Início / Romántica / Dulce Venganza / Segundas intenciones
Segundas intenciones

El día de Julia no era para nada bueno, su cabeza estaba hecha un ocho y aún no entendía todo lo que tenía que hacer y mucho menos tenía idea de como manejar la empresa textilera más grande del país, pero de algo si estaba segura, si no huía de ahí iba a terminar en un manicomio o en el peor de los casos con un dolor de cabeza demasiado fuerte siendo realista, mientras una de las señoras del servicio servía el café, Julia se colocaba de pie y caminaba hacia el elevador.

—¡Señorita Lennox aún no hemos terminado! —gritaba el pobre abogado, ante la mirada atónita de los inversionistas, que al igual que Julia él ya estaba agotado, solo que Julia tiro la toalla un poco más rápido, corrió por el largo pasillo y fue directo hacia el elevador en donde lo primero que se le ocurrió fue oprimir el piso uno.

Ella solo quería salir de allí, no le importaba si mañana tendría que dar explicaciones, pues se sentía sofocada, por su cabeza pasaban miles de pensamientos, pero en ninguno de ellos estaba hacerle frente a todo y mucho menos tan rápido.

las puertas del elevador se abrieron e intentó salir nuevamente corriendo, solo que su cuerpo delgado chocó bruscamente con otro cuerpo, cayendo fuertemente contra el piso y golpeando su grande y redondo trasero.

—¡Auch! —dijo mientras alzaba su vista, para ver quien había sido el bruto, que la había hecho golpear tan fuerte.

—Lo siento, no pensé que me iba a encontrar con el mismísimo Rayo McQueen —dijo Leo Rossi, mientras estiraba sus manos para ayudar a levantar a Julia, que para ese momento ya todo su cansancio ya se había ido a la basura.

—Sí, solo quería huir de aquí —vociferó Julia, mientras Leo se quedó mirándola sin ni siquiera parpadear por unos segundos, había algo en esa mirada que le atraía, solo que en ese momento él iba por otra cosa y no debía distraerse.

—Si quieres yo puedo ser tu salvador y te puedo sacar de este horrible lugar —le dijo Leo en tono burlón, mientras Julia solo dejaba salir una mueca.  

Sacudió su cabeza de lado a lado y dejó salir una sonrisa, no era adecuado que Leo la viera sonreír así y más de esa forma tan locamente enamorada.

Julia no vio inconveniente en salir de la mano de Leo Rossi, después de todo ella lo conocía hace años y no iba arruinar o echar a la basura lo que sentía, por lo sucedido con su padre.

—Julia, hoy vine hoy hasta las empresas Lennox, porque quiero brindarte todo mi apoyo. Sé que tú no has terminado toda tu carrera, y debe ser difícil para ti manejar toda esta situación, además tú no sabes manejar una gran industria como lo es las empresas Lennox.  —Si hubiese habido un detector de mentiras en ese momento, Julia de seguro hubiera salido corriendo, así como salió hace unos minutos de la junta directiva.

—¿De verdad Leo?, ¿Estarías dispuesto a brindarme toda tu ayuda? —La cara de emoción de Julia era difícil de descifrar, pero por su mente y corazón solo pensaba que aquel hombre que tenía al frente fuera de ser un Dios griego, era su tabla de salvación, vaya que si estaba equivocada y el tiempo se encargaría de demostrarlo.

—Claro que te pienso ayudar y de eso no hay discusión —dijo firmemente, mientras llevaba las manos a su boca y pasaba una servilleta para quitar las migas del pastel, pues Julia fue muy enfática en ordenar para los dos y aunque Leo no estaba acostumbrado a comer esa clase de alimentos, solo por ella y por ganarse aún más su confianza decidió comer, mostrando su cinismo.

—¿Y lo que pasó entre mi padre y Soledad?  —Julia agachó su mirada hacia la taza, pues, aunque no era lo que quería preguntar en ese instante, pero al menos la sacaría de una duda, de una gran duda, la cual está a oprimiendo su corazón, era como una daga la cual se enterraba más y más hasta lo más profundo de su corazón.

—Eso quedó atrás, ellos no están aquí y aunque lamento mucho lo que sucedió no podemos echar el tiempo atrás, ahora lo verdaderamente importante es ver que tú estés bien y para eso estoy aquí para brindarte mi mano —él habla. 

La mano de Leo fue directo a la mano de Julia, acompañada de una mirada fría cargada de mucho, mucho dolor y venganza, una venganza que él estaba dispuesto a hacerle pagar a Julia, hasta ver que por fin todo el mal y las lágrimas de dolor que derramó por muchos días hayan quedado saldadas, aunque eso conlleva acabar con un corazón puro y limpio y lleno de amor por él, ese amor que ninguna otra mujer está dispuesta a dar por él, ni siquiera Soledad la mujer que juro amarlo frente al altar.

—Está bien, aceptaré tu ayuda, es mejor tenerte a ti, que a todos los abogados tras de mí. —Fueron palabras sin sentido para Leo, pero para Julia Lennox eran las palabras más sinceras que salen desde lo más profundo de su corazón, pues ella anhelaba tener el corazón de Leo y tal vez, solo tal vez había una pequeña luz de esperanza y ella estaba dispuesta a buscar esa luz, sin importar que en el camino quedará en la más absoluta oscuridad.

Ese día cenaron juntos y pasaron tal vez la tarde más agradable, Julia Lennox estaba encantada con las atenciones de Leo Rossi, tanto así que la tarde se fue volando, Leo como todo un caballero se ofreció llevarla a su casa, esa casa oscura y desolada, pues así la veía Julia después de la muerte de su padre, que por cosas de la vida solo adelantó su partida dejando a su tesoro más preciado en manos de una bestia, que se encargaría de destrozarla y comerse hasta su propio corazón, si Manuel Lennox hubiese sabido que si hija corría peligro de seguro esa mañana hubiera tomado sus pastillas para el corazón.

Leia este capítulo gratuitamente no aplicativo >

Capítulos relacionados

Último capítulo