayer por la noche. – Dije sonrojándome un poco. – Gracias por haber venido con tan poco tiempo de anticipación.

-No, bella. Gracias a ti por aparecer por fin en mi vida. – Dijo acariciando con su pulgar la mano que no me había soltado.

Solté una risita nerviosa y seguí conduciéndolo hasta un parque cercano en el que no había gente tan temprano y podíamos hablar tranquilamente.

Lo llevé hasta una banca y le dije que nos sentáramos.

-¿Cuál es tu nombre? – Pregunté curiosa.

-Jeremiah Black Wolf. – Dijo inflando un poco el pecho.

Joder, era demasiado atractivo. ¿Notaría que estaba babeando un poco?

-Jeremiah, me temo que estoy envuelta en un aprieto. – Dije con un suspiro resignado.

Él se tensó y comenzó a gruñir. Vaya, al tipo le encantaba eso.

-¿Qué es, bella? ¿A quién debo eliminar?

Yo solté una gran carcajada.

-Oh, chico… no tienes que matar a nadie. – Dije cuando me tranquilicé. – Es solo que mi abuela es una persona especial y es por eso que estamos juntos en esto.

-Le agradeceré en cuanto la vea. – Dijo mortalmente serio.

-Imagino que si. – Dije con una pequeña sonrisa. Él tenía trabajo gracias eso. - Escucha, se le ha metido la idea de que tiene que conseguirme un hombre y es por eso que te he contratado. Le he mentido y me temo que se me ha escapado de las manos.

Parpadeó antes de mirarme curiosamente.

-Cuéntame todo, bella. – Dijo tomando suavemente mis manos.

Lo miré a los ojos y no pude evitar suspirar. Demonios, era bueno. Y estaba muy bueno.

-Verás, le dije que estaba saliendo con alguien y…

-¿Estás saliendo con alguien?- Dijo con tono mortal. Sus manos repentinamente comenzaron a apretar las mías.

-Me duele. – Dije suavemente viendo nuestras manos. Enseguida comenzó a acariciarlas nuevamente. – Si… uhm… yo no estoy saliendo con nadie. – Dije y la tensión de sus hombros se esfumó. – Es por eso que me puse en contacto con tu agencia y aquí estamos.

-¿Mi agencia? – Preguntó confundido.

Quizá así no era como se les decía a los sitios sospechosos de internet en donde los hombres se rentaban.

¿Subasta? ¿Lugar en donde te compran en un sitio que no parecía muy legal?

-El lugar en donde tienes tu perfil en línea para que pueda solicitar tus servicios. Debo decir, que ha sido un alivio que estuvieras disponible hoy; no habría sabido qué hacer si no te hubiera contratado. – Dije con una sonrisa suave.

-Solo para confirmar. – Dijo con voz tranquila. – ¿Me estás diciendo que contrataste los servicios de un hombre para que se hiciera pasar por tu pareja?

-Básicamente. – Dije asintiendo.

-Bien. No tienes que mentirle a tu abuela. – Dijo levantándose y dando media vuelta rumbo a su coche.

Joder. Dentro de todos los escenarios que pasaban por mi cabeza, creo que nunca se me ocurrió que el hombre no quisiera participar en mi loca vida ni aunque se lo pidiera como parte de su trabajo.

-¡Espera! ¿Es por el dinero? Ciertamente me quedaría un poco en mi límite de presupuesto pero… - Dije sacando mi pequeña cartera de mi bolso. Me dolía tocar el dinero de mis ahorros pero medidas desesperadas requieren capital. No tenía tiempo para conseguir a otro hombre si éste me decía que no.

Se detuvo abruptamente y yo choqué con su espalda. Perdí el equilibrio y terminé en el piso mostrándole el color de mis bragas.

Mis mejillas se calentaron y enseguida me bajé el vestido antes de comenzar a levantarme. Él me ofreció una mano pero la rechacé, mi dignidad no podía con esta situación.

-¿Estás bien, bella? ¿Estás…?

Algunos gruñidos, rugidos y cosas que me hicieron abrir los ojos con horror interrumpieron su pregunta.

Detrás de él, salidos de algún circo o zoológico se encontraban dos enormes osos y tres pumas que se acercaban peligrosamente.

Grité, obviamente, pero cuando mi hombre rentado volteó y se transformó en un lobo, me quedé muda.

Mis ojos se abrieron por segunda vez con horror cuando el lobo se lanzó directamente hacia el oso más grande. Me levanté lentamente con mucho cuidado de no llamar la atención de los animales, pero no tuve suerte porque uno de los enormes felinos captó el movimiento y comenzó a rugir en mi dirección.

Chillé de nuevo muerta de miedo e intenté correr solo para terminar en el suelo de nuevo porque alguna estúpida grieta en el camino decidió que debía retener mi pie. Me giré solo para ver al felino lanzarse sobre mí; después, todo se volvió negro.

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