Sospechas

Hoy Julia se sentía flotando sobre una nube o mejor dicho se sentía como una digna princesa de un cuento de hadas al que por supuesto ella era la princesa, llevó sus manos a la cara y limpio con gran fuerza sus ojos pues era difícil distinguir si estaba soñando, pero no, no estaba soñando era la realidad anoche Leo le había dado un beso, el mejor beso de su vida y hasta ahora el mejor, se coloco de pie y arrastró sus pies descalzos hasta el baño en dónde se despojó de toda su ropa, y se metió a la ducha, en dónde soñaba como se podría sentir las manos de Leo sobre su cuerpo.

—¡Señorita Julia! —Unos suaves golpes al otro lado de la puerta llamaba la atención de Julia.

—Ya voy Nana —respondió, mientras enredaba una toalla alrededor de su cuerpo, al salir vio a su Nana bastante nerviosa, cosa que llamó su atención.

—¿Te sucede algo Nana? —preguntó mientras caminaba hacia el closet en donde sacó un hermoso vestido azul oscuro, el cual ella sabía que se le veía magnífico.

—Señorita Julia, abajo está el señor Rossi junto con su abogado —dijo con su voz entrecortada.

—Diles que ya bajó —respondió Julia, dejando salir una bella sonrisa, la cual era capaz de derretir hasta el corazón más frío, pero imposible de derretir el corazón de Leo, ese si llevara un poco más de tiempo, o tal vez no.

—No señorita, si usted no baja en este preciso momento, ellos dos se van a caer a golpes. —habla la nana, con notoria preocupación. 

Y no era mentira en la planta baja, había casi la tercera guerra mundial.

—Señor Rossi, lo que usted está haciendo me parece un acto cobarde —decía el licenciado Gómez, quien llevaba años, por no decir los mejores años de su vida trabajando para la Manuel Lennox y ahora seguiría con Julia una joven con un futuro prometedor, la cual estaba firmando su sentencia de muerte.

—No estoy haciendo nada indebido, fui el mejor amigo de Manuel y por lo tanto aprecio mucho a Julia. —Esa palabra, " Aprecio" se sintió como un fuerte golpe se clavara en su corazón, pues escuchar que sentía por ella solo un aprecio era dura y más para ella, que sentía que lo amaba más que nada en esta vida.

—No creo mucho, y más por la forma en que sucedieron las cosas el día del fallecimiento del señor Lennox. —El señor Gómez era un hombre sensato y sobre todo leal, pues vio como Manuel se levantó de la nada aún sin su esposa al lado y lo peor con una pequeña que ahora se está justo en la mirada de un hombre frío y despiadado.

—Buenas días, señores —dijo Julia llamando la atención de los dos cavernícolas que estaban apunto de caerse a golpes, o eso mismo pensaba Julia, pues Leo estaba apunto de tomar la camisa del licenciado Gómez y el licenciado ya tenía sus manos empuñadas, listo para luchar si era posible, para Julia era la escena más divertida y loca en su vida, pues nunca imaginó ver a Leo peleando por ella y menos con el señor Gómez quien aparte de sus cabellos blancos era mucho más bajo que el.

—Señorita Lennox, que bueno que ya está aquí, necesito hablar un asunto pendiente con usted —dijo el abogado, mientras acomodaba las mangas de su camisa.

—Lo siento mucho licenciado Gómez, pero Julia y yo tenemos planes para hoy, eso quiere decir que usted debe esperar, eso le enseña que primero debe llamar. —Leo no podía dejar que el licenciado Gómez convenciera a Julia de no firmar los documentos en donde él quedaba como único dueño de absolutamente todo, mejor dicho quedaría como dueño y señor de todo, incluso de Julia.

—Es verdad licenciado Gómez, el señor Rossi y yo tenemos un asunto pendiente ahora en la mañana, si quiere en hora de la tarde voy a su oficina —respondió Julia, tratando de no hacer quedar mal a Leo pues para nada tenían una salida juntos no nada que se le pareciera 

—Está bien señorita Julia, la espero en la tarde en la oficina, y por favor no deje de ir, tenemos que hablar algo muy importante con referencia a toda su herencia —dijo el licenciado Gómez tratando de persuadir, pero la mirada de Leo se hizo más intensa.

Leo no permitiría que Julia fuera a la cita, no, él sabía cómo encargarse, pues sabía muy bien lo que aquella jovencita sentía por él y de seguro no lo desaprovecharía.

El licenciado Gómez no le quedó de otra que irse, pues quién podría en ese momento con Leo quien se llevaba todas las atenciones de Julia, pero de algo si estaba seguro el licenciado Gómez, el no se quedaría de brazos cruzados mientras el supuesto mejor amigo del señor Manuel, le desgracia la vida a la señorita julia.

Mientras tanto Julia sentía que su corazón iba a estallar de la emoción, cuando las manos de Leo se posaron en su cintura, era algo indescriptible, pero de seguro sus mariposas se iban ahogar si su estómago seguía dando vueltas de ese modo, Julia se giró para quedar justamente en frente del rostro de Leo, quien no pudo resistir más al llamado de esos labios dulces y carnosos, que  por más que quisiera resistir, ya no podía e hizo caso al llamado de su cuerpo. La tomó del cuello y la acercó más a él, dejándose llevar por aquella jovencita que se sentía flotando en una nube, la siento más a él, con miedo de que se fuera escapar, sus bocas dientes chocaban, por la intensidad de aquel beso, que para Julia era un sueño echo realidad, pero para Leo era un martirio sentir todo aquello que Julia le hacía sentir, que por más que se negaba aceptarlo ni siquiera con soledad sintió que se cuerpo vibrara por un simple beso, pero es algo que Leo no puede aceptar ya que si así lo hace, perdería control total de él, y él no está dispuesta a que ningúna mujer le vuelva hacer daño. 

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