Hoy como de costumbre Julia caminaba descalza hacia el balcón donde dejaba escapar un gran suspiro, sus cabellos rubios y resplandecientes como el sol brillaban más que nunca, pues hoy era una gran noche, su padre Manuel, dueño de la empresa más grande de textiles había hecho un gran negocio y daría una fiesta para celebrarlo, incluso su gran amigo estaría allí, Leo Rossi.
Un hombre arrogante y prepotente, eso decían las páginas amarillistas, pero era algo que Julia no creía mucho.
Ya había pasado casi tres meses desde la muerte de Soledad y por supuesto que Leo Rossi iba a estar ahí, él tenía algo pendiente dentro de su corazón, pero sobretodo en su cabeza y lo dejaría bien claro en ese día, Leo había planeado con mucho cuidado su gran entrada, el inicio de su dulce Venganza, pues después de luchar con todos sus demonios llegó a una sola conclusión, le haría pagar una a una cada lágrima de dolor a su mejor amigo, Manuel y Julia era el pasaporte para que eso sucediera.
La noche no duró mucho en llegar y Julia estaba más impaciente que nunca, sus nervios flotaban a flor de piel, su mirada era la de una chiquilla enamorada la cual espera a su príncipe azul, los invitados no demoraron mucho en llegar, ella se veía radiante y no era para menos, quería impresionar a una persona y no iba a descansar hasta hacerlo.
—Buenas noches, sean todos bienvenidos a esta su humilde casa —dice Manuel Lennox, alzando una copa, para llamar la atención de todos los invitados, mientras Leo está a un lado del salón, con la mirada fría y llena de ira lo miraba con ganas de destrozar hasta el alma.
—¿En qué tanto piensas? —dice Julia, acercándose rápidamente con un porte sensual, por la espalda de Leo quien no se había percatado que Julia también lo miraba desde su aparición en la fiesta.
—En nada, solo quiero tomar algo de aire, ¿me acompañas? —dijo Leo, con su tono de voz ronco, echando a andar su plan.
—Sí, por supuesto, vamos. —La emoción de Julia era inmensa, pues después de ver como sus labios danzaban como si fueran uno solo, no lo había vuelto a ver, pero ahora ella sabía que él no le guardaba rencor, después de todo había una gran amistad de por medio.
Caminaron juntos hacia el enorme jardín, lleno de flores y mientras Julia caminaba hacia el barandal las manos de Leo Rossi se posaron en aquella espalda desnuda haciendo que se gire para después tomar sin contemplación alguna aquellos labios, que lo deseaban más que nadie en este mundo.
Las manos de Julia se pasaron en el cuello de Leo, sus lenguas jugaban como si una danza contemporánea se tratara, el calor iba en aumento, solo que el recuerdo de Soledad volvió a la mente de Leo, su traición y verla en aquellas fotos en los brazos de su amigo, hizo que Leo se separa bruscamente de Julia, la cual todavía se sentía flotando en una nube, su corazón subía y bajaba con gran esfuerzo, pues nunca había sentido tanto éxtasis en su piel, sentía que su labios quemaban y su piel solo quería sentirlo nuevamente.
Mientras tanto, Leo solo quería huir de aquel lugar, todavía no se convencía si ella sería la que debía pagar todo lo que su gran amigo había hecho, salió de allí, dejando a Julia atrás, Julia lo llamó una y otra vez, pero él no la escucho, solo quería huir de ella, pues algo dentro de su corazón le decía que ella lo iba a lastimar incluso más que Soledad.
Él llegó hasta el centro de la fiesta y pidió a un mesero una copa doble de cualquier trago, la cual se tomó como agua, no le importó que su garganta quemara, solo quería olvidar todo, pero era algo imposible, pues justo en ese momento la mano de Manuel su mejor y gran amigo se posó en su hombro.
—Pensé que no ibas a venir —le dijo Manuel, llegando justo al frente de aquel hombre que solo quería destrozarlo pedazo por pedazo.
—Eso nunca, mejor amigo —dijo Leo con ironía—. No me perdería por nada del mundo tus triunfos —dijo recalcando la última palabra, pues nunca imaginó que justo el hombre que le tendió la mano más de una vez, al que le tenía admiración le había jugado una mala traición.
—¿Y cómo va ese corazón? después de la partida de la mujer que más te amó —preguntó Manuel Lennox, mientras Leo se tomaba casi todas las copas que tenía al frente.
—Muy bien, mejor que nunca —respondió, mientras su mirada se centraba en Julia, que precisamente iba ingresando de nuevo a la sala, se giraron todos los presentes cuando un vídeo llamó la atención.
Y es que justo al frente de ellos había empezado a proyectarse un vídeo, en el aparecía Soledad Salvatierra besándose apasionadamente con el hombre que tenía al lado. Los puños en las manos de Leo se hicieron presentes, pero está vez era de satisfacción, pues había planeado cada detalle minuciosamente para dejar expuesto ante toda la sociedad a Manuel Lennox, el que gritaba a los cuatro vientos que era su mejor amigo y el hombre más correcto sobre la faz de la tierra.
—¡Amigo!, Te juro que todo esto tiene una explicación —le dice Manuel, con los nervios de punta tratando de excusarse, sudaba frío y solo maldecía por dentro a la persona que lo expuso de tal forma.
Que lejos estaba por pensar que el que lo había expuesto lo tenía justamente al frente, quien gozaba por dentro al mismo tiempo que se estaba muriendo y una vez más destrozando su corazón en mil pedazos.
—¿Qué me vas a explicar? que te estabas revolcando con mi esposa, mientras yo me iba de viaje, que traicionaste nuestra amistad, ¿eso es lo que quieres explicar? —gritaba Leo Rossi, con tanta ira, esa ira que había guardado durante tres largos meses, pero ahora tenía la oportunidad de desahogarse y sacar algo de lo que había guardado.
—Apaguen ese maldito video —grita Manuel, pues la escena había empezado a subir de nivel y aunque Leo ya sabía de memoria la totalidad del contenido lo gozaba más que nadie.
—¿Por qué?, ¿Dime por qué quieres que apaguen la muestra de la traición que ustedes dos me hicieron? par de desgraciados, te odio Manuel Lennox y no sabes, pero esto es una pequeña prueba de lo que soy capaz de hacer, porque me vas a empezar a pagar una a una la traición que tú junto con la cualquiera de mi esposa, me hicieron —decía acaloradamente Leo Rossi, mientras Manuel llevaba su mano a su pecho y caía bruscamente al piso.
Era muy difícil entender lo que estaba pasando, pero en menos de tres meses Julia y Leo sabían que era el dolor de una partida del ser amado, pero al contrario de Leo, Julia sentía que su vida se iba junto con su padre, sus ojos rojos e irritados de tanto llorar solo pedían una cosa, cerrarse y no volverlos abrir nunca más. Todos los invitados estaban mirando estupefactos aquella escena, solo se escuchaban sus cuchicheos, mientras tanto Leo Rossi solo jalaba de sus cabellos, él no quería que las cosas se dieran así, Dios sabe que no, pero el mundo es un caja de sorpresas, imposible de predecir, los paramédicos no tardaron mucho en llegar, pero como ya lo había dicho un médico hace más de diez minutos él está muerto y no hay nada que se pueda hacer, su corazón no resistió otro golpe más, ya estaba débil.Sin contar que esa mañana por la emoción de la fiesta Manuel Lennox olvidó tomar sus pastillas para el corazón. Leo salió de la recepción como alma que lleva el diablo, fuera de culpa
El día de Julia no era para nada bueno, su cabeza estaba hecha un ocho y aún no entendía todo lo que tenía que hacer y mucho menos tenía idea de como manejar la empresa textilera más grande del país, pero de algo si estaba segura, si no huía de ahí iba a terminar en un manicomio o en el peor de los casos con un dolor de cabeza demasiado fuerte siendo realista, mientras una de las señoras del servicio servía el café, Julia se colocaba de pie y caminaba hacia el elevador.—¡Señorita Lennox aún no hemos terminado! —gritaba el pobre abogado, ante la mirada atónita de los inversionistas, que al igual que Julia él ya estaba agotado, solo que Julia tiro la toalla un poco más rápido, corrió por el largo pasillo y fue directo hacia el elevador en donde lo primero que se le ocurrió fue oprimir el piso uno.Ella solo quería salir de allí, no le importaba si mañana tendría que dar explicaciones, pues se sentía sofocada, por su cabeza pasaban miles de pensamientos, pero en ninguno de ellos estaba
Hoy era un día diferente, no como cualquiera que Julia hubiera experimentado al Lado de Leo Rossi, hoy saldrían los tres. Sí, Leo había invitado a Julia a un día de campo junto con su pequeña Victoria, Leo Rossi solo quería ganarse más la confianza de Julia y hacer que ella firmara su propia tumba, así era como cada mañana Leo decía mirándose al espejo, solo que más adelante se iba arrepentir toda su vida.—¡Niña Victoria!, no puede llevar tantas cosas —dijo Emma, la ama de llaves tratando de quitarle parte de sus muñecas, bueno y también su traje de baño y su vajilla de tomar té. Y como no, si Victoria era la más entusiasmada en ir al día de campo.—Emma créeme esto lo voy a necesitar, ya deja de hacerlo —respondió Victoria llevando sus manos a la cabeza para rascarse con intensidad, pues esto era la guerra, la guerra contra la ama de llaves la cual iba perdiendo.—No, niña victoria a donde vas no hay piscinas y mucho menos mar, así que vas a dejar tu traje de baño y parte de tus mu
Hoy Julia se sentía flotando sobre una nube o mejor dicho se sentía como una digna princesa de un cuento de hadas al que por supuesto ella era la princesa, llevó sus manos a la cara y limpio con gran fuerza sus ojos pues era difícil distinguir si estaba soñando, pero no, no estaba soñando era la realidad anoche Leo le había dado un beso, el mejor beso de su vida y hasta ahora el mejor, se coloco de pie y arrastró sus pies descalzos hasta el baño en dónde se despojó de toda su ropa, y se metió a la ducha, en dónde soñaba como se podría sentir las manos de Leo sobre su cuerpo.—¡Señorita Julia! —Unos suaves golpes al otro lado de la puerta llamaba la atención de Julia.—Ya voy Nana —respondió, mientras enredaba una toalla alrededor de su cuerpo, al salir vio a su Nana bastante nerviosa, cosa que llamó su atención.—¿Te sucede algo Nana? —preguntó mientras caminaba hacia el closet en donde sacó un hermoso vestido azul oscuro, el cual ella sabía que se le veía magnífico.—Señorita Julia,
Los besos fueron subiendo aún más de nivel, Leo tenía que hacer algo más para tener a Julia completamente rendida a sus pies, y aunque lo que iba hacer era el acto más despreciable, no había otra opción para que Julia terminará de caer rendida a sus pies.Las manos de Leo se posaron en los muslos de Julia subiendo el vestido prácticamente hasta la cintura, la cual dejó salir un suspiro ahogado, era como si estuviera tratando de contenerse, pero ya no podía más, su cuerpo lo pedía a gritos, sin contar que muchas noches soñó con este momento, hasta mojar su ropa interior por completo.—Espera Leo, no puedo al menos no así. —Julia se retiró bruscamente mientras su pecho subía y bajaba con gran esfuerzo.La mirada de Leo era de desconcierto, pues estaba seguro de que Julia se entregaría a él sin mayor problema, ¿O no?—No entiendo, ¿a qué te refieres? —preguntó Leo, tratando de disimular la erección que se había formado en medio de sus pantalones, pues tampoco era de piedra, y Julia le at
Leo dejó caer su cuerpo cansado y lleno de sudor al lado del cuerpo desnudo de Julia, estaba feliz, y no lo podía disimular, mientras Julia miraba embelesada hacia el techo, estaba flotando en una nube, y claro que no quería bajar de allí, estiró su cuello y quiso ponerlo en el pecho de Leo, solo que él se coloco de pie y fue hacia el baño.Ella alzó su vista, sin embargo, no prestó importancia, era obvio que él iba asearse, así que ella se enredó en las sábanas blancas hasta que su cuerpo cayó rendido de cansancio, solo sonreía y supuraba por el momento tan mágico que acabo de vivir.Mientras en el baño Leo, jalaba sus cabellos, y renegaba de sentir lo que estaba sintiendo, se sentía impotente y realmente frustrado.—No, no —maldecía, en voz baja, pues en ese momento todos los recuerdos de Julia en sus brazos llegaban a su mente como una ráfaga de aire, además que era imposible no sentir nada por ella, tantos momentos en estos días a su lado había empezado a despertar algo extraño en
Es difícil entender al ser humano, sus acciones lo pueden llevar por el camino de bien, o en su defecto por el camino del mal, y eso es lo que está viviendo Maya Salvatierra, la hermana gemela de Soledad, la difunta esposa de Leo, quien tomó una decisión algo difícil, pero que no está dispuesta a echar su brazo a torcer, después de todo ella también tiene derechos.—Quiero ir con mi papito, tú no eres mi mamita, ella está en el cielo y tú no me quieres —le dijo Victoria llevando sus manos a los ojos, pues había llorado tanto que ya le dolían sus ojitos.—Ya te dije que no, tu no puedes volver con él, yo soy tu tía, la hermana de tu madre. —Era la quinta vez que Maya le decía lo mismo a una pequeña Victoria, solo que la niña no podía procesar, ella solo quería ir a casa, al lado de su padre.Además Victoria aún no entendía porque Maya, su tía ahora la quería con ella, si antes de que su madre se quitará la vida, Maya había sido muy cruel y despiadada con ella.—Yo me quiero ir, no te q
Leo freno en seco, nunca pensó ver a su pequeña corriendo por las frías calles, su corazón latía con gran fuerza, pues por poco y atropella a la luz de sus ojos.—Victoria, mi amor, ¿Estás bien? —preguntó Leo, tan pronto salió del auto corriendo hacia ella, mientras la pequeña quería salir corriendo, pues aún no se había dado cuenta que tenía a su padre justo tras de ella —¡Papito!, ¿eres tú? —Leo asintió con su cabeza, mientras por la pequeña cara de victoria camina lágrimas de felicidad, pues nunca pensó ver a su padre y menos justo cuando huía de su tía.La cual estaba oculta una cuadra atrás, a Maya no le convenía que la vieran persiguiendo a Victoria, después de todo, quien le iba a creer a una mocosa que apenas tiene ocho años, además Leo piensa que ella todavía sigue fuera del país.Julia bajo del auto enseguida que Leo, corrieron y abrazaron fuertemente a Victoria quien lloraba desconsoladamente, pues no era para menos, Victoria acaba de encontrar a su papito.—¿Dónde estaba