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Daniel se quedó recostado a la pared del jardín, tratando de introducir algo de aire a sus pulmones. 

Estúpido.  Mil veces estúpido. 

Por encima de él, se habían escuchado muy claramente las voces de Diana y Marissa mientras conversaban acerca de él, y en ese momento sentía un dolor y una ira terribles.  Dolor en su corazón, ira contra sí mismo.

Hacía ya diez años que conocía a Diana Alcázar. Hacía ya diez años que la amaba, pero sólo hasta ahora veía que era una tontería. Ella tenía razón, él era invisible para ella, no importaba cuánto trabajara por superarse, cuándo dinero acumulara, qué tan indispensable se hiciera para los demás. Para ella, seguía siendo invisible.

Le dolió el pecho, la garganta y los dientes por contener un

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